Ciudad
muerta
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
El título del artículo no
hace referencia al pueblo de Ortiz, Estado Guárico, donde Miguel Otero Silva se
inspiró para escribir su novela “Casas Muertas”, publicada por vez primera en
1955. Estamos hablando de Maracaibo, otrora referencia portentosa de desarrollo
y modernidad, hoy convertida en un basurero a cielo abierto. Nunca antes
Maracaibo había sufrido tanto abandono y desprecio por quienes desgraciadamente
la gobiernan.
Las enfermedades, las guerras
de caudillos y la pobreza que azotaron a Ortiz a principios del siglo XX, tal
como lo describe Otero Silva en su novela, es poca cosa en comparación con las
calamidades que, en pleno siglo XXI, sufrimos los maracaiberos y los zulianos
en general, en manos de unos gobernantes que les sobra la capacidad para
destruir todo lo que consiguen a su paso, y una maldad infinita en contra de un
pueblo laborioso, noble y apegado entrañablemente a sus querencias.
No hay palabras para
describir la situación actual de Maracaibo. Nuestra capital es una ciudad
fantasma que ha perdido el brillo de los colores que enamoraban a propios y
extraños. La alegría contagiante de su gente, el dinamismo cotidiano, la
voluntad para emprender y hacer grandes cosas, todo se ha perdido por culpa de
una camarilla que, teniendo el poder y los recursos suficientes, están de espaldas
al pueblo porque su prioridad es la
defensa de sus particulares y oscuros intereses.
Muchas veces oímos decir que
a Maracaibo le faltaba un gobierno del PSUV para sacarla del foso en la que la
derecha la había metido. ¡Cuánto cinismo, cuánta mentira! Hoy estamos más abajo
del foso, sin perspectivas de mejorar a corto y mediano plazo. El amor que hipócritamente
dicen profesar por Maracaibo es altamente tóxico, realmente son amores que
matan.
El caos y la pobreza han
africanizado a Maracaibo. Cualquier localidad de un país suramericano, por
pequeña que sea, está en mejores condiciones que la segunda ciudad de
Venezuela. Ningún servicio público funciona. Los vertederos públicos de basura
a lo largo y ancho de la ciudad, delatan inexcusablemente la incapacidad del
nuevo alcalde para cumplir con sus obligaciones, con la amenaza de una epidemia
que complicaría aún más la existencia de los maracaiberos frente a la ausencia
de medicinas y de salud pública. La falta del servicio eléctrico es otra
tragedia que ha trastocado nuestra maltratada y exigua calidad de vida. Ya no
es sólo el impacto demoledor que ello provoca en la economía del Estado, sino
en el sosiego y tranquilidad que como seres humanos necesitamos tener en
nuestros hogares. El derecho al descanso reparador nos ha sido arrebatado. Vivir
en el Zulia es un monumento al heroísmo porque cualquier mortal no aguanta la
desgracia a la que nos ha sometido esta revolución de pacotilla.
Ni hablar de la falta crónica
de agua potable, del transporte público, del deterioro de vías, plazas e
infraestructura en general. Maracaibo es fiel ejemplo de la desidia y del
abandono del peor gobierno que jamás tuvimos. Duele en lo profundo del alma ver
a la ciudad del sol amada aniquilada, ruinosa y sin fuerzas para levantarse
contra quienes mutilan su grandeza.
Al rosario de problemas, agreguémosle
la anarquía colectiva que ya es parte de la anormalidad en la que vivimos. La
falta de semáforos y de vigilancia policial contribuye con la locura que se
apodera de nosotros. Gracias a la crisis, el flujo vehicular ha disminuido significativamente
porque, de lo contrario, las muertes por accidentes viales serían
catastróficas.
Frente a esta calamidad
pavorosa urge la unidad del Zulia; esa unidad que libró tantas batallas y contribuyó
a la materialización de importantes logros, convirtiéndonos en referencia
nacional e internacional. Esa unidad que nos hizo indomables frente a las
mezquindades del centralismo; una unidad que amalgamó el alma del Zulia por
encima de intereses partidistas y grupales. Esa unidad debemos rescatarla para
conquistar de nuevo el orgullo de ser zulianos. Sólo con una unidad monolítica,
luchadora, irreverente y fiel, a imagen y semejanza de lo que ha sido el Zulia
a lo largo de la historia, podremos vencer a quienes obstinadamente usan el poder
para destruir la grandeza de los zulianos.
El Zulia nos exige unidad,
nobleza y entrega en los peores momentos que ha vivido a lo largo de la vida
republicana del país. Si no actuamos a la altura de esta compleja situación,
tanto al gobierno como a la oposición, “…Chinita
tendréis que meter la mano y mandarlos pal infierno”, como lo cantó Ricardo
Aguirre en su inmortal Grey Zuliana.
Profesor Titular Eméritus de LUZ