Corrupción revolucionaria
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En su significado más profundo, la corrupción puede
considerarse como la depravación moral de la sociedad; corromper es el acto de
echar a perder, sobornar a alguien, dañar, pervertir. Con tales síntomas, estamos
frente a una sociedad enferma, carente de valores y sometida a los vicios que
le dificultan derrotar al verdadero responsable de esa podredumbre.
Si algo ha aprobado esta revolución con calificaciones
de excelencia, es el tema de la corrupción. Nunca antes habíamos padecido los
venezolanos semejante vorágine; fueron capaces de arruinar y destruir un país
que, de acuerdo a sus ingresos petroleros en flamante bonanza, resultaba
imposible llegar al estado de postración que hoy vivimos. Para este régimen
cualquier acción propia de gobernar, es un guiso, un negocio. Nada sale ileso
frente a la voracidad rojita de acumular fortunas en un abrir y cerrar de ojos.
Hoy podemos decir que en nuestro país casi todo está a merced de la corrupción,
de la delincuencia de cuello blanco, de la doble moral, que castra la dignidad
de un pueblo que empieza a convertirse en cómplice de un gobierno forajido, por
temor a ser encarcelado injusta y arbitrariamente o, lo que es peor, por miedo
de perder las prebendas que recibe de las manos de un régimen que sólo le
interesa el poder para enriquecerse.
Los programas sociales de la revolución, mejor
conocidos como misiones, han sido un caldo de cultivo para la corrupción.
Recordemos el caso de PDVAL (Pudreval), en el que se pudrieron miles de
toneladas de alimentos por la perversión de un gobierno que los importó no para
paliar el hambre del pueblo, sino para hacer jugosos negocios; a eso, agreguémosles
las toneladas de medicinas importadas que se vencen frecuentemente porque las
autoridades no las distribuyen a tiempo. Los módulos de Barrio Adentro, son hoy
un monumento al abandono y a la desidia, mientras tanto el pueblo pasa trabajo
porque este gobierno se olvidó de su salud, violando flagrantemente los
derechos constitucionales. Las famosas empresas de maletín que, bajo la
conchupancia de funcionarios del régimen, desfalcaron la nación con miles
millones de dólares, tantos que Giordani admitió que, por lo menos, las
empresas de maletín se habían robado a través de CADIVI más de 25 mil millones
de dólares. La misión Vivienda ha construido conjuntos residenciales que se
están cayendo, o los entregan sin los servicios públicos básicos, como si los
que allí viven no fueran seres humanos dignos. Puros negocios, cuyas fortunas
van a parar a manos de una minoría que nos dice, con el mayor desparpajo, que
ser rico es malo.
Las obras de infraestructura tampoco escapan de la
corrupción revolucionaria. Por ejemplo, el metro de Maracaibo durante este
régimen sólo ha construido una línea a costos supermillonarios y, para remate,
ha sido inaugurada con bombas y platillos por lo menos en tres oportunidades.
Ni decir del puente Nigale, anunciado desde el 2005, que con cada campaña
electoral le inyectan millones de dólares que se desaparecen, porque lo único
que existe es la piedra que anuncia su construcción.
Pero lo peor de todo esto, es la capacidad del régimen
para sobornar y pervertir. Diferentes sectores dirigenciales del país se
acostumbraron a vivir en la abundancia, que sólo quien controla los ingresos de
la nación puede repartir, a cambio de su silencio u obediencia servil.
Políticos, empresarios, militares, magistrados y jueces, parlamentarios,
comerciantes, artistas, sindicalistas, etc., están aprovechando los negocios
que les permite el régimen, sin importarles el compromiso con el país, con las
instituciones y la justicia, con sus gremios o con su grupo familiar. Hoy
disfrutan del festín de Baltasar, olvidando que la historia es cíclica, los que
hoy están arriba mañana estarán abajo; los que hoy abusan, vejan y roban a un
pueblo, con el mayor cinismo y doble moral, mañana les caerá el peso de la
justicia, no sé si la terrenal, pero la divina con total seguridad llegará.
Por eso estoy convencido que este régimen no tiene ni
voluntad ni capacidad de cambio, ni siquiera por apego a su ideología, sino
porque cambiar la estructura que costó montar en más de 15 años, les impedirá
acumular las cuantiosas fortunas que les ha permitido formar parte de una selecta
clase de nuevos ricos, mejor conocidos como los boliburgueses o los enchufados.
La corrupción es el cáncer que impide que avancemos
hacia una sociedad libre, democrática, progresista, con justicia social y
encaminada hacia la modernidad que sólo con el conocimiento y el trabajo productivo
de los venezolanos podemos alcanzar.
Profesor Titular de LUZ