martes, 18 de diciembre de 2018


Más racionalidad, menos expectativas

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En los últimos tiempos, gracias a la locura asfixiante que estamos viviendo, los venezolanos nos ciframos altas expectativas cuando se acerca algún acontecimiento político importante, esperando una solución inmediata a la profunda crisis del país. La historia reciente nos relata que con frecuencia  esas expectativas no han sido satisfechas, generándose un clima de frustración, impotencia y desesperanza, que hacen más difícil la búsqueda de opciones efectivas que permitan ver la luz al final del túnel. Después de tantos errores y desilusiones, es necesario convencernos   que en política no hay soluciones mágicas ni inmediatas; todo depende de un proceso muy complejo en manos de actores y circunstancias internas y externas que influyen en la construcción del devenir de la nación.

Dentro del calendario de expectativas que manejan algunos sectores políticos y de opinión del país y del exterior, el 10 de enero es una fecha donde puede ocurrir un episodio extraordinario que va a producir el cambio político demandado por la inmensa mayoría de los venezolanos. Frente a esa percepción, es necesario mayor ponderación y racionalidad. No es verdad que el 11 de enero, Venezuela inicia una etapa de transición dirigida por un nuevo gobierno porque la salida de Nicolás Maduro es inmediata. El sentido común exige una actitud más responsable con el país, deslastrándonos de posiciones efectistas que pretenden manipular la cruda realidad de los hechos. Lo único cierto es que el próximo 10 de enero de 2019, Nicolás Maduro inaugura un gobierno ilegal e ilegítimo tanto de origen como por desempeño, con lo cual se inicia una nueva etapa en la lucha por el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela. El resultado final de los acontecimientos futuros dependerá de cómo la oposición venezolana y la comunidad internacional actúen a partir de esa fecha.

Generar falsas expectativas es contraproducente para la aspiración legítima de un cambio político en Venezuela, pero también es altamente favorable para un régimen dictatorial que aún conserva el poder y pretende mantenerlo, a pesar de la ingobernabilidad, de las fricciones internas y de la ilegitimidad que ya no puede esconder a través de subterfugios legales. Ciertamente, Maduro es un presidente ilegítimo pero tiene el poder y las armas y, frente a esa realidad, es inminente replantearse las opciones que deriven en una solución de la crisis en aras de garantizar cierta  estabilidad institucional y la gobernabilidad del país en el futuro inmediato.

La política no provee soluciones mágicas, urge tener esto en cuenta. Pensar en una intervención armada y cruzarnos de brazos a esperar que los marines desembarquen, es pretender huir del compromiso que como venezolanos tenemos con el país. Pensar en un golpe de estado para salir del régimen, es editar la tragedia que destruyó al país en los últimos veinte años, con una visión cuartelaría de la política que pone en entredicho la cultura democrática de la sociedad venezolana. Creer que Maduro pueda despertarse un buen día con ganas de renunciar porque se hartó del poder, es una ingenuidad de tontos. La tarea nos corresponde hacerla a los propios venezolanos con unidad, inteligencia y racionalidad, de lo contrario, la situación sería mucho peor con el régimen atornillado al poder.

Nada de lo que pueda suceder en el país tendrá buenos resultados sin la unidad útil de la oposición. Si los dirigentes democráticos carecen de voluntad e inteligencia para ponerse de acuerdo sobre las opciones más convenientes que permitan aliviar el sufrimiento de los venezolanos, entonces, lamentablemente no tienen moral para conducir el país, ni capacidad para hacerlo mejor que la revolución chavista-madurista. Los venezolanos les exigimos un mínimo de respeto y consenso que les permita encontrar puntos comunes, sin afectar la diversidad que es la esencia de la democracia. De lo que se trata es que esa unidad útil facilite la evaluación racional y objetiva de las opciones para rescatar la democracia, transmitiéndoles a los venezolanos un mensaje de compromiso que devuelva la confianza y la credibilidad perdidas. Hablarle claro al país es un ejercicio pedagógico que la mayoría sabríamos agradecer, aunque ello signifique caer en desgracia para una minoría radical que no termina de entender el engranaje de un régimen que deliberadamente trabajó para quedarse en el poder, a pesar de su incapacidad y de la falta de apoyo popular. Es una minoría que tiene el control político de la nación, con excepción de la Asamblea Nacional que no ha cumplido con la responsabilidad histórica que tiene con los venezolanos.

Siempre hay una luz al final del túnel, lo difícil es construir el túnel que nos permita ver la luz. Y esa es la tarea que nos corresponde a los venezolanos, dirigidos por una oposición responsable y comprometida con los verdaderos intereses de la patria, avalada por el acompañamiento internacional fundamental en la solución del conflicto. Ya resulta tedioso hablar del tema, algunos pueden pensar que es una diligencia perdida, pero sin la unidad útil de la oposición todo esfuerzo resultará infructuoso. ¿Es que acaso no se dan cuenta que su tozudez e irracionalidad pueden infligirle mayores sufrimientos al pueblo venezolano?

Desde una perspectiva responsable y racional, ¿qué desearíamos que suceda a partir del 10-E? Pues bien, que la oposición transmita la imagen cierta que la unidad útil está garantizada y por falta de ésta no se terminará de perder la República. Que se pongan de acuerdo sobre las acciones que desde esa fecha en adelante deban realizarse para acercarnos a una etapa de transición. Que se contemple con serenidad y realismo político una negociación con el régimen que no signifique una entrega que mancille las aspiraciones de libertad, justicia y progreso de los venezolanos. Que se ponga fin a opiniones tendenciosas que impiden que la oposición rectifique sus errores, permitiendo que sacuda el polvo de sus sandalias y continúe el camino de la lucha por un mejor futuro para todos.

Ya basta de mostrar soluciones fáciles que tanto daño nos han hecho como país. Lo que estamos obligados a hacer es racionalizar las expectativas, confiar en un futuro promisorio para el país pero construido con base a la inteligencia y al desprendimiento de los actores políticos que conforman la oposición democrática. El 10-E no se termina el país, se inicia una nueva etapa de la lucha por la democracia y la libertad de Venezuela. Pongámonos a la altura del compromiso que nos exige la patria.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

miércoles, 12 de diciembre de 2018

El Marketing Político: aliado del éxito

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Después de largos meses de arduo trabajo, con profunda satisfacción y gratitud presento mi libro “Fundamentos de Marketing Político: un enfoque práctico”. El propósito que anima este esfuerzo académico es aportar ideas, reflexiones y casos prácticos que contribuyan con una visión  más integral del marketing aplicado a la política. A pesar del vertiginoso crecimiento de esta disciplina científica, tanto en países desarrollados como en América Latina, aún persisten ciertas imprecisiones teóricas que impiden ver al marketing político desde una perspectiva sistémica, capaz de sincronizar los aspectos claves que la integran como son investigación, planificación estratégica y comunicación política.

Con frecuencia observamos que el marketing político es asociado exclusivamente a la publicidad o a la comunicación política, sin considerar la importancia de la investigación para el diseño de estrategias y tácticas políticas, incluyendo la evaluación de los medios y los mensajes de una comunicación más efectiva con los ciudadanos, en tiempos donde las redes sociales han iniciado una verdadera revolución de la información. Este mal manejo del marketing político ha contribuido con la satanización de la disciplina, alegando que el marketing transforma a la política en una ilusión óptica secuestrada  por los malabarismos de la publicidad. Afortunadamente, los que así piensan son una minoría desinformada, por cuanto el desempeño exitoso del marketing político está basado  en la capacidad, la perseverancia y en el profundo conocimiento de los electores, de sus necesidades, expectativas y del entorno en el que viven. Comprender la complejidad de la dinámica política e interpretarla correctamente, es un desafío permanente para el marketing político.

Ya no es posible asumir la política desde el olfato e intuición de los políticos; la política es una ciencia y como tal debe ser analizada y aplicada, de lo contrario los esfuerzos realizados desembocarán en un total fracaso. Hoy día, cuando el mundo experimenta profundos cambios en todos los quehaceres de la vida humana, se impone la profesionalización de la política bajo el esquema de la multidisciplinariedad, acompañada de la ética para impregnarla de la honestidad y la transparencia tan necesarias en las sociedades contemporáneas.

Otro de los propósitos de mi libro, es plantear con firmeza que el marketing político es una disciplina científica con orientación social, con lo cual su conexión con la ética y los valores sociales es fundamental. Fomentar el respeto frente a la diversidad de ideas, opiniones y estilos de vida; practicar la inclusión para combatir el germen del sectarismo y del individualismo; privilegiar la honestidad en circunstancias en las que la corrupción y la falta de escrúpulos han desvirtuado el servicio público como esencia de la política; aplicar la gobernanza en momentos en que la incapacidad de los gobiernos destruye el porvenir de las naciones, es el gran reto del marketing político para rescatar el enamoramiento de los ciudadanos con la democracia, considerado como el sistema que provee la mayor dosis de legitimidad política en los tiempos modernos.

También es interés del libro dejar plasmado que sin democracia el marketing político es una quimera. No es posible hablar de marketing político en sociedades donde no existe la libertad ni la competencia institucionalizada de los actores políticos. Solamente la democracia garantiza tales derechos; en consecuencia, la función del voto es elegir y, para que ello sea posible, es necesaria la participación de diferentes opciones políticas a las que se les garantiza la igualdad de derechos y de deberes, por parte de un árbitro imparcial, confiable y transparente. En democracia los ciudadanos eligen, en las dictaduras votan.

Es posible pensar, entonces, que este esfuerzo académico y de investigación de muchos años, es inútil en una Venezuela caracterizada por un autoritarismo decadente que destruyó la institucionalidad republicana de la nación. De lo que se trata, apreciados lectores, es aprender la dura lección que nos está tocando vivir como sociedad para evitar volvernos a equivocar en el futuro. Hacer política como se ha venido haciendo hasta ahora es continuar con los errores del pasado y del presente. Es necesario cambiar el paradigma que nos ha convertido en una sociedad con una débil cultura democrática y con políticos que se empeñan en hacer de la política un fin en sí mismo. El marketing político puede ayudarnos a comprender con mayor certeza la realidad que nos circunda. Ya no es posible hacer verdadera política apelando al cortoplacismo y a la impulsividad; a la falta de visión estratégica; con partidos políticos que están de espaldas a los ciudadanos; con un profundo desconocimiento de las demandas, las expectativas y los sueños de la sociedad; con políticos que siguen pensando que su intuición puede sustituir a la profesionalización de la política, asistida por asesores y consultores en marketing político.

La construcción de la nueva etapa que está por llegar a Venezuela requiere del concurso de profesionales del marketing político, a fin de contribuir con el rescate de la política al servicio de los ciudadanos; una política capaz de edificar sobre cimientos más fuertes la democracia y la libertad como  la referencia más importante de los venezolanos. Es necesario adecentar a la política; es vital que los ciudadanos vuelvan a creer en la política y en los políticos; es urgente que la política sea tratada como una ciencia y no como un invento de “salvadores de la patria” convertidos en la más grande estafa de nuestra historia.

Hacer marketing político es mucho más complejo de lo que muchos puedan pensar. Pero con absoluta convicción puedo decir que, en nuestro país, existen consultores y asesores políticos de comprobada capacidad profesional y solvencia moral para ayudar en la difícil tarea de rescatar un país mejor, en el que todos nos sintamos orgullosos de vivir y de trabajar. Sin duda, el marketing político es un extraordinario aliado del éxito de la política al servicio de una Ve democrática, libre, próspera y con justicia e igualdad de oportunidades para todos.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

miércoles, 5 de diciembre de 2018

No es la guerra económica, ¡eres tú, Nicolás!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Los regímenes totalitarios son expertos en propaganda para transformar mentiras en verdades, con el ánimo de manipular y controlar a sus gobernados y entronizarse en el poder. Una de las características que los identifica es endosarle a un tercero la responsabilidad de sus fracasos e intereses más oscuros. Así actúo Hitler, Stalin, Franco, Pinochet, Somoza y también el dúo Chávez-Maduro. La culpa de las desgracias a la que inmisericordemente someten a sus conciudadanos siempre es de otros, haciéndose acompañar de una doble moral que les imprime un aire de “santidad” convirtiéndolos en los únicos defensores de la justicia. Así son de falsos y mentirosos los dictadores, no importa si son de izquierda o de derecha.

Los venezolanos ya sabemos quién es el verdadero culpable de la debacle del país, a pesar que el régimen se empeñe con un discurso fastidioso en culpar a una guerra económica que sólo existe en sus mentes retorcidas. La guerra económica es el peor pretexto creado por la dictadura para esconder su responsabilidad en la destrucción del país. Guerra económica que sirve para justificar sus descomunales errores, pero no sirve para castigar a los corruptos que saquearon el fisco nacional con más de 450 mil millones de dólares. Sin duda, la guerra que está asesinando silenciosamente a los venezolanos tiene su raíz en la corrupción revolucionaria que enriqueció a un puñado de bandidos, dejando en la peor de las miserias a millones de venezolanos. Esa guerra económica tiene nombre y apellido: socialismo del siglo XXI.

El verdadero rostro de la guerra económica es el brutal saqueo cometido por un grupo de forajidos en contra de los venezolanos. Gracias a la voracidad insaciable por la riqueza mal habida, el régimen destruyó el aparato productivo nacional para obtener jugosas ganancias con importaciones hechas a dólar barato y con condiciones envidiables para los productores extranjeros. En tiempos de vacas gordas, las importaciones a granel paliaron la escasez progresiva de alimentos, insumos, partes y medicinas de origen nacional. Mientras tanto, los delincuentes de cuello rojo y sus testaferros se hacían millonarios con la destrucción de la economía nacional. De igual manera, la devaluación de la moneda favoreció a un dólar controlado para hacer negocios multimillonarios que les permitieron pagar sobornos, ganar licitaciones, comprar bienes e inmuebles en el extranjero y amasar gigantescas fortunas en paraísos fiscales, inclusive, en el mismo imperio yanqui tan odiado por los comunistas criollos.

Ese saqueo impidió hacer nuevas inversiones en infraestructura y servicios, así como mantener las instalaciones existentes. El deterioro en el sistema eléctrico nacional se debe, precisamente, a la malversación de millones de dólares aprobados para modernizar el sistema eléctrico que fueron a parar a manos de ministros y directores del área. Igualmente ocurrió con el sistema de salud pública, tan vanagloriado por el régimen. La prioridad fue abandonar a laboratorios nacionales para comprar medicinas importadas que representaban un negocio muy lucrativo para unos pocos, sin importar la vida de los venezolanos. Los abundantes recursos, que nunca jamás tuvo el país, para erradicar la pobreza, apuntalar a la educación como motor de movilidad social, promover el emprendimiento y construir una economía vigorosa y productiva, se los robaron un grupito de revolucionarios que proclaman a los cuatro vientos que ser rico es malo.

El saqueo y la corrupción destruyeron a PDVSA, la gallinita de los huevos de oro por casi 100 años ininterrumpidos. Cuando la revolución llegó al poder, la producción petrolera era mayor a 3.5 millones de barriles diarios, hoy escasamente llegamos a 1.1 millones de barriles. La destrucción campea en tiempos de revolución montada en el más grande saqueo que país alguno ha experimentado a lo largo de su historia. Esa es la guerra económica que nos convirtió en una sociedad llena de dolor y de miseria. Esa es la verdadera explicación de la hiperinflación más alta y larga del planeta; es la explicación de la escasez de alimentos, medicinas e insumos. Es la culpable de la destrucción del salario real de los venezolanos y de la pauperización del 80% de la población del país. La guerra económica de Maduro es la culpable del mayor éxodo en la historia latinoamericana. Son ellos los que deben cargar en sus conciencias las muertes injustificadas de niños, ancianos y mujeres por falta de alimentos y de asistencia médica. No busquen en otra parte la culpa que sólo ustedes tienen. Por lo menos, sean valientes en admitir que gracias a esta locura desquiciante del socialismo revolucionario, Venezuela hoy está entre los países más pobres y miserables del mundo.  

Creo que ya hay suficientes testimonios para entender que el régimen de Nicolás Maduro es la guerra económica, social, política y humanitaria que está azotando a nuestro país. Esta cruenta guerra económica se intensificará mientras el régimen permanezca en el poder. Mientras persista la cultura de la corrupción que ha permeado el alma de los venezolanos, mientras no exista orden fiscal que discipline el gasto público con emisión de dinero inorgánico, mientras no nos deslastremos del asistencialismo y la dependencia perversa con el Estado; mientras esto no cambie, las cosas no van a mejorar a pesar de los esfuerzos que podamos hacer individualmente.

Vamos a unir esfuerzos acompañados de racionalidad e inteligencia para que el país que soñamos sea diferente al que tenemos. Un país en el que sus gobernantes asuman con responsabilidad las funciones emanadas por mandato popular; un país donde no existan excusas ni pretextos para hacer bien las cosas en beneficio de todos los venezolanos. 
Estoy convencido que podemos hacerlo.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 27 de noviembre de 2018

Una tormenta silenciosa

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Muchas veces lo que vemos es diferente a la realidad. Suele suceder que nuestros sentidos perciben cosas que difieren de la realidad circundante, ya sea porque nos negamos a verla, o porque no disponemos  de suficiente información para interpretarla correctamente. En estos días, la percepción mayoritaria es que los venezolanos estamos aletargados, víctimas de un silencio sepulcral frente a la tragedia que vivimos como país; una parálisis que impide que reaccionemos antes de ser devorados por la vorágine revolucionaria. Otros hablan de un conformismo crónico que nos atrapa en la sobrevivencia para no dejarnos morir. Pareciera que ya no tenemos fuerzas para seguir intentando un cambio de rumbo que nos devuelva la esperanza y la fe perdidas.

Sin embargo, ese silencio convive con una estruendosa tormenta. La quietud del país es aparente aunque parezca real. Estamos viviendo un momento de definiciones para bien o para mal de la República. El régimen no tiene capacidad para sortear la catástrofe producida por ellos mismos; cada vez es más reducido el apoyo de sus correligionarios; al igual que los opositores, la mayoría de los chavistas está apostando por un cambio de gobierno porque la miseria y el hambre desde hace rato se instaló en sus hogares. No hay plan económico del régimen que funcione, todo cuanto hacen va directo al fracaso, porque no tienen la voluntad de atacar las raíces de la crisis. El gobierno de Maduro ya no da para más, aunque todavía mantenga el control del país.

Por otro lado, ya no es posible seguir escondiendo la podredumbre de la revolución. Si alguna referencia histórica tendrá este régimen es la corrupción, considerada como el peor crimen de lesa humanidad que haya cometido gobierno alguno. Por culpa de la corrupción, los venezolanos mueren por falta de alimentos o por falta de asistencia hospitalaria y medicinas; los niños dejaron de ir a la escuela; los jóvenes perdieron el futuro. Gracias a la corrupción, millones de compatriotas engrosan la diáspora más grande en la historia latinoamericana. Mientras a Venezuela la persiguen por doquier la destrucción, la miseria y el caos, una minoría de bandidos saquearon al país de la manera más brutal y grotesca que ninguna nación del planeta pueda imaginar. El ventilador de la corrupción se encendió con tal fuerza que ningún ladrón saldrá ileso, por lo menos, del juicio de la historia.

La comunidad internacional sigue activa frente a la crisis venezolana. Las voces de apoyo para restituir la libertad y la democracia se mantienen firmes. En el ajedrez internacional el destino de Venezuela y sus implicaciones en la seguridad y estabilidad continental, es un tema que gana más adeptos. No sabemos exactamente cuáles son los planes internacionales para Venezuela, pero si sabemos que la diplomacia no se detiene, seguramente estará pensando en métodos que a muchos nos tomará por sorpresa.

Y dentro del país, estamos observando movimientos interesantes por parte de sectores de la sociedad civil y de partidos políticos, tratando de amalgamar posiciones que desemboquen en una unidad útil y conveniente para el país. El estamento político opositor venezolano no está tranquilo, sigue moviéndose en búsqueda de opciones que permitan construir un proceso de transición que nos lleve a puerto seguro, a pesar de la división y rivalidad que persiste entre algunas facciones.

Este panorama reafirma la necesidad de un proceso de negociación orquestado por los venezolanos con acompañamiento internacional. Frente a la brutal crisis de la nación y a la urgente necesidad que las cosas cambien para beneficio de los venezolanos, la negociación con el régimen es una opción que debe tomarse en cuenta, a pesar que esa palabra haya sido satanizada y maldecida por una porción importante de los venezolanos, incluyendo al ala más radical de la oposición democrática.

La negociación es inherente a la política y al poder. Frente a cruentos conflictos políticos que amenazan con desestabilizar a las naciones, o graves problemas que destruyen a las sociedades, la negociación es una opción que ha dado resultados. No podemos cerrarnos a esa posibilidad, especialmente, en circunstancias donde la permanencia del régimen en el poder se ha transformado en una tragedia muy dolorosa para los venezolanos.

La negociación exige racionalidad, inteligencia y una visión de mediano y largo plazo. La negociación no puede desarrollarse en escenarios donde la impulsividad, la radicalización y las falsas expectativas estén sentadas en la mesa de discusión. Asimismo, los negociadores deben gozar del mayor consenso posible para que sus actos estén acompañados de la transparencia y la honestidad para legitimar sus decisiones. Por ello es tan importante que la oposición democrática venezolana dirima con sabiduría sus diferencias para que, al momento de negociar con el régimen, nuestros negociadores sepan qué hacer para alcanzar las mejores condiciones para la transición política de la nación.

Insisto en la opción de la negociación con el régimen, aunque ello genere la crítica destructiva de algunos lectores, porque creo que aquí no habrá intervención militar internacional, ni insurrección militar, ni un levantamiento popular para destronar al régimen, a pesar de la calamidad que éste representa para los venezolanos y para la comunidad internacional.

El régimen está consciente de lo que podría venir a partir del próximo 10 de enero, cuando no sea reconocido por una gran cantidad de países, incluyendo a nuestros vecinos, Estados Unidos y la Unión Europea. Aun así, el régimen seguirá guapeando para quedarse en el poder, porque fuera de éste tiene mucho más que perder. Entonces, resulta útil y conveniente para el país que la oposición empiece a abonar el terreno de una negociación beneficiosa para los venezolanos que cuente con el aval de la comunidad internacional, a fin de orientar el rumbo futuro de Venezuela y el rescate de la democracia y la libertad.

Pero nada de esto será factible y bueno para Venezuela, si la dirigencia democrática continúa anclada en los egos estériles, en los odios que retardan el advenimiento del cambio y en los radicalismos que impiden evaluar la opción de una negociación con el régimen.

Ojalá el ruido de esta tormenta sea el inicio del tránsito por un camino que acabe con el silencio que nos mantiene atados a la oscuridad, a la esclavitud y a la miseria.  

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 20 de noviembre de 2018

¡O nos unimos, o nos hundimos!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Dice el refrán popular que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Desde hace bastante tiempo voces con suficiente solvencia moral están señalando con preocupación que, frente a la descomunal crisis nacional, urge un cambio de actitud por parte de la dirigencia democrática, orientada a la construcción de una unidad política que contribuya con el rescate de la libertad y la institucionalidad democrática, so pena de perder la República que tantos esfuerzos nos costó instaurarla. Nadie puede decir que no nos advirtieron acerca de la profundización de la tragedia, en caso de continuar en el poder este régimen castro-comunista. En términos simples pero contundentes, tal como lo planteó el Dr. Jorge Sánchez Meleán, o la oposición se une o los venezolanos nos hundimos. No tenemos otra opción.

Los disensos son inherentes al pensamiento democrático; la diversidad es precisamente lo que fortalece la legitimidad que sólo la democracia provee. Pero, en circunstancias tan graves para Venezuela, las diferencias deben canalizarse con racionalidad e inteligencia para evitar que el objetivo supremo, como es liberar la patria, sea torpedeado por intereses particulares. Nada justifica que la oposición venezolana se mantenga actualmente desarticulada, dividida e infantilmente enemistada. Los egos y la vanidad personal deben echarse a un lado para dar paso, de una vez por todas, a la madurez política y al compromiso auténtico con la Venezuela libre, democrática y decente. 

Los venezolanos no estamos exigiendo amor eterno entre los dirigentes opositores; ni amapuches, ni abrazos en público. No les estamos pidiendo una unidad perfecta; les estamos exigiendo una unidad útil al servicio de la patria; unidad impregnada de madurez política, responsabilidad y amor genuino por el país. ¿Acaso la libertad de Venezuela y un mejor futuro para los venezolanos no son suficientes razones para construir esa unidad necesaria? Sólo así podrán proyectar, ante el país y el mundo, que son una dirigencia capaz de asumir con inteligencia los retos que significa un proceso de negociación que confluya en un gobierno de transición resteado con la institucionalidad democrática. Nos corresponde a nosotros resolver nuestros problemas, desde luego, con con el acompañamiento internacional; pero los gobiernos amigos que están ocupándose del caso venezolano lo han expresado con claridad, ellos no van a hacer lo que nosotros debemos hacer.

Por tal razón, celebro la presentación del documento “La hora de la democracia”, a cargo de honorables zulianos como lo son Ángel Lombardi, Jorge Sánchez Meleán, León Sarcos y Edward Rodríguez, avalado con mi firma y la de los representantes de diversas organizaciones del Estado Zulia, incluyendo a los partidos políticos de la región. En ese documento se plasma el interés de la sociedad civil para contribuir con la solución de la crisis, frente al silencio de la oposición democrática. El documento es una reflexión oportuna y necesaria para construir la unidad política, como única opción para salir de la tragedia que nos heredó el socialismo del siglo XXI. 

No pretende este grupo de notables zulianos competir con ninguna instancia política, ni mucho menos organizar la lucha que debemos librar los venezolanos para instaurar un modelo verdaderamente democrático. Es un documento que sirve de inspiración para servirle a la unidad nacional y a la grandeza del país, en el que no tienen cabida la mezquindad y el cálculo político. Es un documento que advierte, una vez más, acerca del peligro que se cierne sobre Venezuela si el régimen logra atornillarse en el poder. En definitiva, es un llamado desesperado para mover las reservas morales que todavía existen, a fin de salvar a Venezuela de la barbarie que nos está destruyendo como sociedad. Es un grito desde el Zulia para que todos los venezolanos nos unamos como uno y rescatar cuanto antes la libertad y la democracia, secuestrada por una mafia que pretende entronizarse en el poder.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 13 de noviembre de 2018


Las elecciones “midterms” de USA

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El pasado 6 de noviembre, los norteamericanos acudieron a las urnas por primera vez después de la elección del presidente Trump hace dos años. Comicios que generaron mucho interés, ya que son percibidos como una especie de referéndum del mandato de Trump. En todo caso, para los partidos Demócrata y Republicano, las elecciones intermedias resultaban cruciales para sus objetivos a mediano y largo plazo. La verdad es que ambos ganaron y perdieron al propio tiempo. Nadie puede celebrar una victoria completa.

En esas elecciones, se renovó en su totalidad la Cámara de Representantes integrada por 435 diputados; se eligieron 35 de los 100 miembros que conforman el Senado; y, 36 gobernadores de los 50 que forman parte de la Unión Americana. Los resultados revelan mayoría demócrata en la Cámara de Representantes; mayoría republicana en el Senado; 25 gobernadores del partido Republicano, perdiendo 6 gobernaciones, y 21 gobernadores para los demócratas, perdiendo también 6 estados. En líneas generales, ninguno de los partidos del stablisment alcanzó la totalidad de los objetivos trazados durante la campaña.
Los demócratas aspiraban obtener la mayoría de ambas cámaras, después de ocho años de control republicano, para frenar las políticas de la administración Trump, especialmente, en el área social, inmigración, política exterior y comercio internacional, amén de los riesgos percibidos en la estabilidad institucional con el actual mandatario.

Por su parte, los republicanos con Trump a la cabeza, tenían como objetivo mantener la hegemonía parlamentaria, a fin de consolidar el liderazgo del presidente con miras al 2020, aportando un contundente apoyo a sus controversiales políticas. Al final, el equilibrio y contra peso de las instituciones en democracia ganó la elección, como debe ser dentro de un sistema en el que el poder de las leyes y el de las instituciones están por encima de los liderazgos personales y de las apetencias de grupos y parcialidades.

La experiencia histórica enseña que a los gobernantes no se les puede entregar un cheque en blanco para administrar el destino de una nación, evitando con eso los exabruptos y “locuras” que con frecuencia rondan al poder cuando se torna absoluto. La esencia de la política es la negociación y a ella deben someterse los gobernantes, porque la prioridad en todo caso debe ser el bienestar de los ciudadanos, practicando el respeto, la pluralidad de ideas, la inclusión y, algo muy simple pero difícil de encontrar en estos tiempos, el sentido común. En el caso norteamericano, el presidente Trump tendrá que manejar con tacto y sabiduría la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, poniendo de manifiesto la capacidad de negociación, de la que pareciera no ser muy afecto, para salir airoso de posibles conflictos políticos y legales en el futuro.

A tal efecto, los demócratas tendrán que legislar a favor de los ciudadanos que los votaron, sin practicar una oposición obstruccionista en políticas que son favorables para la nación. Si el poder absoluto es sal que corroe la democracia, la oposición per se es un mecanismo que pone freno a iniciativas dirigidas a materializar el progreso de las sociedades; con ambas posiciones pierde la democracia y, por ende, los ciudadanos. En política, como lo dijo Aristóteles, hay que practicar el justo medio, que no es otra cosa que la prudencia como virtud esencial del poder dentro de la democracia.

Otro dato interesante que pudimos apreciar de las elecciones intermedias de USA, es la victoria de algunas minorías, revelándose de esta manera el multiculturalismo presente en sociedades postmodernistas. Jared Polis, miembro de la comunidad LGTB, gana la gobernación de Colorado; Rashida Tlaib y IIban Omar, ambas musulmanas, lograron curules en la Cámara de Representantes; Alexandria Ocasio-Cortez, trabajadora de un hotel, es elegida como la representante más joven de la cámara, oriunda del Estado de New York; y, dos nativas americanas, Sharice Davids y Debra Haaland, forman parte ahora de la Cámara de Representantes. La realidad multiétnica, la diversidad religiosa y sexual, son aspectos relevantes en la sociedad norteamericana que, con el transcurrir del tiempo, han ganado espacios, incrementando su influencia política en las decisiones de esa nación.

Por ahora, Donald Trump sin una victoria contundente, sigue vivo para el 2020. Tendrá que proyectar un liderazgo más incluyente, menos impulsivo y más conciliador en torno a los grandes temas que debe enfrentar Estados Unidos; y, los demócratas tendrán que trabajar arduamente si desean replicar el éxito del Bill Clinton, al ganarle al ex presidente Bush (1989-1993) impidiendo su reelección para un segundo mandato.

Como ferviente amante de la democracia, aspiro que ambos partidos, desde el lugar que el voto mayoritario los colocó (Presidencia, Senado y Cámara de Representantes), aboguen seriamente por el rescate de la libertad venezolana. Nada más contundente y categórico que la unidad de los demócratas y republicanos en torno a posiciones y decisiones que nos ayuden a buscar opciones de negociación para instaurar definitivamente un gobierno de transición en Venezuela. Siempre he manifestado que Venezuela no es cualquier país en el continente, aunque actualmente exhibamos índices de pobreza similares a los de Haití.

La otrora estabilidad y referencia democrática de Venezuela en la región, su ubicación geográfica, la riqueza de recursos naturales y el talento de sus nacionales, la influencia económica en la región y el cese de la diáspora como fenómeno inédito en América Latina, son asuntos demasiado importantes para no ser tomados en cuenta. La libertad y la institucionalidad democrática en Venezuela  nos debe importar tanto a los venezolanos como a los demócratas del mundo libre y civilizado. A la larga, si Venezuela consolida una dictadura comunista que apoya a la guerrilla y a grupos terroristas, con total complacencia con el narcotráfico, se podría convertir en un grave problema para la seguridad y estabilidad de la región, sumado a las dificultades que está originando la emigración venezolana en varios países del continente.

Ojalá la racionalidad y el sentido común de la dirigencia opositora venezolana, así como el compromiso y la voluntad política de los gobiernos democráticos del continente, entre los que destacan la administración Trump, puedan alcanzar puntos de convergencia en el corto plazo para actuar a favor de la libertad de Venezuela y convertirnos nuevamente en un farol de la democracia en el continente americano.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 6 de noviembre de 2018

Puro circo, pan no hay

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La tentación populista ha penetrado históricamente a la política latinoamericana; los populistas de izquierda y de derecha han hecho del “pan y circo para el pueblo” un mecanismo relativamente exitoso para manipular a los estratos más vulnerables de la sociedad haciéndoles creer, por un lado, que el gobierno es el único que puede proveerles lo necesario para vivir con dignidad y, por otro lado, esconder su incapacidad para resolver los graves problemas que agobian a los ciudadanos, manteniéndolos en una situación de minusvalía y dependencia crónica frente al poder del Estado.

En tiempos de revolución, Venezuela ha sido víctima de la política del “pan y circo” hábilmente implementada por Hugo Chávez, quien manejó con absoluta irresponsabilidad la mayor riqueza petrolera jamás vista en nuestro país. Esa coyuntura le permitió proyectarse como el único proveedor de los venezolanos, el salvador que vino a redimir a los pobres execrados por todos los gobiernos anteriores.  ¡Cuanta falsedad, cuanto engaño! Sin duda, el chavismo es la peor estafa que hemos sufrido los venezolanos a lo largo de nuestra historia.

En tiempos más recientes, aún en revolución para desgracia nuestra, el grotesco e inmoral saqueo del país por parte del régimen, acabó con el pan para hacer de su política un permanente circo, protagonizada por la burda teatralidad de actores que nos llenan de vergüenza y de la más espantosa miseria. Esa manera de hacer política la practican todos los niveles del régimen, desde el nacional hasta la más pequeña alcaldía de la República.

En el caso concreto del Zulia, el circo después de unos meses de silencio afloró con motivo de la feria de La Chinita, a pesar de las desgracias que martirizan a nuestro estado y, principalmente, a la ciudad de Maracaibo. En el Zulia, no sólo no hay pan, aquí la vorágine revolucionaria acabó con todo, pero los ineptos que nos gobiernan quieren tapar su estruendoso fracaso con parrandas y shows televisivos para abultar los bolsillos de unos pocos enchufados, sin importarles que al otro día la resaca de la pobreza será peor que durante los días que dure el circo.

Ciertamente en momentos de tanta crispación, la gente necesita recrearse para continuar el duro tránsito por un camino lleno de obstáculos, pero lo que resulta inaceptable y hasta inmoral es que los gobernantes gasten una fortuna en jolgorios de cara a tantas necesidades, cuando el Zulia y su capital se caen literalmente a pedazos. Esa no es la manera para contribuir con la tranquilidad de los ciudadanos, tan necesaria en circunstancias cuando apenas sobrevivimos para no dejarnos morir.

Se gastan millones en circo y en la llamada “fiesta de la luz”, cuando los zulianos debemos soportar estoicamente los frecuentes cortes del servicio eléctrico, aún cuando el gobernador anunció con bombas y platillos la restitución completa de ese servicio; no hay agua potable y la que llega es de muy dudosa calidad; la basura y las moscas pululan a lo largo y ancho de la ciudad, produciendo enfermedades cuando enfermarse está prohibido en este país; la vialidad es un completo desastre, cráteres lunares en casi todas las vías; no hay semáforos, generando anarquía en nuestras calles y avenidas. El hampa ha resurgido con fuerza y no existe un organismo de seguridad que le pongan freno a semejante flagelo. Maracaibo es el reflejo del más grande fracaso de la revolución en la era madurista. Nunca antes habíamos sufrido tanta desolación y abandono. Con qué desfachatez quieren hacernos creer que aquí no pasa nada, porque la revolución como un solo gobierno nos trae la paz, el bienestar y el progreso que sólo existe en la mentalidad de sus incompetentes gobernantes.

En esta miseria y caos generalizado, los gobernantes revolucionarios deben entender que el circo ya no les da beneficios políticos, porque la inmensa mayoría de los zulianos y, particularmente, los maracaiberos estamos reclamando gobiernos eficientes, probos y valientes para enfrentar al centralismo que se ha empecinado en destruir al Zulia. Los zulianos cómplices nos han hecho igual o peor daño que los revolucionarios centralistas. Ya basta de un circo bufón que aumenta las desgracias del pueblo zuliano.

Es momento de pensar en grande a la ciudad y dejar a un lado la prédica del “pan y el circo”. Necesitamos una ciudad limpia, iluminada, ordenada, con calles pavimentadas y semáforos funcionando, parques seguros y bonitos donde podemos asistir con familias y amigos para el sano disfrute y esparcimiento. Una ciudad con seguridad día y noche; con un transporte público moderno y humano; una ciudad con una economía vigorosa y proveedora de empleos productivos y de calidad; una ciudad donde sus ciudadanos se sientan orgullosos de vivir en Maracaibo, que sean respetados y se les motive a cumplir con sus obligaciones con la municipalidad. Si los gobiernos no trabajan en búsqueda del bienestar colectivo, resulta cuesta arriba obligar a sus habitantes a que paguen impuestos y servicios que no funcionan. Esa es la otra realidad que debemos cambiar; mayor involucramiento en los asuntos públicos para vencer la anomia y el conformismo de la gente que termina aplaudiendo a la cultura cirquera en desmedro de los propios ciudadanos.

Apenas faltan once años para celebrar los cinco siglos de la fundación de Maracaibo (2029); el tiempo apremia y demanda de sus gobernantes y ciudadanos iniciativas, proyectos y la voluntad férrea de hacer de nuestra capital la joya del Caribe. Si desde una vez empezamos a soñar con esa realidad, lograremos alcanzar los objetivos. Frente al pan y circo practicado por los gobernantes revolucionarios, antepongamos un espíritu de grandeza, compromiso y de verdadero amor por una ciudad que siempre estuvo en un sitial preferente de la vida nacional. Con seguridad ese sería el mejor homenaje para ofrendar a nuestra Chinita que nos colma con sus bendiciones.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

miércoles, 31 de octubre de 2018

Un llamado desesperado

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La Iglesia Católica, en nombre de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y de esclarecidos prelados, entre los que destacan el cardenal Baltazar Porras, el padre Luís Ugalde S.J. y el padre Francisco Virtuoso S.J., han planteado una visión muy clara acerca de la crisis inédita que experimenta el país. Los planteamientos de la Iglesia no se han quedado en el diagnóstico, ya conocido por todos, sino que han propuesto ideas que contribuyan con la búsqueda de opciones para resolver este conflicto que ya se torna inhumano, inaguantable e injustificable desde todo punto de vista. Seguramente nadie como la Iglesia y sus pastores, le han hablado al país con tanta coherencia y sabiduría, privilegiando el bien común, la vocación incluyente y fraterna y la búsqueda incesante del bienestar de todos los venezolanos. La actitud democrática y valiente de la Iglesia Católica, debería ser ejemplo a seguir por las diferentes organizaciones y personalidades que conforman la oposición democrática venezolana, especialmente los dirigentes y partidos políticos.

Desde todas partes del mundo oímos opiniones que desnudan el conflicto venezolano; voces que se levantan para denunciar las atrocidades del régimen de Nicolás Maduro y su pretensión de instaurar una dictadura comunista en Venezuela. El Ministro de Estado para las Américas de la cancillería británica, Sir Alan Duncan, pronunció recientemente un discurso en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018, donde expresó “…hoy quiero enfocar mis comentarios sobre un país que ofrece un fuerte contraste: Venezuela. Haré esto porque es un Estado fallido que presenta la crisis económica y humanitaria más profunda que haya sido creada por el hombre en la historia moderna de América Latina. Su impacto negativo, vívidamente ilustrado por el éxodo de más de dos millones de personas que han huido a otros países, representa un desafío sin precedentes para la región”.

Las palabras de Duncan podríamos resumirlas en tres puntos generales. El primero, Venezuela es hoy un Estado fallido, incapaz de garantizar la gobernanza (buen gobierno) del país; en segundo lugar, el régimen ha producido la peor crisis económica y humanitaria que se haya registrado en la historia moderna de la región; y, por último, el conflicto venezolano se constituye en un desafío peligroso para América Latina. La crisis venezolana desbordó las fronteras patrias para convertirse en un problema que efectivamente afecta la estabilidad política, económica y social de la región latinoamericana. Esa dantesca realidad es conocida suficientemente por los gobiernos democráticos del mundo, muchos de ellos ocupados en plantear propuestas que resuelvan el conflicto que nos agobia. Y, ni que decir de los que vivimos en el país, no sólo conocemos la cruda realidad, sino que somos víctimas de la barbarie de un régimen que trabaja cada día para eliminar de raíz cualquier vestigio de tranquilidad y bienestar de los venezolanos.

Hemos llegado demasiado lejos, mucho más de lo que jamás imaginamos. Lo que parecía imposible, esta mafia gobernante lo ha logrado para desgracia de Venezuela. Han sido exitosos en la instauración de un régimen político que devastó la institucionalidad democrática, destruyó los cimientos de una economía libre y productiva, pulverizó los valores ciudadanos para la defensa de la libertad y la democracia, resquebrajó la unidad de las familias venezolana al propiciar el más grande éxodo que tengamos memoria los latinoamericanos; es un régimen que ha llenado de pobreza y miseria a un país que posee todos los recursos, incluyendo el talento humano, para alcanzar el desarrollo integral; en fin, se propusieron y lograron instaurar una dictadura comunista en pleno siglo XXI y en el país menos pensado del planeta. En veinte años arrasaron con Venezuela y todavía pretenden seguir gobernando haciendo uso del poder que les proveen las armas de la República, la corrupción en todos los niveles del gobierno y el narcotráfico como negocio muy lucrativo para los potentados del régimen.

¿Qué más tiene que pasar para que los venezolanos actuemos en unidad para combatir esta plaga que pretende exterminarnos como sociedad? Nada justifica que en la hora más oscura de nuestra historia contemporánea, existan sectores de la oposición cuidando sus intereses particulares en vez de sumar voluntades para rescatar al país. Pero lo más lamentable de semejante mezquindad es que, mientras que este régimen permanezca en el poder, continuarán peleando cual borrachos por una botella vacía, porque actualmente no existe posibilidad alguna de llegar al poder si la oposición está dividida, desarticulada y, lo que es más imperdonable, enemistada. Mientras los dirigentes y partidos de oposición actúen por su cuenta realizando asambleas en plazas públicas, caminando por calles desoladas, o plasmando su irracionalidad y visceralidad a través de las redes sociales, se hará mucho más difícil la salida del régimen y la construcción de la transición a la democracia. Es el momento de decidir qué deseamos para Venezuela, una dictadura comunista o un sistema que permita el rescate de las libertades democráticas y de una economía vigorosa, productiva y al servicio del bienestar de los venezolanos.

En la peor tragedia que hemos vivido los venezolanos durante la era republicana, recordemos las palabras de Martin Luther King: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda”. Hagamos un alto a la irracionalidad, a la falta de sentido común, a la mezquindad que impide abrazar lo mejor que tenemos como venezolanos para que, unidos y comprometidos con Venezuela, redoblemos los esfuerzos como uno solo para aligerar esta pesada carga que amenaza con eliminarnos.

En nombre de millones de venezolanos de buena voluntad, hago un llamado desesperado a la oposición venezolana para que depongan las actitudes mezquinas que impiden construir el túnel que nos permita ver la luz al final del mismo. Es imperativo, es urgente, es un compromiso con Venezuela que los líderes democráticos se reúnan para dialogar con franqueza y fortalezcan los aspectos que los unen, deslastrándose de aquellos que los separan. Este pueblo sabrá agradecer ese noble gesto, en la convicción que los venezolanos le recompensaremos el sacrificio y la entrega por la nación. Si ustedes acuerdan la unidad política que estamos necesitando, podremos decir con seguridad que falta poco para iniciar el camino de la libertad y la democracia. No defrauden a su país, a sus hijos, a sus familias, porque probablemente después no tendrán el coraje de mirarlos a los ojos sabiendo que no hicieron lo suficiente para liberar a Venezuela de esta mafia que nos desgobierna.

Profesor Titular Eméritus de LUZ   

martes, 23 de octubre de 2018


URU: 45 años de historia

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El 24 de octubre de 1973, el Zulia escribió otra gloriosa página en su rutilante historia; ese día nació la Universidad Rafael Urdaneta (URU), primera universidad privada de la provincia venezolana. A lo largo de 45 años de labor ininterrumpida, la URU ha sido pilar fundamental del progreso de la región y del país, contribuyendo con la formación de recursos humanos altamente calificados en diferentes áreas del conocimiento y de la tecnología. La URU fue protagonista de primera fila en el proceso de modernización que experimentó el Zulia durante los últimos años del siglo pasado; y, en las primeras décadas del siglo XXI, a pesar de la profunda crisis que nos agobia, la URU sigue apostando por el país, manteniendo intacta su vocación de servicio, la defensa de la libertad y de la democracia, y la absoluta convicción que con educación de calidad y con ciudadanos profesionales, podremos reconstruir la Venezuela con la que soñamos la inmensa mayoría de los venezolanos.

La visión de futuro, la ética y el compromiso con la región por parte de un notable grupo de zulianos, entre los que destaca el Dr. Eloy Párraga Villamarín (+), su primer Rector, hicieron posible la creación de una universidad privada ranqueada entre las más importantes de la nación. Por vez primera, los estudiantes del interior del país tuvimos la oportunidad de cursar carreras como Ciencias Políticas y Psicología, hasta esa fecha reservadas a universidades de la capital de la República. Ese ha sido uno de los tantos logros de la URU, aunado a la oferta de otras carreras claves para el desarrollo nacional, enmarcadas dentro de la ingeniería, la administración de empresas y la producción agropecuaria.

En lo personal, me siento honrado y profundamente orgulloso que sea la URU mi Alma Mater; la que me formó como Politólogo y abrió sus puertas para iniciarme en la docencia universitaria, la gran pasión de mi vida. Además de profesor en varias asignaturas, me correspondió dirigir las Escuelas de Ciencias Políticas y Administración de Empresas, respectivamente, durante un lapso de doce años. La responsabilidad profesional, la disciplina académica y la disposición permanente para adquirir nuevos conocimientos, son lecciones que aprendí en la URU de la mano de talentosos profesores que han dejado huella profunda en mi peregrinaje politológico. Recuerdo con especial afecto y gratitud a Romano Pastore (+), jefe, socio y mejor amigo, Carlos Altimari Gásperi, Jorge Sánchez Meleán, Beatriz Aparicio de De La Hera, María Jesús Fuentes, Alfredo Keller (tutor de nuestra Tesis de Grado), al Rector Párraga Villamarín, quien asumió la responsabilidad de dirigir la universidad, cumplir rigurosamente con sus funciones docentes y atender los compromisos políticos, entre otros tantos profesores y compañeros con gran mística de trabajo y honorabilidad a carta cabal.

Pero no conforme con ello, le entregué a la URU la formación profesional de mis dos hijos. Laura Virginia egresó como Psicóloga y José Miguel como Ingeniero Electricista, ambos profesionales competentes y capaces de asumir los nuevos retos que demanda la sociedad del conocimiento. Por tal razón, estoy doblemente agradecido con la Universidad Rafael Urdaneta.

En su etapa más reciente, con las nuevas y modernas instalaciones, ubicadas en el Parque Vereda del Lago, la URU se ha convertido en el centro cultural por excelencia de la ciudad. Su Aula Magna luce esplendorosa, ofreciendo un espacio excepcional para que artistas nacionales e internacionales deleiten con su arte y talento a los maracaiberos. De esta manera, la URU cumple celosamente con las funciones que le corresponde como una de las instituciones privadas de educación superior más reputadas del país.

Al arribar al cuadragésimo quinto aniversario, la URU es una institución que continúa guardando un lugar preferente en la historia contemporánea del Estado Zulia; es una institución con suficiente solvencia académica y moral para afianzar su contribución al desarrollo regional y nacional, entendiendo que su participación e involucramiento público luce oportuno y necesario para definir los retos que debe asumir el país en el momento más oscuro de su historia republicana.

Deseo expresar mis sinceras felicitaciones por este nuevo aniversario de la URU, al amigo Rector Jesús Esparza Bracho, extensivo a las restantes autoridades rectorales, al personal directivo, profesores, personal administrativo y obrero y, de manera muy especial, a los miles de jóvenes que cursan estudios en la URU, demostrando cada día que a pesar de las dificultades, Venezuela es un país por el que vale la pena luchar. ¡Enhorabuena mi amada Universidad, feliz cumpleaños!

Para finalizar, deseo aprovechar la oportunidad para felicitar efusivamente a mis amigos integrantes de la promoción URU-Octubre 82, al cumplir 36 años de haber alcanzado una meta importante en nuestras vidas al recibir el título de Politólogos. Un gran abrazo para cada uno de ustedes queridos colegas.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

miércoles, 17 de octubre de 2018


¿Cuántos más Fernando Albán?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Las manos de los dictadores están llenas de sangre, de hambre, de dolor y de muerte. Practican la perversidad, el cinismo y la inmoralidad para tratar de esconder su principal debilidad, el inmenso repudio que la sociedad siente por ellos. La fuerza de la que se ufanan se apoya en las más viles atrocidades para mantenerse en el poder a través del tiempo.

Sólo basta mirar la historia para corroborar la crueldad de la que son capaces los dictadores, no importa si son de derecha o de izquierda. A sus espaldas, dejan una estela de muerte y de destrucción. Les molesta todo aquel que se oponga sus macabros planes y proyectos. Pretenden hacer creer que sólo ellos encarnan el amor por el pueblo, la honestidad más pura, o la fuerza salvadora para liberar a la sociedad de los males engendrados por otros que deben ser aniquilados.

Venezuela no escapa del sufrimiento que provoca la dictadura del socialismo del siglo XXI. Realmente es una calamidad la que estamos viviendo los venezolanos. A los jefes de la dictadura no les importa la vida, la dignidad humana y la libertad que heredamos de la democracia. Sólo les importa mantenerse en el poder para disfrutar de las comodidades, las extravagancias y las riquezas que sólo por esta vía pueden obtener. Las consecuencias de la descomunal corrupción y el saqueo que la dictadura ha operado en Venezuela, no son comparables con ninguna de las otras dictaduras que ha sufrido el país.

La extraña muerte del concejal metropolitano Fernando Albán, desnudó de nuevo al régimen de Maduro. La tesis del suicidio es una fábula que sólo creen los victimarios de Venezuela. No les bastó encarcelarlo ilegal y arbitrariamente, sino que lo torturaron salvajemente hasta dejarlo muerto para inventarse una historia de engaños y manipulación. Lamentablemente, Fernando es un venezolano que pagó con su vida la lucha por la libertad del país. Eso no puede seguir pasando en Venezuela. El nombre de Fernando Albán debe recordarnos que, aunque a veces parezcamos indolentes, en el país aún existe reserva moral, voluntad y valentía para vencer a la oscuridad y a la maldad encarnada por la dictadura.

A lo largo de estos últimos veinte años, son muchos los Albán que mueren cada día en Venezuela. Cientos de jóvenes han muerto en manos de los cuerpos de seguridad, cuando luchaban cívicamente en las calles por el supremo derecho de la libertad de su país. Otros tantos mueren a diario porque no hay medicinas y, si las encuentran, no pueden comprarlas porque están muy caras, mientras que la dictadura injustificadamente se opone a que llegue la ayuda humanitaria del exterior. También son miles los niños que mueren por desnutrición o por falta de atención médica; el hambre está tocando con dolor las puertas de miles de hogares, siendo los niños y los ancianos los más vulnerables. El hambre y la desnutrición son los delitos más abominables de esta dictadura que no le importa la vida de los venezolanos. Desgraciadamente, otros venezolanos abatidos por los infortunios que les acarrea el régimen, cuando la fe y la esperanza los abandonan, deciden acabar efectivamente con su vida dejando a sus familias en total abandono.

Otros mueren sin haber fallecido. Mueren de dolor e impotencia cuando obligados abandonan a su país, a sus familias, a sus amores, buscando nuevos horizontes, porque quedarse en Venezuela significa sobrevivir apenas o dejarse morir. Tantos jóvenes ven desechos sus sueños de hacerse hombres y mujeres de bien, aptos para construir un mejor país que el que tenemos; esos jóvenes mueren poco a poco en manos de una dictadura que les robó su futuro, que les impide vivir digna y decentemente.

Esta dictadura igualmente sembró la cultura de la muerte en manos de delincuentes que roban y asesinan sin control alguno y, muchos de ellos, amparados por los cuerpos de seguridad y tribunales de la República. Delincuencia que ha apagado miles y miles de vidas humanas a lo largo de esta plaga que se hace llamar socialismo del siglo XXI. En nuestro país, se asesina por un teléfono celular, por zapatos deportivos, por una bolsa de comida, mientras tanto la dictadura alimenta el odio y el resentimiento de grupos colectivos que actúan bajo la influencia diabólica de la revolución.

¿Cuántos más Fernando Albán tendrán que morir antes que la luz de la libertad y la justicia se apoderen por siempre de Venezuela? Ojalá pronto demos por concluida la fase más oscura del destino nacional. Ojalá se imponga de una buena vez el espíritu de la unidad nacional para que todos luchemos para sembrar de nuevo en Venezuela la cultura de la vida, la reconciliación, la hermandad que nos ha caracterizado a través de los años, la libertad y la vocación por el trabajo productivo que nos traiga más y mejores oportunidades para todos. 

Profesor Titular Eméritus de LUZ