miércoles, 22 de junio de 2016

María Guadalupe: Honor a quien honor merece

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Hago un alto en mis análisis de la situación política nacional, para honrar a través de estas líneas a una universitaria integral, orgullo de nuestra Alma Mater. Nos referimos a la Doctora María Guadalupe Núñez de Parra, Vice-Rectora Administrativa de LUZ, mujer excepcional que a lo largo de su vida ha servido con lealtad y profundo amor a su querida universidad.

María Guadalupe ha dejado su huella indeleble en cada una de las responsabilidades que le ha correspondido ejercer dignamente en las diferentes instancias del gobierno universitario. Ha sido la única mujer en ejercer el Decanato de la Facultad de Ingeniería, contribuyendo con su fortalecimiento académico, de investigación y extensión; facultad reconocida nacional e internacionalmente, a la vanguardia de los cambios tecnológicos y con suficiente capacidad para ofrecer soluciones efectivas a los problemas de la región y del país.

María Guadalupe fue también la primera mujer en ocupar la Dirección de Administración de LUZ, ejerciendo con pulcritud, idoneidad y honestidad tan difícil cargo. Y, en el 2008 conquistó la confianza de la mayoría del claustro universitario, al elegirla como Vice-Rectora Administrativa, cargo que por primera vez también es ejercido por una mujer con los quilates de María Guadalupe. En momentos de tantas dificultades para Venezuela y las universidades autónomas, producto de la desidia, mezquindad e incomprensión del gobierno revolucionario, María Guadalupe ha demostrado con su firmeza y perseverancia, trabajo incansable y vocación de diálogo, que resultó ser la mejor opción de los universitarios para que liderara la administración de la institución. Su empeño en defender la autonomía y la democracia universitarias, en rendir cuentas claras y en mostrar resultados satisfactorios de su gestión,  a pesar de la profunda crisis universitaria, la convierten en una servidora pública excepcional, cuyo propósito fundamental ha sido trabajar con denuedo por la institución por la que ha luchado toda su vida. Su trayectoria universitaria le ha valido el respeto, reconocimiento y afecto de todos los universitarios de buena voluntad. Es un sitial ganado a puro pulso y corazón.

María Guadalupe es testimonio auténtico de la honestidad con la que deben administrarse los recursos universitarios; su capacidad y talento han estado prestos para contribuir con eficiencia a la solución de los graves problemas de la comunidad; jamás ha doblegado su férrea voluntad para hacer posible el diálogo y el entendimiento entre los diferentes factores que participan en la vida universitaria, privilegiando el respeto, la consideración y el reconocimiento de todos. No tengo duda que María Guadalupe es una defensora a ultranza de la justicia y la equidad, flores que adornan su hermosa humanidad.

La extraordinaria trayectoria universitaria de esta insigne mujer está a la vista de todos. Quienes la conocemos damos fe de su entrega sin límites a LUZ, a la que siempre ha considerado como su segunda mejor y más grande casa.

Pero en este sencillo y merecido homenaje, deseo honrar no sólo a la profesional universitaria, sino a la mujer sencilla engalanada con tantas virtudes que nos enorgullecen a quienes hemos tenido el privilegio de su amistad, compartiendo sus éxitos, alegrías, infortunios y su inigualable don de gente. La humildad ha sido una de las virtudes que María Guadalupe ha practicado con mayor devoción; ello le ha permitido estar alejada de la vanidad, el ego y el falso orgullo que en ocasiones se enquistan en personas que han manejado cuotas de poder.

María Guadalupe ha honrado la lealtad y el compromiso de la amistad. Ha sido fiel y solidaria con los amigos de su vida, a quienes los ha acompañado en sus alegrías y tristezas, sirviéndoles desinteresadamente.
La sonrisa en sus labios, la palabra dulce, el abrazo fraterno y la búsqueda de acuerdos para hacer posible la paz y la cordura, son actitudes que han caracterizado su actuación, sirviéndonos de ejemplo a los que creemos que una buena y bendecida vida es aquella en la que practicamos el amor y la solidaridad con el prójimo, el más grande mandamiento que nos pide el Señor.

Con alegría y mucho orgullo, su Universidad y los compañeros de vida universitaria están homenajeando su extraordinaria trayectoria. En tal sentido, la Facultad de Ingeniería acordó por unanimidad, con la aprobación del Consejo Universitario, un reconocimiento con su nombre que será otorgado a los estudiantes con los mejores promedios de todas las escuelas que conforman la Facultad de Ingeniería; asimismo, fue bautizado con el nombre “Doctora María Guadalupe Núñez de Parra”, el edificio donde funcionan las Escuelas de Ingeniería Química y de Petróleo, en el Núcleo Técnico de LUZ.

De igual manera, el miércoles 22 del presente mes, el Consejo Universitario le confirió el Doctorado Honoris Causa a nuestra amiga y compañera de tantas luchas, con el cual se hace justicia a una mujer maravillosa que siempre ha llevado a LUZ en lo más profundo de su corazón y su alma.   

Honor a quien honor merece querida amiga; tú te ganaste con amor y don de gente, capacidad de trabajo y servicio, vida sencilla, honestidad intachable y la profunda lealtad con la que has honrado a tu querida familia y a tus grandes afectos, este reconocimiento que en pleno te hace LUZ y todos los que nos sentimos orgullosos de ser tus amigos. Que Dios te bendiga y te regale salud y larga vida. ¡Felicidades querida y respetada Vice-Rectora!

Profesor Titular de LUZ

martes, 14 de junio de 2016

¡No tendrán el perdón de los venezolanos!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Sólo el Señor es el Juez Supremo para castigar o perdonar los pecados de los hombres, pero pienso que las conductas orientadas por la maldad merecen el rechazo contundente y el castigo social de la mayoría de los ciudadanos. Existen ofensas y humillaciones que quedan grabadas en el alma de los pueblos y, a pesar del transcurso del tiempo, no pueden ser borradas. Permanecen vivas en el recuerdo y son transmitidas de generación en generación. Quién  puede olvidar acaso el genocidio de millones de judíos y gitanos cometidos por Hitler y sus secuaces; o, más recientemente, la muerte y desaparición de estudiantes en la localidad de Iguala, en el estado de Guerrero en México. Son actos ignominiosos que desnudan el odio y la perversión de algunos seres humanos en contra de su prójimo.

Por eso quienes han ofendido, humillando y martirizando al pueblo de Venezuela, en estos últimos diecisiete años, difícilmente recibirán el perdón de los venezolanos; esas ofensas no pueden ser almacenadas en el baúl del olvido porque la magnitud del daño ha sido enorme e infame. Créanme, que no pretendo estimular una venganza que desemboque en más confrontación y violencia desbordada; sólo deseo que haya justicia y que los venezolanos no olvidemos estas atrocidades para que jamás volvamos a tener como gobernantes a forajidos inmorales como estos revolucionarios hipócritas y de doble moral.

La justicia tarda pero siempre llega, y ningún hombre por poderoso que sea escapa de ella. La muerte de niños venezolanos por la escasez de medicinas para el cáncer y otras enfermedades crónicas, o por falta de leche y de alimentos, no quedará impune. El llanto y el sufrimiento de las madres que han perdido a sus hijos  serán recompensados por la misericordia del Señor, pero aquellos que propiciaron la muerte de inocentes recibirán el repudio de todo un país y seguramente del mundo. No podemos olvidar que este régimen se empeña en negar una crisis humanitaria que ellos crearon y, mucho peor,  bloquean toda ayuda internacional que pueda minimizar nuestra agonía.

No tendrán perdón social por su lengua mentirosa, por la maquinación de perversas acciones y porque sus pies corren presurosos al mal. Serán castigados por este pueblo porque la voracidad de su grotesca corrupción, saqueó el dinero de los venezolanos y ahora vivimos la peor pobreza y las más grandes calamidades de nuestra historia; por culpa de esos delincuentes de cuello rojo, nuestro pueblo se muere de hambre, clamando con desesperación y angustia alimentos y medicinas, mientras que los cuerpos de seguridad los reprime y masacra por protestar pacíficamente. Y ese es un crimen abominable, que debe llenarnos de fuerza para que la justicia los encuentre en el último rincón donde se escondan, como ratas atemorizadas clamando piedad.

No tendrán perdón de los venezolanos porque han sometido a nuestros ancianos a una crueldad indescriptible, al negarles la paz y la tranquilidad que merecen, los alimentos y la asistencia médica cuando ya está cerca el final de sus días terrenales, después de habernos entregado todo su amor, esfuerzos y dedicación. No han tenido misericordia con nadie y por eso serán castigados.

No tendrán perdón porque sembraron la discordia entre hermanos, dividiendo a un pueblo solidario y fraterno. Inocularon la división de un pueblo que siempre mostró amor y tolerancia para superar las diferencias que se suscitan normalmente en la vida diaria. Estos impíos sembraron el odio, el rencor y el resentimiento, con la pretensión de poner a luchar a pueblo contra pueblo, a cambio de defender una ideología que nos llenó de desgracias.
No tendrán perdón porque han forjado embustes y falsos testimonios para tratar de librarse de las maldades que engendran sus corazones, culpando a inocentes de los sufrimientos que padecemos gracias a sus perversiones. Han pretendido engañar al país con una falsa paz y un dialogo en el que no creen, y han comprado la conciencia de ciertos gobernantes e instancias internacionales, a través de la chequera petrolera, fabricando mentiras y patrañas que inmediatamente quedan al descubierto con su discurso soez  y violento, y con acciones que violan flagrantemente los derechos fundamentales de los venezolanos.

No tendrán perdón porque son cientos de miles los venezolanos vilmente asesinados durante estos diecisiete años, en manos de delincuentes y colectivos que reciben la protección y la impunidad por parte de las autoridades. No podrán ser perdonados, porque la avaricia e inmoralidad de jueces al servicio del poder corrompido, han encarcelado a venezolanos inocentes que se atrevieron a defender los derechos ciudadanos y rescatar la libertad y la democracia de la nación. Nuestros presos políticos –dirigentes, ciudadanos comunes y estudiantes- gozarán más temprano que tarde del disfrute pleno de la libertad y la alegría del reencuentro con sus familias y amigos.

Ellos recibirán el castigo social porque destruyeron la luz y los vivos colores que acompañaban nuestros amaneceres y atardeceres, llenándonos de sombras que proyectan la oscuridad y las ruinas de un país que ha perdido sus sueños y esperanzas; ellos sembraron el luto donde antes había alegría, el miedo donde había libertad, y la muerte donde antes existió la vida.

Este régimen ha separado a miles de familias venezolanas, convirtiéndonos en un país migrante cuando antes extendíamos nuestros brazos solidarios para recibir a extranjeros que confiaban en las potencialidades de esta tierra de gracia. Hoy con lágrimas y un dolor que desgarra nuestros corazones, debemos despedir a nuestros hijos que, en búsqueda de un mejor porvenir, se ven obligados abandonar su país, su familia, sus afectos y sus recuerdos. Ese sufrimiento que hoy nos entristece, por culpa de unos desalmados que desprecian el talento de nuestros jóvenes y profesionales, será retribuido grandemente por la misericordia divina.

Serán castigados quienes abusan de la arrogancia del poder, e impiden a millones de venezolanos transitar por la vía constitucional, electoral y pacífica para hacer posible el cambio de rumbo de un país que ya no puede soportar más desidia, injusticia y miseria. Por eso, el peor castigo que por ahora podemos propinarle a esta mafia que nos desgobierna, es organizarnos y trabajar afanosamente para superar las triquiñuelas que desde el CNE y Miraflores han inventado para impedir el referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro. Que nada nos detenga, que nada nos desmotive, desmoralice y desmovilice. Su final está cerca porque éste es un régimen agónico pero aún muy peligroso. 

Por último,  tengamos presente que “donde hay soberbia, allí habrá ignominia; más donde hay humildad, habrá sabiduría… De nada servirán las riquezas en el dia de la venganza, más  la justicia nos librará de la muerte” (Proverbios XI: 2, 4).

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 8 de junio de 2016

La conveniencia o la utilización del diálogo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El diálogo es parte fundamental en los procesos de negociación que caracteriza a las democracias. Es el mecanismo civilizado para dirimir las diferencias y solucionar los conflictos. Pero para que el diálogo  produzca buenos resultados, debe fundamentarse en normas aceptadas por ambas partes porque, de lo contrario, pierde su poder como vía para evitar la profundización de la crisis.

Nuestro país se debate en estos difíciles días, entre un diálogo que provoque una salida pacífica a la pavorosa crisis que vivimos, o en un estallido social con consecuencias impredecibles. El problema estriba en que el régimen quiere usar el diálogo para ganar tiempo, colocando unilateralmente las condiciones y los facilitadores del diálogo. En pocas palabras, el gobierno de Maduro quiere pagarse y darse el vuelto, sin importarle la dramática situación que vivimos todos los venezolanos.

Los venezolanos queremos un diálogo que nos permita vivir en paz; que de una vez por todas garantice las condiciones para un cambio político que nos libere de esta mafia gobernante. De ninguna manera, el diálogo debe servir para que los que han saqueado al país sigan gobernando, sigan destruyendo lo poco que queda en pie, mientras millones de venezolanos mueren de hambre porque no hay alimentos; mueren por falta de atención médica y medicamentos; o mueren porque son vilmente asesinados en manos de delincuentes protegidos por los cuerpos de seguridad del Estado. Ese es el diálogo al que apuesta el régimen, ignorando el clamor de más del 80% de los venezolanos que demanda cambio y bienestar, porque sencillamente con Maduro no existe la mínima posibilidad de mejoría.  

El diálogo que defiende el régimen es falso, sólo es usado para sus intereses de perpetuarse en el poder, porque los sufrimientos del pueblo venezolano jamás les han preocupado. Siguen insistiendo que este caos es culpa de otros, porque en más de diecisiete años ellos le han dado paz y bienestar a la nación. Que inmorales son. Siguen insistiendo en un discurso manipulador, malgastando millones de dólares en publicidad y en la diplomacia petrolera, para hacer creer que la oposición democrática es la culpable de todos nuestros males; pretenden hacernos creer que la oposición es violenta e intenta salir de Maduro a través de un golpe de estado o desestabilizando al país. Ellos son los únicos golpistas que juegan con la paciencia de un pueblo que se cansó de tanta indignidad.

Qué equivocados están estos revolucionarios de pacotilla; siguen pensando igual que cuando poseían el apoyo mayoritario de la gente, circunstancias en las que Chávez se creía un ser providencial con poder y capacidad para aniquilar a sus opositores y hacer realidad todos sus caprichos megalómanos. Todavía una minoría de estos corruptos piensa que tienen tanto poder como para controlar y secuestrar el destino de todo un país.

Las cosas cambiaron en este país. Los ex presidentes Zapatero, Fernández y Torrijos –facilitadores del diálogo que promueve el régimen- piensan que el tiempo de las negociaciones que maneja el gobierno se ajusta al tiempo de un pueblo con hambre, que ya no aguanta más tantos sufrimientos. La paciencia llegó a sus límites y lo que este pueblo quiere es la activación de un mecanismo constitucional que permita, a la mayor brevedad posible, concretar un cambio que traiga consigo la salida de Maduro del poder y, a través de los votos, elegir un nuevo gobierno que convoque la unidad nacional para dirigir un gobierno de emergencia que coadyuve a la solución de los graves problemas que heredamos de la revolución. Así de sencillo, no queremos otra cosa.

El interés de mantenerse en el poder, o de conquistarlo, no puede ser superior a las legítimas demandas de la nación que clama por la llegada de mejores tiempos, que nos permitan recobrar la paz, la libertad, la justicia y el progreso que perdimos en tiempos de una revolución corrupta e inepta. Ni los facilitadores o chulos internacionales, ni los más radicales del régimen que defienden lo indefendible, ni aquellos que quieren mantenerse en el poder por miedo a la justicia, tienen derecho a doblegar la voluntad de un país que está dispuesto apoyar el referéndum revocatorio como el mecanismo más expedito para hacer posible el cambio constitucional que todos aspiramos.

En estos momentos de tanta aflicción, la prioridad son los derechos y necesidades de los venezolanos, y no la defensa de un gobierno que perdió el rumbo y quiere arrastrarnos a un caos descomunal como nunca lo hemos vivido. Dios quiera, que los más prudentes del oficialismo, tengan suficiente voluntad y coraje para presionar a un presidente que vive su propio laberinto, cada vez más lejos de la realidad que atraviesa el país que desgobierna, so pena de ser eliminados de la escena política venezolana.

El diálogo verdadero y fructífero es el principal aliado del referéndum revocatorio, por tal razón debemos seguir apoyando e impulsando todas las iniciativas que permitan realizarlo. La salida pacífica, electoral y constitucional de Nicolás Maduro es lo mejor que puede sucedernos. Sigamos luchando porque el hambre de Venezuela no espera más. Ojala el régimen entienda de una buena vez esta realidad y evite, junto a las irresponsables rectoras del CNE, el derramamiento de sangre inocente que desembocaría en mayor violencia, pobreza y degradación moral.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 1 de junio de 2016

Una válvula de escape

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La búsqueda del orden es una prioridad fundamental para la política. Todos los esfuerzos tendentes para alcanzarlo son justificables, siempre y cuando prevalezca la democracia y el sistema de libertades que ésta consagra. Cuando hablamos de orden, nos referimos a la necesaria estabilidad y equilibrio institucional que requiere una sociedad para garantizar la convivencia cívica y pacífica entre sus ciudadanos, así como la atención oportuna de las demandas sociales conforme a las normas y a la capacidad distributiva del sistema político.

El orden al que nos referimos emana de la libertad y la democracia, y no de la fuerza que proviene de la violencia y de las armas. Ese orden militarista y guerrerista es la antítesis de la civilidad que debe caracterizar a la sociedad moderna, en la que sus gobiernos están sometidos al imperio de la ley, y orientados por las ideas, el respeto y el entendimiento en la diversidad.

Cuando el orden se encuentra en peligro, el sistema político debe abrir válvulas de escape que le permitan drenar las tensiones y conflictos políticos y sociales que atentan con destruir su estabilidad institucional. En caso que el sistema político impida la activación de esas válvulas, el caos y la anarquía serán los factores que desgobiernen la sociedad, con el inmenso peligro de iniciar una espiral de violencia cuyo final resulta impredecible.

Esa es la situación que experimenta Venezuela hoy por hoy. Un régimen absolutamente incapaz de resolver los problemas del país, acompañado de un equipo de ineptos y corruptos que perdieron la brújula de la nación. Un régimen que no garantiza el orden institucional de la República, sometido a permanentes violaciones de la Carta Magna y al desconocimiento de la Asamblea Nacional,  representante de la soberanía popular. Un régimen que además viola derechos fundamentales de los venezolanos, como son la alimentación, la salud, la educación, el trabajo y la seguridad. Por ello, el gobierno de Nicolás Maduro es el principal enemigo del orden, la paz y la estabilidad institucional de Venezuela. Urge en consecuencia, por el bien de todos los venezolanos, activar el referéndum revocatorio para rescatar la democracia e impedir el caos que pueda llevarnos a un escenario de confrontación que desemboque en una guerra civil.

Estoy convencido que el referéndum revocatorio, como válvula constitucional de escape, nos conviene a todos. En primer lugar, a los millones de venezolanos que estamos demandando un cambio político que nos devuelva el bienestar, la tranquilidad, los sueños y las esperanzas que este régimen forajido nos robó. También le conviene a los factores democráticos para que puedan dirigir un gobierno responsable, incluyente, capaz de inspirarnos para la grandeza y la unidad nacional, y con talento suficiente para reconstruir el país sobre las ruinas que nos dejó la revolución.

Pero el referéndum revocatorio, aunque los radicales obstinadamente lo nieguen, también le conviene al chavismo, puesto que les permitiría deslastrarse de dirigentes y gobernantes que se aprovecharon de la buena fe de sus seguidores para enriquecerse con el dinero de los venezolanos. Les permitiría también reinventarse y rectificar sus errores, a fin de ganar la credibilidad y confianza de sus adeptos, hoy engañados y utilizados por las mafias gobernantes. Desde luego, el referéndum no le conviene a Maduro, por cuanto esto supondría dejarlo fuera del poder sin las truculencias y corruptelas que hasta ahora lo mantienen ileso judicialmente. Como diría Darwin Chávez, el “costo de la salida” es la mayor preocupación del régimen.

Con la salida de Maduro, factores críticos del chavismo podrían actuar con libertad, honestidad y sapiencia para garantizar la sobrevivencia del chavismo a mediano y largo plazo. Lo contrario significaría su hundimiento junto al régimen de Maduro y sus acólitos, impidiendo la posibilidad de emerger posteriormente en la escena política venezolana.

La válvula de escape para la profunda crisis de Venezuela, representada en el ejercicio del voto a través de un referéndum revocatorio, es una necesidad impostergable que bien podría realizarse este mismo año, si así lo permite la responsabilidad histórica de las cuatro rectoras del CNE, especialmente, la señora Tibisay Lucena. Para que esto pueda ser una realidad es fundamental la organización popular, pacífica y determinante de los venezolanos, acompañado de la unidad y compromiso de los factores democráticos que, hoy día, cuentan con un vigoroso respaldo internacional.

Sólo con una salida electoral y constitucional, los venezolanos podremos iniciar el camino del cambio en paz y democracia, como realmente nos conviene a todos por igual, excepto a los irresponsables y forajidos del régimen que están empeñados en instalar una dictadura que eche por la borda la democracia que tanto nos costó construir.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 25 de mayo de 2016

Corrupción Asesina

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Cualquiera sea su naturaleza, la corrupción es un acto inmoral y perverso que merece el repudio absoluto de la sociedad. Tan culpable es el corrupto como sus cómplices, o aquellos que lo adulan en la espera de recibir algún beneficio. La corrupción genera consecuencias negativas en todos los órdenes de la vida del ser humano. A nivel personal, el corrupto se convierte en un vulgar delincuente de cuello blanco –o rojo en tiempos de revolución- que debería cargar con el peso de una conciencia que no lo deja dormir tranquilo, aunque sus acciones manifiesten lo contrario. En el entorno familiar, la corrupción hace estragos en valores y principios; formando hombres y mujeres al servicio del crimen y la maldad, que hacen gala de una riqueza mal habida en la que el corrupto, como diría el Papa Francisco, lleva pan sucio a la mesa de su familia.

Pero a nivel social, las consecuencias de la corrupción son mucho más nefastas, porque el daño recae no en individuos sino en comunidades enteras. Son miles o millones de inocentes los que deben pagar con sangre, sudor y lágrimas las atrocidades de unos delincuentes que nos les importa la vida y el bienestar de sus compatriotas.

La corrupción ha sido un mal endémico de la política venezolana. Con más frecuencia de la que desearíamos, vemos a políticos que llegan al poder limpios como talón de lavandera y, al poco tiempo, acumulan fortunas que dejan sin respiración a los ricos que han trabajado honestamente durante toda su vida para alcanzar esa alta posición social.

En los últimos diecisiete años, la corrupción ha llegado a límites inimaginables. Todo lo anterior a la V República es una nimiedad; los corruptos de otrora resultaron niños de pecho al lado de estos revolucionarios malandros y forajidos. Nunca antes habíamos visto nada igual. Este clan, que se llama socialista y liberador del pueblo oprimido, se robó hasta el pedacito de queso que quedó en la mesa; no dejaron nada. Han administrado la mayor riqueza que ha tenido el país durante toda su existencia republicana; se calcula que durante la revolución han ingresado a Venezuela un billón quinientos mil millones de dólares –les confieso que no se escribir tan gigantesca cantidad- y hoy no tenemos dólares para cubrir las necesidades básicas de los venezolanos.

Por culpa de la corrupción que tiene nombre y apellido, revolución chavista-madurista del siglo XXI, nuestro pueblo atraviesa la peor crisis humanitaria de su historia. Gracias a los corruptos que desconocen e irrespetan la voluntad soberana de los venezolanos, se están muriendo niños en nuestros hospitales por falta de medicinas e insumos que pueda salvarlos del cáncer y de otras enfermedades, destruyendo el futuro que estos niños representan para la nación.

Por culpa de los corruptos revolucionarios, los venezolanos estamos pasando hambre, alcanzando niveles de pobreza muy superiores a los que encontró Chávez en 1999. Muchos venezolanos están haciendo una comida al día. La gente hace colas interminables, en búsqueda de alimentos o medicinas que no hay en los anaqueles, o los pocos que se encuentran tienen precios astronómicos. Nos estamos peleando por un paquete de harina, por pañales o por cualquier otra cosa que sirva para saciar el hambre o satisfacer en algo las grandes carencias. Estamos llegando a la canibalización característica de los más pobres países africanos.

Por culpa de los corruptos que pretenden atornillarse en el poder, impidiendo la determinación de cambio de las mayorías, se destruyó la producción nacional; no hay empresas ni empleos productivos y dignos. La inflación nos devora con una fuerza telúrica. Tenemos el peor desempeño económico de la región. Hemos retrocedido en más de 70 años cuando la Venezuela rural era diezmada por la pobreza, las enfermedades y el analfabetismo. Por la corrupción de una elite perversa perdimos las oportunidades de convertirnos en un país modelo para las sociedades democráticas.

Gracias a los corruptos rojos no tenemos educación de calidad. Nuestros niños y jóvenes asisten a escuelas y liceos que no cuentan con las condiciones mínimas exigidas por el proceso educativo, con maestros que reciben salarios de miseria, sometidos a la peor indignidad que puede soportar un profesional de la valía de un educador. Asimismo, por la saciedad devoradora de los corruptos, nuestras universidades están a punto de cerrar sus puertas porque el gobierno les niega los recursos para que los profesores, empleados y obreros devenguemos salarios que se correspondan con el vital rol que cumplimos en la sociedad. Acabaron con la academia, la investigación y la extensión de nuestras superiores casas de estudio. Lo que lucía como una promesa alentadora en la construcción de la sociedad del conocimiento, hoy es un lamento que trastoca el progreso al que todos tenemos derecho.

Los corruptos del régimen se robaron los recursos destinados al mejoramiento y optimización de los servicios públicos. No hay electricidad en un país con una gigantesca riqueza hidroeléctrica; no tenemos agua, ni buenas carreteras, ni la seguridad que impida que cualquier malandro nos asalte y, lo que es peor, nos asesine por un celular o por cualquier otra cosa cuyo precio no se compara con el de nuestra propia existencia.

Por eso, la corrupción revolucionaria no sólo es inmoral sino, lo que es peor, es la asesina de Venezuela y de los venezolanos. A esos corruptos le debemos los infortunios, las desgracias y los sufrimientos que nos están consumiendo como sociedad.

La explicación es muy sencilla, no requiere de mayores análisis; a los corruptos que nos roban la vida, el bienestar y el futuro, los vamos a revocar con la fuerza, la fe y la determinación de un pueblo que se cansó que unos delincuentes sigan gobernándonos, impidiendo que seamos por siempre una nación libre, soberana, democrática y con progreso para todos.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 18 de mayo de 2016

Revolución tóxica

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Con esta revolución por donde metamos la cabeza nos la cortan. No ha quedado absolutamente nada que no haya sido infectado por esta plaga de ineptos, corruptos e inmorales. El país está destruido, los venezolanos estamos atravesando toda clase de penurias; mientras tanto, al régimen sólo le interesa atornillarse en el poder sin importarle la ruina total de la nación.

Mientras este régimen nos gobierne, no tendremos ninguna oportunidad de salir de esta pavorosa crisis; el presente y el futuro están condenados al fracaso y la oscuridad. Cada día que este régimen permanezca en el poder, mayores serán nuestras desgracias. La situación es insostenible, inaguantable e insoportable. El país entero clama por un cambio que nos permita vivir como una sociedad normal, alejada de esta locura que nos mantiene en total paranoia.

El régimen sigue jugando duro, haciendo abusivo uso de los recursos que aún le quedan. A diario vemos u oímos cadenas nacionales, en las que el presidente Maduro practica su incontinencia verbal, sin que los venezolanos obtengamos soluciones a los graves problemas que nos aquejan. Pero las cadenas tienen un propósito muy específico para el régimen. En primer lugar, dar la impresión que tiene absoluto control sobre el gobierno, cuando lo cierto es que Venezuela sufre la peor crisis de ingobernabilidad durante toda la era democrática. Dentro del gobierno, cada quien hace lo que le da la gana y, en su interior, cada parcela ejecuta su agenda particular y administra su cuota de poder. El gobierno es un pandemonio (una guerra a cuchillo). La unidad monolítica del chavismo es un mal recuerdo del pasado. Muerto Chávez, salieron los demonios que el comandante mantenía reprimidos e idiotizados. La única verdad es que el chavismo está dividido y los que acompañan a Maduro cada día son menos, a pesar que aparezcan muy sonreídos a su lado.

El otro propósito que persigue el régimen es demostrar su inderrotabilidad, su poder absoluto. Cuando la verdad es que desde hace tiempo está derrotado. Maduro es tan inepto que dilapidó el capital político del PSUV, transformándolo irónicamente en un partido escuálido. La otrora avalancha roja, es apenas un riachuelo que amenaza con secarse y no precisamente por culpa del “niño”. Por eso le tienen tanto miedo al revocatorio, les aterra contarse democráticamente, porque saben mejor que nadie que por mucho tiempo no volverán a ganar ninguna elección popular por pequeña que ésta sea. Todavía no terminan de recuperarse de la contundente derrota que le propinó el pueblo venezolano el pasado 6 de diciembre. Desde entonces, el inefable estratega oficialista, Jorge Rodríguez, quedó más perturbado que de costumbre.

Otro propósito, continuidad de los anteriores, es amedrentar, descalificar y anular la disidencia democrática del país, pretendiendo hacer creer que aquí no hay posibilidad alguna de materializar el cambio. Dicen que no es posible el referéndum revocatorio porque no están obligados activarlo, como si ésta fuera una prerrogativa de Maduro y del CNE. De igual manera, el boicot contra la Asamblea Nacional es permanente, violando abiertamente la soberanía popular que consagra el artículo 5 de la Constitución.

Quieren hacernos creer que los demócratas somos unos imbéciles que jamás podremos sacar al régimen a través de mecanismos constitucionales, por eso siguen jugando a la confrontación violenta, terreno donde ellos tienen ventajas. La violencia ha sido su principal fortaleza, pero la fuerza y determinación de una sociedad burlada, ignorada y maltratada, es infinitamente mayor que la prepotencia de un régimen agónico que utiliza a su antojo instituciones apátridas, corruptas e inmorales, que por prebendas y muchos dólares defienden la continuidad del régimen, a pesar de su ilegitimidad. El TSJ encargado de velar por la constitucionalidad del sistema democrático, es el principal detractor de la institucionalidad republicana. Y, por si fuera poco, una cúpula de las fuerzas armadas sigue defendiendo el régimen a cambio que les permitan enriquecerse, bajo la mirada cómplice de  autoridades y jueces. Ese es el poder en el que descansa un régimen que empieza a quitarse la máscara democrática, para transitar el camino de una dictadura peor que la que otras naciones latinoamericanas han vivido en el pasado reciente.

El régimen utiliza un guión importado del G2 cubano, expertos en amedrentar a un pueblo sometido a la más vergonzosa miseria económica, social y espiritual que podamos imaginar. Es la inteligencia cubana la que asesora al régimen, bajo la equivocada premisa que los venezolanos somos iguales a los dóciles cubanos. En diecisiete largos años no han podido vencer el espíritu cívico y democrático de millones de venezolanos, a pesar que nos mantienen en la más ruinosa situación que nunca jamás habíamos vivido como sociedad.

Frente a la debilidad del régimen y la proximidad inexorable de su final, su estrategia tiene como propósito último atemorizar, desmoralizar e inmovilizar a la sociedad venezolana. Quieren llenarnos de miedo y paralizarnos; que nos crucemos de brazos en espera de la total destrucción de Venezuela. Eso es lo que desean y proyectan en cada palabra y acción ejecutada. Pues, déjenme decirles, que no podrán con la determinación, firmeza y voluntad indoblegable de los venezolanos. Cada día será una gran oportunidad para organizarnos y unirnos alrededor de una lucha muy dura que, más temprano que tarde, rendirá jugosos frutos porque nos acompaña el poder y la misericordia de Jesucristo y la protección de su Madre Santísima. 

Esta es una lucha mística del bien contra el mal y siempre, por los siglos de los siglos, el poder infinito de Dios ha destruido las apetencias y aberraciones de Satanás. Que no nos quede duda de ello, porque si Dios está con Venezuela y los venezolanos de buena voluntad, quién contra nosotros.

Profesor Titular de LUZ

lunes, 9 de mayo de 2016

Construyendo una salida

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Los pueblos buscan incesantemente salidas que le permitan resolver sus crisis por profundas que éstas sean, porque en momentos de dificultades crece la fuerza, la voluntad y la disposición de la gente para construir un futuro más promisorio.

A veces, las alternativas elegidas resultan peor que los problemas que pretenden resolverse, como nos ocurrió en 1998 con Hugo Chávez pero, en todo caso, lo importante es la determinación para abrirse a procesos de cambio que produzcan mejoras sustanciales en la sociedad. Con frecuencia, el cambio enfrenta obstáculos que impiden que fluya a la velocidad deseada por los ciudadanos, sobre todo cuando la lucha es contra regímenes dictatoriales como el de Nicolás Maduro. Allí radica la inteligencia, perseverancia y prudencia de los líderes y del pueblo que los acompaña, en el camino para luchar por el bienestar de las mayorías. Lo que alcanzamos con facilidad y sin mayores sacrificios tiene frecuentemente una existencia efímera, es como agua que se escapa de nuestras manos.

Esa es la situación en la que nos encontramos hoy por hoy los venezolanos. La palabra cambio se ha convertido en la principal demanda del país, adueñándose de la mente y los sueños de millones de compatriotas, esperanzados que más temprano que tarde podamos salir de esta pesadilla que ya luce infinita. No nos ha tocado fácil y tampoco serán fáciles los días por venir. Debemos prepararnos emocional, física y espiritualmente para sortear con éxito las trabas, manipulaciones y subterfugios de un régimen agónico que se resiste comprender la realidad, porque les aterra las consecuencias políticas y judiciales que les espera una vez que estén fuera del poder. Ya no tendrán a su lado magistrados y jueces tarifados e inmorales ni la corrupta cúpula militar que los proteja de sus delitos.

Al evaluar el actual escenario político venezolano, debemos admitir que la situación es compleja y muy delicada. El régimen pretende proyectar la sensación que aquí no hay posibilidad de un cambio; que los intentos pacíficos, constitucionales y democráticos de la oposición están condenados al fracaso, porque los poderes públicos conspiran para el mantenimiento del status quo, a sabiendas que el régimen no cuenta con el apoyo y la legitimidad popular. No se cansan de inventar pretextos para evitar lo inevitable. Pero el final del régimen está más cerca de lo que algunos creen.

Definitivamente, la situación a la que nos ha llevado la revolución chavista-madurista es inaguantable, invivible, desesperada. No hay posibilidad alguna que el régimen revierta el estado de postración de la nación; ellos lo saben exactamente y por eso juegan a que el país se destruya con ellos, sin importar las nefastas consecuencias. Pero lo que no sabe el régimen es que el pueblo, si bien es cierto se ha equivocado varias veces, es más inteligente que los mediocres e ignorantes que nos mal gobiernan. Mientras más trabas nos coloquen, peor para ellos. Están jugando con candela y pueden quemarse porque la paciencia de los venezolanos tiene un límite y no estamos dispuestos a inmolarnos por quienes nos llenaron de desgracias y pobreza. Cuando el barco empieza a hundirse salen a flote las ratas y entre ellos hay unas cuantas.

El pueblo quiere cambio y no va aceptar que nadie le tuerza su voluntad soberana. La recolección de más de 2 millones de firmas en tiempo record –cuando sólo se necesitaban un poco más de 190.000- es una demostración fehaciente de la fuerza indetenible de millones de venezolanos. Si el CNE pretende darle largas a la activación y convocatoria del referéndum revocatorio, violando todas las normas constitucionales, tendrá que enfrentar a un pueblo que sigilosamente se está organizando para salir a la calle y demandar lo que en justa razón le corresponde.

Ellos podrán decir lo que les dé la gana. El juego del régimen es no abandonar el poder, pero la exigencia de los que verdaderamente representamos la mayoría es darnos la oportunidad de un nuevo gobierno que con capacidad, honestidad e inclusión ponga orden a este desmadre y plantee con responsabilidad y compromiso que, a pesar de la destrucción del país, existen reservas humanas y morales para administrar con eficiencia los pocos recursos que nos dejaron, pero con la confianza suficiente para que nuevas inversiones inicien la construcción de un país donde, en primer lugar, tengamos satisfechas las necesidades básicas y progresivamente alcancemos una calidad de vida digna de todos los venezolanos.

No tengamos miedo, nos están haciendo la vida de cuadritos pero la fe, perseverancia y esperanza de los venezolanos es más poderosa que la maldad y mezquindad de unos zánganos que no merecen seguir gobernándonos. Si el régimen no quiere escuchar al pueblo, entonces el pueblo en la calle pacífica y democráticamente hará valer sus legítimas aspiraciones. No se equivoquen con un pueblo que, aunque ustedes no lo crean, dejó de ser pendejo y de creer en pajaritos preñados o en aquellos que le hablan a Maduro en sus frecuentes momentos de infantil locura.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 4 de mayo de 2016

Retos para el porvenir

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Si los problemas actuales de Venezuela son graves, más complejos son los retos que, en el mediano y largo plazo, debemos enfrentar como sociedad. En estos últimos diecisiete años, la vocación destructiva del régimen penetró todas las áreas de la nación; prácticamente, no ha dejado piedra sobre piedra.

A la profunda crisis social y económica, y a la destrucción de la institucionalidad democrática de la Republica, se suma el mayúsculo deterioro de valores fundamentales para la construcción y consolidación de una sociedad libre, responsable, justa y solidaria. Los esfuerzos que debemos hacer como familia y sociedad deben ir de la mano con los realizados por los dirigentes políticos, económicos, culturales y religiosos del país. Definitivamente, todos hacemos falta en la reconstrucción de la nación venezolana.

La lucha por el cambio político debe ser simultánea al rescate de los valores ciudadanos y familiares; no podemos perder tiempo, porque de poco valdría cambiar el régimen si mantenemos inalterables las conducta y las actitudes que permitieron la entronización de un modelo político que pervirtió el alma de los venezolanos.

La tarea no es fácil pero tampoco imposible. Necesitamos aliados comprometidos y consecuentes que nos ayuden a resolver las contradicciones que impiden que avancemos como sociedad democrática y civilizada. Los aliados convocados son, en primer lugar, la familia como núcleo fundamental de la sociedad, cuyas normas, enseñanzas y testimonios forjan buena parte de nuestras vidas. Las escuelas, liceos y universidades dirigidas por maestros íntegros con principios, ideas y conocimientos que complementen las lecciones del hogar y suministren las capacidades profesionales para aportar al progreso del país. La iglesia, cualquiera sea su credo, que nos inculca valores éticos y morales, el respeto a Dios, el bien y el mal y la solidaridad con nuestro prójimo. Familia, educación e iglesia, son pilares que elevan nuestra responsabilidad y compromiso como ciudadanos dedicados a luchar por una sociedad donde sea posible una convivencia más fraterna, respetuosa y solidaria.

El daño ha sido tan profundo que no sólo debemos avocarnos a cambiar al régimen, esto es sólo uno de los retos que debemos superar; es necesario extirpar los tumores cancerígenos que nos enferman y debilitan como sociedad. Debemos construir un país sobre las bases de una ciudadanía activa y consciente de sus responsabilidades para elegir gobernantes capaces, probos y sensibles socialmente. Sin buenos ciudadanos jamás tendremos buenos gobernantes. La ciudadanía activa nos motiva a participar en los asuntos públicos, evitando que otros decidan por nosotros. Los verdaderos ciudadanos abandonan sus posiciones de confort y sienten la necesidad de involucrarse en aquellos procesos directamente relacionados con su destino como sociedad, no importa el tamaño o la magnitud de tales procesos. Y esos esfuerzos fortalecen la libertad y la democracia que tantas veces exigimos y pocas veces protegemos.

Debemos rescatar el valor del trabajo productivo, acompañado del esfuerzo y la perseverancia. Sin trabajo no es posible generar riqueza, ni mucho menos distribuirla con equidad. Ya basta de aplaudir a populistas y holgazanes cuyo propósito es convertirnos en una sociedad de siervos y esclavos, dependientes de la magnanimidad del Estado. Los ciudadanos seremos verdadera y permanentemente prósperos gracias a la creatividad, el ingenio y el trabajo, porque el clientelismo y el asistencialismo estatal sólo nos proveen pobreza, miseria y atraso. Venezuela es una nación que debe superar sus desgracias colectivas a través del trabajo productivo de sus habitantes, porque la inteligencia del pueblo es el mejor antídoto para curar la mediocridad y la corrupción de políticos nefastos e ignorantes.

Es fundamental convocar el respeto, la tolerancia y el entendimiento entre nosotros. La violencia y la anarquía se han apoderado de nuestro sentido común. Ciertamente, las cifras de criminalidad en Venezuela son mayores que las experimentadas por naciones con eventos bélicos. Es verdad que la delincuencia se apoderó de las calles, plazas, iglesias y de nuestros hogares. Vivimos en paranoia permanente. Pero también debemos reconocer que normalmente tenemos comportamientos más cercanos a las bestias que a ciudadanos comunes. Sólo basta con salir a la calle cualquier día para percatarnos de esa cruda realidad. Conductores que infringen las normas de tránsito; transeúntes que ensucian las calles; jóvenes y no tan jóvenes que agreden a los demás con palabras soeces o con acciones agresivas. Estamos viviendo en plena selva, tenemos inoculado odio y rencor social, pensando que sólo los más fuertes y violentos pueden sobrevivir a esta locura infernal. Somos una sociedad donde el sosiego, la tranquilidad y la paz están a punto de desaparecer, como cualquier alimento o medicina en la actualidad. Urge rescatar entonces las normas de convivencia humana, fraterna, respetuosa y solidaria.

Y por último, y no por eso menos importante, debemos esforzarnos en elevar el valor de la educación. Comprometernos como sociedad que la educación es la base del desarrollo nacional, familiar y personal. Sin educación integral seguiremos siendo un país donde prevalezca la informalidad, la mediocridad y la corrupción, como mecanismos para mejorar la calidad de vida. Debemos empecinarnos en exigir una educación de calidad al alcance de todos, que nos provea de los conocimientos y tecnologías propias de una sociedad moderna, cuyo capital más importante es el talento e ingenio de sus habitantes. Además, la educación de calidad nos hace libres y críticos frente a modelos y formulas ideológicas que pretenden someternos a la voluntad despótica de una minoría inservible. La educación de calidad y el trabajo productivo, son aliados fundamentales de la libertad y la democracia que estamos perdiendo por culpa del totalitarismo revolucionario.

Es el momento de la unidad efectiva de los venezolanos alrededor de la lucha organizada, pacifica, popular y democrática para desalojar al régimen forajido y, al propio tiempo, aunar todos los esfuerzos posibles para superar con inteligencia, perseverancia y sentido de grandeza los grandes retos que nos harán por siempre una sociedad pacifica, libre, democrática y con progreso para todos.

Profesor Titular de LUZ

lunes, 25 de abril de 2016

Libertad secuestrada
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

“No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa
búsqueda es la que nos hace libres”
Carlos Fuentes

Desde su origen, Venezuela ha buscado incesantemente la libertad. Gracias a la visión de Bolívar y de verdaderos  patriotas, Venezuela sembró la luz de la libertad en el continente americano. Utilizando las palabras de Octavio Paz, el genio de Bolívar “no le puso alas a la libertad, sino que sembró sus raíces en la América Hispánica”. Desde el mismo momento de nuestro nacimiento como nación, los venezolanos valoramos la libertad y seguimos luchando para que nadie pueda arrebatárnosla, aunque en la actualidad la mafia gobernante pretenda secuestrarla.

En el siglo XX, cuando el país vivió la feroz dictadura de Juan Vicente Gómez, un puñado de jóvenes se levantó contra la tiranía e inició de nuevo la siembra de la libertad. La generación del 28 se constituyó, entonces, en la génesis libertaria de la contemporaneidad venezolana, prevaleciendo su legado hasta finales del siglo pasado.

Esa gesta libertaria se repite de nuevo en 1958 para desalojar del poder al dictador Pérez Jiménez, instaurándose el espíritu del 23 de enero que permitió el inicio de la experiencia democrática que mayor estabilidad institucional produjo en Venezuela, por espacio de 40 años ininterrumpidos.

Venezuela ha acompañado siempre los esfuerzos democráticos de la región y del mundo, especialmente, entre 1.958 y 1998; durante esa era,  el déficit democrático, las violaciones de la libertad y de los derechos humanos fundamentales, guardaron un espacio prioritario en la política exterior del país hacia América Latina. En los primeros años de la democracia, la política exterior venezolana (1959-1964), se fundamentó en la Doctrina Betancourt que sólo reconocía a los gobiernos latinoamericanos elegidos por voto popular, en circunstancias donde la región estaba plagaba de regímenes dictatoriales. A pesar que ello significó cierto aislamiento internacional de Venezuela, Betancourt se mantuvo inflexible contra toda iniciativa política que usurpase la libertad y la democracia, incluyendo a la recién inaugurada Cuba comunista de Fidel Castro.

Los gobiernos de Leoni, Caldera, Carlos Andrés Pérez y Luís Herrera, fueron aliados y defensores de la democracia latinoamericana. Vale la pena recordar los esfuerzos y solidaridad del país con países hermanos que experimentaban gobiernos de facto de derecha e izquierda;  los casos de Chile (Pinochet), El Salvador (guerra civil), Nicaragua (revolución sandinista), entre otros, guardaron profundo interés  para Venezuela, cuya inteligencia, solidaridad y gestiones internacionales facilitaron el advenimiento de la democracia en momentos de mucha oscuridad para esas naciones.

Venezuela fue un país muy activo internacionalmente, sus principios democráticos jamás fueron negociados, ni tampoco utilizó la chequera petrolera para apoyar regímenes afectos a los gobiernos de turno, como si lo hizo abusiva e inmoralmente Hugo Chávez y su inefable sucesor.

Ahora me pregunto con preocupación, ¿por qué el pueblo venezolano no ha recibido de la región un apoyo contundente para resolver su crisis política generada por un régimen que viola abiertamente la Constitución y se burla de los valores democráticos?, ¿por qué si Venezuela fue un farol de la libertad en América, sus gobiernos no terminan de actuar frente a una dictadura constitucional que secuestra la libertad de los venezolanos y viola flagrantemente la institucionalidad democrática? ¿Acaso tenemos que iniciar una guerra civil para que la comunidad internacional reaccione ajustada a las normas del Derecho Internacional?

Estas reflexiones las plasmo con dolor y desconcierto. No es justo que siendo un país caracterizado por la solidaridad internacional y por el apoyo sin límites a la democracia y la libertad, los sufrimientos de los venezolanos no encuentran eco en las conciencias de gobiernos que se beneficiaron de nuestra benevolencia y comprensión efectiva. No estoy pidiendo gestos de buena voluntad para nuestro pueblo que vive una tragedia colosal, gracias a una minoría gobernante que no le importa nuestro destino democrático y libertario; estoy pidiendo solamente que apliquen los mecanismos que la diplomacia y el derecho internacional ofrecen en circunstancias como las que experimenta Venezuela. Existen irrefutables evidencias para invocar la Carta Democrática y exigirle a instituciones genuflexas abra las vías constitucionales y pacíficas para que los venezolanos podamos definir nuestro destino nacional, a través del sufragio universal que nos proporciona la democracia.

No queremos intervenciones extranjeras ni invasiones militares. Exigimos que los esfuerzos internos para alcanzar el cambio pacífico, democrático y constitucional, reciban el apoyo y la comprensión internacionales para que nuevamente seamos luz de libertad en América. Ojala no sea tarde para cuando los gobiernos e instancias internacionales decidan acompañar al pueblo venezolano en el rescate de la democracia y de la libertad. Hoy nosotros somos las víctimas de una dictadura inmoral, incapaz y corrupta, Dios permita que ningún pueblo de la tierra viva el infierno que nos ha tocado vivir a los venezolanos en estos últimos 17 años.


Profesor Titular de LUZ

miércoles, 20 de abril de 2016

¡Chau Querida!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La historia es implacable. Para unos parece inamovible y para otros cambia tan rápido que a veces ni se dan cuenta que los arrastra consigo. Hay gobernantes que se aferran al poder pensando que será eterno, subestimando la voluntad popular y violando las leyes que defienden la libertad y la democracia.

El siglo XXI latinoamericano se inició con cambios políticos que presagiaban una era de bienestar, con la llegada de la justicia y la redención social para millones de pobres y excluidos. La izquierda se hizo del poder en muchas naciones de la región, con la promesa de no reeditar la exclusión y pobreza generada por los gobiernos liberales o de derecha. Los más vulnerables creyeron que por fin iban a transitar caminos de justicia y prosperidad.

Después de 16 años de gobiernos socialistas y revolucionarios, la región no registra una mejoría sustantiva. La pobreza ha crecido y los recursos destinados a la inversión social para garantizar el desarrollo humano, fueron saqueados por mafias que hicieron del poder la oportunidad para enriquecerse, sin importar los sacrificios y sufrimientos de esa gente que, sin rubor alguno, llaman amado pueblo.

La corrupción administrativa, moral e institucional es la principal referencia que une a los gobernantes de izquierda de América Latina. Han destruido las oportunidades de desarrollo de sus países, incrementando la pobreza y la exclusión social y menoscabando la institucionalidad democrática porque, muchos de esos regímenes, asumen comportamientos autoritarios contradiciendo el origen democrático que les permitió llegar al poder. Esa corrupción enquistada como cáncer en los más conspicuos líderes revolucionarios, es el motivo que está impulsando la fuerza y determinación de los pueblos para desalojarlos del poder, o impedir a través del voto que ganen nuevas elecciones.

La determinación de los hondureños y paraguayos, impidió que Zelaya y Lugo consolidaran gobiernos que llevaban a sus naciones directamente a la debacle. El año pasado, los argentinos votaron en contra del kichnerismo considerado como una era de corrupción, pobreza y atraso para una nación que llegó a ser referencia de América Latina. Asimismo, los bolivianos le pusieron un freno a la reelección indefinida de Morales. Por lo pronto, tiene fecha de salida del gobierno.

Los brasileños están empeñados en poner límite a un modelo corrupto que ha impedido el avance económico y social de ese gran país. Está en marcha el impeachment contra la presidenta Rouseff que, si la votación de la Cámara Baja es confirmada por mayoría simple del Senado, dará inicio a su juicio político y eventual salida de la presidencia.

Y, en nuestro caso particular, están activados los mecanismos constitucionales que permitan la salida de Maduro y la llegada del cambio político en Venezuela. Es importante destacar que en casi todos los casos, la democracia a través de instituciones autónomas y el voto popular, ha logrado solucionar las crisis políticas que los corruptos revolucionarios han propiciado.

Así como el pasado domingo, los brasileños gritaron alborozados ¡Chau Querida!, asimismo, los venezolanos debemos organizarnos y poner de manifiesto nuestra voluntad indoblegable de acariciar un cambio dentro de la paz y la democracia que permita, sin derramamiento de sangre inocente, la salida de un rufián que con el mayor descaro y cinismo se burla de las desgracias y sufrimientos de nuestro pueblo.

De nuevo repito lo que en muchas ocasiones he escrito, no por correr más rápido se llega primero. Es necesario tener clara conciencia que sólo con democracia, libertad y organización popular lograremos sacar a estos vándalos de la misma manera como llegaron al poder, a través del poder soberano de los votos de millones de compatriotas que añoramos la llegada de un nuevo amanecer en nuestra querida Venezuela.

Profesor Titular de LUZ

jueves, 14 de abril de 2016

Zulianos por el Cambio

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Dice el refrán popular “de las aguas mansas líbrame Dios, porque de las bravas me libro yo”. Asocio ese refrán con la situación actual del país; frente al desastre y el caos que vivimos los venezolanos, gracias a la incapacidad y corrupción del régimen, percibimos una quietud abismal en la gente que pareciera resignarse y conformarse con esta monstruosa pesadilla. Con frecuencia oigo voces que dicen “aquí no va a pasar nada”, “no hay posibilidad de salir de estos forajidos porque el pueblo perdió la fuerza para protestar”. Esa podría ser la percepción de algunas personas, pero la verdad es que en estos momentos los venezolanos llevamos la procesión por dentro.

La gente no se acostumbró ni se va a conformar con un régimen que nos empobrece y nos lleva directamente a la destrucción como sociedad. Esas aguas mansas sólo esperan la primera oportunidad para reaccionar contra tanta ignominia. No subestimemos al pueblo pensando que el régimen de Maduro y sus secuaces están ganando la batalla. Ellos mejor que nadie saben que perdieron el apoyo popular y que, en cualquier consulta electoral, van a salir derrotados en mayores proporciones que el 6 de diciembre.

Debemos analizar objetivamente la realidad circundante. La población tiene tantos problemas y necesidades que hacen difícil acompañar una marcha o una asamblea de ciudadanos por mucho interés que tenga en participar. La gente tiene que hacer largas colas para comprar alimentos escasos y cada vez más caros; colas para cobrar las pensiones del Seguro Social; colas para comprar medicinas; colas en los hospitales para ver si tienen suerte de ser atendidos antes de morir de mengua. Por si fuera poco, debemos convivir con servicios públicos absolutamente colapsados; no hay agua o el racionamiento es inhumano; los cortes de electricidad son el pan diario, atentando contra el poco trabajo que hay y el escasísimo sosiego que podemos encontrar en nuestras casas. Tenemos que luchar contra una delincuencia desbordada para quienes la vida no tiene valor alguno. La inflación infame nos obliga a sobrevivir en condiciones cada vez más deplorables. Por donde metemos la cabeza, el régimen se encarga de contárnosla. Son muy eficientes en el propósito de martirizarnos las 24 horas de un largo día en Venezuela.

Entonces, cabría preguntarnos, ¿acaso no hay razones suficientes para que nos alcemos contra estos desalmados? Razones existen de sobra, muchas más que las existentes cuando Chávez fraguó la intentona golpista de 1992, génesis de todas las desgracias que estamos padeciendo. Insisto, las razones existen y son muy graves, pero lo importante es evaluar con objetividad los mecanismos que nos permitan salir de esta plaga infernal y malévola.

Los venezolanos no podemos darnos el lujo de replicar los mecanismos de lucha utilizados por los golpistas que desde hace más de 17 años nos mal gobiernan. Nosotros tenemos un compromiso histórico con la democracia, la libertad y la justicia en Venezuela, eso no es cualquier cosa. No tengo dudas que el pueblo manso va actuar correcta y oportunamente contra sus verdugos revolucionarios. Esa quietud tiene los días contados, entonces, lo prioritario es prepararnos y organizarnos para que esa rabia e indignación popular no cruce las fronteras de una violencia que después no podamos controlar.

No por correr más rápido se llega primero, ni levantarse más temprano aligera el amanecer. En estas circunstancias tan difíciles y complejas que experimenta Venezuela, deben prevalecer la inteligencia, la prudencia y la unidad de la oposición democrática, virtudes fundamentales para librar la lucha que pondrá fin a la oscuridad y la maldad que pretende destruirnos.

El camino del cambio debe ser democrático, pacífico y constitucional, por tal razón felicito la iniciativa de “Zulianos por el Cambio”, como mecanismo para alcanzar la organización y sensibilidad popular acerca de la necesidad de un cambio del modelo ideológico imperante. Ese pueblo que muchas veces nos asombra por su pasividad, está esperando nuestro mensaje y compromiso para sentirse acompañados en esta dura pero hermosa lucha que debemos ganar por el bien de Venezuela.

Los partidos políticos democráticos, la sociedad civil y las organizaciones que conforman el tejido social de Venezuela, deben dar testimonios permanentes de entrega y compromiso para convertirse en los referentes institucionales de Venezuela, en momentos donde las instituciones públicas están al servicio de una dictadura disfrazada de legalidad constitucional.

Los Zulianos por el Cambio empiezan a movilizar al Zulia. Nos están anunciando que efectivamente podemos y vamos a salir de estos delincuentes revolucionarios. Se están convirtiendo en un mecanismo de lucha al servicio de todos aquellos que quieran dar su aporte por el cambio. La asistencia a las asambleas efectuadas resulta multitudinaria; la receptividad del mensaje es maravillosa; la disposición de la gente es absoluta y voluntaria. El sentimiento de cambio es indetenible, ninguna fuerza por poderosa que se crea podrá detener ese huracán de cambio que empieza a palpitar en el corazón de millones de zulianos. De nuevo, el Zulia es ejemplo de lucha y perseverancia en Venezuela.

Los Zulianos por el Cambio son un instrumento para vencer la pasividad de la gente, convenciéndola que el cambio definitivo sólo tendrá un inicio feliz si transitamos el camino que nos permite la Constitución, alejados del cortoplacismo y la urgencia –entendible y legitima- que pueda desviarnos de la meta que como demócratas debemos alcanzar: sacar a esta plaga de corruptos, incapaces e inmorales a través de los votos, expresión auténtica de la soberanía popular.

El manso pueblo está a la expectativa. Que no se equivoque el régimen. Sólo espera la oportunidad de oro para organizarse y movilizarse para revocar a sus victimarios y decirles a viva voz que la verdadera fuerza de Venezuela no está en Miraflores, ni en el TSJ, ni en la cúpula podrida de las FAN, sino que el poder soberano y democrático descansa en un pueblo indomable que jamás renunciará al ejercicio pleno de la libertad que nos hará grandes por siempre.

Profesor Titular de LUZ