Un país que ya no existe
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Dice el refrán popular que no debemos llorar sobre la
leche derramada, sino empinarnos por encima de las dificultades para conquistar
un mejor porvenir. Pero el peso de la crisis que estamos viviendo los
venezolanos, nos obliga a comparar lo que hoy tenemos con lo que tuvimos en
épocas anteriores. El país está en franca decadencia, rumbo al despeñadero. No
existe aspecto de la nación cuyo balance sea positivo. Han destruido con
absoluta irresponsabilidad las inmensas oportunidades de erigirnos como una
nación referencia del progreso en la región latinoamericana. Todas las
proyecciones indican que nos llevan a un escenario mucho más crítico que el
actual y peligroso para la estabilidad en todos los órdenes de la vida nacional.
Hay cosas que preferimos callar por el temor de ser
señalados como golpistas o reaccionarios. Pero es necesario expresar aquello
que construimos como sociedad democrática y que por culpa de la barbarie comunistoide
estamos perdiendo. Durante la mal llamada IV República, Venezuela se constituyó
en el país más moderno de Latinoamérica; la infraestructura vial y arquitectónica
eran modelos para el resto del continente. Existía una clase media vigorosa
gracias al impulso de la educación. El ingreso a las universidades por parte de
los sectores populares fomentó la igualdad
de oportunidades que permitió la creación de una generación de talentosos
profesionales que hicieron excelentes aportes al progreso nacional. Se erradicaron
enfermedades mediante programas gubernamentales efectivos con el concurso de
científicos y médicos venezolanos que consagraron su servicio a la salud del
pueblo. Se construyeron más hospitales, escuelas, liceos y viviendas que en
estos 15 años, con recursos infinitamente menores que los administrados por este
régimen.
A pesar de las dificultades económicas y de políticas
erradas, teníamos una inflación moderada que permitía adquirir bienes y
servicios básicos y destinar algo para el ahorro familiar. Asimismo, el sector
privado era el más importante oferente de empleos productivos para nuestros
jóvenes, con una supervisión oficial respetuosa del Estado de Derecho y con
sindicatos fuertes que velaban por los intereses de sus agremiados. Y, algo que
no tiene precio, éramos un país unido, sin rencores viscerales ni
resentimientos sociales. Discutíamos nuestras diferencias pero éstas nunca se
convirtieron en la norma que orientó la convivencia social y ciudadana. El
respeto y la tolerancia políticas eran virtudes ciudadanas. En pocas palabras,
éramos felices y no lo sabíamos.
Hoy día el panorama es diametralmente diferente. El
último estudio de opinión pública de Consultores, 21 (Septiembre 2013) señala,
entre otras cosas, que siete de cada diez venezolanos han dejado de comprar
algo o de hacer alguna actividad por alta la inflación; el 80.3% no tiene
dinero para ahorrar porque todo lo gasta en comida y a duras penas le alcanza
para servicios básicos; sólo el 28.2% cree que el país está progresando; y, lo
que se convirtió en la principal fortaleza de Hugo Chávez, el 83% de los
consultados no recibe ningún tipo de ayuda por parte del gobierno, en contra de
un 68% que opinaba igual en julio del 2012; es decir, que en lo que va del año,
un 15% dejó de recibir los beneficios que antes obtenían a través de las
misiones. La pobreza es indetenible.
Si el país que Maduro
quiere es como el que tú quieres, apoya y vota por los enchufados. Pero si
estás dentro del 57% que aspiramos un país diferente al que nos quiere imponer
Maduro, entonces, no lo pienses más y actívate para que a partir del 8-D esta
pesadilla tenga sus días contados.