martes, 25 de febrero de 2014


¿Quiénes son los verdaderos fascistas en Venezuela?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Creo que es oportuno compartir con mis apreciados lectores algunas nociones básicas acerca del fascismo, a fin de corregir la ignorancia con la que los revolucionarios venezolanos han manejado ese concepto, en su obsesión de descalificar a cualquier venezolano que manifieste su oposición al gobierno y a sus ideas.

El fascismo es un movimiento político y social que nació en Italia de la mano de Benito Mussolini, finalizada la Primera Guerra Mundial. Se trata de un movimiento totalitario y nacionalista, cuya doctrina se denomina fascista. Veamos algunas de sus características más resaltantes para visualizar quiénes son los verdaderos fascistas venezolanos.

1.- Se basa en un Estado todopoderoso encarnado en el espíritu del pueblo, quien no puede buscar nada fuera del Estado que le pertenece a un partido y a un líder único (PSUV, Con Chávez manda el pueblo).

2.- El Estado fascista ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda, incluyendo la ideologización del sistema educativo (Colectivos armados, círculos bolivarianos, hegemonía comunicacional, reformas de los pensa de estudios primarios y secundarios).  

3.- El liderazgo fascista es mesiánico y autoritario, con un poder que se ejerce de manera unilateral y sin ningún tipo de consulta (Comandante Supremo, Chávez vive!).

4.- El fascismo promueve el racismo (judíos) o la exclusión de los grupos sociales que se le oponen a su doctrina, o que son considerados inferiores (escuálidos, majunches).

5.- Los regímenes fascistas usan con frecuencia frases, slogan, símbolos, canciones y demás parafernalia patriótica (Bolívar, Maisanta, Zamora, Patria querida…).

6.- Les disgusta el reconocimiento a los derechos humanos, aplicando la persecución y criminalización de la disidencia política (presos y exiliados políticos, represión a la protesta pacífica, asesinatos y torturas).

7.- Identificación de enemigos o chivos expiatorios para responsabilizarlos de los males de la patria, tratando de galvanizar el apoyo de las masas alrededor de la ideología dominante (imperialismo yanqui, derecha apátrida, oligarcas, guerra económica, cerco mediático).

8.- El fascismo defiende la supremacía de lo militar respecto a lo civil (los militares prácticamente gobiernan el país, bajo el legado del Comandante Supremo).

9.- Los medios de comunicación son regulados directamente por el Estado, o a través de regulaciones gubernamentales que promueven la censura o la autocensura. Suspensión y eliminación de medios, persecución de periodistas (Conatel, RCTV, no hay papel para la prensa escrita).

10.- El poder sindical es suprimido (deslegitimación de la CTV y creación de sindicatos bolivarianos).

11.- El poder de las corporaciones gubernamentales es protegido por el Estado, en desmedro de la empresa y la iniciativa privada. Esa alianza “empresarial” es fuente de una corruptela que beneficia a la élite gobernante, eximiéndolos de la rendición de cuenta ante los órganos jurisdiccionales (el Estado a través de las expropiaciones es dueño de empresas, fábricas, bancos, comercios, hoteles, etc., y sus directivos pertenecen al partido de gobierno).

12.- Finalmente, los regímenes fascistas usan el fraude en las elecciones o, en el mejor de los casos, manipulan y controlan los organismos electorales, permitiendo campañas difamatorias y abusivas en contra de los otros competidores en las elecciones (CNE/Tibisay, reingeniería de los circuitos electorales, elección de Nicolás Maduro el 14 de abril de 2013).

Apreciados lectores, con estas características básicas del fascismo, que pueden encontrarlas en la literatura política (o por Internet), tenemos una visión más completa del significado de ese concepto. Ahora te corresponde responder la pregunta: ¿Quiénes son los verdaderos fascistas en Venezuela: la revolución madurista o la oposición democrática? Con absoluta seguridad, yo tengo la respuesta.

                                                                       Profesor Titular de LUZ

lunes, 24 de febrero de 2014


La paz no es sumisión

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La paz del régimen es la sumisión de los venezolanos. Pretende que aceptemos con resignación la caótica situación que vivimos sin derecho a protestar. La paz que defiende Maduro se asemeja al silencio de los cementerios; a una sociedad anestesiada frente a los desmanes de una revolución que nos convierte en ciudadanos pobres y esclavos dentro de nuestro propio país.

La paz del régimen es la represión brutal de los cuerpos de seguridad contra los estudiantes que legítimamente protestan contra un gobierno incapaz y corrupto. La paz que busca el gobierno descansa en los colectivos armados que asesinan y amedrentan con el apoyo oficial y la impunidad de los organismos de justicia. La paz que persigue la revolución se basa en un diálogo de sordos, en el que la oposición democrática debe acatar la voluntad y caprichos del gobierno, so pena de castigar a gobernadores y alcaldes con no enviarles los recursos que constitucionalmente les pertenecen, o no aprobarles programas y proyectos de beneficio colectivo.

No puede haber diálogo para la paz sino existe el respeto y el reconocimiento del otro. No se puede dialogar con una pistola en la cabeza; ni mucho menos con descalificaciones como fascistas, golpistas, majunches, apátridas, traidores y escuálidos; y, lo que es peor, acusar de la crisis del país a la “derecha” en alianza con el imperialismo, cuando la verdadera culpa la tiene la política económica desastrosa que nos lleva al barranco.

Cómo creer en un diálogo sincero y fecundo, cuando se niega y se desprecia a la otra mitad del país, sometiéndola a un cerco informativo porque los medios le pertenecen al gobierno y al PSUV, y los pocos medios privados son amenazados o practican la autocensura. Cómo creer en un diálogo por parte de un gobierno que persigue y criminaliza la disidencia democrática, mostrándose complaciente con la camarilla de corruptos que desangran la nación, mientras el pueblo es sometido a largas colas para buscar los alimentos básicos. Cada día somos más pobres a pesar de los cuantiosos recursos que siguen ingresando al país por la venta de petróleo, a un precio de más de 100 dólares por barril. Somos el país con la peor economía de la región, con excepción de Haití.

Sin justicia no puede existir paz, y sin rectificación no puede darse un diálogo que desemboque en acuerdos permanentes que devuelvan la tranquilidad y el progreso a Venezuela. Un diálogo verdadero debe contemplar no sólo las legítimas exigencias de los estudiantes, sino eliminar este modelo político-económico que viola flagrantemente la Constitución Nacional, pues, lesiona nuestra soberanía al permitir la injerencia castrocomunista y crear una economía que irrespeta la propiedad y la iniciativa privadas para convertir al gobierno en el único dueño de empresas, bancos, hoteles, fincas, servicios, etc. Esa es, en mi humilde opinión, la esencia que debe acompañar un diálogo que elimine la pobreza y la injusticia popular, de lo contrario pienso que los esfuerzos son inútiles y  estoy seguro que la mayoría del país no estaría dispuesta apoyarlo.

En esta hora difícil de la patria, frente a la represión e intolerancia del gobierno con las protestas, ¿es posible hablar de diálogo para la paz?, o ¿será más bien otra estrategia “cazabobos” del gobierno para ganar tiempo y apertrecharse para atacar con mayor vileza a un pueblo que se cansó de esta pesadilla que nos aniquila lentamente como sociedad libre, justa y de progreso? Respondan ustedes.
                                                                                  Profesor Titular de LUZ

miércoles, 5 de febrero de 2014


¿Diálogo o silencio?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El diálogo es un elemento esencial de la democracia, jamás puede ser concebido como un acto gracioso por parte del gobierno. En una democracia, la política más normal es el diálogo respetuoso y constructivo que apuesta a la búsqueda de acuerdos para alcanzar objetivos que beneficien a todos por igual. El diálogo debe propiciar la negociación como mecanismo inherente a la actividad política, lo contrario se convertiría en un monólogo donde una de las partes termina imponiendo su voluntad y sus intereses.

En circunstancias tan difíciles como las que experimenta el país, el gobierno no puede condicionar la agenda del diálogo y mucho menos obligar a la oposición que se transforme en un mero espectador colaboracionista. La necesidad de un diálogo fecundo y sincero con el gobierno no puede acallar las voces disidentes de la oposición democrática, so pena de convertirse en un apéndice de un modelo incapaz de resolver la profunda crisis que produjo sus descomunales errores.

El vil asesinato de la actriz Mónica Spear y su pareja, motivó al gobierno a convocar sendas reuniones con los gobernadores y alcaldes opositores, a fin de unificar esfuerzos para combatir la cultura de la violencia y la muerte que se ha instalado entre nosotros. Nadie en su sano juicio puede oponerse a esa iniciativa, máxime cuando por quince años la revolución ha gobernado excluyendo e irrespetando a la oposición. Es necesario que los cuerpos de seguridad nacionales, estadales y municipales formen parte de una verdadera política de seguridad que ofrezca soluciones efectivas contra la delincuencia. Todos sabemos que el origen de la inseguridad es multifactorial y así debería ser tratada; pensar que sólo con patrullajes inteligentes, mayor represión y más armamentos, se combate este flagelo, es sencillamente una equivocación.

Se hace imperioso evaluar la situación socio-económica, la educación, los valores y el discurso violento con el que se ha expresado este gobierno desde su inicio. El país está sumergido en una de sus peores crisis; una economía con síntomas de estanflación; un desabastecimiento perverso, jamás visto en Venezuela; servicios educativos y de salud colapsados; instituciones secuestradas por un gobierno que pretende controlarlo todo, caracterizadas por la corrupción y la impunidad. En pocas palabras, una justicia al servicio de los intereses del gobierno. Entonces, es válido preguntarnos, ¿por qué esos problemas no son incorporados a la agenda del diálogo nacional?, ¿por qué el gobierno no hace realidad sus buenas intenciones y permite que los sectores del país participen activamente en la búsqueda de soluciones que ellos son incapaces de presentarnos?, ¿por qué el gobierno sigue persiguiendo y criminalizando a la disidencia democrática, calificándolos de desestabilizadores de la revolución?, ¿por qué hay sectores de la oposición que piensan que dialogar con el gobierno supone convertirse en colaboracionistas, corriendo el riesgo de perder su esencia opositora?
El diálogo debe ser interpretado como una oportunidad de oro para que el gobierno rectifique y asuma responsablemente sus errores, y para que la oposición le demuestre al país que está en capacidad de contribuir exitosamente con las soluciones que el pueblo venezolano está esperando. Si la oposición considera que el diálogo con el gobierno supone sumergirse en el silencio y la complacencia, entonces, al igual que la revolución podemos decir que también perdió la brújula.