martes, 27 de octubre de 2015


La paz violenta

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

La paz es un concepto con múltiples acepciones, pero en todas están presentes palabras como equilibrio, quietud, estabilidad, respeto, entendimiento, consenso, buenas relaciones; y, en el marco teológico, la paz está íntimamente ligada a la felicidad y salvación espiritual que sólo es alcanzada por medio de la fe porque “la comunión con Dios es manantial de serenidad, de alegría, de tranquilidad, es como entrar en un oasis de luz y de amor”.

 
En el Derecho Internacional, el estado de paz es aquel en el que los conflictos internacionales se resuelven de forma no violenta, a través de un tratado o convenio en el que se pone fin a la guerra; en tal sentido, previo a la paz son indispensables las negociaciones y acuerdos entre las partes en disputa, haciendo uso de la diplomacia.

 
Martin Luther King, en una de sus cartas en la prisión, escribía “la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión: es la presencia de justicia”. Por otra parte, Benito Juárez, presidente mexicano, expresó que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. El reconocimiento del otro, hace posible el respeto, la tolerancia, el entendimiento y la justicia. Sin estos elementos nunca será posible construir una paz verdadera y permanente.

 
Apreciados lectores, estas reflexiones las hago porque cuando escucho a Nicolás Maduro y a los más prominentes voceros de la revolución hablar de la paz, francamente no los entiendo. Ellos hablan de una dimensión diferente a lo que verdaderamente significa la paz. Para ellos la paz es acatamiento absoluto al proyecto revolucionario; es sumisión ciega hacia un líder y su ideario; es la negación del libre albedrío y de la libertad humana para favorecer con el silencio, el miedo, la complacencia o la adulación a un modelo ideológico que ofende y humilla en lo más profundo nuestra dignidad como seres humanos.

 
La paz que ofrece Maduro no es la paz que desea el pueblo venezolano, porque esa paz es la más genuina expresión de la violencia, la injusticia, la persecución y el fracaso. Es una paz que nos trae angustias y zozobras, alejándonos del bienestar necesario para la construcción de una sociedad más justa y más humana, conformada por ciudadanos de primera categoría, iguales ante Dios y ante las leyes.

 
No creo en la paz impuesta sólo por una de las partes, excluyendo y persiguiendo a quienes con legítimo derecho expresan sus propios criterios, sin importar que coincidan o no con la ideología dominante. Una paz sorda que condena a inocentes, a través de falsos testimonios y amparada en un sistema judicial infame. Es una paz que quieren mantener por medio de gritos, insultos y descalificaciones en arengas públicas tarifadas; es una paz falsa que quiere exaltar el ego mezquino e infame de una minoría corrupta e inmoral.


Cuando se oyen expresiones como ésta, “el 6 de diciembre va a vencer la paz sea como sea”, el régimen desnuda su vocación autoritaria y antidemocrática, manifestando deliberadamente el desprecio que siente por la voluntad soberana de los venezolanos, porque en definitiva lo importante es mantenerse en el poder a cualquier precio, inclusive haciendo uso de la violencia y la fuerza que les provee el poder del Estado.

 
La paz de Maduro y del régimen es aliada del miedo y la intimidación; hace uso de la manipulación para esconder el caos que ellos produjeron y que nos agobia a todos por igual. Esa paz es igual a pobreza, destrucción, miseria y crisis. Es una paz que se construye sobre las injusticias, las humillaciones y la infelicidad de millones de personas que están hartas de un discurso ramplón y una gestión incapaz y corrupta que nos lleva directo al despeñadero.


Con firmeza y convicción expreso contundentemente que el 6 de diciembre votaré en contra de la paz violenta y humillante de Maduro y de su régimen castrocomunista. Esa paz se las dejo a aquellos venezolanos que desean seguir viviendo en la miseria, la oscuridad y la humillación de un régimen que se goza de las desgracias y sufrimientos de su país.


Yo votaré el 6-D por la paz que nos permita caminar por los senderos del cambio, la justicia, la libertad, el respeto, la unidad de los venezolanos y el progreso que genere bienestar y  oportunidades, porque la paz que quiere imponer Maduro sólo nos trajo destrucción y desolación.


Profesor Titular de LUZ

miércoles, 21 de octubre de 2015


Pan para hoy hambre para mañana

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

El descalabro electoral que se le avecina al régimen los tiene fuera de control, están desesperados. Harán cualquier cosa para ganar votos y obtener una victoria que, según las más reputadas encuestadoras nacionales, la está ganando la Unidad Democrática con una holgada ventaja. Por ahora, el guión del oficialismo es el mismo de otras campañas electorales, pretender proyectar una ilusión de bienestar que sólo es posible alcanzar con la revolución. Más mentiras y manipulación para un pueblo que se cansó de ser pendejo.


El problema es que el guión en esta oportunidad está bastante fallo. El actor principal del film ya no está entre nosotros, aunque la estrategia indica que seguirá siendo el único candidato; el sucesor es rechazado por ocho de cada diez venezolanos. Por otra parte, el tamaño de la crisis es tan descomunal que ya se metió en los hogares de todos los venezolanos, incluyendo en el de los que se mantuvieron leales al proceso hasta hace unos meses atrás. La incapacidad del régimen raya en lo tragicómico; la crisis que deliberadamente crearon les reventó en la cara y no tienen la mínima idea de cómo solucionarla. Cada día la situación del país y de los venezolanos será peor, mientras sigamos en manos de este modelo fracasado.


Pero como este régimen no sólo es incapaz, inmoral y corrupto, sino terriblemente caradura, empieza a lanzar “caramelos” pre-electorales con la idea que caigamos otra vez en sus redes. Esta semana, Nicolás Maduro, aprobó un incremento del 30% del salario mínimo, ubicándose a partir del 1 de noviembre en Bs. 9.649, pero para comprar la canasta básica, se requieren más de 8 salarios mínimos, con lo cual el gobierno sigue en deuda con Bs. 68.962 para satisfacer las necesidades básicas de cualquier hogar venezolano. Lo grave no sólo es que el incremento es chucuto e inservible, sino que impactará con mayor fuerza la inflación general que se proyecta cerrará en 200% al fin de año y en 400% la correspondiente a los alimentos.


Ningún incremento salarial aliviará las perversas consecuencias de la crisis, mientras no se produzcan decisiones gubernamentales efectivas que generen confianza y le pongan freno a las profundas distorsiones de la economía; incrementando la productividad de todos los sectores económicos y la oferta de empleos estables y de calidad que mejoren notablemente la situación actual. Sin una empresa privada sólida e innovadora, sin inversiones sustentables  y con absoluta carencia de reglas del juego claras y transparentes, los caramelos revolucionarios serán pan para hoy y hambre para mañana.


Continuando con el guión, a falta de dinero para mantener a duras penas los beneficios de las diferentes misiones sociales, que se han convertido en fuente insaciable de corrupción, el régimen regalará equipos y electrodomésticos -una suerte del dakazo de diciembre del 2013-  pensando que la vida atormentada de los venezolanos por esta crisis salvaje vale una lavadora, una cocina, una nevera o una bolsa de comida. Esto es burla a la dignidad humana, dejando al descubierto que no tienen voluntad ni capacidad para generar bienestar y oportunidades porque definitivamente Venezuela les quedó grande.

 
También vendrán con otros trapos rojos para tratar de distraernos y ocultar una realidad que ya todos conocemos y padecemos. Radicalizarán sus “investigaciones” y persecuciones contra líderes políticos y empresarios; tratarán hasta la saciedad de sembrar el miedo gritando a los cuatro vientos que no entregarán el poder para tratar de desmoralizarnos, desmotivarnos y desmovilizarnos; dirán otra vez que sólo ellos garantizan la paz y la independencia de la patria, porque la oposición democrática es el infierno mismo. Pamplinas, puras pamplinas, que ya no encuentran eco en una sociedad que se cansó de ser pueblo sometido a los caprichos y vejámenes de una elite corrompida y fracasada, para convertirse en ciudadanos de primera de una nación que decidió transitar los caminos del cambio construido sobre la base de la unión y hermandad de todos los venezolanos de buena voluntad.

         Profesor Titular de LUZ

miércoles, 14 de octubre de 2015


Sumando Voluntades
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
 
Si algo debemos tener muy claro en estos momentos de dificultades para Venezuela, es que todos hacemos falta en la lucha por el cambio para recuperar la libertad, la institucionalidad democrática y el progreso de los venezolanos. Esta es una lucha inspirada en la unidad de Venezuela, contra un régimen fracasado que pretende convertirnos en una colonia de esclavos y mendigos. Que nadie crea que esto es sólo tarea y obligación de un líder político o social, un partido o cualquiera otra parcialidad del país. Es la hora de y por los venezolanos.
 
Cada refuerzo que llegue será bienvenido. Por eso, el regreso de Manuel Rosales a Venezuela es un evento muy significativo para el fortalecimiento de la unidad y la lucha democrática. Los que conocemos a Manuel Rosales sabemos de sus desvelos a favor de la justicia y el progreso de los venezolanos, de su absoluta convicción en el poder del voto para restaurar el déficit democrático del país y de su entrañable amor y trabajo por el Zulia que lo vio nacer. Su presencia entre nosotros contribuirá con la construcción de un cambio indetenible que está siendo demandado por más del 80% de la nación.
 
En una coyuntura tan compleja como la que estamos viviendo, es el momento de la unidad perfecta más allá de las agrupaciones partidistas; es el momento para que valoremos más nuestro trabajo, en un ambiente de confianza mutua y desprendimiento sincero. La lucha que libra Venezuela contra la dictadura comunista no ha sido ni es fácil, requiere el concurso de todos. Manuel Rosales siempre ha mostrado preocupación por el destino del país y ahora, sin importarle los riesgos que significa su regreso de cara a un sistema judicial genuflexo e inmoral, decidió ocuparse personalmente y colocar su liderazgo, experiencia y capacidad al servicio de la lucha que tiene como propósito inmediato ganar las elecciones del 6 de diciembre para iniciar, desde la Asamblea Nacional, el cambio de un modelo político que destruyó las oportunidades para transformarnos en un país referencia de la región latinoamericana.

Manuel Rosales está al tanto de los problemas que nos aquejan a los venezolanos y conoce cuáles son las alternativas para lograr su solución; no llega como un ilustre desconocido de los sinsabores y amarguras por las que atraviesan sus conciudadanos, porque desde el principio de esta pesadilla revolucionaria alzó su voz y ejecutó acciones contra un régimen autoritario, enceguecido y embriagado por un “apoyo” popular que tanto dinero y sufrimientos nos ha costado. Su compromiso por la libertad, su capacidad de organización y su perseverancia frente a las dificultades, ayudarán enormemente para obtener una amplia victoria que logre borrar las dudas y el pesimismo que nos paraliza, levantar la fe y la esperanza y la convicción para conquistar con firmeza y determinación un futuro brillante como el sol de Maracaibo.

Es la oportunidad para sumar voluntades, conquistar afectos perdidos y convencer a, quienes por miedo o por desmotivación, sienten que todo está perdido en nuestra querida Venezuela. Es momento de abrazar al amigo que estábamos esperando y decirle con profunda alegría ¡bienvenido Manuel a tu tierra!
 
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 7 de octubre de 2015


Pobreza en tiempos de revolución

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
La filosofía del rentismo, fiel compañera del discurso populista de nuestros políticos, nos hizo creer por mucho tiempo que por ser un país petrolero éramos ricos; la verdad, es que ahora somos un país muy pobre porque el trabajo productivo, mecanismo por excelencia para la riqueza de las naciones, fue poco valorado por quienes nos han gobernado en los últimos tiempos. Al hacernos dependientes exclusivamente del petróleo, se creó una economía vulnerable y distorsionada que sigue danzando al son de los precios internacionales del petróleo.


En los tiempos de bonanza petrolera, como los que disfrutó este régimen por espacio de 10 años consecutivos, el Estado –entiéndase la cúpula de la revolución y los enchufados- se hizo más rico y obeso, dilapidando montañas de dólares en corrupción, guisos y negocios que beneficiaron a una minoría, proyectando así la ilusión de una riqueza falsa y efímera; mientras tanto, hoy los venezolanos debemos pagar los platos rotos del festín revolucionario, en momentos donde el precio de petróleo sigue bajando, sin contar con ninguna previsión financiera que nos permita soportar la peor crisis que hemos vivido y que nos afecta a todos por igual.


Si en algo no debemos tener duda alguna, es que este régimen nos empobreció en niveles inimaginables; nunca antes habíamos sido más pobres que ahora, con el agravante que cada día miles de hogares engrosan las filas de la pobreza extrema.


El último estudio de opinión de Consultores 21 (Septiembre de 2015), proyecta cifras que corroboran la percepción que en Venezuela las cosas están muy mal, seguramente peor de lo que algunos piensan todavía. El 75% de los venezolanos percibe que la situación actual del país es negativa; otro 77% cree que estamos peor que hace un años atrás; y, el 63% piensa que la situación va a empeorar en los próximos seis meses. Somos tan pobres que hasta la esperanza, sentimiento que siempre estuvo presente en la mente de los venezolanos, fue destruida por el régimen, arrastrándonos a un pesimismo crónico que le resta fuerzas y coraje a la necesaria reconstrucción del país.


En ese mismo estudio nacional, puede evidenciarse que sólo el 67.4% de los venezolanos come tres veces al día, en un país donde “los tres golpes” forman parte de nuestra cultura; esto significa que un 32.6% hace dos ó una comida al día, produciéndose un importante deterioro en la alimentación de los venezolanos. En términos más dramáticos, 10.000.000 millones de venezolanos no están haciendo las tres comidas del día. La desnutrición y el hambre están acrecentando la pobreza de nuestra gente, gracias a políticas obsoletas y equivocadas que le niegan el apoyo a la producción nacional para beneficiar a productores y empresarios extranjeros, a través de masivas importaciones que le dejan jugosos dividendos a unos pocos enchufados. Esta es la más fiel demostración que a este régimen inmoral y corrupto le importa un bledo el hambre y la pobreza de los venezolanos.

 
En este orden de ideas, según el estudio de Consultores 21, ocho de cada diez venezolanos (82%) “ha dejado de comprar algo porque se ha puesto muy caro”; esto es,  sólo un 18% goza del privilegio de comprar todo cuanto necesita sin importarles los precios. Esta dramática realidad la padecemos todos los días. Hacen falta 10 salarios mínimos –es decir, Bs. 74.216,70 al mes- para adquirir la canasta básica. ¿Cuántos venezolanos ganan más de Bs. 70.000 al mes? Ello denota las grandes limitaciones que vivimos a diario; a eso debemos agregarle una inflación que cerrará en 200% a finales de año, destruyéndose absolutamente la pírrica capacidad adquisitiva de los venezolanos. No sólo no hay nada que comprar, sino que no tenemos dinero para comprar.

 
Hasta hace poco tiempo atrás, nos preocupábamos porque era imposible adquirir un vehículo nuevo o uno usado en buenas condiciones; o en comprar una vivienda por humilde que ésta fuera. Esas ya son historias de un pasado que no volverá; ahora la preocupación radica en comprar carne y pollo, cuya demanda se ha reducido en más del 50% por el aumento del precio en más del 400%; ó los útiles escolares de los niños con precios inalcanzables, tanto por familias de estratos populares como de estratos medios. Al colapso del servicio eléctrico, además del calor y las penurias que debemos soportar en un clima con 40° C, se suma el terror de un equipo o artefacto dañado por los constantes bajones de electricidad; porque resulta una odisea comprar o reparar un aire acondicionado, una nevera, un televisor, una licuadora o una simple plancha. La compra o adquisición de estos equipos no es posible hacerla y, en caso que se haga, la familia debe endeudarse más allá de su capacidad económica para honrar esas obligaciones.


Ya lo escribíamos en artículos anteriores, la pobreza generada por la revolución chavista es mucho mayor y más patética que aquella que existía en 1998. No hay punto de comparación porque la pobreza de los venezolanos es la consecuencia de un país arruinado, destruido, sin rumbo y sometido a la incapacidad, corrupción y mezquindad de una minoría que se hizo extraordinariamente rica y multimillonaria, a costa de la pobreza y el hambre de millones de venezolanos.


No tengamos dudas; la pobreza que vivimos es culpa de Nicolás Maduro y de la revolución chavista; la crisis, percibida como muy grave por ocho de cada diez venezolanos, es culpa de Maduro y su combo. Ellos nos han arrastrado a estado de mendicidad social, económica, cultural y de valores que nos costará sangre, sudor y lagrimas superar. Ellos son los culpables de este desmadre descomunal. Ya no tienen mensajes ni pretextos para escurrir su responsabilidad; no tienen nada que ofrecernos; destruyeron la esperanza y las oportunidades para construir una gran nación con base en la educación, el trabajo productivo y la oportunidad para todos.


Por allí hay un refrán que reza que “no hay peor ciego que aquel que no quiere mirar, o peor sordo que el que no quiere oír”. No caigamos en sus trampas y engaños. Quienes nos han hecho más pobres y miserables, sólo tienen derecho a recibir nuestro castigo a través del voto el próximo 6-D. Vamos a entregar nuestra confianza y esperanza a venezolanos que luchan unidos con el país para construir el cambio que con legítimo derecho nos merecemos.

Profesor Titular de LUZ