Gracias Señor…
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Cuando se acerca el nacimiento del Niño Dios y nuestro
corazón se alegra con tan maravillosa noticia, es bueno dar gracias al Señor
por sus permanentes bendiciones y por los dones que nos regala con cada
amanecer. Frecuentemente le pedimos a Dios que nos ayude a resolver nuestros
problemas pero, a menudo, olvidamos darle gracias por todo lo que recibimos
mediante su infinita misericordia. Es cierto que como dice Mateo (7:7), “Pedid,
y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá…”, pero al Señor
también le agrada oír nuestra voz serena y alegre agradeciéndole todo cuanto
hace por nosotros; El se comporta como un padre amoroso y misericordioso con
cada uno de sus hijos y, sin embargo, nosotros no nos percatamos de su
presencia y bondad permanentes.
En este año que está a punto de terminar quiero
expresarle al Padre, a Jesús de la Misericordia y al Espíritu Santo, gracias,
infinitas gracias por todo cuanto han hecho por mí y por nuestra familia.
Gracias por la vida, a pesar de vivir en una sociedad que privilegia la cultura
de la muerte y la violencia; gracias por la salud, cuando a mi alrededor hay
tantos que sufren por familiares y amigos enfermos; gracias por la familia que
me regalaste, por mi esposa en nuestro trigésimo aniversario de bodas, por mis
hijos, por mis hermanas, por mis sobrinos, ahijados, cuñados y amigos, cuando
me entristece que tanta gente carece de una familia que los ame, los consuele y
les el apoyo que tanta falta nos hace; gracias por los alimentos de cada día,
cuando hay millones de hermanos que no tienen acceso al pan diario; gracias por
la inteligencia y habilidades que me
permiten realizar el trabajo creador y productivo para llevar el sustento
diario a mi familia. Gracias por el techo en el que vivo, cuando en pleno siglo
XXI millones de seres humanos no tienen una casa donde vivir decente y
dignamente. Gracias por los bienes materiales, por las maravillas que mi pobre
espíritu es capaz de disfrutar con la aparición de los primeros rayos del sol. Gracias
por amarme con el amor más infinito y sublime que nadie puede darme, a pesar
que mi corazón muchas veces se resiste a tu maravillosa amistad. Gracias mi
Señor por brindarme la oportunidad, sin mirar mis mezquindades, debilidades y
deslealtades, de perdonarme cada día, renovando ese amor inagotable que tu
santísimo corazón tiene guardado para todos sus hijos. Gracias mi Señor por
tanto amor.
Por ello, recordemos cada momento estas sagradas
palabras: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda
situación, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”
(Tesalonicenses 5:16-18)
Profesor Titular de LUZ