¿Una oportunidad para el cambio?
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Después de muchas manifestaciones y protestas
populares, huelgas de hambre de dirigentes y estudiantes universitarios de todo
el país y la exigencia de gobiernos y líderes del mundo, finalmente, el Consejo
Nacional Electoral anunció la fecha de los comicios parlamentarios para el
próximo 6 de diciembre.
En estos comicios confluyen elementos inéditos en el
análisis politológico. Por vez primera, durante los dieciséis años de
revolución, el régimen inicia un proceso electoral en franca desventaja. Todas
las encuestas proyectan una derrota del régimen frente a la oposición. El país
experimenta una crisis económica de graves dimensiones, cuya responsabilidad es
endosada mayoritariamente al presidente Nicolás Maduro; asimismo, siete de cada
diez venezolanos consideran que el presidente es incapaz de solucionar los
problemas del país, con lo cual está erosionada no sólo su popularidad (25%)
sino la confianza y su credibilidad como mandatario.
Las fricciones en el oficialismo son evidentes, aunque
se esfuercen en demostrar que están monolíticamente unidos. Sin la presencia
del Comandante las cosas no serán iguales; estamos frente a un chavismo
más crítico y descontento de la manera como Maduro gobierna el país y
representa la revolución. La incondicionalidad hacia el proceso es una variable
nueva en el análisis; buena parte de los oficialistas no están dispuestos firmar
un cheque en blanco a la dupla Maduro-Cabello, cuando sienten que el “legado”
del comandante lo hicieron añicos en poco más de dos años.
Por otra parte, el recuerdo mítico y religioso de Chávez
empieza a esfumarse porque la base de lealtad a la revolución –la distribución
de beneficios a los sectores populares- se ha vuelto sal y agua. Según la
encuesta ENCOVI 2015, sólo un 10% de los pobres están recibiendo los beneficios
de algunas de las muchas misiones creadas por el régimen. Con lo cual es válido
pensar que “el amor con hambre no dura”.
Asimismo, cada día crece la creencia que la
incapacidad de Maduro unida a la voraz corrupción de una minoría atornillada a
la revolución, es la culpable de la dramática situación socio-económica que
estamos viviendo la inmensa mayoría de los venezolanos (8 de cada 10
venezolanos así lo reportan). De manera, pues, que el régimen está atascado
dentro de su propia ineficiencia y carente de un discurso capaz de renovar las
esperanzas perdidas porque definitivamente representan el pasado y la
continuidad de un modelo que fracasó aparatosamente.
Otro dato de interés, señalado por la última medición
de Datanálisis (Junio, 2015), es que la autodefinición política de los
venezolanos favorece ampliamente a la oposición con un 41.8% en contra del
oficialismo que obtiene un 23.3%; no obstante, aún persiste una significativa
franca de neutrales o desalineados (32.3%) que se constituyen en un sector
clave para obtener la victoria en las elecciones parlamentarias.
Ahora bien, ¿qué está pasando en la MUD? Los retos que
debe superar son enormes. En primer lugar, debe demostrar capacidad y visión
estratégica para administrar y dar respuestas efectivas a la mayor demanda de
cambio exigida por el país durante la era revolucionaria. Hoy, 7 de cada 10
venezolanos, están demandando un cambio de rumbo a las actuales políticas
defendidas por la revolución. Sin duda, estas cifras favorecen al sector que se
opone al culpable del desastre nacional, pero esta percepción no es suficiente.
La oposición debe articular una estrategia y un discurso incluyentes, que
ofrezca desde la Asamblea Nacional soluciones a los problemas del país,
especialmente, a la economía que es la que golpea más fuertemente a las
familias venezolanas. Necesariamente, debe convencer a esa mayoría que es una
alternativa confiable y con capacidad para optar al poder e iniciar los profundos
cambios que requiere el país, motivándola a votar masivamente para vencer el
fantasma de la abstención que sigue rondando en la mente de muchos
compatriotas. Porque la abstención es una de las principales enemigas de la
victoria opositora.
Otro elemento que debe formar parte de la campaña de
la MUD, es la convicción que la Unidad está por encima de las legítimas
diferencias y desacuerdos propios de la democracia. Los partidos políticos
deben convencer a los venezolanos, especialmente a los neutrales y a los
oficialistas desencantados, que el bienestar de los venezolanos es su interés
supremo y están dispuestos acompañar al
pueblo venezolano en el cambio y el progreso que sólo ellos pueden construir en
alianza con todos los sectores nacionales, incluyendo a los chavistas blandos.
Sólo así podría materializarse una mayoría sólida que eche por la borda las
aspiraciones del régimen de atornillarse al poder y profundizar el modelo
político, social y económico que destruyó a Venezuela.
Aunado a ello, se debe destacar la organización y
logística electoral de la MUD. Además de realizar una campaña intensa que privilegia
el contacto personal; la MUD debe ser enfática en la exigencia de condiciones
electorales imparciales y equitativas que, incluyan, la observación
internacional transparente, el resguardo de los cuadernos electorales físicos, la
participación imparcial del Plan República, la eliminación del voto asistido, entre
otros; debe garantizar la presencia de testigos en todos los centros electorales
del país, con mística y valentía para defender cada voto que se deposite por la
democracia. No olvidemos que el día de las elecciones suceden cosas
inesperadas y hasta truculentas que normalmente benefician al oficialismo,
otorgándole gran cantidad de votos especialmente al filo del cierre de la jornada
electoral.
Finalmente, la MUD debe implementar un plan de inteligencia
y monitoreo que le brinde información de primera mano acerca de los planes “sorpresivos”
que el régimen está acostumbrado ejecutar en los días preliminares a las
elecciones. Recordemos que en el 2012 la carta debajo de la manga fue la Gran
Misión Vivienda Venezuela; en el 2013 ejecutaron el Dakazo antes de las
elecciones municipales. No debería extrañarnos la reedición de un Dakazo II o
cualquier otro mecanismo que permita mejorar, por lo menos en apariencia y en
un cortísimo plazo, la percepción de una crisis que ya no se aguanta más.
La oportunidad para el cambio está más cerca que nunca
pero es menester luchar con inteligencia y desprendimiento para que los
venezolanos nos motivemos, nos moralicemos y nos movilicemos en búsqueda de la
victoria que nos encamine por un cambio que nos beneficie a todos, porque sigo
insistiendo que “el mandado no está hecho” y “los deseos no preñan”.
Profesor Titular de LUZ