miércoles, 12 de noviembre de 2014


Enseñanzas para la vida

Efraín Rincón Marroquín (@efrainRincon17)

Si algo me preocupa de la Venezuela actual, es la profunda carencia de valores en la que estamos inmersos. Con vertiginosa velocidad, observamos la destrucción del cuerpo de valores que nos convirtieron en una sociedad sana, pacifica, respetuosa y amante de la cultura de la vida. Lo normal era vivir en armonía con la familia y los vecinos. Con razón, muchos admiraban nuestro don de gente y la disposición permanente para ayudar al otro, sin importar su condición social o sus creencias políticas. Sin ánimo de exagerar, Venezuela era un país conformado por una familia grande, donde los desencuentros naturales jamás ponían en riesgo los afectos y la sana convivencia.

Desde luego, teníamos defectos y debilidades como cualquier sociedad, pero éstas estaban en minusvalía en comparación con las cosas buenas que practicábamos. Este acelerado proceso de descomposición ética y moral viene fraguándose desde hace algún tiempo atrás pero, sin duda, empieza a cobrar mayor efervescencia durante la revolución chavista.

Hoy no tenemos respeto por nuestros padres, ni por los maestros o profesores; despreciamos a los ancianos y nos comportamos groseros con nuestros vecinos. La costumbre del saludo cordial y respetuoso ha sido cambiada por el comportamiento hostil y soez. La cordialidad y gentileza la cambiamos por la agresividad, la violencia brota de nuestros poros con suma facilidad; nos corroe la anarquía y la carencia absoluta de ciudadanía que exigen las sociedades modernas y democráticas.

No nos duela nada ni nadie. Los problemas de los demás no me interesan, vivimos sólo por nuestros intereses y todo aquello que está fuera de nuestra área de confort, lo desechamos sin arrepentimiento alguno. Sentimos un profundo desprecio por los asuntos públicos.

Los valores del esfuerzo, la tenacidad y la perseverancia, perdieron la batalla frente al facilismo y la holgazanería. El conformismo le ganó al afán de superación que necesitamos para vivir mejor. Ni hablemos de la dignidad humana. Este régimen se ha encargado de ponerle precio a nuestras ideas, pensamientos y sueños. Con asombro observamos cómo, por un contrato o por una prebenda, algunos cambian las ideas por las que han luchado siempre o, lo que es peor, guardan un silencio cómplice frente a las tropelías de un régimen que es capaz de hacer cualquier cosa para preservar el poder, que garantiza el acceso a las riquezas y las comodidades que se derivan del ejercicio gubernamental.    

Definitivamente el alma de los venezolanos está gravemente enferma. Es urgente que iniciemos cuanto antes una cruzada para defender y preservar los valores que nos acerquen a una sociedad donde la cultura de la vida, el respeto y el trabajo que nos lleva al progreso, se convierta en realidad. Por tal razón, debemos aunar esfuerzos a nivel familiar para iniciar la siembra de verdaderos ciudadanos, al servicio de Dios, el país y la familia. Si bien es cierto que la enfermedad se encuentra en estado avanzado, no es menos cierto que aun podemos vencerla si realmente nos lo proponemos. Es tiempo de enseñarles a nuestros hijos los valores para la vida. Valores que nos devuelvan la autenticidad, la reciedumbre y la dignidad que sirva de antídoto frente a esta barbarie que una minoría de desubicados pretende arrastrarnos. En circunstancias tan difíciles como la que vivimos, la unidad y los valores familiares se constituyen en una poderosa arma para librar la batalla de la oscuridad, la ignominia y la corrupción de un régimen que con el amanecer de cada día pierde más apoyo popular. Debemos prepararnos para que cuando el cambio llegue, tengamos suficientes reservas morales y éticas para construir y ganar el tiempo que desgraciadamente perdimos a lo largo de estos quince años. Ocupémonos de una buena vez, para luego es tarde.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 5 de noviembre de 2014


Lo que fuimos y ya no somos

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

         En días pasados escuché una amena entrevista que César Miguel Rondón le hiciera a Isabel Allende, laureada escritora chilena. En la conservación, la escritora recordó su permanencia en Venezuela, en ocasión del golpe de Estado al presidente Allende, donde le tocó vivir como asilada política. Manifestó Isabel Allende que lo que más le cautivó de Venezuela fue su gente y la alegría desbordante con la que celebrábamos cualquier acontecimiento; la luz y los colores vivos que predominaban en cada ciudad, pueblo o barriada, a diferencia de la tristeza y la oscuridad que caracterizaba al pueblo chileno durante la dictadura de Pinochet. Resaltaba, además, la solidaridad y el corazón abierto de los venezolanos, la unión y la hermandad entre nosotros y el don único de cultivar amistades para toda la vida. Refería también que gracias a Venezuela se hizo escritora, gesto que agradecerá por siempre.

       Lo que más me llamó la atención de las gentiles palabras de Isabel Allende, es que siempre habló en tiempo pasado, por cuanto aseveró que tiene conocimiento que ya las cosas no son iguales en la Venezuela de la que se enamoró con pasión. Sin duda, la alegría la cambiamos por tristeza, angustia y frustración, a pesar de la creación del Vice-Ministerio de la Suprema Felicidad; la luz y los colores que nos embriagaban, ahora es oscuridad y pesadumbre; la amistad, la unión y la hermandad de la que nos sentíamos orgullosos, se transformó en división, odio y rencor entre nosotros. De un país que le abría sus brazos a quienes venían a buscar un futuro más promisorio, acompañados de la paz que no tenían en sus países, ahora somos un país de inmigrantes que abandonan Venezuela porque, a nuestro pesar, no existen las condiciones mínimas para construir una vida mejor y más digna. Un país donde los jóvenes alcanzaban sus metas y objetivos, y hoy no tienen ni tendrán futuro con este régimen populista y obsoleto porque, como oí decir por allí, el populismo revolucionario ama tanto a los pobres que los multiplica. Son artífices extraordinarios de la destrucción y los sufrimientos que estamos padeciendo los venezolanos.

      Si el sistema inmunológico de los venezolanos está débil con la andanada de enfermedades, fiebres y virus desconocidos, el del país está mucho peor. Pareciera que hemos perdido las fuerzas y la voluntad para encarar con responsabilidad esta tragedia que nos carcome. La desesperación, la angustia, la incertidumbre, la desesperanza, y a veces el conformismo crónico, se ha apoderado del alma de esta nación, y observamos impávidos cómo una minoría inepta y corrupta destruye sin misericordia un país que bien pudo ser la nación más democrática, moderna y progresista de toda América Latina. A veces pienso que estas enfermedades que diezman la salud de los venezolanos, se debe, en gran parte, a la incertidumbre y la paranoia que vivimos por culpa de unos irresponsables que han usado el poder para su beneficio personal y partidista. Jamás habíamos experimentado una crisis de tales dimensiones, con un pronóstico que empeorará en los próximos meses.
 
       Ojalá los aires decembrinos, la unión familiar en esta época tan especial, la cercanía de la Natividad del Señor y las reflexiones de fin de año, iluminen a cada uno de los venezolanos impregnándonos de la sabiduría necesaria para entender y actuar correctamente en tan difíciles circunstancias.
 
                            Profesor Titular de LUZ