miércoles, 30 de julio de 2014


Corrupción revolucionaria

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En su significado más profundo, la corrupción puede considerarse como la depravación moral de la sociedad; corromper es el acto de echar a perder, sobornar a alguien, dañar, pervertir. Con tales síntomas, estamos frente a una sociedad enferma, carente de valores y sometida a los vicios que le dificultan derrotar al verdadero responsable de esa podredumbre.

Si algo ha aprobado esta revolución con calificaciones de excelencia, es el tema de la corrupción. Nunca antes habíamos padecido los venezolanos semejante vorágine; fueron capaces de arruinar y destruir un país que, de acuerdo a sus ingresos petroleros en flamante bonanza, resultaba imposible llegar al estado de postración que hoy vivimos. Para este régimen cualquier acción propia de gobernar, es un guiso, un negocio. Nada sale ileso frente a la voracidad rojita de acumular fortunas en un abrir y cerrar de ojos. Hoy podemos decir que en nuestro país casi todo está a merced de la corrupción, de la delincuencia de cuello blanco, de la doble moral, que castra la dignidad de un pueblo que empieza a convertirse en cómplice de un gobierno forajido, por temor a ser encarcelado injusta y arbitrariamente o, lo que es peor, por miedo de perder las prebendas que recibe de las manos de un régimen que sólo le interesa el poder para enriquecerse.

Los programas sociales de la revolución, mejor conocidos como misiones, han sido un caldo de cultivo para la corrupción. Recordemos el caso de PDVAL (Pudreval), en el que se pudrieron miles de toneladas de alimentos por la perversión de un gobierno que los importó no para paliar el hambre del pueblo, sino para hacer jugosos negocios; a eso, agreguémosles las toneladas de medicinas importadas que se vencen frecuentemente porque las autoridades no las distribuyen a tiempo. Los módulos de Barrio Adentro, son hoy un monumento al abandono y a la desidia, mientras tanto el pueblo pasa trabajo porque este gobierno se olvidó de su salud, violando flagrantemente los derechos constitucionales. Las famosas empresas de maletín que, bajo la conchupancia de funcionarios del régimen, desfalcaron la nación con miles millones de dólares, tantos que Giordani admitió que, por lo menos, las empresas de maletín se habían robado a través de CADIVI más de 25 mil millones de dólares. La misión Vivienda ha construido conjuntos residenciales que se están cayendo, o los entregan sin los servicios públicos básicos, como si los que allí viven no fueran seres humanos dignos. Puros negocios, cuyas fortunas van a parar a manos de una minoría que nos dice, con el mayor desparpajo, que ser rico es malo.

Las obras de infraestructura tampoco escapan de la corrupción revolucionaria. Por ejemplo, el metro de Maracaibo durante este régimen sólo ha construido una línea a costos supermillonarios y, para remate, ha sido inaugurada con bombas y platillos por lo menos en tres oportunidades. Ni decir del puente Nigale, anunciado desde el 2005, que con cada campaña electoral le inyectan millones de dólares que se desaparecen, porque lo único que existe es la piedra que anuncia su construcción.

Pero lo peor de todo esto, es la capacidad del régimen para sobornar y pervertir. Diferentes sectores dirigenciales del país se acostumbraron a vivir en la abundancia, que sólo quien controla los ingresos de la nación puede repartir, a cambio de su silencio u obediencia servil. Políticos, empresarios, militares, magistrados y jueces, parlamentarios, comerciantes, artistas, sindicalistas, etc., están aprovechando los negocios que les permite el régimen, sin importarles el compromiso con el país, con las instituciones y la justicia, con sus gremios o con su grupo familiar. Hoy disfrutan del festín de Baltasar, olvidando que la historia es cíclica, los que hoy están arriba mañana estarán abajo; los que hoy abusan, vejan y roban a un pueblo, con el mayor cinismo y doble moral, mañana les caerá el peso de la justicia, no sé si la terrenal, pero la divina con total seguridad llegará.

Por eso estoy convencido que este régimen no tiene ni voluntad ni capacidad de cambio, ni siquiera por apego a su ideología, sino porque cambiar la estructura que costó montar en más de 15 años, les impedirá acumular las cuantiosas fortunas que les ha permitido formar parte de una selecta clase de nuevos ricos, mejor conocidos como los boliburgueses o los enchufados.

La corrupción es el cáncer que impide que avancemos hacia una sociedad libre, democrática, progresista, con justicia social y encaminada hacia la modernidad que sólo con el conocimiento y el trabajo productivo de los venezolanos podemos alcanzar.
Profesor Titular de LUZ

martes, 22 de julio de 2014


Educación y Trabajo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En una sociedad, con vocación de progreso, la educación de calidad se constituye en condición sine cua non para acceder a empleos productivos que eleven la calidad de vida personal y familiar. En términos sencillos, a mayor calidad de la educación mayores probabilidades tienen los profesionales de insertarse exitosamente en el mercado laboral o en el emprendimiento personal. Y cuando esta situación ocurre, se incrementa la verdadera riqueza de la nación basada en el trabajo productivo de sus habitantes.

Durante las primeras décadas de la democracia, la educación se convirtió en el principal mecanismo de movilidad social de los venezolanos; los profesionales universitarios o técnicos, egresados con amplios y sólidos conocimientos, accedían a trabajos de calidad especialmente en la empresa privada, lo cual permitió la creación de una de las más vigorosas clases medias de América Latina. El venezolano promedio recibía la recompensa de sus esfuerzos educacionales a través de buenos empleos que mejoraron substancialmente su situación social y económica. Millones de venezolanos de los sectores populares, gracias a la educación, lograron formar parte de la clase media profesional, independiente de la política partidista excluyente por naturaleza. En esa época, los jóvenes estábamos convencidos que estudiar y esforzarse valía la pena para abrazar un futuro promisorio.

Lamentablemente, hoy día, esa creencia empieza a ser un espejismo. No importa cuánto estudies y te sacrifiques para encontrar un trabajo de calidad. Nuestro país está lleno de profesionales buhoneros, taxistas, ocupados en áreas que nada tienen que ver con su formación profesional. Empezamos a escuchar a muchos de nuestros jóvenes, ¿para qué voy a estudiar si en este país lo que aprendí en la universidad no sirve para alcanzar un trabajo digno y productivo? La educación que antes era una motivación esencial para ascender social y económicamente, hoy es apenas un requisito para esperar sabe Dios cuánto tiempo por un buen trabajo.

La realidad nos golpea a diario. Un bachaquero que contrabandea gasolina puede ganar en un día más que lo que cualquier profesional gana durante un mes de trabajo; sólo hacen falta algunos contactos para “mojarle” la mano y el riesgo inocuo de ser descubierto, porque la educación no tiene valor alguno. Vender cualquier baratija o realizar gestiones absolutamente ilegales (cobrar vacuna, “comisiones” por trámites gubernamentales, revender productos regulados gracias al bachaqueo, etc.), pueden constituirse en negocios francamente lucrativos que no son comparables con el salario mensual que devenga un profesional por muy talentoso que sea.

Reitero mi artículo de la semana pasada, Venezuela es un país patas arriba que está funcionando al revés. No importa que te eduques y te esfuerces, porque cualquiera que no estudie tiene más posibilidades de obtener ingresos suficientes, sin importar que éstos sean ilegales. Para colmo de males, la educación está perdiendo su verdadera esencia como es la de enseñar sólidos conocimientos y valores para formar ciudadanos responsables, honestos, competitivos, comprometidos con los supremos intereses de la familia, la sociedad y el país. Ahora importa más impartir una educación al servicio de una ideología que rinde culto a un líder que destruyó lo más profundo de nuestra venezolanidad;  una educación que no cultiva el valor del trabajo y la superación personal, sino que pretende hacernos creer que el Estado-Gobierno-Partido (para el régimen esta tríada es la misma cosa), es el único capaz de proveernos la máxima felicidad, mediante un puesto en la administración pública, a cambio de la obediencia absoluta a un gobierno que deliberadamente impide el crecimiento intelectual y socioeconómico de los profesionales venezolanos.

Mientras perdure este modelo que destruye la producción nacional e irrespeta la iniciativa privada sustentada en una educación de calidad, jamás podremos disfrutar de una sociedad donde  jóvenes profesionales ofrezcan sus conocimientos y habilidades al servicio del progreso de Venezuela. Con esta pesadilla que nos aniquila poco a poco, veremos lastimosamente el éxodo de jóvenes que deben dejar su patria, en búsqueda de mejores oportunidades en otros países donde efectivamente valoran su talento y capacidad profesionales. Definitivamente, con esta revolución el futuro de nuestros hijos está clausurado. Es hora de reaccionar.
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 16 de julio de 2014


Un país patas arriba

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El sentimiento de frustración, incertidumbre e indignación que a diario vivimos los venezolanos, es proyectado por las encuestas de las más prestigiosas firmas del país. En promedio, siete de cada diez venezolanos perciben que la situación del país es negativa, sin expectativas de mejoría en el corto plazo. A nivel personal y familiar, la situación económica es igualmente negativa.

La escasez de alimentos, medicinas e insumos; la carestía de la vida; la inseguridad descontrolada que asesina cientos de vidas inocentes cada fin de semana; el colapso de los principales servicios públicos (agua, electricidad, vialidad); la escasez de empleos productivos en una economía enferma que sólo genera buhoneros y bachaqueros; el deterioro creciente de la calidad de vida en todos los sentidos; la sensación permanente que este país se acabó y no hay posibilidades de un mejor futuro; la destrucción progresiva de la educación que abandonó la transmisión de conocimientos al servicio del trabajo, de la meritocracia y del progreso social y que, además, no enseña valores democráticos y ciudadanos; la anarquía y agresividad con la que nos enfrentamos a diario en las calles; la pobreza y la mendicidad que crecen alarmantemente, a pesar que el régimen se jacta en decir que aquí gobiernan los pata en el suelo; la falta de justicia, la represión y la violación flagrante de los derechos esenciales del ser humano. Toda esta hecatombe que debemos soportar con cada amanecer, nos mantiene en un estado de paranoia que nos acerca a la locura, o en un estado de anestesia colectiva que nos convierte en autómatas acostumbrados a vivir en un país que funciona al revés.

Pero hay más, seis de cada diez venezolanos responsabilizan directamente a Nicolás Maduro de los graves problemas del país; igual cantidad de venezolanos piensan que existen razones para protestar contra el gobierno de Maduro; siete de cada diez venezolanos creen que la crisis que dio origen a las protestas y manifestaciones, continúa y se agrava con el pasar de los días. Para la mayoría del país, las medidas económicas del gobierno empeorarán la situación nacional; seis de cada diez venezolanos piensan que Maduro no está haciendo nada para mejorar su situación económica personal y familiar; más de la mitad de los venezolanos considera que el presidente es una persona que normalmente miente, con lo cual la confianza como mandatario se encuentra en el nivel más bajo desde su elección en abril del 2013.

Si la situación es tan mala y la mayoría coincide en culpar a Maduro de nuestros males como país, ¿por qué los venezolanos no podemos acariciar la esperanza de transitar por un sendero que nos devuelva el país que perdimos? ¿Qué está impidiendo que el pueblo reaccione frente a la peor crisis que ha vivido el país durante su etapa republicana?

El comportamiento del gobierno no sólo lo conocemos, sino que lo padecemos a diario. El régimen cree que es la mejor opción que nunca jamás ha tenido el pueblo venezolano. Y, la oposición ¿qué está haciendo para contribuir con la construcción del camino de la libertad y la prosperidad de nuestro país? ¿Qué debemos hacer como ciudadanos responsables para construir el cambio?

Ante todo, necesitamos convencernos que existe una opción mejor que la que representan los que destruyeron el país y el futuro de los venezolanos; necesitamos una oposición comprometida con los legítimos intereses del país y alejados de componendas personalistas y grupales; estamos requiriendo un discurso coherente y la defensa unánime de una propuesta de cambio que interprete las necesidades y expectativas de los sectores populares y la clase media; estamos en búsqueda de un liderazgo –que no sea mesiánico, personalista, ni mucho menos galáctico- que conquiste la voluntad y el afecto de las mayorías a través de una propuesta incluyente, de justicia social, moderna y efectivamente pluralista y democrática. Estamos exigiendo un liderazgo opositor que luche unido por la construcción de un país donde todos cabemos, y no que se enfrasque en peleas intrascendentes y mezquinas que resquebrajan su confianza y credibilidad. Necesitamos una oposición que antes que dialogar con el gobierno, promueva el diálogo franco y el entendimiento sincero entre los diferentes sectores que la integran. Nos hace falta una oposición inteligente y mente amplia que se case con los problemas del pueblo venezolano y que se constituya en su principal defensor, comprometiéndose en gobernar para la búsqueda de la felicidad de todos los venezolanos, sin las exclusiones perversas con las que este régimen ha gobernado por más de 15 años. Sólo así la mayoría de este pueblo volverá a acariciar la esperanza que sí es posible que vivamos mejor que ahora de la mano de líderes honestos, capaces y absolutamente al servicio de los intereses de la patria.
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 9 de julio de 2014


La arrogancia: una mala elección

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Muchos testimonios ilustran la malignidad de la arrogancia. Un ser arrogante es esclavo de la debilidad y del miedo, a pesar de la altanería, la soberbia y el sentimiento de superioridad con el que trata a sus semejantes. Dice Gabriel García Márquez que “un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”, frase llena de autenticidad por la sencillez y humildad con la que este hombre vivió su vida plena de éxitos y de reconocimientos universales.

El tema de la arrogancia lo traigo a colación al observar las actuaciones de algunos equipos que compiten en el torneo más importante del planeta, como es la Copa Mundial de Futbol. El deporte, al igual que cualquier actividad del quehacer humano, está lleno de sentimientos y pasiones encontradas que a veces pueden generar conductas que rayan en la burla, el irrespeto y la proyección de superioridad frente al que consideran más débil o sin méritos suficientes para competir. Quien así actúa está predestinado al fracaso y al desprecio de aquellos que se sienten ofendidos. La actuación de la selección brasileña, antes de la paliza que le propinó Alemania el pasado 8 de julio, resultó diferente a la de tristeza y lágrimas que los embargó después de la derrota; se creyeron indestructibles, superiores, con capacidad suficiente para convertirse por sexta vez en los campeones del mundo; no proyectaron el mínimo rasgo de humildad. Después del Maracanazo (1950), éste ha sido el descalabro más descomunal de su trayectoria futbolística, con el agravante que aquel incidente hoy luce opacado ante tan inexplicable revés. Con razón, Séneca, filósofo romano, afirma que “es pasajera la felicidad de todos esos que ves caminar con arrogancia”.

Estas experiencias deben servirnos de reflexión y autocrítica porque son más frecuentes y comunes de lo que podemos pensar. La vida nos enseña que no podemos andar por el mundo irrespetando y despreciando a quienes nos rodean, basados en el poder, la fama, la riqueza, la belleza física o la sabiduría, todos atributos efímeros que se acrecientan sólo si los aprovechamos con humildad, sencillez y sentido común.

El gobernante sabio es aquel que usa el poder para crear condiciones óptimas que posibiliten el mayor grado de bienestar a sus gobernados; cuando, por el contrario, lo usa para proyectar un orgullo excesivo sobre su persona, exigiendo reconocimientos desmedidos y privilegios que no le corresponden, es un déspota arrogante, un tirano indigno de gobernar su país, como es el caso de Venezuela en estos últimos 15 años. Asimismo, el rico debe usar su dinero para contribuir con el progreso de la sociedad creando empleos productivos y de calidad, sin menoscabar el respeto y la dignidad que se merecen sus subordinados. Usar la riqueza para humillar y aprovecharse de sus semejantes, es un acto cruel que merece el desprecio unánime de la sociedad y el castigo implacable de las leyes.

El deportista humilde es aquel que usa sus habilidades y capacidad física para llenar de gloria a su equipo y a su país, preservando las normas de respeto y consideración con quienes compite. El deporte es la antítesis de la arrogancia; debe practicarse como un don maravilloso que transmite vida, salud, superación y compañerismo.

Por último, el sabio, el científico, el docente debe usar sus conocimientos para el engrandecimiento intelectual y espiritual de sus discípulos, transmitiéndole valores de apego al trabajo,  responsabilidad, superación y compromiso con su familia y el país. El mejor maestro es aquel que hace gala de su humildad y paciencia para educar a alumnos que en el futuro puedan superarlo.

Hacer uso de los dones que Dios nos regaló para cultivar la soberbia, la altanería, la superioridad y el desprecio por el prójimo, son actitudes que debemos desterrar de nuestros corazones para sentirnos tranquilos con nuestras conciencias, convencidos que estamos cumpliendo con nuestro deber de seres humanos agradecidos con las maravillas que el Todopoderoso nos regala con cada amanecer porque, como nos dice San Juan Pablo II, “Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la soberbia del arrogante”.
                                                                       Profesor Titular de LUZ  

miércoles, 2 de julio de 2014


Atrapados y sin salida

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En el gobierno están atrapados y sin salida. Las críticas crecen como la hierba mala y el muro de contención que impedía la disidencia oficialista, se está resquebrajando más rápido de lo que algunos de ellos creen. Hasta hace unos meses atrás, el descontento se apoderaba de la mayoría de los venezolanos que nos oponemos a este gobierno perfectamente incapaz que tantas calamidades nos ha traído; ahora, ese descontento emerge con la fuerza del viento no sólo dentro de las filas del PSUV, sino en aquellos venezolanos que apostaron por su bienestar en manos de la revolución y, hoy día, están hartos y decepcionados de tantas mentiras y corrupción.

Lo peor de esta situación es que el estruendoso fracaso de este gobierno, nos afecta a todos por igual. Con este régimen ningún venezolano tiene posibilidades de progresar y vivir mejor. El modelo troglodita y fracasado que ha implementado la revolución por espacio de 15 años, los mantiene atrapados en sus propios errores. Con el correr de los días, la situación nacional se agrava, mientras que el régimen se debate entre acusaciones, cartas y críticas que fractura su precaria unidad. Ahora, los oficialistas en vez de llamarse chavistas, se autocalifican como radicales o pragmáticos dependiendo de la “cercanía” o “lejanía” con el legado del supremo comandante. La verdad es que ambos grupos son exactamente iguales, por cuanto se formaron bajo la sombra de un mismo mentor y se alimentaron con las ideas de un modelo que ha destruido la nación.

La salida de Giordani del gobierno, principal arquitecto del modelo económico revolucionario, no cambia la dramática situación del país, por mayor dosis de pragmatismo que pretendan impregnarle a la política económica. El verdadero problema no es la unificación cambiaria, ni la flexibilización de controles y regulaciones, o la renuncia de algunos ministros; el problema de fondo, el que nos empobrece y destruye a Venezuela, es éste gobierno cuya principal inspiración es la pobreza y la sumisión a un dogma ideológico comprobadamente fracasado y atrasado. No pensemos jamás que Maduro y su combo, incluidos los más pragmáticos, están dispuestos a dar un cambio de timón en la conducción del país, so pena de poner en riesgo la tutela de los hermanos Castro Ruz y del alzamiento de conspicuos dirigentes del oficialismo. El gobierno no sabe qué hacer, está perdido en el limbo, porque jamás ha tenido capacidad y sentido común para gobernar un país que debería estar liderando la lista de las naciones emergentes de América Latina, junto a Chile, Perú, Brasil y Colombia, entre los más destacados. Desde siempre el país les quedó grande.

Recordemos que el chavismo-madurismo secuestró la soberanía e inteligencia de la nación. Hoy somos víctimas de un modelo trasnochado en manos de una cúpula de ineptos que sólo les interesa el poder para su beneficio personal; un régimen corrupto como jamás lo habíamos vivido los venezolanos; un régimen que se goza de la pobreza y la ignorancia de un pueblo, únicas condiciones para mantenerse en el poder bajo la más grotesca perversión. Con un régimen con estas características, ningún pueblo de la tierra podrá progresar y vivir en auténtica libertad.

Por eso, los que ayer los apoyaban en búsqueda de beneficios y prebendas, hoy están exigiendo un cambio que acabe de una vez por todas con esta pesadilla que nos aniquila como nación. Las circunstancias actuales nos están dando la razón: la lealtad, el amor  y “el frenesí” que otrora despertaba el líder único y su revolución, estaba sustentado en razones eminentemente utilitarias (beneficios) que una vez que desaparecen, la lealtad por el proceso se hace añicos. Bajo este régimen, el cambio por un mejor país con oportunidades para todos es pura fábula. Sólo un cambio profundo en la conducción de Venezuela es la única opción para que nuestro pueblo deje de estar atrapado y sin salida, en manos de quienes nunca debieron gobernar a nuestra amada patria.

Profesor Titular de LUZ