Maldad
banal
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Cuando observamos las
atrocidades cometidas por los personeros de la dictadura chavista-madurista en
contra de millones de venezolanos, podríamos suponer que sólo unos monstruos
son capaces de semejante comportamiento. Pero releyendo a la teórica política
Hannah Arendt, autora de la tesis de la banalidad del mal, podemos admitir que
el mal no es excepcional, puede encontrarse en cualquier parte y ser ejecutado por
cualquier persona, sin sentir escrúpulo alguno por el delito cometido.
Ello nos lleva a pensar que
no hace falta una conducta retorcida o el padecimiento de una enfermedad mental,
para que un ser humano cometa delitos perversos; sólo sus apetencias para
escalar posiciones, o la sumisión abyecta a un líder ("comandante supremo"), son razones suficientes para
delinquir, convencidos que sólo por esta vía pueden alcanzar sus objetivos
personales o la satisfacción plena del jefe por su impecable trabajo.
Después de veinte años
ininterrumpidos de destrucción, siempre pensé que a los dirigentes chavistas
los atormentaba su conciencia y no podían ver a los ojos a sus familias; hoy
estoy convencido que, por el contrario, duermen plácidamente y sus familias
(esposos, hijos, padres y hermanos), disfrutan y presumen, sin ningún tipo de
remordimientos, las riquezas obtenidas a costa del hambre, la pobreza y la
muerte de millones de venezolanos.
Cuando oíamos decir a Chávez
que “no importa andar desnudos, tener
hambre o estar desempleados, porque lo importante es defender la revolución”,
estábamos oyendo a un individuo que no tuvo jamás conciencia del bien o del
mal; que actúo conforme a los postulados de su ideología; capaz de hacer todo
cuanto fuese necesario hasta lograr su cometido. Éste es el verdadero peligro
de la banalidad del mal, su capacidad infinita de destrucción sin sentir acaso
la mínima vergüenza por su perversidad.
Cuando observamos las excentricidades
de Hugo Chávez y su clan familiar; las de Maduro, Cilia y Nicolasito; las de
Diosdado Cabello y otros conspicuos líderes de la revolución, basadas en el más
espantoso saqueo que experimentó jamás Venezuela, resulta fácil entender, bajo
la óptica de la banalidad del mal, que son seres humanos que no los invade la
pena por el país al que destruyeron, y seguirán haciendo el mal hasta tanto
logren mantenerse en el poder. Sus apetencias personales son ilimitadas, nada
los satisface. El poder y la riqueza que disfrutan les exigen más riqueza y más
poder.
Con las intentonas golpistas
del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, que provocaron la muerte de
cientos de venezolanos inocentes, se inició el mal del chavismo, que con el
transcurrir del tiempo se acrecentaría y permearía el alma de su dirigencia.
Desde el mismo momento en que Chávez llegó al poder, el chavismo provocó
muertes y desolación en el país; han asesinado a mansalva a jóvenes estudiantes
que protestaban por legítimas razones; han matado a niños, a pacientes con
enfermedades crónicas y a ancianos porque se robaron el dinero destinado a la
asistencia médica y a la compra de medicamentos.
La maldad chavista ha encarcelado
a cientos de civiles y militares, violando flagrantemente sus derechos y
sometiéndolos a tratos inhumanos; esa maldad, en complicidad con la cubana, han
implementado torturas inéditas en nuestra larga historia de tiranía; ningún
régimen anterior a la revolución chavista, ha producido mayor dolor y sufrimientos
a las familias de los venezolanos que les han arrebatado su libertad.
Debido a la maldad
practicada por esta élite criminal, Venezuela se convirtió en uno de los países
más pobres de la región; la destrucción de la economía, la pulverización de los salarios
y del empleo productivo, han generado la peor crisis económica, social y
humanitaria del país, obligando a emigrar a casi 5 millones de venezolanos.
El mal chavista es fiel
practicante del odio, la división y el resentimiento social, haciendo añicos los
valores y las costumbres que nos distinguieron como una sociedad solidaria y
hermanada. Ese mal dañó gravemente el tejido social de Venezuela, lo que
complica la reconstrucción integral del país.
La banalidad del mal no sólo
fue realidad en el nazismo alemán, también echó raíces en Cuba, Nicaragua y en
Venezuela. Tengamos presente, entonces, que los chavistas al no tener un
concepto absoluto del mal, seguirán practicándolo, no importa la tragedia que
dejen a su paso. En definitiva, dentro de sus mentes, todo cuanto se haga para
mantenerse en el poder y acrecentar sus fortunas personales está permitido,
inclusive la muerte definitiva de un país llamado Venezuela.
Profesor Titular Emérito
de la Universidad del Zulia (Venezuela)