La oposición dentro de la
oposición
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En días pasados mientras hablaba con un amigo sobre la
política venezolana, percibí un marcado desencanto en sus opiniones y una
crítica bastante exaltada sobre la actuación de la Mesa de la Unidad
Democrática. Al oírlo dudé si estaba hablando con un oficialista o con alguien que,
manifestándose opositor, apuesta al fracaso de la alternativa democrática.
Insólito, pero todavía encontramos casos como este amigo. No quiero ser
cómplice ni alcahuete de los errores del liderazgo democrático, pero me resisto
a erigirme como juez supremo incapaz de apreciar los avances significativos que
ha tenido la oposición venezolana en los últimos años, a pesar de las
dificultades de estos tiempos.
Existe una minoría que no ha entendido la gravedad de
la situación del país. Lo primero es estar convencidos que ésta es una lucha
entre dos modelos antagónicos; dos visiones de país que difícilmente podrán
acordarse porque la existencia de un sector impide que el otro exista. Es una
lucha suma cero en la que las percepciones e intereses particulares, no tienen
derecho a malograr todo el esfuerzo realizado por la unidad democrática. En
circunstancias tan complejas, cuando la democracia se agota progresivamente, lo
mínimo que debe privar entre los que nos oponemos a este régimen autoritario,
corrupto e ineficiente, es la comprensión, la prudencia y el desprendimiento.
Antes que criticar para destruir es necesario opinar para construir; antes que
dividir es necesario sumar, pensando que la unidad, con todas sus debilidades,
sigue siendo la principal virtud de la oposición; y, antes de abstenerse y
pensar que todo está perdido, urge salir a votar masivamente y demostrar que
somos mayoría. Habrá quienes digan que no vale la pena votar el 8-D porque la
trampa está montada; pues, si el 14 de abril no hubiésemos salido a votar como
lo hicimos, a Maduro lo hubiesen proclamado con una diferencia muchísimo mayor
de votos y nunca hubiéramos tenido certeza de las irregularidades de esos
comicios ni de la ilegitimidad del gobierno. Cada día conocemos más al monstruo
por dentro y podemos prepararnos mejor para continuar la lucha y transitar el cambio
que está más cerca.
Quienes desconozcan los esfuerzos acometidos por
Henrique Capriles y por los partidos de la MUD para construir una verdadera
unidad en la diversidad, están más cerca del adversario que de los aliados;
quienes se sientan a dictar cátedra acerca de los errores, debilidades y
defectos de los candidatos de la unidad para el 8-D, están haciéndole el juego
al oficialismo, en su diabólica pretensión de destruir este país. No olvidemos
que el escenario electoral es una vía para alcanzar el propósito pero no es un
fin en sí mismo. Lo que debe convocarnos es la política en grande; la
definición de estrategias que vayan minando las bases del adversario y nos
permitan ir ganando la confianza y la fe de más venezolanos para llegar al
poder democráticamente. Estoy convencido que en esta parodia democrática, la
competencia abierta entre oponentes, no es posible a pesar de su legitimidad;
ya vendrán mejores tiempos donde el ejercicio de la política esté orientado por
el respeto entre adversarios y no entre enemigos a los que deben
destruirse.
La división entre los aliados es una ruta que oscurece
el panorama; un mecanismo que destruye todo cuanto se ha hecho y nos aleja de
la meta trazada. Convirtiéndonos en opositores de la oposición, el oficialismo
terminará montando una fiesta con el llanto de nuestra desgracia.
Publicado en Versión Final el 26-07-2013