jueves, 29 de enero de 2015


La dimensión divina

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Invocar la misericordia de Dios para pretender resolver la crisis, generada por la incapacidad deliberada del régimen que se planteó la destrucción del país y el empobrecimiento de los venezolanos, es un acto del más puro cinismo e irresponsabilidad sin límites.

La frase “Dios proveerá”, pronunciada por Maduro en su alocución a la nación, es la demostración de su incapacidad para enfrentar la compleja situación del país; es la viva expresión de improvisación y de absoluto desconocimiento de la gravedad de una crisis producto del fracaso de un modelo político y económico que nos lleva al barranco.

Porque, vamos a estar claro, cuando se tiene verdadera fe, invocar la ayuda divina en las tribulaciones, es un acto natural del creyente; pero cuando se invoca a Dios para salir del paso y eludir la responsabilidad del problema, se convierte en burla para quienes esperamos un mínimo de rectificación y una mayor dosis de voluntad e inteligencia para resolver los problemas que agobian al pueblo venezolano.

Si algo ha caracterizado a este régimen es el irrespeto por la fe. Han hecho de la religión una suerte de menú que se sirve según el gusto del comensal. Hablan de Cristo como el “primer socialista”, para justificar una ideología que, al contrario del cristianismo, propugna la exclusión, el odio y la división entre hermanos. Es un régimen que defiende la cultura de la muerte y la violencia, camuflada en falsas convocatorias de paz y diálogo. Se alimenta con la injusticia y la impunidad, al colocar la justicia al servicio de un proyecto personalista que viola la dignidad y los derechos humanos.

Este es un régimen que siempre se creyó omnipotente; nunca le hizo falta la protección de Dios; para qué, si contaban con la “infalibilidad” del comandante supremo y con una montaña de petrodólares que les permitió comprar conciencias y granjearse la amistad cómplice de gobernantes del mundo. Gracias a su ceguera ideológica y al ego mesiánico y populista de un líder, aniquilaron las increíbles oportunidades de progreso y modernidad de nuestro país.

Persiguieron, criminalizaron y expropiaron empresas y fábricas para convertirlas en fantasmas propiedad del Estado. Proclamando el socialismo del siglo XXI, arrasaron la producción nacional y nos transformaron en una economía que importa hasta los alimentos básicos que antes producíamos y exportábamos. Nunca antes un gobierno había sido tan parásito de la industria petrolera que esta revolución; quebraron a PDVSA y hoy no cuenta con capacidad suficiente para producir el petróleo que necesitamos vender a precios que van en picada. Un régimen que inexplicablemente derrochó la mayor bonanza petrolera de nuestra historia, sin guardar la menor previsión financiera para estos tiempos de vacas flacas. Porque como diría la canción “hasta el queso que había en la mesa también se lo comió”. La corrupción envileció el alma de esta revolución y ahora somos los venezolanos los que estamos pagando los platos rotos del festín revolucionario.

Destruyeron instituciones autónomas al servicio de la democracia y de los ciudadanos, para inventar caricaturas institucionales que obedecen ciegamente las órdenes de Miraflores, a cambio de prebendas y de una “dignidad” de dudosa reputación. Han pretendido aniquilar la capacidad creadora de la sociedad venezolana, para someternos cual borregos a los designios de un modelo fracasado que le teme a la inteligencia de este pueblo. Han querido transformarnos en eunucos de un régimen incapaz de construir una sociedad como la que soñamos la inmensa mayoría de los venezolanos: democrática, libre, con justicia social, con progreso y oportunidades para todos.

Apreciados camaradas, no involucren a Dios en este berenjenal que su propia ineptitud generó. Con valentía y con sentido patriótico, asuman sus equivocaciones, rectifiquen y empiecen a transitar por el camino de la sindéresis, la humildad y el sentido común que las crisis aconsejan a los gobernantes. La nefasta crisis de Venezuela es producto de acciones absolutamente mundanas, sustentadas en la irresponsabilidad e incapacidad de la revolución, no invoquen ahora una dimensión divina para que resuelva lo que a ustedes destruyeron y ahora les corresponde solucionar.

                     Profesor Titular de LUZ

viernes, 23 de enero de 2015


Retos de la oposición venezolana

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
Mario Vargas Llosa, en su ensayo “La civilización del espectáculo” (2012), nos advierte acerca de la descomposición creciente de la sociedad contemporánea, destacando la banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política, aspectos que han permitido dar la espalda a la realidad circundante para convertirse en meros mecanismos de distracción y entretenimiento.

En el caso de la política, no es sólo frecuente la inmoralidad con la que algunos políticos actúan en beneficio de intereses personales o grupales, sino la manera simplista y errática con la que hacen política, dejando a un lado el sentido común y la visión estratégica fundamentales para el efectivo cumplimiento de propósitos y metas. Definitivamente, la política es algo serio y en función de ello debe actuarse. El político debe formarse integralmente para que su desempeño sea vinculante con su vocación pública, tanto en circunstancias favorables como aquellas marcadas por las dificultades.

Estas reflexiones las planteo en el marco de la cruenta crisis por la que atraviesa el país, en momentos donde la política debe erigirse en un mecanismo capaz de recomponer la institucionalidad democrática que este régimen ha hecho añicos. Por tal razón, es necesario que el bloque democrático haga bien las cosas para concretar el cambio que la inmensa mayoría de los venezolanos aspiramos. Hacer uso de la racionalidad y comportarse a la altura del compromiso histórico que las circunstancias exigen, es una tarea inaplazable, porque sentarse a esperar que el cambio de rumbo del país ocurra espontáneamente, es una torpeza mayúscula.

Las colas por sí mismas no van a producir un cambio de gobierno. Resultaría contraproducente un estallido social que desemboque en un estado de anarquía que ni el gobierno ni la oposición tienen capacidad para controlar. El proyecto del gobierno está desgastado y la gente empieza a dar serias manifestaciones de cansancio y de rechazo a quienes nos han metido en este desmadre descomunal; por su parte, la oposición no termina de articular una estrategia que enganche a la mayoría y sea percibida como una verdadera opción de poder, a pesar de las extraordinarias oportunidades que le ofrece la actual dinámica nacional. En consecuencia, dentro de un escenario de violencia saldría ganando el sector que, como los militares radicales, no creen en el sistema de libertades que nos ofrece la democracia. Los testimonios en estos últimos dieciséis años son elocuentes, están a la vista de todos.

Pero además, lo que hasta ahora observamos es que la rabia y frustración de la población es un sentimiento personal –¿cómo resuelvo mis problemas primero que los demás?, o ¿cómo hago para encontrar los alimentos o los pañales?-, más no es el producto de la conciencia racional y colectiva convencida que es el régimen él único culpable de la desastrosa situación que nos golpea a todos por igual; y, que resolver momentáneamente la falta de alimentos y medicinas, no va a solucionar una crisis que apenas empieza, ya que todo indica que la situación empeorará con el pasar de los días; esto es sólo el comienzo de una crisis colosal que demandará mucha fortaleza e ingenio por parte de todos los venezolanos para soportar lo que nos viene.

En consecuencia, hacer bien las cosas significa que el bloque democrático entienda que la unidad se constituye en el bien más valioso de los aliados; una unidad que no sólo contemple el entendimiento y afecto entre las partes, sino que los aglutine en torno a una visión común de país y en las estrategias requeridas para alcanzar la victoria. Porque dentro de la democracia es natural la diversidad de líderes y pensamientos –esa es su esencia-, pero resulta un acto de inmadurez la diversidad de estrategias y acciones que profundizan la percepción de desorganización, incapacidad y personalismos infantiles que tanto daño le han hecho a la oposición venezolana.

Centrarse en una estrategia atractiva y convincente capaz de producir cambios sustanciales que debiliten constitucionalmente la hegemonía de este proyecto fracasado, es una sana recomendación. Pensar que dentro de pocos meses habrá elecciones parlamentarias, con posibilidades extraordinarias para el sector democrático, y capitalizar el descontento popular para que a través del sufragio los venezolanos empecemos un nuevo ciclo histórico, es una alternativa interesante porque la mejor manera de sacar a esta plaga es usando el mismo mecanismo con el que llegaron al poder: montaña de votos que les grite que su tiempo ya acabó, que los venezolanos seguimos luchando por un país libre, democrático, con justicia, progreso y oportunidades para todos que ellos jamás pueden brindarnos. Es tiempo que el fracaso, la mediocridad y la corrupción dejen el campo abierto al éxito, a la capacidad y a la voluntad solemne de hacer bien las cosas para construir un mejor país para todos.

                            Profesor Titular de LUZ

miércoles, 14 de enero de 2015


La basura: un problema de todos

Efraín Rincón Marroquín


El problema de la basura trascendió el ámbito municipal para convertirse en un problema nacional, cuya solución definitiva demanda la participación efectiva y responsable de los tres niveles de gobierno. A pesar que la recolección de basura y de desechos sólidos, es una competencia exclusiva de las alcaldías, la Ley de Gestión Integral de la Basura (2010), le asigna a las gobernaciones de Estado, la administración y adecuación de los rellenos sanitarios, lugares donde finalmente se dispone la basura y los desechos sólidos. En tal sentido, tanto la fase de recolección como la de disposición final deben marchar al unísono, a fin de garantizar la limpieza de nuestras ciudades. Por otra parte, en vista que las alcaldías no cuentan con los recursos suficientes para cumplir a cabalidad con tan importante servicio, debido a que el poder central distribuye de manera excluyente, ilegal e injusta los recursos que por ley le corresponden a los municipios, se hace imperioso el involucramiento del gobierno nacional en la compra de los camiones compactadores y la construcción de áreas de transferencia necesarios para que los ciudadanos disfrutemos de un servicio de aseo urbano de calidad, tal como lo exigen las normas de sanidad ambiental.

En el caso particular de Maracaibo observamos que, a pesar de los esfuerzos acometidos por la alcaldía, el servicio de aseo urbano de la ciudad no es capaz de recoger eficientemente la basura de las 18 parroquias que conforman el municipio capital. Frente a esta realidad, es pertinente recordar algunos asuntos del pasado y reiterar el compromiso tanto de la gobernación del Zulia como del gobierno nacional en tan complejo problema. En el 2008, cuando los maracaiberos eligen a Manuel Rosales como su alcalde y Di Martino pierde las elecciones a la gobernación frente a Pablo Pérez, el gobierno nacional en una vil componenda con Di Martino decidió que los servicios e impuestos municipales (aseo urbano, gas domiciliario e impuesto inmobiliario) que se cobraban a través del recibo de Corpoelec (antigua Enelven), no se cobraran más por esta vía, dejando a la alcaldía de Maracaibo sin los recursos provenientes del pago de los contribuyentes. Esta perversa decisión sólo fue efectiva para Maracaibo ya que, por ejemplo, los sanfranciscanos siguen pagando esos servicios a través del recibo de Corpoelec.
 
Pero como si esto fuera poco, Di Martino vendió como chatarra noventa (90) camiones compactadores de basura a cambio de un cheque sin fondos, con lo cual quedó absolutamente desmantelada la flota del IMAU. La ciudad se quedó sin camiones para recoger la basura, traición que fue aplaudida por los enemigos de Maracaibo que hoy siguen jugando al saboteo de la gestión de la alcaldesa Eveling de Rosales, sin importarles un rábano la salud de los maracaiberos y la limpieza de nuestra querida ciudad.

A ello hay que agregarle el absoluto desinterés del gobernador Arias Cárdenas en asumir de una buena vez la administración y adecuación del relleno sanitario que por ley le corresponde. Mientras tanto, es la alcaldía de Maracaibo el único ente que trata de corregir los entuertos de un relleno colapsado con más de treinta años de vida útil, sin recibir ningún apoyo de los alcaldes de San Francisco y Lossada que se sirven del mismo. Si la disposición final de la basura no puede realizarse en un tiempo óptimo, debido al caos del relleno, se afecta la frecuencia de la recolección de la basura, con un pésimo balance para todos.
 
Además, en el 2013 el presidente Maduro se comprometió en entregarle 100 unidades compactadoras al municipio, promesa que no sólo ha sido incumplida sino que recientemente entregó a la gobernación diez de esas unidades que nunca pasaron a manos de la alcaldía; sin contar las 30 unidades que llevan más de un año en el puerto de Maracaibo sin que la autoridad competente realice los trámites respectivos para que dichos camiones presten el servicio para el cual fueron adquiridos. Prefieren que esos camiones se dañen, antes que ayudar a paliar la crisis de la basura. Pero además, los gobiernos nacional y regional han hecho caso omiso a los proyectos para construir dos áreas de transferencia en la ciudad, obras que ahorrarían más del 50% del tiempo de descarga de basura por cada unidad compactadora, impactando favorablemente la frecuencia del servicio de aseo urbano. De esa manera ganaríamos todos.

No nos caigamos a cuentos chinos, por cierto, muy de moda en estos días tormentosos. La basura es un problema estructural y, en el caso de Maracaibo, no se resuelve ni con 10 unidades compactadoras, ni jugando al saboteo permanente de la gestión municipal. Como dirían los chamos, Arias y Maduro es hora de ponerse serios, dejen a un lado la politiquería que tanto daño nos hace, para trabajar responsable y coordinadamente por una Maracaibo limpia que sea orgullo de todos, porque esta ciudad no tiene colores políticos, pero sí una fe inquebrantable en un futuro mejor con el concurso de todos los que amamos profundamente a la ciudad del sol amada, nuestra Maracaibo Mía.

                                                 Profesor Titular de LUZ