miércoles, 24 de junio de 2015


¿Una oportunidad para el cambio?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Después de muchas manifestaciones y protestas populares, huelgas de hambre de dirigentes y estudiantes universitarios de todo el país y la exigencia de gobiernos y líderes del mundo, finalmente, el Consejo Nacional Electoral anunció la fecha de los comicios parlamentarios para el próximo 6 de diciembre.

En estos comicios confluyen elementos inéditos en el análisis politológico. Por vez primera, durante los dieciséis años de revolución, el régimen inicia un proceso electoral en franca desventaja. Todas las encuestas proyectan una derrota del régimen frente a la oposición. El país experimenta una crisis económica de graves dimensiones, cuya responsabilidad es endosada mayoritariamente al presidente Nicolás Maduro; asimismo, siete de cada diez venezolanos consideran que el presidente es incapaz de solucionar los problemas del país, con lo cual está erosionada no sólo su popularidad (25%) sino la confianza y su credibilidad como mandatario.

Las fricciones en el oficialismo son evidentes, aunque se esfuercen en demostrar que están monolíticamente unidos. Sin la presencia del Comandante las cosas no serán iguales; estamos frente a un chavismo más crítico y descontento de la manera como Maduro gobierna el país y representa la revolución. La incondicionalidad hacia el proceso es una variable nueva en el análisis; buena parte de los oficialistas no están dispuestos firmar un cheque en blanco a la dupla Maduro-Cabello, cuando sienten que el “legado” del comandante lo hicieron añicos en poco más de dos años.

Por otra parte, el recuerdo mítico y religioso de Chávez empieza a esfumarse porque la base de lealtad a la revolución –la distribución de beneficios a los sectores populares- se ha vuelto sal y agua. Según la encuesta ENCOVI 2015, sólo un 10% de los pobres están recibiendo los beneficios de algunas de las muchas misiones creadas por el régimen. Con lo cual es válido pensar que “el amor con hambre no dura”.

Asimismo, cada día crece la creencia que la incapacidad de Maduro unida a la voraz corrupción de una minoría atornillada a la revolución, es la culpable de la dramática situación socio-económica que estamos viviendo la inmensa mayoría de los venezolanos (8 de cada 10 venezolanos así lo reportan). De manera, pues, que el régimen está atascado dentro de su propia ineficiencia y carente de un discurso capaz de renovar las esperanzas perdidas porque definitivamente representan el pasado y la continuidad de un modelo que fracasó aparatosamente.

Otro dato de interés, señalado por la última medición de Datanálisis (Junio, 2015), es que la autodefinición política de los venezolanos favorece ampliamente a la oposición con un 41.8% en contra del oficialismo que obtiene un 23.3%; no obstante, aún persiste una significativa franca de neutrales o desalineados (32.3%) que se constituyen en un sector clave para obtener la victoria en las elecciones parlamentarias.

Ahora bien, ¿qué está pasando en la MUD? Los retos que debe superar son enormes. En primer lugar, debe demostrar capacidad y visión estratégica para administrar y dar respuestas efectivas a la mayor demanda de cambio exigida por el país durante la era revolucionaria. Hoy, 7 de cada 10 venezolanos, están demandando un cambio de rumbo a las actuales políticas defendidas por la revolución. Sin duda, estas cifras favorecen al sector que se opone al culpable del desastre nacional, pero esta percepción no es suficiente. La oposición debe articular una estrategia y un discurso incluyentes, que ofrezca desde la Asamblea Nacional soluciones a los problemas del país, especialmente, a la economía que es la que golpea más fuertemente a las familias venezolanas. Necesariamente, debe convencer a esa mayoría que es una alternativa confiable y con capacidad para optar al poder e iniciar los profundos cambios que requiere el país, motivándola a votar masivamente para vencer el fantasma de la abstención que sigue rondando en la mente de muchos compatriotas. Porque la abstención es una de las principales enemigas de la victoria opositora.

Otro elemento que debe formar parte de la campaña de la MUD, es la convicción que la Unidad está por encima de las legítimas diferencias y desacuerdos propios de la democracia. Los partidos políticos deben convencer a los venezolanos, especialmente a los neutrales y a los oficialistas desencantados, que el bienestar de los venezolanos es su interés supremo y están dispuestos  acompañar al pueblo venezolano en el cambio y el progreso que sólo ellos pueden construir en alianza con todos los sectores nacionales, incluyendo a los chavistas blandos. Sólo así podría materializarse una mayoría sólida que eche por la borda las aspiraciones del régimen de atornillarse al poder y profundizar el modelo político, social y económico que destruyó a Venezuela.

Aunado a ello, se debe destacar la organización y logística electoral de la MUD. Además de realizar una campaña intensa que privilegia el contacto personal; la MUD debe ser enfática en la exigencia de condiciones electorales imparciales y equitativas que, incluyan, la observación internacional transparente, el resguardo de los cuadernos electorales físicos, la participación imparcial del Plan República, la eliminación del voto asistido, entre otros; debe garantizar la presencia de testigos en todos los centros electorales del país, con mística y valentía para defender cada voto que se deposite por la democracia. No olvidemos que el día de las elecciones suceden cosas inesperadas y hasta truculentas que normalmente benefician al oficialismo, otorgándole gran cantidad de votos especialmente al filo del cierre de la jornada electoral.

Finalmente, la MUD debe implementar un plan de inteligencia y monitoreo que le brinde información de primera mano acerca de los planes “sorpresivos” que el régimen está acostumbrado ejecutar en los días preliminares a las elecciones. Recordemos que en el 2012 la carta debajo de la manga fue la Gran Misión Vivienda Venezuela; en el 2013 ejecutaron el Dakazo antes de las elecciones municipales. No debería extrañarnos la reedición de un Dakazo II o cualquier otro mecanismo que permita mejorar, por lo menos en apariencia y en un cortísimo plazo, la percepción de una crisis que ya no se aguanta más.

La oportunidad para el cambio está más cerca que nunca pero es menester luchar con inteligencia y desprendimiento para que los venezolanos nos motivemos, nos moralicemos y nos movilicemos en búsqueda de la victoria que nos encamine por un cambio que nos beneficie a todos, porque sigo insistiendo que “el mandado no está hecho” y “los deseos no preñan”.
 
Profesor Titular de LUZ

martes, 16 de junio de 2015


Revolución, Corrupción y Pobreza

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

La justicia y la igualdad social, banderas por las que supuestamente luchó Hugo Chávez, hoy están hechas añicos. Bastó su desaparición física y la disminución del precio del barril de petróleo, para que la verdadera esencia de esta revolución quedara al descubierto. Lo que se ha dicho desde hace mucho tiempo, la fuerza de los hechos lo corrobora hoy día; esta revolución es la más grande estafa que hemos sufrido los venezolanos desde que se inició la era democrática en 1958.

La brecha entre pobres y ricos crece vertiginosamente; los discursos huecos e hipócritas del régimen no detienen el crecimiento de la pobreza en Venezuela. A pesar de que esta revolución  administró la más grande riqueza de nuestra historia contemporánea, hoy el número de pobres crece alarmantemente y los ricos cada vez son menos, ensanchándose peligrosamente la brecha social. Pero lo que es peor, la inmensa mayoría de los ricos son parte de una nueva clase social –los boliburgueses o los enchufados-, cuya riqueza proviene de la corrupción y de los guisos enquistados en todas las áreas de la administración pública, incluyendo al estamento militar.

Esa es una riqueza que empobreció y destruyó al país, pues, no ha generado empleos productivos y de calidad, ni inversiones que alimentan el progreso, ni mucho menos bienestar social. Es una riqueza que sólo sirve para que unos pocos la acumulen en bancos y paraísos fiscales, permitiéndoles adquirir todo tipo de bienes –mansiones, carros de lujo, yates, etc.-, por costosos que sean,  acrecentando su impunidad e influencia política para atornillarse en el poder a fin de no perder los negocios y prebendas que sólo una alianza servil con el régimen puede garantizar.  

Esas incalculables fortunas que disfruta una minoría enchufada, producto del mayor saqueo al que ha sido sometida Venezuela en estos 16 años de revolución, es la principal causa de la pobreza y la ruina de Venezuela. Es el culpable de porque no hay insumos ni equipos en los hospitales y ambulatorios, colocando a la salud pública en situación tan deprimente y vergonzosa que le pedimos a Dios no enfermarnos nunca para no morir de mengua en cualquier hospital. Por la corrupción revolucionaria, nuestra principal empresa –PDVSA-, después de ser una de las más grandes y calificadas empresas del mundo, hoy es una empresa arruinada que a duras penas produce petróleo a gotas, pues, se ha convertido en uno de los centros más apetecidos y atractivos para los guisos de la revolución; allí se importan alimentos, se construyen viviendas y se negocian equipos que los compramos como de última tecnología y son verdaderas chatarras.

La corrupción revolucionaria saqueó los recursos destinados a mantener nuestras universidades como centros del conocimiento y del desarrollo nacional; hoy no hay dinero para pagar salarios justos a los universitarios, ni mucho menos para fomentar la investigación y la tecnología, y ofrecer espacios e infraestructuras dignas de universidades que se merecen el mayor respeto del gobierno.

Por culpa de la corrupción en tiempos de revolución, nuestro pueblo está pasando hambre gracias a una escasez que sobrepasa el 70%, con alimentos a precios exorbitantes producto de una economía absolutamente desarticulada. Una economía paralizada que nos mantiene en estado de sobrevivencia. Somos la nación más depauperada de la región; con los peores indicadores sociales y económicos, sin considerar las permanentes violaciones a los derechos humanos. Cuidado si no estamos en una situación similar a la de Haití, que ya es bastante decir.

Gracias al defalco revolucionario, carecemos de eficientes servicios públicos. Venezuela es un país a oscuras, cuando tuvimos la más grande hidroeléctrica del mundo. Nuestros pueblos y ciudades carecen de un servicio ininterrumpido de agua potable; el racionamiento de la electricidad y el agua es algo normal y cotidiano para nosotros. No hay carreteras en buen estado, ni instalaciones aeroportuarias apropiadas; ni gasolina, ni comida, ni medicinas. Eso sí, tenemos colas, escasez, alto costo de la vida, desempleo, inseguridad y represión; todo es un caos y una pesadilla, gracias a forajidos y ladrones que nos robaron el porvenir y el futuro y, con el mayor caradurismo, nos amenazan ahora diciéndonos que si la revolución pierde habrá sangre y masacre, como si les pareciera poco todo el sufrimiento y desolación que estamos padeciendo gracias a su incompetencia y a su insaciable voracidad para robar las arcas nacionales.

No tengo dudas que esta revolución fracasó estrepitosamente. Fue incapaz de proporcionarnos bienestar, progreso, seguridad y modernidad para construir el país puntero de América Latina. Representan el fraude, el engaño y la peor estafa que hemos padecido los venezolanos. Por eso, con mucha firmeza, sabiduría y amplitud, debemos decirles a los pocos que todavía confían en esta revolución de pacotilla que, gracias a esos corruptos, perdimos una patria que hoy nos exige unidad, lucha, esfuerzos y buena voluntad para vencer esta podredumbre y transitar por el camino del cambio que nos devuelva la felicidad y la tranquilidad que perdimos.
 
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 10 de junio de 2015


EstaFAO

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
Cuando creíamos que la capacidad de asombro de los venezolanos se había agotado, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) nos sorprende con la entrega de un premio al gobierno de Nicolás Maduro por los esfuerzos realizados en materia de alimentación. Qué desfachatez y caradurismo!!! Cómo se ve que los directivos de la FAO desconocen la peor crisis alimentaria que ha sufrido Venezuela en los últimos sesenta años, así como las penurias que a diario nos toca vivir para encontrar los alimentos de primera necesidad.

Exijo que la FAO nos responda cuál es la verdadera razón de ese premio, ¿acaso se le reconoce al régimen su impresionante capacidad para destruir la agricultura del país obligándonos a importar la casi totalidad de los alimentos que consumimos?, o ¿el premio es por las kilométricas colas que hacemos a diario para comprar alimentos que escasean como si viviéramos en un país que enfrenta una guerra de grandes dimensiones?, o será ¿por los precios estratosféricos de los alimentos debido a la más alta inflación del planeta, que amenaza con el aumento de la pobreza en porcentajes inimaginables?

¿De qué se trata esto? ¿Es una burla a los venezolanos, o es un “guiso” más de los que el régimen acostumbra negociar para lavar su sucia imagen internacional, a través de petrodólares cada vez más escasos? Pensábamos que el régimen poseía la exclusividad para estafar nuestra buena fe, pero ya vemos que además de los “chulos” de la región, existen organizaciones internacionales cómplices de un circo que ya no tiene ni el pan ni la “emoción” que en otros tiempos dilapidó con irresponsabilidad abismal.

Se reconoce a un régimen que destruyó la producción agrícola, como langostas que devoran en segundos plantaciones enteras. Sus expropiaciones y confiscaciones acabaron con fincas, sembradíos e ingenios azucareros en plena producción que pasaron a las manos incapaces y corruptas del Estado; ordenando importaciones de alimentos a gran escala que sólo benefician  a productores extranjeros en conchupancia con los boliburgueses nacionales, sin importarles el daño a nuestra  economía y a una soberanía alimentaria ahora más vulnerable que nunca, porque dejamos de producir rubros en cantidades suficientes para abastecer la demanda nacional y exportar. Si el reconocimiento es por esta razón, entonces, se justifica la actuación de ese organismo internacional.

Ahora si el reconocimiento que la FAO le otorgó al régimen se debe a razones diferentes, entonces, tengo el legítimo derecho de dudar de la idoneidad del organismo para conocer la relación que existe entre la agricultura y la alimentación, pues, en la medida que un país esté en capacidad de producir directamente sus alimentos está garantizado el acceso y distribución intensa y equitativa de los mismos, lográndose la verdadera soberanía alimentaria. Pero una nación que, como la nuestra, depende indiscriminadamente de las importaciones amparado en la chequera de petrodólares, cuando éstos disminuyen, como sucede actualmente, se presenta una cruenta escasez de alimentos con precios que imposibilitan el acceso a los sectores más vulnerables de la sociedad. Dentro de este escenario, la soberanía alimentaria se convierte en sofisma que alienta la pobreza y el hambre de los venezolanos, a diferencia de la propaganda oficialista que miente y manipula sin rubor alguno.

Ese premio pretenderá aquietar hipócritamente la conciencia de un régimen que nos lleva, gracias a su modelo fracasado y obstinadamente incompetente y corrupto, a las puertas de una crisis humanitaria jamás vista en nuestro país, es decir, más pobreza y más hambre bajo la mirada insensible de un gobierno que le importa más el poder y los privilegios que de él se derivan, que el bienestar y la felicidad de sus conciudadanos.

De lo que si estoy seguro es que ese reconocimiento internacional es una bofetada a un país que se siente estaFAO y burlado por las mentiras de un régimen, en complicidad con la FAO, que pretende destruir la esperanza de vivir en un país como el que nos merecemos los venezolanos de buena voluntad. Ese premio es una razón más para culpar de nuestras tragedias a un gobierno que representa el atraso, la pobreza y el pasado. Sigamos construyendo el cambio para liberarnos de esta podredumbre que aniquila el profundo orgullo de sentirnos venezolanos de primera.
 
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 3 de junio de 2015


La Universidad no se rinde

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

La sociedad del conocimiento se ha convertido en la vía más expedita para que los países puedan disfrutar de un desarrollo sostenible en el tiempo. Atrás quedaron las teorías que planteaban que la posesión y transformación de los recursos naturales, era la clave del crecimiento y el desarrollo de las naciones. Hoy día, el conocimiento y la tecnología se constituyen en los motores de la sociedad, amenazando con dejar rezagados y empobrecidos aquellos países cuyos gobernantes  se niegan aceptar la tesis de la globalización o, lo que es peor, desprecian y se burlan del mundo de las ideas y del conocimiento, debido a los complejos ideológicos que profundizan su ignorancia y mediocridad.

El mejor ejemplo de lo que estamos hablando lo representa el régimen de Venezuela.  Este gobierno irrespeta las ideas basadas en el conocimiento, porque las consideran peligrosas para su propósito de convertirnos en esclavos de seudolíderes y de una ideología obsoleta y comprobadamente fracasada.

La actual crisis que experimenta la universidad venezolana tiene su principal causa en la ignorancia deliberada del régimen; no les conviene tener activa una universidad democrática y formadora del conocimiento que libera y transforma; pensamiento crítico y plural con dignidad y fortaleza suficientes para combatir a quienes desean destruirla. No olvidemos que los regímenes, por crueles y poderosos que sean, tienen corta vida, mientras que el conocimiento que emana de la universidad se ha mantenido vivo por siglos. Esa es la gran diferencia entre la ignorancia, que oprime y empobrece, y el conocimiento que nos convierte en ciudadanos libres e independientes, útiles a nuestro país y a nuestras familias.

El aporte de la universidad venezolana al país ha sido extraordinario. No sólo ha formado miles y miles de profesionales capaces y competentes, impulsando una revolucionaria movilidad social que produjo la más vigorosa clase media de Latinoamérica, sino que ha sido aliada y defensora de la libertad y la democracia, en momentos donde los tiranos y autócratas han pretendido gobernar al país como una hacienda, como una cantina de cualquier comando militar, o como un sindicato de poca monta. La universidad venezolana ha estado invariablemente presente en la historia de nuestra nación, convirtiéndose en especial referencia ética y académica.

Hoy el régimen quiere colocar a nuestra universidad de rodillas, bajo la complacencia de personas y gremios que inexplicablemente siguen apoyando a sus victimarios. El cerco financiero ha sido permanente con la idea de asfixiarla; antes del desplome de los precios del petróleo, ya el régimen aprobaba presupuestos deficitarios que sólo alcanzan para pagar nóminas de hambre a sus profesores y empleados; las labores de investigación, claves en los procesos de innovación científica, se han reducido drásticamente; el mantenimiento de la infraestructura y la construcción de obras necesarias se han paralizado, agravando el deterioro físico de nuestras casas de estudios. La extensión universitaria y los servicios estudiantiles tan prolíficos en otras épocas, hoy son actividades que se cumplen con demasiadas limitaciones y por debajo de las expectativas.

Simultáneamente, el régimen viola la autonomía universitaria, permitiendo no sólo el reiterado ingreso de cuerpos de seguridad a su campus sino que, valiéndose del control sobre las instituciones del Estado, ha impedido la celebración de elecciones para renovar autoridades que tienen sus períodos vencidos y, algunas de ellas, proyectan desgano y falta de firmeza para encarar la dramática crisis de la universidad. Como si fuera poco, nuestras legítimas demandas salariales en vez de ser canalizadas ante el Ministerio de Educación Superior, organismo competente,  son tratadas por el Ministerio del Trabajo, como si fuésemos empleados de cualquier oficina gubernamental o trabajadores de la empresa privada. Recientemente, el régimen invadió la política de ingresos de las universidades, endosándose la competencia exclusiva de asignar los cupos a los nuevos bachilleres, irrespetando normas y desconociendo realidades demográficas, académicas y geográficas, con la intención de controlar absolutamente todo y convertir nuestras vidas en un cupo, única opción que tienen para gobernar el país.

Hoy, los universitarios de buena voluntad estamos en pié de lucha. Seguiremos defendiendo nuestros derechos y el futuro que se merece nuestra juventud. La arrogancia y la prepotencia de este régimen fracasado, no podrán destruir la fuerza y la dignidad de quienes estamos convencidos que la educación es la mejor alternativa para garantizarle a los venezolanos un futuro promisorio con libertad, justicia y progreso. La Universidad Venezolana no se rinde; cada día son más los que apoyan esta lucha y están conscientes que nuestras protestas no sólo persiguen reivindicaciones salariales, sino que representan el legítimo derecho a una educación de calidad, comprometida con la democracia y la justicia. Demostremos una vez más que la Universidad sigue siendo reserva moral y ética del país, y referencia fundamental de la grandeza que aún permanece en el corazón de los venezolanos que amamos profundamente este país. Muy a despecho del régimen, los universitarios venezolanos jamás nos rendiremos!!!

Profesor Titular de LUZ