Degradación
revolucionaria
Efraín
Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Se entiende por degradación, entre otras
definiciones, “la disminución de la
dignidad del ser humano o de la categoría moral de una cosa”. En tal
sentido, la degradación se asocia con pérdida, envilecimiento, ignominia y con
falta de honor, elementos presentes en una sociedad con altos niveles de
pobreza moral y material. Una sociedad degradada es presa fácil de la
dominación de una élite política cuyo único propósito es perpetuarse en el
poder, a costa de las desgracias y humillaciones de los ciudadanos.
La precariedad y la más espantosa pobreza que
la revolución chavista-madurista ha provocado en Venezuela, es un caldo de
cultivo para que la corrupción y otros ilícitos pasen a formar parte de la
cotidianidad de los venezolanos, convirtiéndose muchas veces en el único
mecanismo para mitigar la miseria que deambula en todos los rincones de la
nación.
La corrupción es un legado criminal de esta
revolución. Destruyeron el país, convirtiéndonos en una de las naciones más
pobres del mundo, comparada con Haití o con cualquier pobre país africano. Una
minoría de forajidos orquestó el mayor saqueo propinado al fisco nacional; se llenaron
sus bolsillos a costa del hambre de millones de venezolanos; y, peor aún,
crearon un sistema de impunidad y complicidad que
permeó todos los estratos sociales, promoviendo el afloramiento de las maneras
más impensables de corrupción que podamos tener idea.
Sin duda, el combate de la corrupción y el
restablecimiento de la moral y de los valores ciudadanos, se constituyen en uno
de los retos más complejos de la Venezuela que está por venir. Hoy día, la
corrupción sirve tanto para que los dirigentes de la revolución amasen
gigantescas fortunas, como para que un funcionario medio se redondee su mísero
salario y pueda llevar la comida a su casa, o para quienes sumidos en la
pobreza desean escapar de tanta miseria aún ofendiendo su propia dignidad.
Esta revolución es una fábrica de pobreza,
hambre y corrupción. Han distorsionado todo lo que nos rodea, inclusive
aquellas cosas que eran normales en nuestras vidas. Sin ánimo a equivocarme, en
la Venezuela de hoy todo es un negocio, un chanchullo. Pocas cosas son las que
hacen por la vía legal o formal. El cuanto hay pa eso se ha transformado en la
frase vital de los venezolanos.
La degradación de la sociedad genera más
pobreza, más corrupción, más criminalidad, menos valores y más dificultades
para cambiar lo que nos impide acceder al progreso con oportunidades para
todos. Son muchos los ejemplos que nos llenan de profunda tristeza o de inmensa
indignación. Los más altos jerarcas políticos y militares del Zulia, han hecho
un extraordinario negocio con el contrabando de la gasolina, comportamiento que
ha sido imitado por habitantes que viven en los municipios fronterizos,
incluyendo a Maracaibo. En los municipios del Sur del Lago, por ejemplo, gran
parte de la población está dedicada a la venta ilegal de combustible; cobran
por una pimpina de 20 litros la bicoca de Bs. 100.000; es decir, compran el
litro a Bs. 1 y lo venden a Bs. 5.000 cada uno, bajo la mirada cómplice de las
autoridades. Con este jugoso negocio, los productores, empresarios y
comerciantes de la zona no encuentran mano de obra disponible, pues, los
salarios que pagan no pueden competir con semejantes ingresos producto de la
venta del combustible.
El cultivo y el procesamiento de la cocaína
en territorio colombiano, es otra fuente de empleo para los venezolanos que,
corriendo toda suerte de riesgos, atraviesan la frontera para trabajar en esas
labores, generándoles suficiente dinero como para sufragar sus gastos básicos y
hasta sus gustos y caprichos; y, algunos más osados, inician una vida criminal
alistándose en el negocio del narcotráfico, con la posibilidad de caer abatidos
por el sicariato que opera en este tipo de “negocios”.
Otro aspecto que degrada la dignidad humana es
la prostitución juvenil. Jovencitas, casi niñas, viajan a Cúcuta y a otras
ciudades colombianas para vender su cuerpo, a cambio de algunos pesos que les
permita sobrevivir en su país. Jóvenes que dejan sus estudios y oficios para
dedicarse a la prostitución, con el temor de contraer enfermedades o perder su
vida, a cambio de mitigar la miseria en la que esta revolución las confinó.
La degradación a la que este régimen nos
somete cada día, podemos verla en los hermanos que se alimentan de lo que
encuentran en la basura; en los niños que mueren por desnutrición severa,
acompañados del dolor de sus madres al no poder alimentarlos y evitar su
muerte. La pobreza es amarga y tiene cara de humillación e injusticias. La
encuesta ENCOVI, correspondiente a diciembre de 2016, reporta el brutal
crecimiento de la pobreza en Venezuela; en tan sólo tres años, la pobreza pasó
de 48% a 82%, mientras que la pobreza extrema se ubica en 52%; tan sólo el 18%
de los hogares venezolanos no son pobres. Pero hay datos más dramáticos. Para
finales del 2016, el 46% de los venezolanos reportó que hacen dos o menos comidas
al día, lo cual representa que 13.800.000 venezolanos se están alimentando mal;
como consecuencia de ello, el 75% de la población general perdió, en promedio,
entre 8,5 y 9 kilógramos durante el 2016.
La encuesta nacional de Consultores 21,
correspondiente al pasado mes de junio, proyecta que el 88% de los
entrevistados manifestó que conoce a alguien –familiar, vecino o amigo- que
está pasando hambre. El problema de la pobreza y el hambre tienden a agravarse
peligrosamente, frente a una inflación desbocada en la que el régimen perdió
totalmente la batalla. Según, el Cendas el costo de la Canasta Básica Familiar
para el mes de agosto fue de Bs. 2.938.277,19, arrojando un incremento de Bs.
895.185,20 (43,8%) en comparación con el mes de julio. Ello significa que una
familia de cinco personas necesita Bs. 97.942,57 diarios para cubrir el costo
de la Canasta Básica Familiar.
La revolución chavista-madurista nos ha
degradado a niveles inimaginables. El hambre y
la pobreza son sus más importantes logros, acompañados del flagelo de la
corrupción que amenaza con destruir completamente las reservas morales de la
nación, convirtiéndonos en personas sin fuerzas ni voluntad para luchar contra
quienes se empeñan en empobrecernos física y moralmente.
Este régimen hambreador y corrupto que tiene
más de 18 años en el poder, no saldrá nunca si tomamos la decisión de cruzarnos
de brazos y no votar el 15 de octubre y las veces que haga falta. Es probable
que con las elecciones regionales el régimen se mantenga por un tiempo más
pero, con seguridad, mi conciencia estará en paz porque con mi voto estoy
contribuyendo con la lucha por un cambio que nos permita vencer los males que
degradan la dignidad de los venezolanos. ¡Contra el hambre y la pobreza que
provoca el régimen y su cómplice del Zulia, yo sí voto!
Profesor Titular de LUZ