miércoles, 17 de diciembre de 2014


Gracias Señor…

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


Cuando se acerca el nacimiento del Niño Dios y nuestro corazón se alegra con tan maravillosa noticia, es bueno dar gracias al Señor por sus permanentes bendiciones y por los dones que nos regala con cada amanecer. Frecuentemente le pedimos a Dios que nos ayude a resolver nuestros problemas pero, a menudo, olvidamos darle gracias por todo lo que recibimos mediante su infinita misericordia. Es cierto que como dice Mateo (7:7), “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá…”, pero al Señor también le agrada oír nuestra voz serena y alegre agradeciéndole todo cuanto hace por nosotros; El se comporta como un padre amoroso y misericordioso con cada uno de sus hijos y, sin embargo, nosotros no nos percatamos de su presencia y bondad permanentes.

 La gratitud es uno de los dones más excelsos que nos regala el Señor, porque quien agradece puede practicar la caridad, siendo comprensivo y generoso con su prójimo. Quien agradece puede mostrarle al Señor un corazón humilde, convencido que su debilidad es tan grande que sólo con su ayuda es posible vencer las dificultades que lo agobian. Cuando practicamos la gratitud hacia Dios y al prójimo, podemos sentir la maravillosa compañía de Jesús, fortalecidos por la fe y la absoluta confianza que nunca nos abandona.

En este año que está a punto de terminar quiero expresarle al Padre, a Jesús de la Misericordia y al Espíritu Santo, gracias, infinitas gracias por todo cuanto han hecho por mí y por nuestra familia. Gracias por la vida, a pesar de vivir en una sociedad que privilegia la cultura de la muerte y la violencia; gracias por la salud, cuando a mi alrededor hay tantos que sufren por familiares y amigos enfermos; gracias por la familia que me regalaste, por mi esposa en nuestro trigésimo aniversario de bodas, por mis hijos, por mis hermanas, por mis sobrinos, ahijados, cuñados y amigos, cuando me entristece que tanta gente carece de una familia que los ame, los consuele y les el apoyo que tanta falta nos hace; gracias por los alimentos de cada día, cuando hay millones de hermanos que no tienen acceso al pan diario; gracias por la inteligencia y habilidades  que me permiten realizar el trabajo creador y productivo para llevar el sustento diario a mi familia. Gracias por el techo en el que vivo, cuando en pleno siglo XXI millones de seres humanos no tienen una casa donde vivir decente y dignamente. Gracias por los bienes materiales, por las maravillas que mi pobre espíritu es capaz de disfrutar con la aparición de los primeros rayos del sol. Gracias por amarme con el amor más infinito y sublime que nadie puede darme, a pesar que mi corazón muchas veces se resiste a tu maravillosa amistad. Gracias mi Señor por brindarme la oportunidad, sin mirar mis mezquindades, debilidades y deslealtades, de perdonarme cada día, renovando ese amor inagotable que tu santísimo corazón tiene guardado para todos sus hijos. Gracias mi Señor por tanto amor.

Por ello, recordemos cada momento estas sagradas palabras: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (Tesalonicenses 5:16-18)
 
           Profesor Titular de LUZ

martes, 9 de diciembre de 2014


No hay mal que dure cien años…

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


Como dice el refrán popular “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. La situación del país es tan dramática que difícilmente uno pueda pensar que aquí no pasará absolutamente nada. Por algún lado drenará esta sensación de deterioro generalizado, tal como el pus que sale de una herida cuando está infectada. El país está enfermo y el mejor remedio para combatir esa enfermedad, es la firmeza y determinación de un pueblo que está harto de las mentiras e incapacidades de un régimen que secuestró nuestras esperanzas por un futuro mejor para todos.

Es increíble como en tan poco tiempo la situación de Venezuela haya empeorado vertiginosamente. Eso no significa que con Chávez los venezolanos vivíamos en un lecho de rosas, pero su liderazgo mantenía anestesiado a buena parte del país, porque no habían aflorado las nefastas consecuencias de un régimen que desde el primer momento equivocó el rumbo de Venezuela. Con un gobierno que dejó un camino amplio y lleno de luz, para transitar por vericuetos oscuros y sucios, no podíamos esperar que, en manos de un improvisado que llegó al poder por razones sobrevenidas, la situación iba a cambiar favorablemente. La enfermedad venía avanzando y con Maduro hizo crisis. Y mientras perdure esta concepción del gobierno, el poder y la política, los venezolanos seguiremos cayendo sin posibilidad alguna de recuperación. Urge la construcción de un cambio que nos devuelva la democracia, la libertad, la justicia y el progreso para todos, sin las odiosas exclusiones a las que nos acostumbró esta revolución de pacotilla.

De verdad, la situación de la nación amerita una profunda reflexión por parte de cada uno de los venezolanos. Convencernos que hay otras opciones mejor que esta pesadilla que nos aniquila como sociedad que aspira a la modernidad. Una vez convencidos de este desastre que será peor con cada amanecer, actuar unidos, sin mezquindades ni intereses personalistas, hacia objetivos supremos sustentados en nuestra Carta Magna. No se trata de ser conspiradores como seguramente nos acusará el régimen; se trata de defender nuestros derechos y la legítima aspiración de progresar en paz y libertad, frente a un gobierno que defraudó la confianza de la pírrica mayoría que lo llevó al poder. Con este gobierno no existe posibilidad alguna de avanzar, salvo para los enchufados corruptos que siguen raspando la olla, en medio de las peores calamidades que hemos vivido desde que se inauguró el sistema democrático en 1958.

Por eso es necesario e impostergable que el bloque democrático piense y actúe conforme a una estrategia común y viable, una estrategia que permita esbozar un discurso y una oferta de gobierno apoyada mayoritariamente por la nación. Es fundamental enamorar y conquistar a los que hoy están defraudados o, como diría Maduro, “confundidos”, porque sólo así lograremos sumar más voluntades que, con absoluta legitimidad, aspiramos vivir en un país seguro y confortable; donde funcionen los servicios públicos; con un sistema educativo que privilegie la calidad, la meritocracia y el valor del trabajo; con una efectiva y equitativa administración de justicia; con una economía fuerte asistida por una empresa privada eficiente y socialmente responsable; con trabajos y emprendimientos dignos y productivos; un país donde cada venezolano valga por los derechos y deberes consagrados en la Constitución y no por lo que decide el “caudillo”. Una sociedad donde nadie nos obligue a vivir y actuar dentro de un modelo que secuestra nuestro libre albedrío. Un país por el que nos sintamos orgullosos y comprometidos en la permanente construcción por hacerlo el mejor país del mundo.
 
Esas son las motivaciones que nos deben impulsar a luchar con denuedo y pasión, sin importar que nos acusen de traidores y conspiradores. En definitiva, nadie que luche por la verdad, la libertad, la justicia y el progreso, podrá ser acusado de desestabilizador y conspirador, por quienes realmente traicionaron la fe, el futuro, la esperanza de treinta millones de venezolanos. Si es así entonces para este régimen todos seremos conspiradores. Estamos a tiempo, a pesar de las dificultades.

                                Profesor Titular de LUZ