lunes, 29 de abril de 2019

Historias de la diáspora

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Todavía nos falta escuchar muchas historias de venezolanos que han emigrado a diferentes latitudes del planeta. Sigue siendo un fenómeno inédito para el país; no teníamos cultura migratoria y ahora encontramos a venezolanos en cualquier parte del mundo. Los países con mayor recepción de nuestros migrantes son los latinoamericanos, España y Estados Unidos; pero la verdad es que, hoy día, los venezolanos están en los rincones más apartados de la tierra.

Hemos escuchado historias de emigrantes que nos llenan de profundo orgullo venezolano. Por ejemplo, gracias al talento y experiencia de técnicos venezolanos, la industria petrolera colombiana (ECOPETROL) ha elevado substancialmente su producción, superando la producción petrolera de Venezuela. También nos llena de emoción saber que nuestros médicos son reconocidos por su profesionalismo y mística de trabajo en Chile, Estados Unidos y Ecuador, constituyéndose en referencia de grandes centros hospitalarios. Las universidades norteamericanas están llenas de jóvenes venezolanos talentosos que superan el mejor promedio de los estudiantes de ese país. Esas son gratas noticias que proyectan el buen país que somos y que deseamos proyectar al mundo entero.

Dentro de la cotidianidad laboral, nos llegan datos que hablan muy bien del desempeño de los venezolanos. Son trabajadores a tiempo completo; lejos quedó la costumbre de mirar el reloj para salir del trabajo exactamente a la hora que culmina la jornada laboral, sin dar nada extra a la empresa. Son serviciales y con disposición para colaborar en lo que haga falta para optimizar el trabajo. Son capaces y quieren aprender para ser los mejores. En su inmensa mayoría son gentiles, bien educados y respetuosos, sin olvidar la camaradería que sólo los venezolanos somos capaces de ofrecer.

Pero indistintamente de esas buenas noticias, se manifiesta el dolor por haber dejado a su tierra, a sus familias, a sus afectos, a sus recuerdos. El nombre de Venezuela ronda permanentemente en sus corazones, convirtiéndose muchos de ellos en verdaderos ciudadanos que desde la distancia luchan para que la libertad y el progreso regresen pronto a su nación.

Hay otras historias llenas de tristeza y de angustia. No todo es color de rosa fuera de casa, a pesar de las fantasías que vemos por las redes. La verdad cierta es que son millones los venezolanos que literalmente han huido del país para evitar morirse de hambre; muchos de ellos no tienen ni idea del destino a donde se dirigen; sin planificación, sin la probabilidad siquiera de encontrar un empleo digno.  Van a la buena de Dios, esperando por un samaritano que no los deje perecer. De esa manera se van tejiendo las historias dolorosas de la diáspora venezolana.

En Colombia, por ejemplo, tienen plenamente identificado al migrante venezolano. Muchos de ellos viven en las calles, deambulando por las plazas; venden caramelos y café en avenidas y lugares públicos; limpian parabrisas y, lo más lamentable, algunos son pordioseros que piden limosnas para impedir que sus hijos mueran de hambre. Otras historias nos dicen que, en ciertas ciudades latinoamericanas, la delincuencia se ha incrementado con la presencia de venezolanos que se dedican a robar y a extorsionar en búsqueda de un dinero que no pueden o no desean ganarse decentemente. Estas historias nos hacen mucho daño, pues, empañan la buena imagen de la mayoría de los venezolanos, promoviéndose así la xenofobia que empieza a crecer peligrosamente en algunos países, especialmente, en Ecuador y Perú.

Sin duda, la diáspora venezolana es una de las consecuencias más dramáticas e inhumanas de la revolución del siglo XXI. El sufrimiento del emigrante es inconmensurable, dejando desprovisto al país del recurso humano y del talento profesional que con seguridad vamos a necesitar en la reconstrucción de la nación. Son innumerables las historias de ancianos que están solos porque sus hijos se fueron del país, conviviendo con sus recuerdos, tristezas y la esperanza de que algún día pueda hacerse realidad el añorado reencuentro familiar. Son muchos los niños que crecen sin la presencia de sus padres que tuvieron que huir del país. para buscar afuera el alimento que les permita sobrevivir la espantosa crisis en la que está sumida la infancia venezolana.

Ciertamente, los países receptores de nuestros emigrantes realizan esfuerzos importantes para tratar de mitigar sus sufrimientos y carencias; los programas sociales de los gobiernos, iglesias e instituciones filantrópicas se han incrementado substancialmente para atender a nuestros hermanos en el extranjero; muchas gracias por su invaluable ayuda. Ese gesto profundamente humano debe quedar por siempre en nuestras memorias, porque la gratitud es uno de los valores más excelsos del ser humano.

Pero, en honor a la verdad, la diáspora no se detendrá hasta tanto los venezolanos podamos celebrar el final de la usurpación del régimen madurista. Una vez que eso suceda, con seguridad serán millones los que regresen al país, aliviando la pesada carga que han generado a los gobiernos de las naciones receptoras. Sólo con un gobierno de transición podremos normalizar el flujo migratorio venezolano; de seguir Maduro en el poder, la diáspora se incrementará de manera alarmante poniendo en peligro la normalidad y estabilidad de la región.

Dios permita que las dolorosas experiencias que nos deja la diáspora se transformen en condiciones favorables para los migrantes y refuercen el amor entrañable por la tierra de la que huyeron, a la que más temprano que tarde retornarán para reunirse con sus familias y contribuir con el reto gigantesco de reconstruir a Venezuela.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

domingo, 7 de abril de 2019

El Zulia: una tierra arrasada

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Nunca antes en toda su historia, el Zulia había experimentado una destrucción tan descomunal como la que le está propinando el régimen de Nicolás Maduro en alianza con los gobernantes serviles instalados en el Estado. La que por mucho tiempo fue la joya de la corona, la convirtieron en la cenicienta nacional. El emporio zuliano que contribuyó con el desarrollo del país, es hoy un Estado completamente arruinado, colmado de calamidades que hacen difícil la sobrevivencia de su gente. No es posible comprender el odio visceral de esta revolución contra el Zulia; ni siquiera los autócratas del siglo XIX destilaron semejante desprecio por nuestro terruño.

Como los zulianos, nadie ha padecido este calvario producto de la incapacidad, la corrupción y el saqueo perpetrado por una mafia, cuyo único propósito es pulverizar cualquier indicio de progreso, porque el bienestar de los zulianos les produce escozor. La tragedia impuesta por la tiranía genocida tiene mucho tiempo haciendo daño a los zulianos. Hugo Chávez se encargó personalmente de desmantelar a la empresa petrolera y a todas las contratistas privadas de la Costa Oriental del Lago; expropió empresas productivas para dejarlas en las manos incapaces y corruptas de reposeros revolucionarios; arruinó a la actividad agropecuaria, considerada como el “granjero” y la “despensa” de Venezuela; confiscó los recursos que constitucionalmente le pertenecían a la gobernación del Estado y a la alcaldía de Maracaibo, por estar administradas por líderes de la oposición democrática. Hizo todos los esfuerzos para arrebatarle al Zulia su liderazgo pionero y la capacidad de autoabastecerse, empobreciéndolo y haciéndolo perversamente dependiente de las sobras del centralismo autoritario y corrupto.  ¡Chávez, cuánto daño le hiciste al Zulia, fuiste el comandante supremo de nuestra destrucción!

Con seguridad, el “pajarito galáctico” le dijo a Nicolás “estás obligado a finalizar la destrucción del Zulia, que yo inicié en 1999”. Y Nicolás, con obediencia servil ejecutó criminalmente la orden dictada por su mentor. Desde el 2013, fecha en la que inició la gestión de Nicolás, el Zulia no ha visto luz; la situación ha empeorado peligrosamente, con el consentimiento de gobernadores y alcaldes que vendieron su dignidad y principios, por la defensa de la revolución que les ha permitido enriquecerse groseramente a costa de la pobreza y los sufrimientos de los zulianos. Estos mandatarios son indignos de llamarse zulianos, pues, pasarán a la historia como los responsables del aniquilamiento del Estado más próspero y generoso de Venezuela. Ustedes pagarán con creces la crueldad con la que han actuado en contra del Zulia. La justicia tarda, pero siempre llega.

Hoy día, el Zulia es un Estado fantasma, es tierra arrasada donde la gente deambula en las calles, buscando el sosiego y la tranquilidad que por ahora no podremos encontrar. La tiranía genocida decretó un racionamiento criminal de 20 horas sin electricidad y 4 horas con el servicio eléctrico; semejante calamidad impide que tengamos agua potable que sólo puede ser bombeada con electricidad; las colas para abastecer combustible son interminables, muy parecidas al caos que desde hace mucho tiempo sufren los tachirenses; la comida escasea y la poca que aparece normalmente se paga en dólares; la seguridad ciudadana está en manos de hampones y criminales, llamados colectivos, que intimidan y atracan a personas y saquean empresas y negocios, bajo la mirada cómplice de mandatarios y militares. Nuestros niños, ancianos y enfermos crónicos mueren a diario por falta de medicinas y por una atención médica que los hospitales sin electricidad no pueden brindarles. Por si fuera poco, el Zulia está siendo reprimido criminalmente por el gobernador del Estado y sus secuaces, impidiendo que hagamos uso del derecho constitucional de la protesta pacífica, en contra del desmadre con el que el régimen usurpador poco a poco asesina a los zulianos.

Con dolor decimos que el Zulia está abandonado a su propia suerte. Estamos huérfanos de un liderazgo responsable que contribuya con el acrecentamiento de la fortaleza y la voluntad indómita que nos ha caracterizado. Somos un Estado huérfano que se niega a rendirse ante la barbarie que domina a través de las armas, las arbitrariedades y el hamponato. ¿Quieren más pruebas de la reciedumbre de un pueblo que aún desprotegido y cruelmente castigado por la usurpación, sigue luchando por la libertad y la democracia?

En estos días tan difíciles, los zulianos no hemos sentido la solidaridad y el acompañamiento de otros Estados de la República. Lo que está sucediendo en el Zulia no está pasando en ninguna otra parte del país. Y, sin embargo, cuando más necesitamos de manos amigas éstas no están presentes.

La visita del presidente Guaidó al Zulia sería bienvenida y necesaria. Su presencia aumentaría nuestra motivación de lucha y contundencia contra la usurpación; nos sentiríamos acompañados en estos cruentos momentos que estamos viviendo. Recuerde presidente Guaidó, que nuestro Estado es poblacional y económicamente el más importante de Venezuela. No tenga dudas que desde nuestra tierra se iniciará la profunda reconstrucción del país. Nuestros recursos, el talento de nuestra gente y la vocación por el trabajo productivo y de calidad, serán pilares fundamentales en la construcción de la Venezuela que está por nacer. Acérquese por acá y sienta en su corazón la fuerza de un pueblo que han pretendido derrotar, pero que aún conserva fuerzas para nunca arrodillarse ante el régimen usurpador cuya pretensión ha sido la de destruirnos como sociedad libre, democrática y de pujante progreso.

Profesor Titular Eméritus de LUZ