miércoles, 16 de junio de 2021

 

México logró detener el aluvión

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Las elecciones mexicanas del 6 de junio nos dejan varias lecturas que deben analizarse con objetividad y con la profundidad que el caso amerita. Lo primero que debemos resaltar, es que la participación electoral se ubicó en 52.5%, 10% menos que la registrada en el 2018 (62.65%). A pesar de ser elecciones intermedias y en plena pandemia por covid-19, la participación no varió significativamente respecto al promedio histórico. La pandemia del covid-19 tuvo menor incidencia en la abstención electoral de la que esperábamos.

Otro dato de mucho interés es que Morena no pudo retener la mayoría absoluta, tal como lo revelaron las proyecciones de la intención de voto. Hasta el momento de escribir este artículo, Morena había perdido más de 50 curules, pasando de 256 a 200 diputados; la oposición quedó representada por el PAN, partido que experimentó un crecimiento de 32%, al pasar de 77 a 114 diputados; y, el PRI obtuvo 71 diputados, 23 más que en el 2018. Con esta nueva correlación política, queda claro que los mexicanos  votaron por un equilibrio político en la Cámara de Diputados, a fin de preservar los contrapesos institucionales que provee la democracia y la constitución. Esta nueva realidad política en el parlamento, obligaría al presidente López Obrador y a su partido, a recurrir a la negociación para dirimir temas de sumo interés para el país y para el proyecto de la 4T, habida cuenta que resulta imposible que Morena pueda reunir la mayoría calificada con el apoyo de sus aliados, el PVEM y el PT, los cuales suman junto a Morena 277 diputados, faltando todavía 53 votos para alcanzarla.

Sin mayoría calificada se pone freno a reformas constitucionales que pueden afectar la institucionalidad mexicana, tales como la reelección presidencial, la reforma del INE y otros temas de significativa importancia. En definitiva, México frenó el aluvión en el Congreso, pero a nivel nacional le dio más poder a Morena, acrecentando la hegemonía política que obtuvo en el 2018,  al ganar 11 de las 15 gubernaturas en competencia y terminar gobernando 17 de las 32 gubernaturas del país, lo cual representa el 53% del territorio nacional.

 Estas cifras proyectan a un país que sigue apoyando el proyecto de la 4T pero está consciente, al propio tiempo, que son necesarios los contrapesos para evitar el autoritarismo que fácilmente se ejerce cuando se tiene todo el poder. De nuevo, le brindó la confianza al presidente López pero le restó poder en el parlamento; con lo cual podríamos inferir que, en esta oportunidad, gran parte de los mexicanos no firmaron un cheque en blanco al presidente y a su 4T.

De las elecciones del 6 de junio, se desprenden dos reflexiones básicas. La primera, las malas decisiones del gobierno tuvieron consecuencias en los resultados electorales, impidiendo que Morena obtuviera el triunfo arrollador esperado por el presidente y los dirigentes del partido. En democracia, el poder no es para siempre, permitiéndoles a los ciudadanos, a través del voto, tomar decisiones que contribuyan a retomar el rumbo perdido. La segunda reflexión es pensar que Morena ganando perdió. Los resultados están a la vista, sigue siendo la primera fuerza política de México y aun dispone de recursos suficientes, como por ejemplo el poder, para mantenerlo en los próximos años.

La disyuntiva que se les presentó a los mexicanos el pasado 6 de junio, se mantiene después de las elecciones; por el momento, pareciera estar a salvo la institucionalidad democrática del país. Le corresponde ahora a la oposición, especialmente al PAN, ejercer su rol fundamental en la política mexicana con inteligencia, unidad estratégica y visión de largo plazo, de tal manera que las mayorías lo perciban como un partido con opción real de poder para el 2024.

Para que ello se transforme en realidad, le corresponde a la oposición asumir los grandes desafíos de la democracia mexicana, ahora mayores que antes de la pandemia. Es vital que la oposición mexicana lidere una nueva narrativa confiable, convincente y que conecte con la sociedad, especialmente, con los más vulnerables, a fin de quitarle la bandera de la justicia y la inclusión social a la izquierda populista que pretende apropiárselo. Hasta tanto la oposición no construya un mensaje alternativo al de la 4T, capaz de convencer y emocionar a la gente, que la deslastre del pasado funesto que Morena quiere endosarle, resultará más difícil el inicio de un cambio político para el país. El mensaje no puede ser una reacción a lo que haga o dice el presidente; el mensaje debe ser propositivo, proyectar que la oposición está en capacidad de hacer mejor las cosas, con garantía de un buen gobierno, como lo ha hecho en varios estados de la República.

El desafío mayor es preservar la libertad y fortalecer el sistema democrático, en un ambiente que promueva la unidad nacional y la participación ciudadana,  teniendo como norte los supremos intereses del pueblo mexicano. De ese tamaño es el desafío que tiene frente a sus ojos la oposición democrática mexicana.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)

jueves, 3 de junio de 2021

 

El 6 de junio: la disyuntiva mexicana

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Sin exagerar, hay momentos en que los países se juegan el presente y el futuro. El próximo 6 de junio es uno de esos momentos para México. La elección de ese día no es una más de las tantas que han tenido los mexicanos. En esta oportunidad, la disyuntiva será votar para fortalecer la democracia y la institucionalidad republicana o votar por un sistema político basado en el autoritarismo personal de un líder que cree estar por encima de la Constitución y de las leyes. ¡Mucho cuidado! porque está en juego nada más y nada menos que la libertad de México en todas las áreas del quehacer humano. Podrían dar un salto al vacío y perder todo lo que han logrado para construir una democracia imperfecta, pero al fin y al cabo perfectible con la participación responsable y comprometida de dirigentes y ciudadanos.

La democracia se fortalece con base a acuerdos entre los actores políticos que permiten reunir el mayor nivel de consenso posible, en torno a decisiones y políticas públicas con alto impacto para la sociedad. Estos acuerdos se producen dentro de procesos de negociación –entendida como el arte de la política- en el que las partes ventilan sus propuestas y posiciones para seleccionar, finalmente, aquellas que reflejen un mínimo de entendimiento. Ello supone un juego en el que los actores deben perder algo para obtener una ganancia que satisfaga una parte de sus aspiraciones iniciales. Sólo en regímenes autoritarios, el líder supremo gana todo a costa de las pérdidas de la sociedad.

En las democracias occidentales, el centro natural de las negociaciones políticas lo constituye el poder legislativo; en el caso de México, el Congreso de la Unión es una de las instancias donde  operan los contrapesos y equilibrios institucionales para garantizar que el poder ejecutivo desarrolle una gestión apegada a la Constitución y a las leyes, preservando los intereses supremos de la República. Esa labor de contraloría y fiscalización es fundamental para proteger la libertad, la pluralidad de ideas y el robustecimiento de la democracia.

En estos tiempos difíciles y de mucha incertidumbre, por el bien de México y de la democracia, es necesario elegir un Congreso más equilibrado, con una nueva correlación de fuerzas políticas que representen legítimamente la vasta pluralidad mexicana; es necesario que prevalezca el sentido común y la grandeza de México, por encima de intereses de líderes y de grupos políticos; hoy en día es vital la unidad de México. Esto será posible si lo mexicanos votan el 6 de junio para que Morena no obtenga la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, evitando la tentación autoritaria y populista que se cierne sobre el país, y con ello la polarización, el odio y la división social, letales para el futuro de la sociedad.

Seguir comparando la realidad mexicana con la de otros países, por ejemplo Venezuela, no tiene caso por aquello que nadie escarmienta por cabeza ajena. Cada nación tiene sus propias particularidades, su historia, así como los mecanismos para superar las crisis o, por el contrario, anclarse en el pasado que le cierra el paso a los cambios que está experimentando la humanidad entera.

México, al igual que el resto del mundo, tiene frente a sus ojos grandes retos y desafíos que exigen el involucramiento y participación de toda la sociedad. Con absoluta responsabilidad puedo afirmar que los problemas del país, agravados por la pandemia del covid-19, no podrán resolverse con las ideas y la visión de un solo hombre acompañado por un partido cuyo principal propósito es acatar obedientemente las decisiones, directrices y hasta caprichos de su único líder, sin importar las consecuencias que ello pueda acarrearle al país.

México necesita reactivar la economía para generar empleos productivos y de calidad; ello supone un ambicioso plan basado en la confianza y en la certeza jurídica para impulsar las inversiones nacionales y extranjeras y fortalecer las empresas privadas, generadoras de siete de cada diez empleos mexicanos. También requiere de voluntad política y decisiones firmes, ajenas a la impunidad, para minimizar el clima de violencia que ha aumentado peligrosamente en los dos últimos años; necesita también de una política de apoyos sociales orientadas a sacar de la pobreza a millones de familias, fomentando el emprendedurismo y la iniciativa individual, y no convertirlos en programas utilitarios y asistencialistas que profundizan la dependencia de los ciudadanos con el Estado, cuando lo que hace falta es más ciudadanía y menos control estatal.

Estos y otros retos podrán enfrentarse con una oposición que tenga influencia real en la toma de decisiones y en la elaboración de leyes, que estén al servicio de un proyecto nacional que represente a todos los mexicanos y no a una parcialidad que, como Morena, pretende convertirse en la hegemonía dominante. Para ello es necesario que los mexicanos hagan uso del voto útil que garantice los equilibrios y contrapesos que tanta falta hacen para preservar la democracia como el sistema político y de vida de los mexicanos. Hago votos porque el 6 de junio gane México, gane la libertad y gane la democracia.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)