México
logró detener el aluvión
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Las elecciones mexicanas del
6 de junio nos dejan varias lecturas que deben analizarse con objetividad y con
la profundidad que el caso amerita. Lo primero que debemos resaltar, es que la
participación electoral se ubicó en 52.5%, 10% menos que la registrada en el
2018 (62.65%). A pesar de ser elecciones intermedias y en plena pandemia por
covid-19, la participación no varió significativamente respecto al promedio
histórico. La pandemia del covid-19 tuvo menor incidencia en la abstención electoral
de la que esperábamos.
Otro dato de mucho interés
es que Morena no pudo retener la mayoría absoluta, tal como lo revelaron las
proyecciones de la intención de voto. Hasta el momento de escribir este
artículo, Morena había perdido más de 50 curules, pasando de 256 a 200
diputados; la oposición quedó representada por el PAN, partido que experimentó
un crecimiento de 32%, al pasar de 77 a 114 diputados; y, el PRI obtuvo 71
diputados, 23 más que en el 2018. Con esta nueva correlación política, queda
claro que los mexicanos votaron por un equilibrio
político en la Cámara de Diputados, a fin de preservar los contrapesos
institucionales que provee la democracia y la constitución. Esta nueva realidad
política en el parlamento, obligaría al presidente López Obrador y a su partido,
a recurrir a la negociación para dirimir temas de sumo interés para el país y
para el proyecto de la 4T, habida cuenta que resulta imposible que Morena pueda
reunir la mayoría calificada con el apoyo de sus aliados, el PVEM y el PT, los
cuales suman junto a Morena 277 diputados, faltando todavía 53 votos para
alcanzarla.
Sin mayoría calificada se
pone freno a reformas constitucionales que pueden afectar la institucionalidad
mexicana, tales como la reelección presidencial, la reforma del INE y otros
temas de significativa importancia. En definitiva, México frenó el aluvión en
el Congreso, pero a nivel nacional le dio más poder a Morena, acrecentando la
hegemonía política que obtuvo en el 2018, al ganar 11 de las 15 gubernaturas en
competencia y terminar gobernando 17 de las 32 gubernaturas del país, lo cual
representa el 53% del territorio nacional.
Estas cifras proyectan a un país que sigue
apoyando el proyecto de la 4T pero está consciente, al propio tiempo, que son
necesarios los contrapesos para evitar el autoritarismo que fácilmente se
ejerce cuando se tiene todo el poder. De nuevo, le brindó la confianza al
presidente López pero le restó poder en el parlamento; con lo cual podríamos
inferir que, en esta oportunidad, gran parte de los mexicanos no firmaron un
cheque en blanco al presidente y a su 4T.
De las elecciones del 6 de
junio, se desprenden dos reflexiones básicas. La primera, las malas decisiones
del gobierno tuvieron consecuencias en los resultados electorales, impidiendo
que Morena obtuviera el triunfo arrollador esperado por el presidente y los
dirigentes del partido. En democracia, el poder no es para siempre, permitiéndoles
a los ciudadanos, a través del voto, tomar decisiones que contribuyan a retomar
el rumbo perdido. La segunda reflexión es pensar que Morena ganando perdió. Los
resultados están a la vista, sigue siendo la primera fuerza política de México
y aun dispone de recursos suficientes, como por ejemplo el poder, para
mantenerlo en los próximos años.
La disyuntiva que se les
presentó a los mexicanos el pasado 6 de junio, se mantiene después de las
elecciones; por el momento, pareciera estar a salvo la institucionalidad
democrática del país. Le corresponde ahora a la oposición, especialmente al
PAN, ejercer su rol fundamental en la política mexicana con inteligencia,
unidad estratégica y visión de largo plazo, de tal manera que las mayorías lo
perciban como un partido con opción real de poder para el 2024.
Para que ello se transforme
en realidad, le corresponde a la oposición asumir los grandes desafíos de la
democracia mexicana, ahora mayores que antes de la pandemia. Es vital que la
oposición mexicana lidere una nueva narrativa confiable, convincente y que
conecte con la sociedad, especialmente, con los más vulnerables, a fin de
quitarle la bandera de la justicia y la inclusión social a la izquierda
populista que pretende apropiárselo. Hasta tanto la oposición no construya un
mensaje alternativo al de la 4T, capaz de convencer y emocionar a la gente, que
la deslastre del pasado funesto que Morena quiere endosarle, resultará más
difícil el inicio de un cambio político para el país. El mensaje no puede ser
una reacción a lo que haga o dice el presidente; el mensaje debe ser
propositivo, proyectar que la oposición está en capacidad de hacer mejor las
cosas, con garantía de un buen gobierno, como lo ha hecho en varios estados de
la República.
El desafío mayor es preservar
la libertad y fortalecer el sistema democrático, en un ambiente que promueva la
unidad nacional y la participación ciudadana, teniendo como norte los supremos intereses del
pueblo mexicano. De ese tamaño es el desafío que tiene frente a sus ojos la
oposición democrática mexicana.
Profesor Titular Emérito
de la Universidad del Zulia (Venezuela)