miércoles, 30 de septiembre de 2015


De las tinieblas a la luz
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
 
En tiempos de tanta incertidumbre y oscuridad, las palabras del Papa Francisco son agua fresca en el desierto, consuelo que calma las tribulaciones y esperanza que nos “invita a ver la presencia de Dios que sigue caminando” entre los venezolanos. Las palabras del Santo Padre nos dan el aliento suficiente para perseverar y creer que nuestro pueblo que camina en las tinieblas verá pronto una gran luz (Isaías 9,1). Un pueblo que sigue caminando con sus alegrías, con sus desilusiones y amarguras, pero también con la fe y la esperanza que con la compañía del Señor podremos liberarnos de la oscuridad que nos ata a la pobreza, a la tristeza y a las exclusiones que nos dividen como un pueblo que hasta hace poco tiempo vivía en hermandad.
 
 
Así como el Santo Padre se refería, en su homilía en el Madison Square Garden de Nueva York,  al dolor de los rostros que deambulan en las grandes ciudades, con el más ensordecedor anonimato por carecer de una ciudadanía que les otorga derechos fundamentales para su dignidad humana, asimismo, los venezolanos estamos transitando por el sufrimiento de las injusticias y exclusiones de un régimen que pretende mantenernos en las tinieblas, con el agravante que podemos terminar acostumbrándonos y ver como normal lo que a todas luces nos degrada como seres humanos. Todo aquello que viole la dignidad humana se decide desde las tinieblas, muy lejos de la luz que derrama la presencia y el amor de Dios.
 
 
Como creyente pienso que la lucha que libramos los venezolanos necesita de mucha fe y esperanza, porque definitivamente nuestro adversario es un emisario de la oscuridad y del mal que se empecina en destruir material y espiritualmente al pueblo venezolano. Ciertamente, la prudencia, la sabiduría y la unidad política son elementos claves para salir victoriosos de esta pesadilla, pero sólo esto no basta. Debemos pedir el auxilio de Dios, porque ésta es una batalla entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la luz y la oscuridad. Dios jamás abandona a un pueblo que aun secuestrado en las tinieblas, busca presuroso la gran luz que ilumina los caminos de la libertad, la justicia y el progreso para todos.
 
 
Estoy convencido que el Señor, en su infinito amor y misericordia, nos presenta señales poderosas que nos invitan al encuentro de la luz pero con frecuencia la falta de fe, la desconfianza y la desesperanza nos impiden hacer todo cuanto debemos para liberarnos de la opresión por parte de una minoría inmoral y corrupta.
 
 
En circunstancias tan complejas como las que vivimos en Venezuela, una de las cosas que debemos eliminar de nuestra cotidianidad es el miedo, porque como lo dijo el Papa Francisco el miedo paraliza e inmoviliza al ser humano, impidiendo que luchemos para alcanzar las metas que más caramente anhelamos. El miedo es sinónimo de oscuridad, es ajeno a la confianza que debemos depositar en el Señor; es una fuerza negativa que nos idiotiza manteniéndonos como meros espectadores en una obra de la cual debemos ser protagonistas. El miedo es aliado del continuismo, del pasado y del fracaso. Por esa razón, debemos iniciar una cruzada que comprometa nuestra voluntad, fuerza y disposición para alcanzar lo que millones de compatriotas anhelamos: el cambio que nos invita a la construcción de un mejor país con la participación entusiasta de todos los venezolanos. El cambio que de una buena vez por todas nos permita pasar de las tinieblas a la gran luz, como pueblo fervoroso que se alegra porque Dios siempre camina entre nosotros.
        Profesor Titular de LUZ
 

miércoles, 23 de septiembre de 2015


Ganamos y cobramos
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
 
La demanda de cambio de los venezolanos se acrecienta con el pasar de los días, lo cual denota el profundo estado de descomposición en el que se encuentra el país. Ya lo hemos escrito en otras ocasiones, ocho de cada diez venezolanos reportan la necesidad de cambio porque el país marcha por un rumbo equivocado, porcentaje sustancialmente superior al reportado en 1998, fecha en la que Hugo Chávez ganó por vez primera las elecciones presidenciales.
Lo que tratamos de decir es que, hoy más que nunca, está justificado un cambio del modelo político que nos ha gobernado por casi 17 años. La gente no aguanta más; cada venezolano, cada familia debe soportar una pesada carga que las envuelve en desesperanza e impotencia, impidiéndoles vivir con decencia y dignidad.
A lo largo y ancho del país se escuchan gritos de cambio; en la cara de millones de venezolanos se ve reflejado el rechazo a un régimen que destruyó el país y nos confinó a una de las peores tragedias que hemos vivido como nación. Sin embargo, el régimen está enviando mensajes que ponen al descubierto su radicalización y su disposición de mantenerse en el poder por cualquier medio. A esas cosas debemos ponerle atención, sobre todo la dirigencia organizada alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática, a fin de proyectar la confianza y la convicción que, a pesar del ventajismo y de las triquiñuelas del régimen, el cambio será una realidad a partir del 6-D, porque sabremos defender los votos y cobraremos la contundente victoria que nos dará la inmensa mayoría de los venezolanos.
Frecuentemente me preguntan, ¿es posible que la oposición obtenga una amplia mayoría en la Asamblea Nacional el 6-D? Mi respuesta es positiva; claro que se puede. Las más reputadas encuestadoras del país presentan un panorama muy sombrío para el oficialismo. La base popular que disfrutó el proceso por muchos años, se desmorona vertiginosamente con el pasar de los días. El voto duro del chavismo se ubica en un poco más del 20%. Se les agotó la capacidad para mentir y manipular a un país que está decidido a cambiar, pero es necesario trabajar en función de la victoria haciendo bien las cosas; de allí, mi intención de plasmar algunas exigencias que escucho en la calle para garantizar el triunfo de la democracia y la libertad.
Es vital no subestimar al adversario, sobre todo si sabe derrotado. Ellos van hacer todo cuanto sea posible para ganar el 6-D. No olvidemos que el ropaje democrático que una vez tuvo el régimen, hoy día no existe; no tienen escrúpulos de ninguna naturaleza. Harán más uso del ventajismo que inmoralmente les proporciona el poder; por eso debemos estar atentos a las argucias de esta dictadura insolente.
No perdamos el rumbo. No caigamos en los trapos rojos del régimen, ni en las pequeñeces que algunos sectores opositores pretenden agrandar. Es hora de la gente. Es el momento del acompañamiento solidario con millones de venezolanos que están sufriendo las penurias que nos impone este régimen incapaz, corrupto y atrasado. A tal efecto, es fundamental ofrecer propuestas que desde la Asamblea Nacional contribuyan con la solución de los principales problemas del país: escasez, alto costo de la vida, inseguridad, desempleo, servicios públicos totalmente colapsados. Si la oposición es capaz de devolverle al pueblo la confianza y la esperanza, no habrá trampa que valga el 6-D.
Frente al establecimiento del Estado de Excepción en Táchira, Zulia, Apure y, próximamente, Bolívar y Amazonas, es pertinente articular una estrategia que neutralice las acciones del régimen tendentes a boicotear el proceso eleccionario del 6-D. Los candidatos deben instalarse permanentemente en tales circuitos, a fin de monitorear la situación reinante. Hay que hacerle un enérgico llamado al gobierno para que cumpla cuanto antes con la normalización de la frontera y respete los derechos consagrados en la Constitución, inherentes a los comicios: derecho a reuniones y manifestaciones, libre tránsito, expresión y las garantías para asistir a cada centro electoral.
La MUD debe blindar las elecciones, conformando un equipo de testigos y defensores del voto comprometidos con el cambio e inmunes a cualquier tentación totalitaria. Hay que conocer la particular realidad de cada circuito para detectar las oportunidades y las amenazas, las fortalezas y las debilidades. Frente a la falta de transparencia, equidad e imparcialidad del CNE, es menester exigir la presencia de una observación internacional que garantice que el voto refleje la verdadera opinión de los electores. Esa debe ser una exigencia nacional a pesar de la negativa de Tibisay Lucena.  
Con responsabilidad manifiesto que están dadas las condiciones para cristalizar el cambio. La mesa está servida, no permitamos que el triunfalismo y el exceso de confianza, la desmotivación, una defensa débil de los votos nos hagan perder esta maravillosa oportunidad. Hace falta un compromiso nacional en el que la MUD y los sectores democráticos nos digan con voz firme y enérgica: ¡el 6-D ganamos y cobramos!       
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 16 de septiembre de 2015


Provocación peligrosa

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

En tiempos de excesos, injusticias y provocaciones del régimen, es recomendable practicar la prudencia, aquella que Aristóteles llamó “el justo medio”, virtud que nos permite alcanzar la felicidad basada en la sabiduría. Para el filósofo griego, la prudencia es sinónimo de moderación y templanza, aspectos que acompañan a la justicia y a la fortaleza.

Al contrario de los que algunos puedan pensar, la prudencia no es señal ni de miedo ni de debilidad; es fortaleza encaminada por el sentido común, sobre todo en circunstancias que incitan a tomar el camino más corto, sin importar las terribles consecuencias que produce una decisión equivocada.

El régimen quiere que perdamos la paciencia; nos provocan con sus viles acciones para que desechemos la opción del voto y escojamos  el camino de la violencia, en el que ellos tienen todas las de ganar. El régimen sabe que electoralmente está perdido; en estos últimos 16 años nunca estuvo peor. Según la encuesta IVAD, correspondiente al mes de agosto pasado, el 87% de los venezolanos cree que el país va por el rumbo equivocado, percepción compartida por el 55% del segmento oficialista. Asimismo, el 77.5% califica negativamente la gestión del presidente Maduro, contra un 22.5% que proyecta una opinión positiva de su gestión. Como corolario, el 76% de los venezolanos piensa que Maduro no está capacitado para resolver la crisis del país. De acuerdo al último estudio de Alfredo Keller y Asociados (correspondiente al mes de septiembre), desde que comenzó a gobernar hasta la fecha, Maduro ha perdido el apoyo de 5.650.000 ciudadanos, es decir, que en poco más de dos años de gestión, Maduro destruyó el apoyo del 75.29% de los electores que sufragaron por él en el 2013 (7.505.338 votos). Estas cifras colocan en verdaderos aprietos la sobrevivencia de la revolución de cara a las elecciones del 6-D.

Esta es la verdadera razón por la que el régimen lanza provocaciones peligrosas a la oposición democrática del país. Todo cuanto hacen tiene como propósito debilitar las extraordinarias oportunidades que tenemos para construir el cambio a través del voto popular. Quieren desmoralizarnos, desmotivarnos, desmovilizarnos para que creamos que aquí todo está perdido, que es el régimen quien tiene el poder y la autoridad. Ciertamente, por ahora, son ellos los que gobiernan el país pero no gozan del apoyo ni de la legitimidad de la inmensa mayoría nacional. Es un gobierno huérfano de pueblo; un régimen cuyo corazón dejó de latir hace tiempo porque traicionó los sueños y las esperanzas de los venezolanos.

El régimen quiere que pisemos el peine de la violencia; que cambiemos nuestra agenda democrática y de cambio por sus trapos rojos. De allí la injusta, inmoral e ilegal sentencia contra Leopoldo López, confinando a un venezolano inocente a más de 13 años de prisión. Quieren demostrar que su poder es para siempre y que no hay posibilidad alguna de sacarlos con los votos de los venezolanos que estamos ansiosos de vivir en un mejor país, donde la libertad, la justicia, el progreso, la unión y las oportunidades sea un derecho para todos, sin discriminaciones de ninguna índole.

Cuando se está ganando el juego, la prudencia debe orientar la estrategia y la acción. Jamás la impulsividad y la irracionalidad han sido aliadas de grandes proyectos que demandan sensatez e inteligencia, como es la liberación de Venezuela de esta cuerda de forajidos, corruptos e incapaces. Necesitamos la prudencia que nos de sabiduría para decidir correctamente; necesitamos maximizar las fortalezas y aprovechar las oportunidades que el entorno nos presenta en bandeja de oro. Es necesario motivar a los que queriendo el cambio lo ven muy lejos, convencerlos que su voto es el instrumento para iniciar la construcción de la Venezuela que nos merecemos. Si cambiamos las dudas, el desánimo y la desesperanza por la decisión inquebrantable de ir a votar,  no habrá quien detenga a un pueblo valiente  que decidió canalizar su indignación, frustración e impotencia a través de millones de votos que nos devuelvan la Venezuela que esta revolución destruyó.

Los que estamos ganando esta batalla debemos seguir trabajando con fe, fuerza y perseverancia, sin hacer caso de las peligrosas provocaciones del régimen, porque el cambio en Venezuela empieza a despuntar en el nuevo amanecer que muy pronto festejaremos todos los venezolanos de buena voluntad.

    Profesor Titular de LUZ

jueves, 10 de septiembre de 2015


¡No es la frontera, es la revolución!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Si los esfuerzos, recursos y tiempo que el régimen utiliza en fabricar trapos rojos, los utilizará para resolver los problemas de los venezolanos, otro gallo cantaría. No tienen tregua en su pretensión de esconder la gravedad de la crisis que vivimos, gracias a la incapacidad y corrupción de un modelo político agotado y fracasado.

El régimen como buen discípulo de los estrategas cubanos, hace esfuerzos para meternos dentro de su agenda y ponernos hablar de los temas de su interés, pero con la profundización de la crisis les resulta muy difícil escapar del juicio popular, porque sabemos exactamente quiénes son los verdaderos culpables de este caos descomunal.

Desde que inició el 2015, Nicolás Maduro emulando a su difunto mentor y atrapado en una crisis  incapaz de resolver, inició una escalada de eventos y acusaciones con el propósito de esconder sus errores y culpar a otros de los desmanes de una revolución que, como dijo el presidente Santos, se está autodestruyendo. Recordemos que, en opinión del régimen, uno de los culpables de los infortunios del país era el primer ministro español, Mariano Rajoy, quien en alianza con las fuerzas más recalcitrantes de la derecha internacional conspiraba contra la patria. Pero como Rajoy está muy lejos y resulta desconocido para la mayoría de los venezolanos, era necesario fabricar otro trapo rojo más creíble y más cercano. Entonces, apareció Barak Obama, a propósito del decreto ejecutivo en el que se sancionaba a altos funcionarios del régimen venezolano. Epítetos como conspirador, intervencionista, fascista, etc., fueron endilgados al presidente norteamericano. El régimen hizo uso de los recursos de la nación para recabar firmas en todo el país solicitando la derogación del decreto de Obama, acompañado de marchas y de cuanto evento fuera necesario para protestar semejante agravio contra la patria de Bolívar. Al final, Obama no derogó el decreto y mantuvo firme su posición contra los funcionarios corruptos del régimen. Como los venezolanos no creímos que Obama sea el responsable de nuestra mala suerte, entonces, se inventó un nuevo trapo rojo, mucho más cerca del país.

Ahora, le tocaba el turno a una Guyana aliada con los intereses del capitalismo internacional –Mobil Company- para violar la soberanía nacional al pretender arrebatarle a Venezuela un territorio en reclamación. Quién puede dudar de las legítimas aspiraciones de Venezuela sobre el Esequibo, a pesar de 16 años de silencio y complicidad del régimen sobre un problema crucial que debimos resolver desde hace mucho tiempo atrás, pero era más importante el apoyo del Caricom al proceso revolucionario que la defensa de los intereses nacionales. Conclusión: Guyana está proyectando ahora la imagen de víctima de un gobierno prepotente, con el apoyo de más de 90 países de la ONU. Y los venezolanos seguimos con las colas, la escasez, la inflación, la inseguridad y otras tantas plagas que diezman nuestra existencia.

Al comprobar semejante “metida de pata” internacional, el régimen se vio en la necesidad de inventarse otra jugada, una mucho más cercana pero también más peligrosa, como es el Estado de Excepción en municipios del Táchira y del Zulia fronterizos con Colombia. Ahora, el culpable de la crisis venezolana es el contrabando, el bachaqueo y el paramilitarismo. Ciertamente, estos son problemas que han afectado el normal desarrollo de la frontera, pero de allí a hacernos creer que son los responsables de una crisis que tiene nombre y apellido -Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y la revolución bolivariana-, resulta un cuento burdo difícil de creer. Pregunto, ¿qué ha hecho el régimen en estos 16 años para combatir esos males endémicos de nuestras fronteras? Absolutamente nada. Han sido cómplices y aliados de las mafias que hacen vida allí, como es el caso de las FARC; han propiciado el contrabando gracias a las torpes políticas económicas y de seguridad que convierten nuestras fronteras en tierra de nadie. Han obrado con completa impunidad frente a los abusos y negocios que realizan los protegidos del régimen. Con el Estado de Excepción los que pagan, como siempre, son los más vulnerables, los que no gozan de la protección de la revolución, a los que ahora no les valen sus votos, porque los enchufados continúan con la danza de sus negocios en las fronteras.

¿Cuál es el verdadero propósito del régimen con esta andanada de trapos rojos? A simple vista es una política que pretende distraer la atención sobre los graves problemas del país, intentado endosarle a otros su inocultable culpa; pero hay más, el régimen quiere generar conflictos que profundicen la inestabilidad del país, generando un estado de conmoción nacional que sirva de pretexto para suspender las elecciones del 6 de diciembre.

Creo que el problema de la frontera es un tema delicado que merece nuestra atención y análisis, pero jamás debemos separarlo de los graves problemas del país, éste es una consecuencia de las malas políticas del régimen. La crisis que vive el país es muy profunda y tiende a agravarse; el responsable directo es este modelo político, cuya principal virtud ha sido la destrucción del país con las mejores perspectivas de progreso de Latinoamérica. Los verdaderos problemas de los venezolanos son la escasez de alimentos, medicinas, insumos, repuestos; una inflación incontrolada que nos hace cada día más pobres y miserables; una delincuencia desatada con más armas, capacidad y logística que los cuerpos de seguridad del Estado; servicios públicos colapsados; empleos mal pagados que no impactan la productividad del país; la pérdida de la institucionalidad democrática y la violación reiterada de los derechos humanos fundamentales; en otras palabras, nuestra crisis se deriva de una revolución fracasada e indolente que perdió la brújula del país e hipotecó nuestro presente y porvenir.

No cambiemos el rumbo, ni dejemos que el régimen quiera imponernos su agenda particular. Esta revolución es la única culpable de nuestras desgracias y eso podemos resolver si entendemos que con esta gente no hay salida, porque no tienen nada que ofrecernos. La solución de nuestros problemas se inicia el 6-D, cuando elijamos una nueva Asamblea Nacional con mayoría para empezar a enderezar tantos entuertos revolucionarios. Estemos vigilantes y exijamos el derecho de votar el 6-D; no le prestemos más atención a los trapos rojos del régimen, porque el culpable de la crisis de Venezuela no es la frontera, es esta revolución incapaz, corrupta y mentirosa.

            Profesor Titular de LUZ

martes, 1 de septiembre de 2015


Escasez de inteligencia

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Son días muy difíciles los que estamos viviendo los venezolanos. Tiempos donde el diálogo, la racionalidad y el entendimiento deberían ser el camino para resolver los graves problemas que nos afligen. Un gobierno responsable y con visión de estadista, privilegiaría esta opción y se esforzaría por defender los intereses del país, antes que los de un grupo o una parcialidad política. Pero lamentablemente, en Venezuela no sólo escasean los alimentos, las medicinas, la seguridad, los servicios públicos de calidad sino que, lo que es peor, el gobierno de Nicolás Maduro sufre de una terrible escasez de inteligencia.

Un gobierno insensato y aferrado a un modelo ideológico comprobadamente fracasado, es incapaz de asumir sus propias responsabilidades y ver con claridad las verdaderas causas de la crisis. Se empeña obstinadamente en buscar enemigos que sólo existen en su retorcida imaginación para tratar de justificar su mediocridad e incapacidad para gobernar la nación.

La última decisión del régimen fue la declaración del Estado de Excepción en varios municipios fronterizos del estado Táchira –probablemente se implante también en el Zulia-, con el pretexto de “poner orden” en la frontera colombo-venezolana y acabar con el contrabando y el paramilitarismo. El cierre de la frontera no resuelve el problema, porque una vez más el régimen se equivocó en el diagnóstico de la situación. La escasez y la inseguridad seguirán incrementándose, porque las verdaderas causas del problema no son asumidas ni reconocidas por el régimen. No tienen interés en rectificar y corregir los errores que estamos pagando con sangre, sudor y lágrimas.

En vez de ejecutar una política de Estado para resguardar las fronteras del país, acompañada de militares probos con autoridad legal y moral para impedir el contrabando, el régimen es complaciente y cómplice de esas mafias que desangran el país. En vez de apoyar y asistir a los nacionales que residen en las comunidades fronterizas, se les somete al más cruento olvido facilitando acciones delictivas o tentaciones por la riqueza fácil y sucia, proveniente del contrabando y el narcotráfico. En vez de haber ejecutado una diplomacia efectiva y responsable con Colombia, basada en el respeto y la cooperación mutua, con absoluta transparencia en el manejo de los asuntos que le atañen a ambas naciones, el régimen ha basado su política exterior en la promoción de su ideología, y no en la defensa de los intereses nacionales, incurriendo en una interminable lista de errores en las que la diplomacia del micrófono, las relaciones de odio-amor, los mejores nuevos amigos, el fantasma de Uribe, etc., son los que han orientado el desempeño internacional del régimen hacia Colombia.

Al no tener responsabilidad, transparencia y compromiso con el país, se habla y se culpa al paramilitarismo de la inseguridad en Venezuela, pero se le da beligerancia a la guerrilla de las FARC, convertidas en mafias que asesinan, secuestran, cobran vacunas y se lucran con el narcotráfico, cada vez con mayor presencia e influencia en el territorio nacional. Así, la visión del problema es incompleta e interesada porque se defiende a unos y se culpa a otros, cuando ambos grupos son peligrosos delincuentes y forajidos a los que tanto Colombia como Venezuela deben combatir sin que les tiemble el pulso.

El otro asunto del problema es la economía venezolana. El régimen destruyó la producción nacional, empoderando una política de expropiaciones, intervenciones y criminalización de la empresa privada, a costa de importaciones a granel que enriquecieron a productores y empresarios extranjeros, aunado a una economía artificial, basada en controles y regulaciones que impiden el normal  crecimiento y la salud de nuestra economía. Tales causas desataron la inflación más alta del planeta –tres dígitos-; una escasez calculada en más del 70%; un endeudamiento abismal en momentos en que el país obtuvo los mayores ingresos petroleros; la devaluación del bolívar que propicia un intercambio comercial favorable a Colombia, con el agravante que gran parte del intercambio se produce a través de mecanismos ilegales como el contrabando o el bachaqueo.

No podemos dejar de mencionar lo referente a las deportaciones de hermanos colombianos. Han pagado justo por pecadores, porque los verdaderos culpables siguen haciendo sus tropelías en la frontera sin que nadie los detenga. Las deportaciones han traído consigo violaciones a los derechos humanos, corroborando la imagen nefasta que el régimen se ha ganado ante los ojos del mundo. Nicolás Maduro ha dicho que “Colombia se ha convertido en un país exportador de pobres”, a los que la magnanimidad revolucionaria les ha tendido la mano. Hipócritas!!! Este régimen jamás ha practicado la caridad, desde una perspectiva cristiana, porque su interés particular es más importante que la solidaridad. Le tendieron la mano a cambio del apoyo al proceso traducido en votos. Fueron complacientes y solidarios con los colombianos porque sus votos eran muy importantes para mantener la revolución. Resultaba más fácil que un colombiano tuviese cédula venezolana que pelar una mandarina. Engrosaron las listas de beneficiarios de todas las misiones, incluyendo miles de viviendas de la Gran Misión Vivienda Venezuela, haciendo realidad el adagio de “claridad de la calle y oscuridad de la casa”. Pero ahora resulta que, en opinión del sucesor, la revolución ha impedido una crisis humanitaria en Colombia. Cinismo puro!

Este régimen no da puntada sin dedal. Su irresponsabilidad y ceguera ideológica nos están llevando a límites inimaginables. Lanzan trapos rojos, acusaciones e insultos con el propósito de esconder lo que es del conocimiento público, la popularidad del sucesor y la valoración de su gestión van palo abajo. Cada día son más los venezolanos que responsabilizamos directamente a Maduro y a su equipo del desmadre que vivimos; la guerra económica, el paramilitarismo, la ultraderecha, el imperio, Uribe y otras tantas sandeces forman parte de un guión decadente y aburrido que ya nadie cree. Por eso, la falta de inteligencia de este régimen se combate con el cambio que empezaremos a construir a partir del 6 de diciembre. Es hora que le retiremos el apoyo y la confianza a quienes destruyeron nuestro presente y futuro. Yo estoy seguro que sí se puede. Vamos a vencerlos con inteligencia, esperanza, fortaleza, unidad y amor por Venezuela.

                     Profesor Titular de LUZ