Armas contra Ideas
Efraín Rincón Marroquín
Son abundantes los ejemplos que corroboran nuestra
afirmación. El toque de diana se ha convertido en el “grito de guerra” de las
campañas oficialistas, especialmente, en el día de las elecciones. Los nombres
de los comandos de campaña del PSUV, son referidos a batallas libradas por
venezolanos de otros tiempos; los servicios estratégicos están en manos de
militares; la pretendida solución de los problemas más álgidos de la nación
(economía, desabastecimiento, bachaqueo, energía eléctrica, entre otros), se
les encomienda a militares que rotan de un cargo a otro con la misma frecuencia
que son transferidos de una a otra plaza militar. Los incrementos salariales
son religiosamente respetados, sin necesidad de levantarse en huelga o
protestar, por lo menos no públicamente. Los beneficios sociales que disfrutan
son espléndidos y muy frecuentes. El estamento militar no sólo tiene
garantizado un salario indexado, en momentos donde la inmensa mayoría de los
venezolanos apenas nos alcanza el salario para medio comer y pagar servicios
públicos cada vez más caros y deficientes, sino que disfrutan de programas
sociales a través de los cuales les regalan desde carros, viviendas, artefactos
eléctricos hasta teléfonos celulares. Muchos recursos para garantizar su “lealtad”
a la revolución y al gobierno cívico-militar.
Mientras tanto, los otros sectores de la sociedad no
forman parte del banquete revolucionario. En el caso de la educación, un
profesor universitario venezolano devenga un salario mensual que oscila entre
65 y 150 dólares, cuando en Chile y Ecuador el salario mínimo de un profesor
universitario es superior a los 1.000 dólares. La educación de calidad es la
más importante prioridad de las naciones con una visión moderna y progresista.
En nuestro país, por el contrario, la renuncia de profesores se ha incrementado
vertiginosamente en los últimos años, pues, los irrisorios salarios y
beneficios los empujan a labrarse un mejor futuro en otros países del mundo,
con lo cual se agrava la crisis universitaria. Definitivamente, las
universidades son la cenicienta de este gobierno. En vez de fortalecer y apoyar
las universidades autónomas, el régimen ha creado universidades de todo tipo
que, a la larga, también las abandonan, constituyéndose en una pesada carga
para las finanzas públicas. En definitiva, ni a las universidades autónomas ni
a las oficialistas, se les presta la debida atención para que puedan cumplir
con el propósito de educar con eficiencia y calidad a las nuevas generaciones
de venezolanos. La mediocridad, la ignorancia y la defensa de intereses
subalternos, le impide al régimen ver la importancia de la educación en la
construcción del progreso para todos los venezolanos.
En el caso de la Universidad del Zulia, el gobierno
aprobó sólo el 30% del presupuesto requerido para garantizar su funcionamiento
en el próximo año. Este gobierno ha convertido a las universidades en meras instituciones
que sólo disponen recursos para pagar salarios de hambre a los que allí
laboramos. El fomento y apoyo a la ciencia y tecnología, esencia de la sociedad
del conocimiento, no es preocupación de este gobierno, brilla por su ausencia.
Convertir nuestras universidades en verdaderos centros del conocimiento, es un
espejismo que este régimen se ha encargado de profundizar. Cuando las ideas y
el conocimiento de los ciudadanos, son menos importantes que las armas que
agreden al pueblo, es un síntoma inequívoco de la podredumbre de un gobierno
que desprecia a los ciudadanos para favorecer a quienes creen ser sus “salvadores”
en momentos en que el barco empieza a hundirse.