De las tinieblas a la luz
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En tiempos de tanta incertidumbre y oscuridad, las
palabras del Papa Francisco son agua fresca en el desierto, consuelo que calma
las tribulaciones y esperanza que nos “invita a ver la presencia de Dios que
sigue caminando” entre los venezolanos. Las palabras del Santo Padre nos dan el
aliento suficiente para perseverar y creer que nuestro pueblo que camina en las
tinieblas verá pronto una gran luz (Isaías 9,1). Un pueblo que sigue caminando
con sus alegrías, con sus desilusiones y amarguras, pero también con la fe y la
esperanza que con la compañía del Señor podremos liberarnos de la oscuridad que
nos ata a la pobreza, a la tristeza y a las exclusiones que nos dividen como un
pueblo que hasta hace poco tiempo vivía en hermandad.
Así como el Santo Padre se refería, en su homilía en
el Madison Square Garden de Nueva York,
al dolor de los rostros que deambulan en las grandes ciudades, con el más
ensordecedor anonimato por carecer de una ciudadanía que les otorga derechos
fundamentales para su dignidad humana, asimismo, los venezolanos estamos
transitando por el sufrimiento de las injusticias y exclusiones de un régimen
que pretende mantenernos en las tinieblas, con el agravante que podemos
terminar acostumbrándonos y ver como normal lo que a todas luces nos degrada
como seres humanos. Todo aquello que viole la dignidad humana se decide desde
las tinieblas, muy lejos de la luz que derrama la presencia y el amor de Dios.
Como creyente pienso que la lucha que libramos los
venezolanos necesita de mucha fe y esperanza, porque definitivamente nuestro
adversario es un emisario de la oscuridad y del mal que se empecina en destruir
material y espiritualmente al pueblo venezolano. Ciertamente, la prudencia, la
sabiduría y la unidad política son elementos claves para salir victoriosos de
esta pesadilla, pero sólo esto no basta. Debemos pedir el auxilio de Dios,
porque ésta es una batalla entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la
luz y la oscuridad. Dios jamás abandona a un pueblo que aun secuestrado en las
tinieblas, busca presuroso la gran luz que ilumina los caminos de la libertad,
la justicia y el progreso para todos.
Estoy convencido que el Señor, en su infinito amor y misericordia,
nos presenta señales poderosas que nos invitan al encuentro de la luz pero con
frecuencia la falta de fe, la desconfianza y la desesperanza nos impiden hacer
todo cuanto debemos para liberarnos de la opresión por parte de una minoría
inmoral y corrupta.
En circunstancias tan complejas como las que vivimos
en Venezuela, una de las cosas que debemos eliminar de nuestra cotidianidad es
el miedo, porque como lo dijo el Papa Francisco el miedo paraliza e inmoviliza
al ser humano, impidiendo que luchemos para alcanzar las metas que más
caramente anhelamos. El miedo es sinónimo de oscuridad, es ajeno a la confianza
que debemos depositar en el Señor; es una fuerza negativa que nos idiotiza
manteniéndonos como meros espectadores en una obra de la cual debemos ser
protagonistas. El miedo es aliado del continuismo, del pasado y del fracaso.
Por esa razón, debemos iniciar una cruzada que comprometa nuestra voluntad,
fuerza y disposición para alcanzar lo que millones de compatriotas anhelamos:
el cambio que nos invita a la construcción de un mejor país con la
participación entusiasta de todos los venezolanos. El cambio que de una buena
vez por todas nos permita pasar de las tinieblas a la gran luz, como pueblo
fervoroso que se alegra porque Dios siempre camina entre nosotros.