La dimensión divina
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Invocar la misericordia de Dios para pretender
resolver la crisis, generada por la incapacidad deliberada del régimen que se planteó
la destrucción del país y el empobrecimiento de los venezolanos, es un acto del
más puro cinismo e irresponsabilidad sin límites.
La frase “Dios proveerá”, pronunciada por Maduro en su
alocución a la nación, es la demostración de su incapacidad para enfrentar la
compleja situación del país; es la viva expresión de improvisación y de
absoluto desconocimiento de la gravedad de una crisis producto del fracaso de
un modelo político y económico que nos lleva al barranco.
Porque, vamos a estar claro, cuando se tiene verdadera
fe, invocar la ayuda divina en las tribulaciones, es un acto natural del
creyente; pero cuando se invoca a Dios para salir del paso y eludir la responsabilidad
del problema, se convierte en burla para quienes esperamos un mínimo de
rectificación y una mayor dosis de voluntad e inteligencia para resolver los
problemas que agobian al pueblo venezolano.
Si algo ha caracterizado a este régimen es el
irrespeto por la fe. Han hecho de la religión una suerte de menú que se sirve
según el gusto del comensal. Hablan de Cristo como el “primer socialista”, para
justificar una ideología que, al contrario del cristianismo, propugna la
exclusión, el odio y la división entre hermanos. Es un régimen que defiende la
cultura de la muerte y la violencia, camuflada en falsas convocatorias de paz y
diálogo. Se alimenta con la injusticia y la impunidad, al colocar la justicia
al servicio de un proyecto personalista que viola la dignidad y los derechos
humanos.
Este es un régimen que siempre se creyó omnipotente;
nunca le hizo falta la protección de Dios; para qué, si contaban con la “infalibilidad”
del comandante supremo y con una montaña de petrodólares que les permitió
comprar conciencias y granjearse la amistad cómplice de gobernantes del mundo.
Gracias a su ceguera ideológica y al ego mesiánico y populista de un líder,
aniquilaron las increíbles oportunidades de progreso y modernidad de nuestro
país.
Persiguieron, criminalizaron y expropiaron empresas y
fábricas para convertirlas en fantasmas propiedad del Estado. Proclamando el
socialismo del siglo XXI, arrasaron la producción nacional y nos transformaron
en una economía que importa hasta los alimentos básicos que antes producíamos y
exportábamos. Nunca antes un gobierno había sido tan parásito de la industria
petrolera que esta revolución; quebraron a PDVSA y hoy no cuenta con capacidad suficiente
para producir el petróleo que necesitamos vender a precios que van en picada.
Un régimen que inexplicablemente derrochó la mayor bonanza petrolera de nuestra
historia, sin guardar la menor previsión financiera para estos tiempos de vacas
flacas. Porque como diría la canción “hasta el queso que había en la mesa
también se lo comió”. La corrupción envileció el alma de esta revolución y
ahora somos los venezolanos los que estamos pagando los platos rotos del festín
revolucionario.
Destruyeron instituciones autónomas al servicio de la
democracia y de los ciudadanos, para inventar caricaturas institucionales que obedecen
ciegamente las órdenes de Miraflores, a cambio de prebendas y de una “dignidad”
de dudosa reputación. Han pretendido aniquilar la capacidad creadora de la
sociedad venezolana, para someternos cual borregos a los designios de un modelo
fracasado que le teme a la inteligencia de este pueblo. Han querido
transformarnos en eunucos de un régimen incapaz de construir una sociedad como
la que soñamos la inmensa mayoría de los venezolanos: democrática, libre, con
justicia social, con progreso y oportunidades para todos.
Apreciados camaradas, no involucren a Dios en este
berenjenal que su propia ineptitud generó. Con valentía y con sentido
patriótico, asuman sus equivocaciones, rectifiquen y empiecen a transitar por
el camino de la sindéresis, la humildad y el sentido común que las crisis
aconsejan a los gobernantes. La nefasta crisis de Venezuela es producto de
acciones absolutamente mundanas, sustentadas en la irresponsabilidad e
incapacidad de la revolución, no invoquen ahora una dimensión divina para que
resuelva lo que a ustedes destruyeron y ahora les corresponde solucionar.
Profesor Titular de LUZ