martes, 27 de febrero de 2018

Las promesas de Nicolás (*)

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Manifiesta Mario Elgarresta (2002), que “una campaña electoral es un complejo proceso donde intervienen múltiples factores (electores, candidatos, partidos, estrategias, comunicación y publicidad, recursos financieros)”, constituyéndose la oferta electoral en un elemento bastante relevante para los políticos latinoamericanos. En aras de encender la llama de la esperanza en los electores, nuestros políticos ofrecen promesas a veces difíciles de cumplir, convencidos que éstas contribuirán con una decisión de voto que favorezca su candidatura.
En tal sentido, Nicolás Maduro, candidato del Movimiento Somos Venezuela, se esfuerza admirablemente para presentar las promesas electorales que harán posible su reelección presidencial por seis años más, de cara a la más espantosa e inédita crisis que ha experimentado Venezuela desde su nacimiento como República.
Veamos con detenimiento algunas de las más emblemáticas promesas electorales de la campaña de Nicolás Maduro:
a)    Incremento de la pobreza: En el 2017, la pobreza en Venezuela se ubicó en 87%, proyectando un crecimiento de 5,2% respecto al 2016 (81,8%); esto significa que, gracias a la gestión de Maduro, 9 de cada 10 familias no poseen los recursos para acceder a los bienes mínimos necesarios. Entre 2014 y el 2017, el porcentaje de hogares en pobreza extrema creció 38%. Con estas cifras no hay duda que Nicolás terminará definitivamente con el 13% restante de venezolanos considerados como no pobres.
b)    Eliminación de las Misiones: Uno de los más importantes legados del comandante Chávez será eliminado. A duras penas, Maduro mantiene las cajas CLAP, cuya distribución es cada vez menos frecuente, teniendo como objetivo principal profundizar el control y el chantaje políticos sobre el hambre de millones de venezolanos. Atrás quedaron la Misión Vivienda, Barrio Adentro y otras tantas, que serán sólo un recuerdo en el próximo gobierno de Maduro.
c)    Reducción perversa de la alimentación: 9 de cada 10 venezolanos no pueden pagar su alimentación diaria; 8 de cada 10 venezolanos comen menos de tres veces al día por no disponer de dinero para comprar los alimentos; 6 de cada diez venezolanos (64%) perdieron aproximadamente 11 kg durante el 2017 por hambre. Con Nicolás, la hambruna continuará siendo una realidad dolorosa de la Venezuela gobernada por esta mafia.
d)    Salud en ruinas: El 68% de los venezolanos no tiene seguro de atención médica, quedando a merced de la salud pública que se encuentra absolutamente destruida, en la que los pacientes mueren por falta de medicinas e insumos médicos básicos. Por si fuese poco, sólo el 19% de las embarazadas de los estratos más pobres se controla desde el primer mes de gestación. Los niños con cáncer, los pacientes renales y de otras enfermedades crónicas, fallecen por culpa de un régimen corrupto que cambió la vida por la muerte de los venezolanos.
e)    Mayor deserción escolar: Maduro garantiza la destrucción de la educación como mecanismo para erradicar la pobreza y promover el ascenso social de los venezolanos. Durante el último año, más de un millón de niños han dejado de asistir a la escuela y el 48% de los jóvenes, de 18 a 24 años, no estudia; 4 de cada 10 niños y adolescentes (38%), entre 3 y 17 años, dejan de asistir a clases por diversas razones: transporte público, apagones, falta de alimentación, etc. Con la revolución madurista seremos una sociedad de ignorantes, como la prefieren los regímenes totalitarios.
f)     Apoyo al desempleo y a la informalidad laboral: La tasa de desempleo verdadera es superior al 15%, la más alta de la era democrática; sólo el 39% de los venezolanos tiene empleo fijo, de éstos apenas un 38% está inscrito en el Seguro Social, con lo cual puede inferirse que la mayoría de los venezolanos trabaja en la economía informal. Si a ello le agregamos que nuestros trabajadores deben ganar 31.347 salarios mínimos (Bs. 797.510 Bs. incluyendo el bono de alimentación) para comprar la canasta alimentaria familiar (proyectada en Bs. 25 millones en el mes de enero), debemos admitir que Maduro destruyó el valor del trabajo como única vía para mejorar la calidad de vida familiar y contribuir con la generación de riquezas del país. Maduro impuso que en Venezuela no vale la pena trabajar porque por mucho que nos esforcemos, seguiremos siendo una sociedad empobrecida que depende perversamente de las miserias que regala la revolución.
g)    Avance de la inseguridad: 9 de cada 10 venezolanos considera que la inseguridad personal empeoró en el último año; la violencia tiene mayor incidencia en los jóvenes; cada día mueren 43 venezolanos, con edades comprendidas entre 12 y 29 años, en manos de una delincuencia desbordada y privilegiada por la impunidad del régimen. Bajo un nuevo gobierno de Maduro, los venezolanos seguiremos presos en nuestras propias casas, en las cuales tampoco existe seguridad plena; seguirá prohibido el derecho a transitar con tranquilidad por las calles de Venezuela y de renunciar a la recreación familiar y social en tiempos de tanta crispación nacional.
h)   Apoyo irrestricto a la hiperinflación: Maduro nos garantiza mantener el honroso récord de tener la inflación más alta del planeta. En el 2017, según Ecoanalítica, la inflación cerró en 2.735%, estimándose que este año cierre en 7.200%, según las estimaciones más conservadoras. Este logro revolucionario se profundizará en el nuevo mandato, pues, Maduro no está dispuesto a compartir semejante hazaña con nadie.
i)     Éxodo indetenible: La diáspora venezolana se incrementó aceleradamente en los dos primeros meses del 2018; una victoria de Maduro, según tendencias irreversibles de Lucena y su combo, aumentará mucho más la emigración venezolana, dejando más tristeza en miles de familias ahora separadas y con un profundo déficit de talentos humanos indispensables en la reconstrucción del país.
j)      Exclusión a los antiguos aliados: La experiencia y capacidad de Maduro para gobernar en estos últimos cinco años, exigen una marca propia que pueda proyectarse con independencia de la sombra del difunto que le impide gobernar a sus anchas. El Movimiento Somos Venezuela representa el rostro más aborrecible del chavismo; la alianza de Nicolás-los Rodríguez-Padrino López y otras sanguijuelas terminarán de enterrar al chavismo ortodoxo para que emerja la tiranía madurista como nuevo proyecto político hegemónico.
k)    Consolidación del autoritarismo: Con la farsa electoral promovida por Miraflores y acatada servilmente por el CNE, no importa si es una elección presidencial o una mega elección, termina de consumarse un proyecto político inconstitucional, ilegítimo y con profunda vocación autoritaria. Es la estocada final a la libertad y a la institucionalidad democrática de Venezuela.

Estas son algunas de las promesas electorales que Nicolás Maduro se esforzará en cumplir en su nuevo mandato. Su materialización dependerá del comportamiento asumido por la dirigencia democrática y el pueblo venezolano. A pesar del “poder” del régimen y de la anomia que mantiene secuestrada nuestra lucha por la libertad, estoy convencido que la unidad nacional en armonía racional y estratégica con la comunidad internacional, se presenta como un proyecto político con capacidad para destruir la tiranía para enarbolar la bandera de la democracia y el progreso con oportunidades para todos los venezolanos.

Profesor Titular Emeritus de LUZ

(*) La mayoría de las cifras presentadas en el artículo, son resultados arrojados por la investigación de campo de la Encuesta ENCOVI 2017.

jueves, 22 de febrero de 2018


Ya deshojamos la margarita, ¿ahora qué?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Luego de un largo silencio y de mucha incertidumbre, la oposición democrática venezolana anunció que no participaría en las elecciones presidenciales, convocadas por el CNE para el próximo 22 de abril. Esa decisión, tomada por los partidos políticos que integran a la MUD, es coherente con el resultado arrojado por el diálogo entre la oposición y el régimen, recientemente realizado en República Dominicana. Frente a la negativa del régimen de acceder a las exigencias plasmadas por la oposición, entre las que destacan condiciones electorales justas que promuevan la libre competencia electoral, la oposición asumió una difícil decisión que generará riesgos y retos que deben ser superados con una estrategia racional, viable y capaz de convocar a una verdadera unidad nacional. Pero es justo señalar la coherencia con la que actuó la oposición, contrario a los pronósticos del ala más radical del amplio espectro opositor venezolano.

Estoy convencido que el abstecionismo por sí solo no es suficiente para resolver la inédita crisis venezolana; es menester diseñar e implementar un plan a corto, mediano y largo plazo que nos conduzca a la materialización del cambio político al que aspiramos millones de venezolanos, tomando en consideración tanto los factores –nacionales e internacionales- que favorecen el cambio como aquellos que lo impiden. Es un momento oportuno para que la dirigencia opositora pise tierra firme y aprenda de los éxitos y errores del pasado. Es un buen momento para trabajar en serio por el país, dejando a un lado las actitudes mezquinas que han contribuido enormemente con la división de la oposición, la desconfianza en los partidos y sus dirigentes, la desesperanza de la gente y la tentación de invocar otra vez a la antipolítica como vía para alcanzar la redención social. Ésta es una nueva oportunidad que se le presenta a la oposición para demostrarles a los venezolanos y a la comunidad internacional que existe la voluntad, el compromiso y la capacidad para organizar la lucha ciudadana que permita iniciar el tránsito del camino a la libertad y a la institucionalidad democrática en Venezuela.

Comunicar la decisión de no participar el 22-A no es suficiente; los venezolanos estamos esperando acciones concretas que renueven la confianza en la dirigencia opositora y marquen la ruta para rescatar la libertad secuestrada por la mafia gobernante. Una de esas primeras acciones debería ser, en nuestra opinión, la renovación auténtica de la unidad. No importa cuanto tenga que repetirlo, sin unidad nacional no es posible salir de esta crisis en la que estamos entrampados. Ello implica, en consecuencia, la creación de un Frente Nacional por la Democracia –o como quiera llamarse- conformado por todos los sectores de la vida nacional, incluyendo el chavismo disidente. De manera simple, quien se autoexcluya de la coalición democrática, debe considerársele como un colaboracionista del régimen.

En ese Frente Nacional hacen falta todos pero, en aras de conquistar la confianza perdida y hacer renacer la esperanza, es menester que nuevos rostros luzcan como los voceros de la coalición; personalidades que despierten la emoción y la convicción que juntos podemos lograrlo. El tema de la comunicación es vital en esta dura etapa que nos toca enfrentar, corrigiendo los déficit de tiempos preteridos. Hay tanta tela de donde cortar para que la oposición siga comportándose reactivamente frente al discurso oficial. El régimen se equivoca, se contradice permanentemente, engaña y manipula, gobierna de espaldas a los venezolanos, se burla de los temas de interés nacional, aquellos que realmente le importan a la gente. Esos son los temas que debemos asumir a fin de liderar la agenda pública. Es necesario guardar las hachas, cuchillos y ametralladoras utilizadas entre algunos opositores y dirigir las baterías contra los verdaderos enemigos de la nación. Ello significa unificar el discurso de los dirigentes en el exilio con el manejado internamente. Lo contrario es seguir generando más confusión, incoherencia y desánimo popular. La causa es una sola y su defensa debe orquestarse impecablemente, de esa manera ganará más apoyo internacional la lucha  contra una tiranía  corrupta que pretende enquistarse en el poder.

La decisión de no participar el 22-A no puede ser considerado como un acto abstencionista en sí mismo; es una acción ciudadana que se revela frente a los abusos y corruptelas de un régimen que pretende aprovecharse del poder del voto para justificar su farsa electoral. En consecuencia, se hace imperioso seguir presionando por la restitución de un sistema electoral que nos permita efectivamente elegir entre varias opciones en condiciones equitativas, más que votar por una única opción que pretende ser árbitro y parte del proceso comicial.

Desde hace rato el régimen está en campaña, haciendo uso de lo único que sabe hacer: engañar, ofrecer un futuro que dilapidó, hablar de un progreso económico que no tiene capacidad ni voluntad para alcanzarlo, invocar la figura de un difunto que es el verdadero responsable de esta calamidad. Ellos no pueden hacer otra cosa, su habilidad está al servicio de la maldad y la destrucción de los venezolanos. A tal efecto, la oposición democrática, a pesar de no tener un candidato presidencial, debería iniciar una campaña nacional e internacional que termine de desnudar al régimen, que genere emoción entre los opositores y que profundice las contradicciones de la revolución. Esa campaña permitiría combatir la anomia que se ha apoderado del alma del venezolano, inyectando nuevos bríos a la dura batalla que debemos librar contra la tiranía. En esa campaña, además, debe hablárseles claro a los venezolanos, señalando las dificultades del  momento pero también las inmensas posibilidades de alcanzar el cambio, haciendo énfasis en que los venezolanos que queremos vivir en libertad, democracia y con progreso para todos, somos uno solo integrado por millones de voluntades dispuestas a luchar por nuestra Venezuela.

Es posible que algunos me tilden de ingenuo pero, vista la complejidad de la situación del país, no percibo otro mecanismo que la unidad monolítica del pueblo venezolano, dirigida por líderes probos y fielmente comprometidos con la grandeza de la nación, para salir de esta pavorosa crisis que nos destruye vorazmente. Ese liderazgo fortalecería y legitimaría aún más la ayuda que las democracias del mundo nos están brindando en nombre de la libertad y el respeto a los derechos humanos. Aprovechemos esta coyuntura, muy difícil por demás, para levantarnos y lograr por fin la meta que desde hace tiempo tenemos pendiente: construir una Venezuela libre al servicio del progreso y de mejores oportunidades para todos los venezolanos.

Profesor Titular Emeritus de LUZ

miércoles, 14 de febrero de 2018

¿Qué está pasando en la otra acera?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Aunque con frecuencia algunos le restan importancia, es necesario saber qué está ocurriendo en las filas rojas para tener insumos suficientes que contribuyan con el diseño de un plan estratégico de la oposición, inexistente en momentos en que el país reclama una actuación unitaria, seria, coherente y de largo alcance por parte de la dirigencia opositora.

La primera impresión es que el régimen está atornillado y tiene el control absoluto del país. Maneja con total dominio las instituciones del Estado y la cúpula militar aparentemente se mantiene leal, más que por convicción ideológica por las prebendas que recibe del régimen, pues, en buena parte esa minoría militar sostiene al gobierno de Maduro. Por otra parte, actúan como si el viento soplara a su favor basado en la unidad monolítica y la lealtad inquebrantable de los dirigentes y del pueblo revolucionario. La risa burlona del que se siente sobrado, las estrategias y manipulaciones del G-2 cubano y la teatralidad burda y cínica del psiquiatra, acompañado por su poderosa hermana, conforman la proyección perfecta del cuadro que plasma a un gobierno que goza de buena salud y que se mantendrá el poder por muchos años más.

No obstante, la realidad es otra muy diferente. En estos últimos días han sucedido acontecimientos que debemos analizar para entender la complejidad del país. Empecemos por las reuniones en República Dominicana. La oposición acudió al diálogo presionada por la comunidad internacional interesada en encontrar una salida pacífica al conflicto, manifestando así su voluntad de dialogar con un régimen que no cumple con los compromisos asumidos. En esta oportunidad, la oposición presentó una propuesta ajustada a las exigencias del país, totalmente inaceptable para los intereses del régimen, con lo cual éste le dio una patada a la mesa acusando a la oposición de recibir órdenes de Colombia y USA. Quien actuó de espaldas a los venezolanos fue el régimen y no la oposición, aumentando la desconfianza internacional acerca de su profunda vocación totalitaria para mantenerse en el poder a costa del hambre y los sufrimientos del pueblo venezolano. 

El round de Dominicana lo perdió el gobierno, no importa los argumentos canallescos esgrimidos por Jorge Rodríguez. El otro aspecto al que debemos referirnos es el aceleramiento de la política internacional sobre el caso Venezuela. La gira de Rex Tillerson a la región, buscando el apoyo de los gobiernos democráticos para encontrar una oportuna y definitiva solución a la crisis venezolana; la posición férrea del Grupo de Lima en contra de unas elecciones amañadas convocadas por el CNE; la actuación reciente del presidente Santos en contra del régimen y de la ola migratoria de venezolanos que amenaza la economía de Colombia; el asunto de las sanciones de USA, Canadá y la Unión Europea sobre connotados jerarcas del régimen, incluyendo a Nicolás Maduro; el probable boicot petrolero por parte de la administración Trump; la actuación de organismos internacionales de Derechos Humanos en contra de un gobierno que viola flagrantemente los derechos fundamentales de los venezolanos, especialmente, el derecho a la vida, a la salud, al trabajo digno y a la alimentación, son aspectos reveladores que debilitan la imagen del gobierno, minimizando su maniobrabilidad internacional. Es un régimen cuyo apoyo internacional ha mermado significativamente y muchos de los gobiernos civilizados del mundo lo tienen contra la pared.

Asimismo, a diferencia de lo que aconseja la estrategia política, Maduro se empeña en excluir a grupos políticos y personajes que tradicionalmente han acompañado al proceso revolucionario. Pretendiendo proyectar una falsa moralidad y honestidad revolucionarias, Maduro ha diezmado el capital político que heredó de Chávez. Quien crea que el régimen es una unidad monolítica está equivocado. Es un movimiento en el que gravitan agendas e intereses particulares, aunado a la pérdida bestial de apoyo popular. Las encuestas revelan hoy, específicamente las de Consultores 21, que existe un target nada desestimable -10% a nivel nacional- de chavistas que se autodefinen como no maduristas, con opiniones diametralmente opuestas al ideario madurista. Las diferencias entre Maduro y Cabello son cada vez más evidentes, colocando al primero como el líder indiscutible de este anacrónico y perverso modelo ideológico. La destrucción del Gran Polo Patriótico y la creación de Somos Venezuela, presidido por Delsy Eloína, es un claro ejemplo del deslinde del madurismo de todo aquello que huela a chavismo ortodoxo. La verdad es que la procesión va por dentro y la unidad revolucionaria es una entelequia sólo creíble para unos pocos ingenuos.

Por si fuera poco, la economía camina violentamente hacia un profundo y peligroso precipicio. La situación del país es dramática, con tendencia irreversible a empeorar mucho más en los próximos meses. Mientras tanto, el gobierno no tiene la capacidad para detener esta debacle, apostando por el contrario a una mayor dosis de populismo y asistencialismo crónico que le da nuevos bríos a la hiperinflación y a la pobreza generalizada de la nación, a cambio de mantener el apoyo de una minoría de cara a las elecciones del 22 de abril.

Nadie más interesado que la dictadura en encontrar un “competidor” electoral que le provea de la legitimidad de la cual carece. Tratarán por todos los medios de confundir y manipular a la opinión opositora –tarea relativamente sencilla-, con el propósito de encontrar los favores de un “opositor” dispuesto a enfrentarse a la dictadura con los gastos pagos, además, de convencerlo que ganará los comicios, a pesar de las condiciones establecidas por Lucena y el aparato electoral de la revolución.

Estas reflexiones las hago porque el escenario reinante luce muy complicado para el régimen, aunque pretendan demostrar la fortaleza que ya no tienen. Es necesario, entonces, desenmascarar las contradicciones y debilidades de la dictadura en beneficio de la ruta del cambio político a la que aspiramos la inmensa mayoría de los venezolanos. Esto sólo es posible si la oposición establece un plan estratégico factible, coherente y de largo alcance, apoyado en un acuerdo unánime de todos los factores que integran a la diversa oposición venezolana. Las debilidades del régimen son las fortalezas de la democracia. 

Analicemos la acera de enfrente antes de destruir nuestra propia acera. Por una buena vez actuemos en unidad para aprovechar las ventajas competitivas que la oposición tiene en este momento. Definitivamente, podemos vencer a la tiranía.

Profesor Titular Emeritus de LUZ

miércoles, 7 de febrero de 2018

Hagámoslo por Venezuela

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En esta oportunidad expresaré mis opiniones como un ciudadano común, como un venezolano angustiado por la tragedia que vivimos, como un cristiano que clama por justicia y misericordia para nuestra nación. Por un momento me despojaré del rol de politólogo y analista político para expresar con mayor humanidad los sentimientos que me embargan.

Pedirle al régimen rectificación, sindéresis y racionalidad es una absoluta pérdida de tiempo. Ellos no tienen otra opción que continuar con el nefasto plan de destruir al país, pues, el “costo de salida” cada día es mayor. No importa lo que tengan que hacer, siempre y cuando puedan mantenerse a buen resguardo de la justicia y seguir disfrutando de las prebendas del poder que, debido al dantesco saqueo que han hecho, cada vez son menos y deben distribuírselas entre un grupo selecto de pseudo-dirigentes de la revolución. Por eso no malgastaré tiempo ni interés en una mafia que se siente orgullosa de los atroces crímenes cometidos contra los venezolanos.

Dedicaré estas líneas a la otra parte del escenario político venezolano, esto es, a la oposición democrática o, como dirían algunos, a lo poco que queda de ella. Voy a referirme a la dirigencia opositora, ya que la verdadera oposición la conformamos quienes manifestamos el rechazo contundente al actual régimen venezolano, incluyendo al chavismo disidente.

Vamos a unirnos por Venezuela, créanme que es la única opción que tenemos y el tiempo se agota. Cuando sus intereses individuales y partidistas sean más importantes que los del país, piensen en el sufrimiento de nuestros hermanos. Sin aún tienen dudas de la necesidad de mantenernos unidos en esta lucha cruenta contra la dictadura, volteen sus ojos para que puedan corroborar la hambruna que desgraciadamente hace estrago entre los venezolanos. De acuerdo a información suministrada por CARITAS, el 72% de las barriadas del país padecen de desnutrición severa y de este porcentaje un 16% está a punto de morir por hambre. Si todavía no están muy convencidos de la peor tragedia humana que está padeciendo Venezuela, entonces, déjenme decirles que cada día son más los compatriotas que comen de la basura; que son miles los indigentes y mendigos que deambulan por las calles de pueblos y ciudades en búsqueda de un mendrugo de pan que le permita saciar el hambre de varios días; que la inmensa mayoría de nuestros niños está creciendo con terribles carencias nutricionales que afectarán su desarrollo físico, mental y emocional, y perderemos la oportunidad de contar con jóvenes sanos, inteligentes y dispuestos a contribuir con el desarrollo de la nación. Por la conquista de una alimentación balanceada para todos y por el rescate inmediato del futuro de Venezuela, nuestros niños, dejen a un lado sus apetencias políticas y unámonos como una sola nación.

Los invito a que caminen por las escuelas, liceos y universidades del país para que constaten el crecimiento alarmante y peligroso de la deserción escolar. Niños, adolescentes y jóvenes están renunciando al derecho de la educación, porque no cuentan con las condiciones mínimas que les permita continuar con sus estudios; a ello, debemos agregarle la renuncia masiva de maestros y profesores que no pueden sobrevivir con el salario mísero que devengan. Todavía están frescas en mi memoria las propuestas sobre la educación, por parte de políticos de la oposición. Con absoluta pertinencia proclamaban que la educación es la base del progreso económico, político y moral de la nación. Pues bien, si no nos ponemos todos de acuerdo y nos unimos para vencer a esta revolución, entonces, en pocos años tendremos una sociedad ignorante y al servicio total de la mafia gobernante; entonces, en nombre de la educación, depauperizada por el régimen, vamos a superar los desencuentros y las divisiones que tantos beneficios le proporcionan a esta revolución de pacotilla.

Por el derecho a la salud que este régimen se empeña en violar con absoluta inmoralidad, debemos unirnos; el valor de la vida y la dignidad humanas que se han encargado de pisotear como cualquier basura, nos convocan a la unidad nacional; la defensa de estos valores fundamentales nos obligan a reflexionar seriamente de cara al futuro que aspiramos como sociedad amante de la vida y de la dignidad del ser humano; éstas son razones supremas que nos invitan al encuentro fecundo y a la inclusión de todos los venezolanos como muestra inequívoca de la unidad que debemos construir sólidamente; sólo de esta manera lograremos vencer la ignominia con la que estos desalmados pretenden manchar el alma de nuestro pueblo. 

Los ancianos vejados por este régimen insensible, son una razón de la lucha que unidos debemos librar contra la narco-dictadura. Nuestros viejos merecen el respeto y la honra por todo lo que nos han dado; es hora que vivan tranquilos y atendidos en sus últimos años de vida terrenal. Ellos también les exigen que dejen a un lado la irracionalidad que hace que las diferencias sean mayores que las ideas comunes que nos unen como pueblo libre y soberano.

Cuando obstinadamente se empeñen en no encontrar solución a los conflictos que naturalmente se producen en democracia, piensen en la diáspora que está diezmando a Venezuela. Sean solidarios con la tristeza de millones de familias que deben separarse porque el régimen les niega oportunidades a los jóvenes, trabajo productivo a los profesionales y un sustento digno a los más vulnerables. Piensen por un momento que los emigrantes no se fueron de paseo, ni mucho menos porque no quieren al país; muchos se han ido porque aquí no hay garantías de sobrevivir siquiera. Estén conscientes del impacto de la diáspora en la reconstrucción de la nación; si nos unimos y actuamos con coherencia, inteligencia y pensamiento estratégico, podremos frenar el éxodo que nos está dejando sin talentos ni capital humano para iniciar el gigantesco reto de levantar a Venezuela de las ruinas en la que las dejó el socialismo del siglo XXI.

Con seguridad existen muchísimas más razones para que la oposición democrática se una, que aquellas que motivan su división. La situación del país no sólo es compleja y dramática, sino que estamos viviendo un período inédito de nuestra historia; un episodio que demanda una unidad capaz de vencer el fantasma del odio, la mezquindad y la falta de amor por Venezuela. Quiero creer que, a pesar de las diferencias y desencuentros, Henrique Capriles, María Corina Machado, Manuel Rosales, Henry Ramos Allup, Henry Falcón, Juan Pablo Guanipa, Julio Borges, Leopoldo López, Antonio Ledezma y otros connotados dirigentes democráticos, serán capaces de mostrarle a los venezolanos su madurez e inteligencia políticas, su inquebrantable compromiso con la libertad y la democracia, su voluntad de lucha para que los venezolanos podamos salir de este atolladero y su absoluta capacidad para convocar a la unidad de Venezuela, porque sólo así podremos alcanzar lo que este régimen incapaz y corrupto cree que no lograremos nunca. Unidad, inteligencia, compromiso y estrategia para que Venezuela empiece a brillar de nuevo en el concierto de las naciones libres y progresistas del mundo.

Profesor Titular Emeritus de LUZ