sábado, 25 de abril de 2015


¿Cómo estamos viviendo los venezolanos?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
 

Recientemente fueron presentados los resultados de la Encuesta “Condiciones de Vida de la Población Venezolana” (ENCOVI 2014), realizada por académicos e investigadores de la UCV, USB y UCAB, durante los meses de agosto y septiembre del 2014 e integrada por una muestra nacional de 1.500 hogares. El estudio contempló diversos aspectos, tales como seguridad personal, situación social, empleo, nutrición y alimentación, programas sociales, educación, vulnerabilidad, entre otros temas, que le imprimen objetividad, profundidad y riqueza al análisis, convirtiéndolo en una valiosa herramienta para el diseño de estrategias que puedan revertir las adversas condiciones socio-económicas en las que vive hoy por hoy la mayoría de los venezolanos.

El estudio determinó que el 48% de los hogares venezolanos vive en situación de pobreza, 3% más que las cifras de 1998 (45%), esto es, 3.538.830 hogares viven en pobreza, de los cuales 1.700.000 viven en pobreza extrema. Según estos datos, se infiere que la primera conclusión de la ENCOVI plantea que en los últimos 16 años, a pesar de la mayor y más larga bonanza petrolera del país, la pobreza se ha incrementado exhibiendo indicadores que proyectan un peligroso desenlace, si no se realizan de inmediato los correctivos de las erráticas políticas del régimen.

En relación con las misiones, estrellas de la política social de la revolución, el estudio arrojó que sólo el 10% de los hogares son beneficiados por las misiones; de ese porcentaje, 49% no son pobres y, apenas el 8.4% de pobres en situación extrema, se benefician de las mismas. La segunda conclusión que se deriva de la ENCOVI sugiere que las misiones  no lograron erradicar la pobreza; su cobertura ha sido insuficiente, en contraposición de la rimbombante propaganda oficialista; y, su implementación excluyó a los pobres que no son afectos al régimen, acentuándose la dependencia clientelar con el gobierno, en vez de constituirse en mecanismos efectivos para superar la pobreza. Estos datos nos invitan a pensar que la montaña de dólares invertidos en las misiones, sólo sirvió para garantizar la permanencia de Chávez y su sucesor en el poder, porque ahora somos más pobres que hace 16 años atrás, sin considerar la drástica reducción de la capacidad adquisitiva de los venezolanos, posterior a la fecha del estudio, producto de la más alta inflación del planeta y la mayor reducción del PIB de la economía venezolana. 

Acerca de la seguridad personal, el estudio determinó que 8 de cada 10 hogares perciben que la inseguridad ha aumentado en el país; pero 6 de cada 10 creen que ha aumentado también en las comunidades donde viven. Uno de cada tres hogares ha sido víctima del hampa; el 80% siente miedo de ser asaltado en el transporte público; el 64% siente miedo de ser asaltado en la calle; y, el 50% siente miedo de ser asaltado en su propia casa. El 74% confiesa sentirse desprotegido por parte de los cuerpos policiales, y un 15% de ese porcentaje cree que la policía está implicada en delitos. La tercera conclusión de la ENCOVI sugiere que los venezolanos somos una sociedad atemorizada por el desbordamiento del hampa y desprotegida por los cuerpos de seguridad. Frente a la incapacidad del régimen para combatir la delincuencia y la creciente impunidad para castigar los delitos, transitamos por una sociedad donde la anarquía social, el ajuste de cuentas y la justicia por nuestras propias manos, se convierten en las principales normas para obtener justicia y dirimir los conflictos y diferencias que a diario se suscitan.

Si bien es cierto que el desempleo se ubicó en 7%, bastante parecido a las proyecciones de empresas privadas de investigación y consultoría como es el caso de Consultores 21, no es menos cierto que la mayoría de los consultados manifestó tener empleos precarios, cuyos salarios apenas alcanzan para cubrir la canasta básica; el 80% manifestó que el dinero no le alcanza para comprar la comida; el 11.3% realiza dos o menos comidas al día; la harina de maíz, el arroz, las pastas y el pan, son los principales alimentos de la dieta diaria, porque los huevos, la carne, el pollo y las verduras, prácticamente desaparecieron de la mesa de los hogares más humildes de Venezuela.

De los que tienen empleos precarios, el 20% son jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 24 años; de ese porcentaje, el 65% dejó los estudios antes de cumplir los quince años. A diferencia de lo que ocurre en otros países del mundo, el 36% de los entrevistados reportó estar laborando en el sector público, en contra de un 26% que trabaja en el sector privado. La cuarta conclusión implícita de la ENCOVI, plantea que la mayoría de los venezolanos carecemos de empleos productivos, con salarios miserables que nos impiden tener una alimentación balanceada y una mejor calidad de vida, situación que se agrava por los controles e intervenciones del régimen a la empresa privada, amenazándola con su absoluta desaparición, obligando a la fuerza laboral refugiarse en el sector público, a cambio de salarios depauperados y de la humillante lealtad hacia un régimen que desprecia la inteligencia, el emprendimiento y el talento de miles de jóvenes venezolanos.

Por último, para completar la guinda en el pastel, más de 3 millones de personas, entre 3 y 24 años, no asisten a un centro de enseñanza. De ese grupo, 1 de cada 5 abandonó el sistema escolar antes de cumplir 15 años. En el sector universitario la brecha es aún mayor, sólo el 20% de los jóvenes que pertenecen a los estratos populares asisten a las universidades, en comparación con el 75% de los jóvenes con más recursos. El deterioro de la educación en todos sus niveles, el incremento de la deserción y desmotivación escolar, y la inequidad para ingresar a la educación universitaria, empeoran vertiginosamente las condiciones de vida, especialmente, la de los más vulnerables.

Si con estas cifras tan alarmantes y preocupantes, aún existen venezolanos que exclaman todavía: ¡aquí va a pasar algo!, entonces, no nos queda otra opción que sentarnos a ver la destrucción total del país, en manos de una minoría corrupta, incapaz e indolente, cuyo principal interés ha sido atornillarse en el poder para disfrutar de las riquezas y el confort que de éste se derivan, sin importarles la solución de los problemas del país. Pero si creemos que ya es suficiente con lo que estamos viendo y viviendo, entonces, pienso que la más importante conclusión de la ENCOVI, se centra en la imperiosa necesidad que tenemos los venezolanos de unirnos como un solo ciudadano para derrotar la corrupción, la mediocridad y los abusos de este régimen fracasado, y trabajar con sabiduría, perseverancia y optimismo para construir el cambio al que todos aspiramos para convertirlo en realidad más temprano que tarde. 
 
                        Profesor Titular de LUZ

martes, 21 de abril de 2015


El bachaqueo: un antivalor social

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


En reiteradas oportunidades he manifestado mi preocupación sobre el déficit de valores en la sociedad venezolana. Con el transcurrir del tiempo hemos abandonado valores que orientaron nuestra vida social y familiar, para afianzar conductas que distan mucho de la sociedad ideal en la que muchos deseamos vivir. Los antivalores se han esparcido como pólvora, amenazándonos con ganar la batalla si no hacemos lo que debemos hacer para evitar que se conviertan en costumbre y en algo permitido para los venezolanos.

La crisis familiar acentuada por el incremento de la paternidad irresponsable, la desarticulación del grupo familiar y la carencia de modelos que proyecten buenos ejemplos para los hijos, ha contribuido enormemente con la carencia de valores, aunado a múltiples factores que se escapan del ámbito familiar, como es el discurso irrespetuoso, soez, excluyente e inmoral de los dirigentes de la revolución que alimentan la injusticia y la impunidad; así como la pobreza y la falta de oportunidades para salir adelante a través de mecanismos lícitos y dignos. Todos estos problemas han transformado a Venezuela en una sociedad donde delinquir empieza a ser parte de nuestra cotidianidad, ya sea con el disfraz de la corrupción, el bachaqueo, o “el cuanto hay pa´ eso”.

Cuando Chávez llegó al poder en 1998, prometió eliminar el rentismo petrolero de la “IV República”. Dieciséis años después, el rentismo no sólo está más vigente que nunca, sino que se ha constituido casi en el único mecanismo que garantiza el ingreso de divisas al fisco nacional, con el agravante que empieza a posicionarse como una alternativa importante –sino la única- para que miles de familias venezolanas puedan obtener sus ingresos mediante una versión más popular del rentismo, conocida como el bachaqueo y el raspacupo.

El bachaqueo, podemos conceptualizarlo como una actividad ilícita a través de la cual un grupo de personas que, aprovechándose de la escasez y los perversos controles implantados por el régimen, revenden alimentos, medicinas, insumos, gasolina, etc., a un precio mucho mayor que el regulado, obteniendo una jugosa ganancia que le permite obtener altos ingresos sin tener un trabajo fijo y productivo. En tal sentido, el bachaqueo es una desviación que amenaza no sólo con minar la maltrecha economía del país, sino que profundiza la crisis de valores familiares y ciudadanos, en momentos donde el país requiere una importante dosis de reciedumbre, compromiso, honestidad y sacrificios para que unidos venzamos esta vorágine que pretende aniquilarnos como sociedad democrática y civilizada. No tengo dudas que los antivalores, en todas sus dimensiones, propician la creación de una sociedad conformista, ignorante, atada a la pobreza y sumisa a las imposiciones y caprichos de una élite gobernante que viola flagrantemente nuestros derechos y se burla de nuestra inteligencia porque, en definitiva, el principal promotor y beneficiario de esa práctica malsana es la revolución. A nadie más que a este régimen le conviene esta situación porque los bachaqueros se constituyen en sus principales aliados.

El bachaqueo es un aspecto que empieza a enquistarse en lo más profundo del alma de muchos venezolanos, convirtiéndose en la manera más normal de vivir en un país destruido, depauperado, que está patas arriba. Porque, a decir verdad, el bachaqueo tiene muchas más aristas y matices de los que estamos acostumbrados ver. El bachaqueo no sólo existe en los millones de litros de gasolina que a diario se fugan para Colombia, bajo la mirada cómplice de las autoridades militares; o en los buhoneros que venden a plena luz del día los alimentos regulados de la dieta básica. No señores, el bachaqueo es una acción delictiva impregnada de corrupción que empieza a hacerse presente en todas las esferas de nuestro país; en los delincuentes rojos de cuello blanco que desangraron las arcas de la nación y destruyeron las oportunidades de construir un mejor país para todos; en buhoneros que son  indolentes con los de su propia clase, los pobres, al arrebatarles de los anaqueles los alimentos básicos; en empresarios y comerciantes que usaron las divisas del país para abultar sus sucias fortunas y no para satisfacer las necesidades de la gente; en los militares y cuerpos de seguridad que, por bolívares devaluados o verdes muy cotizados, se han convertido en una guardia pretoriana al servicio de una ideología y de una minoría gobernante, manteniendo indefensa a la mayoría del país.

El bachaqueo es una fuerza tan poderoso que está arrastrando los valores que, como el trabajo productivo, la educación de calidad, la responsabilidad, el respeto, la inclusión, la honestidad, el compromiso y la solidaridad, son fundamentales en esta hora menguada que vivimos los venezolanos. Queridos lectores, no permitamos que los antivalores destruyan las cosas buenas y positivas que todavía alberga nuestro país. Desde nuestros hogares, en las iglesias, en los salones de clases, en los espacios deportivos, en los partidos políticos, iniciemos una cruzada para defender los valores de los que nos sentimos orgullosos y convertirlos en el arma más poderosa para que la libertad, la justicia, el progreso y las oportunidades para todos, sean la luz del nuevo amanecer de nuestra querida Venezuela.

                 Profesor Titular de LUZ

martes, 14 de abril de 2015


Los venezolanos somos un cupo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
El cadivazo del pasado viernes 10 de abril, resultó ser la crónica de una muerte anunciada, y puso en evidencia una realidad que el régimen se aferra en esconder sin éxito alguno: no hay dólares, así de sencillo. Esa es la cruda realidad; el régimen arruinó a Venezuela y nos colocó en el peor estado de postración que pudiéramos imaginar, con el agravante que la situación podría empeorar mucho más en los próximos meses.

Si en lo que va de año, el régimen no ha entregado divisas a las empresas privadas para la importación de alimentos, medicinas e insumos básicos, resulta ingenuo pensar que iban a mantener los cupos para viajeros por el resto del 2015. Entiendo que esta decisión nos afecta a muchos, especialmente a la maltratada y empobrecida clase media, por cuanto se hace prácticamente imposible salir del país, sin disponer de dólares que sólo el gobierno tiene la potestad de entregar; pero el problema es mucho más grave que esto. El problema ni siquiera es la disminución –o la eliminación tácita- del cupo viajero, sino la existencia misma de ese cupo que viola flagrantemente nuestros derechos constitucionales, como por ejemplo el derecho de libre tránsito. Porque la realidad es que  esta revolución ha transformado nuestra existencia en un cupo; cupo para la gasolina, cupo para comprar alimentos y medicinas; cupo para repuestos de vehículos y baterías; cupo para viajar; cupo para sacar documentos; cupo para recibir asistencia médica en hospitales públicos; cupo para todo, excepto para que los corruptos del régimen sigan desangrando al país sin pausa ni remordimientos.

El cupo es la expresión mejor acabada del control pernicioso, incapaz y corrupto con el que el régimen ha gobernado a Venezuela, trayendo consigo pobreza, atraso y destrucción. Y mientras siga gobernando este modelo ideológico fracasado seguiremos sumergidos en el pantano, en un círculo vicioso, sin posibilidad alguna para echar los cimientos de una mejor sociedad para todos.

El cupo se constituye en la ideología del socialismo del siglo XXI; es su única opción para gobernar el país. Es la manera planificada y deliberada con la que el régimen ha pretendido controlar nuestras vidas, con el propósito que dependamos absolutamente de la “magnanimidad” de la revolución y, empecemos a convencernos, que la llegada de un cambio es prácticamente imposible, porque la revolución llegó para quedarse.

El régimen sigue aferrado a los controles de todo tipo, mientras tanto los venezolanos estamos pagando con sangre, sudor y lágrimas su incapacidad y su terquedad ideológica, porque vamos a estar claro, con Maduro y su equipo frente al gobierno no hay posibilidad de mejorar nada, todo lo contrario, vamos directo al barranco. Tan cierto es lo que afirmamos que, a su llegada de la cumbre de Panamá dijo, con tono de guapetón de barrio, que era necesario “radicalizar la revolución” y que “aquel que no pueda manejar su actividad económica, puede irse del país”.

De manera, pues, que el régimen está claro que su propósito es acabar de una vez por todas con la empresa e iniciativa privada, “principales responsables de la guerra económica”, para alcanzar el monopolio absoluto de toda la economía, incluyendo el sector bancario, y de esa manera erigirse como la única instancia política, económica y social de Venezuela.

Con este promesa de radicalización revolucionaria, basada en cero diálogo con los factores productivos del país, más controles y regulaciones, persecución y criminalización de la disidencia democrática, lo que tendremos con total seguridad es más pobreza, más desempleo, más inflación, más escasez, más atraso y la diáspora del talento venezolano en búsqueda de mejores condiciones de vida, también se multiplicará.

Seguimos teniendo un gran país, a pesar de los males que vivimos; aun existe gente honesta, capaz y trabajadora; tenemos recursos suficientes para reconstruir lo que esta revolución destruyó; hay talento e inteligencia para reinventarnos y limpiar la inmundicia de este legado revolucionario; lo que nos falta es pensar más en Venezuela y menos en nuestros intereses personales; unirnos todos alrededor de un proyecto democrático, con justicia y progreso, que nos respete y tome en cuenta como ciudadanos y no como clientes de una ideología; nos hace falta un liderazgo colectivo que nos inspire en la grandeza y en el porvenir construido con el esfuerzo de todos; nos hace falta la voluntad y la determinación para desterrar el miedo que nos paraliza e impide que avancemos en la conquista de la Venezuela que nos merecemos y anhelamos. Nos hace falta, por último, convencernos que con esta revolución no tendremos ni vida, ni futuro, ni oportunidades; por eso es necesario que abracemos con toda nuestra fuerza y empeño el cambio para nuestra amada Venezuela, sólo así combatiremos esa visión troglodita y perversa que se empeña con más fuerza para que los venezolanos  seamos sólo un cupo.

Profesor Titular de LUZ

lunes, 6 de abril de 2015


Dignidad Universitaria
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

A través de la historia, la Universidad se ha erigido como una institución de especial referencia ética y educativa dentro de la sociedad. Desde sus inicios, en el siglo VI dC, la Universidad estuvo constituida por una “comunidad de profesores y académicos”, cuya principal noción consistió en la libertad académica y en el otorgamiento de grados académicos. Con el avance del mundo, las Universidades dejaron de ser centros elitescos y religiosos, para abrirse a la dinámica social y jugar un rol preponderante en el desarrollo científico y tecnológico del mundo contemporáneo.
 
En América Latina, y particularmente en Venezuela, la autonomía universitaria ha desempeñado un papel fundamental en la defensa y preservación de la libertad, los valores ciudadanos y el pluralismo ideológico, de cara a regímenes dictatoriales alérgicos y temerosos de la academia. El cierre de nuestra Universidad del Zulia en 1904, por parte del dictador Cipriano Castro, es el mejor ejemplo del desprecio histórico que algunos gobernantes han manifestado y siguen manifestando en contra de la Universidad venezolana.
 
En pleno siglo XXI, aunque parezca absurdo, todavía existen enemigos y detractores de la Universidad venezolana; personeros gubernamentales que apuestan por su silencio y su progresiva destrucción, a fin de eliminar la voz que ha sido bastión fundamental de la democracia y la justicia social de nuestro país, y luchadora permanente contra cualquier vestigio de autoritarismo y violación de los derechos fundamentales de los venezolanos.
 
Pero hay otro dato importante que no podemos obviar. Si en Venezuela ha existido alguna revolución, no ha sido la liderada por Chávez y sus aliados golpistas, sino la impulsada por la Universidad venezolana desde 1958, a partir del inicio del sistema democrático. Con el advenimiento de la democracia, los gobiernos se preocuparon especialmente por el desarrollo de la educación en todos los niveles, en un país donde prevalecían altos índices de analfabetismo. Simultáneamente con la construcción de escuelas y liceos en todos los rincones del país, la profesionalización y el mejoramiento de la calidad de vida de los docentes, la Universidad venezolana experimentó su época de oro. Además de las Universidades Autónomas, la democracia creó las Universidades Experimentales que contribuyeron con el vertiginoso crecimiento de la matrícula universitaria, convirtiéndose Venezuela, después de la década del 60 del siglo pasado,  en uno de los países del mundo con mayor porcentaje de estudiantes universitarios, resultado inobjetable que jamás podrá ser escondido por esta revolución de pacotilla.
 
Durante ese período, los profesores universitarios fuimos tratados con respeto y equidad por los diferentes gobiernos de la época, aunque en muchas circunstancias fue necesario recurrir a huelgas y protestas para hacer valer nuestros derechos, incluyendo las legítimas demandas salariales. Y ni se diga de la extraordinaria movilidad social que vivió nuestro país. Efectivamente, miles de miles familias pobres o con limitados recursos económicos, empezaron a engrosar una vigorosa clase media profesional, mejorando su estilo y calidad de vida. No hubo mejor beca, pensión o misión que el acceso a la universidad gratuita, democrática, de calidad y popular para vencer la pobreza. Gracias a su Universidad, Venezuela empezó a proyectar los mayores porcentajes de profesionales universitarios de la región; profesionales preparados y calificados para asumir importantes responsabilidades en las diferentes áreas del quehacer nacional. Pasamos a ser el país latinoamericano con la más poderosa clase media, gracias a las oportunidades que ofrecían nuestras universidades, especialmente, las pertenecientes al Estado Venezolano.
 
Hoy, al igual que el resto del país, de sus instituciones y de los venezolanos, nuestra universidad atraviesa su peor crisis. Nunca antes experimentamos condiciones tan adversas. El motor esencial de la sociedad del conocimiento, el más importante factor de producción de la contemporaneidad, no puede satisfacer las exigencias que de ella se derivan, debido a: 1) El presupuesto asignado a las universidades es abultado y reiteradamente deficitario, convirtiéndolas en liceos grandes donde poco se investiga y no se crea tecnología de punta; 2) La infraestructura luce deteriorada, con condiciones físicas y ambientales que propician más la inseguridad y la desmotivación que el estudio y producción del conocimiento, las ciencias y las artes; 3) El salario de los profesores es miserable, por debajo de los 80 dólares mensuales en el caso de profesores titulares a dedicación exclusiva, máximo escalafón universitario. Esa situación ha derivado en la renuncia de muchos docentes que prefieren prestar sus servicios académicos en países que les provean mejores condiciones de vida, como es el caso de Colombia, Ecuador, Perú, Panamá, entre otros. No sólo se fugan alimentos y gasolina por nuestras fronteras, sino que nos estamos quedando sin el talento y la capacidad tan necesarios para la reconstrucción de este país que está en ruinas.
 
Para agravar la pesadilla, el gobierno –entiéndase el TSJ- mantiene el cerco electoral de las Universidades, evitando la elección de nuevas autoridades en todas las instancias del gobierno universitario. En el caso de LUZ, las actuales autoridades rectorales electas en el 2008, han extendido su período por casi tres años, lo cual se traduce en la carencia de autoridades legítimas con verdadera capacidad y voluntad para trabajar por el cambio integral de la institución en momentos de crisis, que requieren un mayor grado de inteligencia, compromiso, honestidad e identificación plena con los valores universitarios.
 
Por todas estas razones, elevo mi voz para defender la dignidad de la Universidad Venezolana y de todos los que hacemos vida dentro de ella; reitero mi compromiso para continuar la lucha por los verdaderos valores de libertad, democracia y justicia social, que nos devuelvan una Universidad ética, responsable, crítica y referente esencial en la construcción de la sociedad del conocimiento que nos liberará de la esclavitud de la ignorancia, la pobreza y el atraso al que nos quiere someter este régimen decadente y opresor. La Universidad somos todos; en momentos tan difíciles, no hay cabida para las dudas y vacilaciones, porque gran parte del futuro de Venezuela descansa sobre los hombros de su Universidad y de los universitarios íntegros y honorables.
             Profesor Titular de LUZ