miércoles, 30 de diciembre de 2020

 

Lecciones para aprender

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La vida es un eterno aprendizaje. Quienes sabiamente deciden aprender de las experiencias, buenas o malas, tienen mayores posibilidades de ser exitosos y enfrentar las dificultades para seguir avanzando en la vida.

Con frecuencia escucho a familiares y amigos que el 2020 nunca existió, que se vaya rápido y se lleve todo lo malo que nos ha dejado. Apartar todo aquello que nos hace daño, sin duda, es una sabia recomendación. Pero no pasemos tan rápido esa página sin antes evaluar qué podemos aprender de la profunda crisis que a todos nos afectó durante este año.

El 2020 nos dejó lecciones que debemos aprender; creo que  encontraremos allí interesantes pistas para que en el futuro cercano podamos vivir en un mundo mejor, como el que aspiramos todos los seres humanos de buena voluntad.

Pensábamos que lo peor había sucedido. Las guerras mundiales, las hambrunas, las grandes crisis políticas y económicas dejaron profundas heridas en el mundo, muchas de ellas aún sin sanar, pero nada parecido a la pandemia del covid-19, considerada como la primera crisis de dimensión planetaria porque trastocó al mundo en general, incluyendo a grandes potencias y países pobres, a sociedades postmodernas y aquellas que carecen de lo indispensable para sobrevivir.

Todos hemos sido víctimas del virus, el mundo entero quedó paralizado y sus economías prácticamente destruidas. Esa es la primera lección que debemos aprender: el mundo es más vulnerable de lo que creemos pero, a pesar de la ambición y la falta de humanidad de la elite comunista china, hemos sido capaces de levantarnos una vez más, gracias a los esfuerzos extraordinarios de la tecnología y la ciencia médica. Vendrán tiempos mejores.

La segunda gran lección que nos deja la pandemia es la fragilidad de la vida humana. Nada es para siempre y, aunque la prepotencia y el orgullo humano lo desmientan, somos más débiles de lo que nos gustaría ser. El virus mortífero ha segado la vida de aproximadamente dos millones de personas, sin importar su estatus social y económico. Para el coronavirus no existen diferencias humanas de ninguna naturaleza. La lección aprendida debe ser más humildad y temor a Dios que todo lo puede y siempre nos provee. La debilidad humana jamás podrá superar la omnipotencia de Dios, sin su auxilio divino somos pequeños y vulnerables.

El confinamiento que hemos vivido a lo largo del 2020, nos dejó una tercera lección: valorar más a nuestra familia, amigos y vecinos. En la creencia que siempre los tendremos cerca, con frecuencia olvidamos compartir y disfrutar detalles pequeños que engrandecen el espíritu. Durante la cuarentena, cuántas veces anhelamos abrazar a quienes más amamos sin poder hacerlo. Pues bien, de ahora en adelante que no pase un solo día para ocuparnos de la familia, estrechar lazos y demostrar nuestros mejores sentimientos de felicidad y gratitud.

La cuarta gran lección es la paciencia y perseverancia para alcanzar lo que nos proponemos. Cuántos planes, proyectos y decisiones importantes se perdieron, o debieron posponerse, a pesar de los esfuerzos que realizamos para lograrlo. No siempre las cosas se dan cuándo, dónde y cómo queremos. Hace falta, entonces, una dosis de paciencia para saber esperar, sabiduría para actuar correctamente y fe para jamás desfallecer y sacar lo mejor que llevamos dentro para coronar con éxito nuestros planes.

Así como la pandemia afloró sentimientos de solidaridad a los que ya estábamos desacostumbrados, también es cierto que muchos se aprovecharon de las desgracias ajenas, aumentando sus ganancias a costa del sufrimiento de los enfermos de covid, especialmente, en el sector hospitalario y farmacéutico. Esa es otra gran lección aprendida: necesitamos más amor, solidaridad y compasión para construir una sociedad más justa y más humana.

Finalmente, la pandemia aceleró profundos cambios que venían gestándose desde hace tiempo atrás, especialmente, la digitalización en diversas áreas del quehacer humano: teletrabajo, educación a distancia, marketing digital, entre otros. Nos vimos obligados a ajustarnos a la nueva normalidad y vencer los temores y la resistencia que genera todo proceso de cambio. La lección es que, a pesar del vertiginoso avance de las nuevas tecnologías, no estábamos tan preparados para asumir el cambio; hoy día, sabemos que tenemos inteligencia y capacidad para caminar por los nuevos senderos que nos ha legado una normalidad que cambió para siempre nuestra manera de vivir.

Estas y otras lecciones más que nos dejan el 2020, deben llenarnos de fe, esperanza y fortaleza para iniciar con buen pie un nuevo año cargado de extraordinarios desafíos que, sin duda, estaremos en capacidad de superar para el bien de la humanidad.

A todos mis lectores les deseo un bendecido y venturoso año nuevo 2021.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)

miércoles, 2 de diciembre de 2020

 

“Elecciones” en dictadura

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En dictadura se vota, en democracia se elige. Sólo con elecciones libres, legítimas y competitivas, los ciudadanos pueden ejercer el derecho del voto para elegir gobiernos producto de la voluntad mayoritaria de los electores. Todo lo demás es un fraude.

Los cubanos han votado durante más de sesenta años de revolución castrista y siguen sumidos en una de las peores tiranías criminales del mundo. Las elecciones en Cuba sólo han servido para mantener en el poder al clan genocida de los Castro y destruir  la vida, el presente y el futuro de los cubanos. Esa lección la aprendió muy bien Hugo Chávez, superada en grado superlativo por Nicolás Maduro.

El fraude del 6 de diciembre, orquestado por Maduro y por un grupo de opositores tarifados, igualmente tiene como propósito atornillar en el poder a la dictadura chavista-madurista, apoyada en una Asamblea Nacional que va a cumplir al pie de la letra los designios del tirano, en búsqueda de encontrar la legitimidad que el fraude nunca podrá devolverles.

Los que creen que el fraude traerá cambios positivos en la trágica situación de Venezuela, están equivocados. El régimen pretende mantenerse indefinidamente en el poder y los diputados alacranes desean disfrutar del generoso pago por los servicios prestados a la tiranía. Los que crean que con esa asamblea nacional se restituirá la institucionalidad democrática secuestrada por el propio régimen, no entienden que ellos pagan y se dan el vuelto, se creen los amos del país. Con esa escoria gobernante, los venezolanos jamás tendremos posibilidades de salir de esta descomunal crisis.

Con el fraude consumado a la vista de los venezolanos y de la comunidad internacional, Maduro pretende eliminar cualquier vestigio democrático, así como a la desarticulada oposición venezolana para terminar de instaurar el anhelado comunismo castrista chavista. Creo que no les resultará fácil hacerlo.

Si bien la pandemia del covid-19 le ha sido favorable al régimen de Maduro, pienso que con el fraude no correrán con la misma suerte. La inmensa mayoría de los venezolanos no va participar en ese sainete; la escasísima participación electoral va a profundizar el desprecio que sentimos los venezolanos por el régimen, fortaleciéndose el rechazo que la comunidad internacional tiene por la dictadura madurista.

También es cierto que el fraude agravará la crisis política e institucional de Venezuela, abriendo desafíos que deben resolverse en el corto plazo. Por un lado, en enero del 2021 vence el período constitucional de la legítima Asamblea Nacional dirigida por Juan Guaidó y se instalaría la asamblea fraudulenta e ilegítima. ¿Se extenderá la continuidad administrativa de la legítima Asamblea Nacional? ¿Seguiremos con dos asambleas, dos gobiernos y con dobles instituciones? Frente a esta realidad tan compleja resulta imposible pensar en un escenario que posibilite una salida política de la crisis.

Por otra parte, a la verdadera oposición le corresponde asumir con inteligencia y desprendimiento los grandes retos que tiene por delante. El tiempo se les agota. Reconstruir la confianza y la credibilidad que perdió por sembrar altas expectativas que no han sido cumplidas; lograr la conexión y la confianza de la gente, convenciéndola que efectivamente existe una estrategia factible que nos permita alcanzar el cambio político; iniciar la recomposición interna de los cuadros y estructuras, privilegiando la unidad de propósito y estrategia, porque para que los venezolanos confiemos en la oposición, deben dar muestras efectivas que  realmente los anima la libertad del país, dejando a un lado agendas ocultas, egos tóxicos y escenarios improbables que sólo existe en la mente de algunos dirigentes.

La consulta popular propuesta por la sociedad civil e impulsada por el interinato de Juan Guaidó, podría ser una nueva oportunidad para que la oposición se reinvente y logre aglutinar el apoyo mayoritario de los venezolanos en una ruta efectiva para rescatar la libertad y la democracia, teniendo muy en cuenta el apoyo internacional, bastante disminuido por la pandemia y por la tensa situación política que vive Estados Unidos a raíz de las elecciones del 3 de noviembre. Lograr reconstruir el apoyo mayoritario entre los venezolanos y reconquistar un sólido apoyo de la comunidad internacional, es otro de los grandes desafíos que la oposición democrática debe superar exitosamente.

Sin embargo, lo único cierto que hasta este momento tenemos los venezolanos, es un panorama sombrío para el 2021; el juego político cerrado, sin solución del conflicto a corto plazo, con un país cada vez más empobrecido y con el aumento de la diáspora una vez que bajen los efectos de la pandemia.

Reitero que la esperanza que aun palpita en millones de corazones venezolanos, sólo podremos hacer realidad con un espíritu unitario en el que la libertad y la democracia sea la única opción por la que luchemos juntos oposición y ciudadanos.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)