miércoles, 25 de octubre de 2017

¡Insólito!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Me había prometido no echarle más leña al fuego con el tema de la unidad de la oposición, dejándoles ese trabajo a los guerreros del Twitter, pero el insólito curso de los últimos acontecimientos me obligan a expresar algunas ideas sobre tan polémico y complejo asunto. La oposición venezolano bregó durante mucho tiempo hasta lograr dinamitar su bien más preciado, como es la unidad. Aunque valdría la pena preguntarse, ¿acaso hubo alguna vez unidad política, estratégica y de largo alcance entre la dirigencia opositora, o lo que prevaleció más bien fue una unidad coyuntural y electoral, impregnada del cálculo político?

Resulta difícil comprender las divisiones y contradicciones que gravitan alrededor de la oposición venezolana, precisamente, en circunstancias tan desfavorables para el gobierno. Por un lado, Maduro proyecta su mayor incapacidad para resolver los problemas del país y, por otro lado, la profunda crisis nos sumerge en una miseria espantosa. Y todavía con tan nefastas consecuencias, el régimen logró uno de sus principales objetivos, pulverizar a la oposición a través de un enfrentamiento irracional entre las diferentes facciones que integran la Mesa de la Unidad.

El 23 de octubre de 2017 debemos recordarlo como la fecha en la que la unidad de la oposición, tal como había funcionado hasta ahora, desapareció para dar paso a nuevos episodios cuyo desenlace aún desconocemos. Lo cierto es que, de ahora en adelante, se instaura una fase más dura y larga en la lucha por el rescate de la libertad y la reinstitucionalización democrática de Venezuela. La dictadura, en cambio, muestra orgullosa sus logros políticos, mientras que la inmensa mayoría de los venezolanos entran en una nueva fase de confusión y frustración, acompañada por un sentimiento de desconfianza e incredulidad en el estamento político de la nación. Por esta vía nos acercamos aceleradamente a la antipolítica, actitud que facilitó el ascenso de Chávez al poder en 1998.

La juramentación de los cuatro gobernadores de Acción Democrática, ante la ANC, puede considerarse como el punto de quiebre de la oposición democrática. Existen razones de sobras para justificar la presencia o no ante la constituyente ilegítima y espuria; que cada quien asuma su responsabilidad ante la historia, pero lo que me parece aborrecible y totalmente absurdo es la división frontal y definitiva de la oposición en un asunto que pudo tener un mejor final. La actitud correcta era que los gobernadores actuasen en bloque, tal como lo señaló reiteradamente Juan Pablo Guanipa, para proyectar una visión de unidad y fortaleza moral frente al jolgorio del régimen por una victoria electoral amañada que no refleja la voluntad libre y soberana de la mayoría de los venezolanos. Lo correcto era mantenerse en unidad frente a las arbitrariedades, abusos y vejámenes de un régimen dictatorial que logró que algunos sectores de la oposición legitimaran lo que el pueblo había repudiado desde hace tiempo.

Como defensor ferviente de la unidad, hago votos para que la oposición venezolana vuelva al cauce y se coloque a la altura de su responsabilidad y compromiso con la patria; convencido estoy que sin la unidad, la inteligencia, el desprendimiento y el patriotismo de los partidos democráticos, nos costará mucho más armar una estrategia que haga posible el cambio del rumbo político de la nación, con el apoyo y la comprensión de las mayorías nacionales. Para ello, hace falta asumir con gallardía los errores cometidos e iniciar un proceso de pedagogía y madurez políticas que responsablemente tracen el camino para la solución de la crisis, dando a conocer las dificultades y obstáculos para alcanzar el objetivo; sólo así los venezolanos sentiremos que los políticos nos están hablando con la verdad y podremos sumarnos con mayor compromiso para liberar a Venezuela de esta dictadura incapaz, corrupta e inmoral.

La oposición debe acometer un proceso de autocrítica sincera y racional para renovar la confianza de sus conciudadanos y reconstruir, de esa manera, una conexión emocional fuerte y duradera con todos los sectores de la vida nacional. Asimismo, la oposición debe mantener una comunicación transparente y permanente con el pueblo venezolano, sin esconder nada por miedo de ser atacada u odiada. Lo que se hace a escondidas, siempre sale a la luz pública con las terribles consecuencias que generan la burla y el engaño al pueblo. En esta nueva etapa de la oposición, en la que debería privar la sensatez y el bienestar colectivo, es necesario sepultar las descalificaciones internas que provienen de lenguas envenenadas por la impulsividad y la falta de sindéresis de algunos dirigentes. Es momento oportuno para colocar un freno a tantos disparates e inconsecuencias que aumentan el desánimo y frustración de la gente; es hora que nuestros políticos actúen conforme a lo que pregonan en sus discursos y empiecen a ser más serios y coherentes. 

Es la hora de defender los supremos intereses de los venezolanos y dejar a un lado los cálculos políticos  y las carantoñas con el  régimen con la idea de garantizarse ciertos beneficios y prebendas. Es hora, carajo, que los políticos se pongan los pantalones largos y reconozcan al verdadero enemigo de los venezolanos, porque estoy seguro que, en estos momentos, el culpable de nuestras desgracias está bailando una salsa caraqueña, al ver el triste espectáculo que ofrece una oposición dividida y sin rumbo.

Es insólito, inaudito e increíble que la oposición esté cavando su propia tumba, en vez de aprovechar con inteligencia las oportunidades generadas por la incapacidad de un régimen reconocido como dictadura por gran parte de las naciones civilizadas; en vez de hacerle frente a los abusos y trampas orquestadas el 15-O, como continuidad del 30-J, están insultándose tan soezmente que con dificultad podrán recoger esas palabras en un futuro inmediato.

Este triste espectáculo de la oposición nos desmotiva a quienes confiamos en la madurez y desprendimiento de los políticos, convencido que son ellos parte fundamental de esta lucha. Pero ahora, ¿qué va a pasar? Con tristeza percibo, muy a pesar de mis deseos, el empoderamiento ilegítimo, abusivo y autoritario de Maduro, acompañado del peligroso y explosivo empeoramiento de la crisis nacional. Frente a esta tragedia, observáremos ciudadanos desencantados que no encuentran razones válidas para votar, que no confían más en los políticos, que decidirán marcharse del país o que se cruzarán de brazos movidos por una anomia que puede terminar de enterrar los valores democráticos que todavía tenemos.

Ojalá políticos, ciudadanos y organizaciones sociales podamos entender la inmensidad de esta tragedia que destruye el presente y secuestra el futuro de la nación, para que asumamos con valentía y firmeza el compromiso de liberar a nuestra patria de esta plaga que en mala hora llegó al poder. Si no entendemos la gravedad del asunto, entonces, diremos con llanto desgarrador, ¡Grande Maduro, contra todo pronóstico lograste el propósito de destruir a Venezuela y a los venezolanos!

Profesor Titular de LUZ  

jueves, 19 de octubre de 2017

Adiós Chávez, ¡bienvenido Maduro!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Por arte de magia y contra todo pronóstico, Nicolás Maduro se convirtió en el porta-aviones político más importante del país. Ni siquiera Chávez, en sus momentos de gloria, fue capaz de realizar semejantes prodigios. Nicolás es un caso digno de ser analizado porque, a pesar de ser el culpable de la más espantosa crisis que los venezolanos hayamos vivido, obtuvo el 30 de julio la más alta votación del Psuv desde su creación. Dos meses y medio después, con una merma de 3 millones de votos, su partido gana 18 de las 23 gobernaciones del país. La palabra para calificar esa proeza es la huracán electoral; sin duda, el fenómeno político más impactante de los últimos sesenta años de la política venezolana.

Con los resultados de las últimas elecciones, Maduro hace su entrada triunfal a la política venezolana, dejando atrás el legado e influencia del otrora líder de la revolución bolivariana. Chávez jamás pudo obtener los 10 millones que tanto deseó en cada una de las elecciones en las que participó; Maduro estuvo cerquita de esa aspiración revolucionaria. Cuando el país estaba en mejores condiciones económicas, el oficialismo obtuvo 15 gobernaciones; con esta crisis espantosa, Maduro se alza con 18 gobernaciones. ¿Cuáles son las razones para alcanzar tan épicas victorias electorales?

Tratemos de encontrar una explicación lógica a este realismo mágico en el que nos sucumbió Nicolás Maduro. El comportamiento electoral plantea que la situación económica de los electores influye en su decisión de voto, máxime si el desempeño de la economía es imputable al gobierno. En términos más simples, si los electores perciben que la situación económica del país es buena y personalmente les está yendo bien, con bastante probabilidad la mayoría vota a favor del gobierno y de sus candidatos; si, por el contrario, la economía registra, como es el caso de Venezuela, la inflación más alta del planeta, escasez de comida y medicinas, hambre y pobreza, empleos miserables, entonces, la lógica electoral apunta que la mayoría de los electores vota para castigar al gobierno, como culpable de sus desgracias. Esta razón pareciera no ser la causa del caudal de votos que recibió el Psuv en las dos últimas elecciones, habida cuenta que Venezuela se perfila como la economía con el peor desempeño en el mundo.

Otra variable a considerar es la esperanza. Los electores votan por candidatos que garanticen mejores expectativas de vida sustentadas en un cambio para mejorar. A tal efecto, las encuestas de Consultores 21 revelan que siete de cada diez venezolanos consideran que el gobierno de Maduro no es capaz de producir los cambios que quieren para Venezuela; asimismo, sólo el 18% de los venezolanos califica positivamente su gestión. Es decir que el 80% de los venezolanos piensa que el gobierno de Maduro es tan malo que no es posible alcanzar un cambio para mejorar la crisis de la nación. Con estas cifras, resulta ingenuo creer que los venezolanos votan masivamente a favor de su verdugo.

¿Cuál es la razón del milagro electoral madurista? Tendremos que analizar los factores que gravitan alrededor del proceso estrictamente electoral, ya que las razones ya evaluadas le son francamente desfavorables al régimen. Por todos es conocida la afinidad y parcialidad del CNE con el oficialismo; otros más osados afirman que esa relación es absoluta subordinación a Miraflores. Desde hace bastante tiempo el CNE viene preparando el terreno electoral, consciente que cualquier elección, en condiciones normales y equitativas, son desfavorable al oficialismo. La tarea para evitar el descalabro electoral empezó cuando el CNE impidió el año pasado la activación y realización del RR, cerrando la salida electoral a la crisis nacional. Después, vino la etapa de protestas, con el trágico desenlace de más de 120 asesinados por las fuerzas represivas del régimen, que culminó con la elección de la constituyente. Estos eventos generaron un sentimiento de frustración y desánimo en los opositores al no producirse la salida de Maduro. En este escenario de desolación colectiva y conflictividad interna entre la MUD, el CNE convoca elecciones regionales con un atraso de diez meses.

Sorprendidos de la participación de la oposición en esas elecciones, el CNE inicia una nueva etapa en la delincuencia electoral venezolana: a) no se permitió la sustitución de los candidatos que habían perdido en las elecciones primarias de la MUD, anulándose los votos obtenidos por esos candidatos; b) se reubicaron centros electorales de manera inconsulta e inoportuna, violando el derecho de los electores a ejercer el voto. Sólo en el estado Miranda, las reubicaciones afectaron a más de 200 mil electores, un millón en el territorio nacional. De manera escandalosa, el CNE reubicó centros hasta la noche del viernes 13 de octubre, a escasas 48 horas del proceso comicial; c) otro exabrupto –o delito electoral- fue el saboteo grosero en la acreditación de los testigos de la oposición. En muchos centros electorales, militantes del Psuv fungieron como testigos de los partidos de la oposición, con la anuencia del CNE. El día de las elecciones, el Psuv en combinación con el Plan República, impidió en muchos centros la presencia de los testigos durante horas o a lo largo del proceso, con lo cual resultó imposible defender los votos e impedir que “electores ausentes” votasen por los candidatos oficialistas. El día D fue exitoso para Maduro y sus candidatos con la anuencia del árbitro y los militares.

A partir del 30 de julio, el régimen implementó una estrategia quirúrgica para rebanar la mayor cantidad de votos a la oposición, con resultados extraordinarios, y sin ningún tipo de escrúpulos. La estrategia es el fraude sistémico que no puede probarse al cotejar las actas con el voto electrónico, pues, la trampa se dio desde el mismo momento de la convocatoria a las elecciones. A esto se le agrega la disminución significativa de la participación electoral favorable al oficialismo. En el caso del Zulia, el 15-O participó el 55% del padrón electoral en contra del 72% que votó en el 2015, con una diferencia de 17% menos. Los resultados de ambas elecciones están a la vista.

Con este escenario, ¿qué deberíamos hacer? Sin pretender establecer el ABC estratégico para la oposición, me atrevo a dar algunas sugerencias: 1) rescatar el valor del voto como mecanismo de lucha política para alcanzar la libertad y la reinstitucionalización democrática de la República; los demócratas no tenemos una mejor opción; b) superar las culpas y complejos de la derrota, a fin que la dirigencia democrática se esfuerce en el ejercicio de la unidad plena, deslastrada de intereses y visiones particulares; de lo contrario, se profundizará la radicalización de la oposición entre abstencionistas y participacionistas. El voto es un derecho ciudadano y no una gracia del régimen; 3) mayor involucramiento ciudadano en la organización electoral, pues, los partidos no son los únicos responsables de esta tarea; 4) cuidar y consolidar el interés internacional sobre la crisis venezolana; 5) implementar una visión proactiva y de defensa permanente frente a los abusos y atropellos del régimen; y, 6) sacudirnos el polvo de las sandalias y continuar con esta lucha compleja porque lo contrario significa entregarle el país a una minoría de delincuentes e inmorales.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 11 de octubre de 2017

A pesar de las dificultades, votar es la opción

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La situación del país es dura e inaguantable; millones de venezolanos están viviendo en pobreza crítica o están pasando mucho trabajo para lograr sobrevivir. La crisis venezolana es un hecho que no tiene justificación alguna, sólo es culpa de una minoría gobernante que se dio a la tarea de arruinar a un país inarruinable. El régimen tiene la extraordinaria capacidad de destruir todo lo que toca, sin posibilidad de enmendar los errores cometidos.
El país entero conoce y padece las dramáticas consecuencias de esta crisis que se metió en todos los rincones de la sociedad venezolana; sabemos además quién es el culpable de la debacle del país. Atrás quedaron las opiniones que eximían a Chávez de toda responsabilidad porque sus ministros no le hacían caso. Tampoco ha servido de mucho el gasto dispendioso en propaganda y publicidad del régimen para culpar a la guerra económica de las locuras y disparates de Nicolás Maduro. Aquí casi todo el mundo está clarito de lo que está sucediendo en Venezuela y, entonces, ¿por qué seguimos abrigando dudas sobre lo que somos capaces de hacer cuando decidimos actuar unidos y con inteligencia?,  ¿por qué seguimos endosándole al gobierno y a sus cómplices regionales una fuerza que ya perdieron?, ¿cuál es la razón para seguir negándonos las posibilidades ciertas de transitar por el cambio que aspiramos? Esas interrogantes aún están presentes en muchos venezolanos, a pesar de saber quién es el adversario y cómo podemos debilitarlo.

Uno de los mecanismos que permiten fortalecernos y consolidar la lucha para la construcción de un destino favorable para todos, es el voto; un instrumento democrático del que todavía algunos tienen dudas y hasta recelos. Resulta difícil entender que, después de más de 18 años de la tragedia revolucionaria, ciertos sectores opositores estén debatiéndose entre la idea de votar o no, expresando opiniones baladíes para justificar la abstención. No encuentro pretexto alguno para estimular la abstención, a excepción de lo ocurrido con el bodrio inconstitucional de la constituyente madurista. Lo demás es buscarle las cinco patas al gato, aduciendo razones que terminan por beneficiar precisamente al culpable del desmadre del país.

A pesar de lo mucho que se ha hablado en los últimos días, imaginemos por un momento que el régimen gane la mayoría de las gobernaciones porque los electores de la oposición no salieron a votar. ¿Qué pasaría a partir del 16 de octubre? Pues bien, el régimen tendría razones para afirmar que la cacareada mayoría de la oposición es una mentira más, con lo cual se fortalecería convencido que cuenta con apoyo suficiente para profundizar este modelo político hambreador y corrupto. En tal sentido, por la inconsecuencia de los opositores abstencionistas se agravarían los problemas del país, hundiéndonos cada día en la miseria revolucionaria. Con semejante escenario, Maduro tomaría oxígeno y alargaría su desastrosa estadía en Miraflores. Por otra parte, la comunidad internacional tendría razones para dudar sobre la legitimidad de la lucha democrática, debilitándose la percepción de que Maduro es el verdadero culpable de los sufrimientos de los venezolanos. En definitiva, todo lo que hemos ganado en estos últimos años, lo perderíamos en un solo día gracias a la incomprensible actitud de unos venezolanos que deseando un cambio, siguen amarrados a la sombra de un presente que asesina nuestro futuro.

Ahora imaginemos que sea la oposición la que obtenga la mayoría de las gobernaciones, escenario absolutamente posible si la participación electoral es superior al 60%. En ese caso, confirmaríamos que somos la nueva mayoría nacional obtenida desde las parlamentarias del 2015. Se debilitaría el régimen, no importa si deciden instaurar el guión de siempre: saboteo, persecución y criminalización de los nuevos gobernadores. Si el régimen asume ese comportamiento, les irá peor porque ya no habría duda alguna de su vocación autoritaria y del modelo dictatorial que están implantando en Venezuela. La debilidad pretenderían esconderla con represión, típico de los gobiernos que están de despedida. Asimismo, se crearían condiciones más favorables y equitativas para la oposición en un proceso de negociación con el régimen, en la búsqueda de una salida política y pacífica que nos encamine a una transición y a un nuevo gobierno en un tiempo más perentorio. Por si fuera poco, los ojos de la comunidad internacional se volcarían con más fuerza y determinación sobre el caso venezolano, a fin de continuar colaborando con la solución de esta pavorosa crisis. Pero, además, tendríamos la inmensa dicha de disfrutar la victoria de la democracia sobre la tiranía y eso, apreciados lectores, no tiene valor acompañada con un rico dulce de lechosa.

Esos son los dos escenarios posibles después del 15 de octubre. Si decidimos que, a pesar de las dificultades, votar es la opción, entonces, estaremos frente a un escenario auspicioso que nos llenará de fuerzas y tendremos muchas más razones para seguir luchando por el país que queremos, convencidos que la razón nos asiste y estamos haciendo lo correcto para alcanzar la meta que anhela el 80% del país; si, por el contrario, decidimos quedarnos de brazos cruzados, esperando que otros decidan por nosotros, en la búsqueda incesante de encontrar pretextos para no votar, entonces, el adversario que deseamos combatir se fortalecerá y, en ese escenario favorable para el régimen, la lucha por el cambio será mucho más traumática y la llegada de un mejor porvenir para los venezolanos sería a largo plazo.

Tenemos la decisión en nuestras manos; sólo de nosotros depende lo que queremos para Venezuela en los próximos tiempos. De mi parte, estoy convencido que la mejor opción es ir a votar por los candidatos de la Unidad Democrática porque de esa manera estaremos contribuyendo significativamente con el supremo interés de rescatar la libertad, la democracia, el progreso y la decencia de los venezolanos. Por eso, ¡yo si voy a votar!

Profesor Titular de LUZ  

jueves, 5 de octubre de 2017

Destruyeron al Zulia

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La fachada de la sede del PSUV en Maracaibo, está adornada con un pensamiento de Hugo Chávez que reza: “que el Zulia sea lo que siempre ha debido ser”. Ese lema fue difundido en el 2012 con motivo de las elecciones regionales en las que salió electo Arias Cárdenas como gobernador del Zulia. Después de cinco años de esa elección, sigo sin entender la verdadera intención de esa frase, porque el Zulia está en ruinas; o, podemos pensar más bien que el Zulia que ellos quieren es precisamente este caos en el que lo ha convertido la revolución.

Cuando observamos con tristeza e indignación el estado de postración y calamidad en el que estamos viviendo los zulianos, llegamos a la conclusión que definitivamente la prioridad de Maduro y de Arias ha sido la destrucción del Zulia. Las estadísticas oficiales y los resultados de encuestas nos ofrecen suficiente información como para admitir que esa apreciación es rigurosamente cierta.

El último estudio de opinión pública de Efraín Rincón y Asociados, con una muestra de 950 casos, distribuidos proporcionalmente en el Corredor Electoral del Estado Zulia –Maracaibo, San Francisco, Cabimas, Lagunillas y Mara, respectivamente- cuyo trabajo de campo se culminó el 27 de septiembre de 2017, proyecta el sentimiento de la mayoría de los zulianos en torno al Zulia que aspiramos tener; a tal efecto, el 68.1% de los entrevistados reportó que el “Zulia que quiere tener Arias Cárdenas no se parece al Zulia que ellos quieren tener”, lo cual denota la mayoritaria aspiración de cambio de los zulianos.

De igual manera, el referido estudio de campo arroja cifras que ponen al descubierto el drama del hambre y la pobreza en el Estado; el 60% de los zulianos come dos o menos veces al día, esto es, más de 2.500.000 zulianos están pasando hambre, bajo la mira insensible del gobierno nacional y la complicidad del gobernador zuliano. El drama del hambre está presente a lo largo y ancho de la geografía zuliana; es padecida por chavistas, opositores e independiente y está haciendo estragos en los estratos más vulnerables de la sociedad, especialmente, en los niños y ancianos. Los pobres, que en otrora apostaron por la redención prometida por la revolución, se sienten defraudados por quienes se burlaron de sus necesidades y aspiraciones y pretenden, con el mayor descaro, pedir de nuevo su voto para profundizar la ruina del Zulia.

No faltará quien diga que esos datos son manipulados por encuestadores de oficio, pero es que la destrucción del Zulia es tan abrumadora que ni siquiera las estadísticas oficiales pueden maquillarla. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), recogidas por el Boletín Estadístico del Zulia 2017 del Instituto Gerencia y Estrategia del Zulia (IGEZ), desde el 2002 hasta el 2015, el número de patrones y empleadores zulianos descendió de 62.815 a 32.322 empresas, lo cual implica una disminución del 48,54%, en contraposición al descenso del 20,12% a nivel nacional. El Zulia es campeón nacional en la destrucción de empresas productivas, gracias a un perverso proceso de expropiaciones y asaltos a la empresa privada por parte de la revolución chavista-madurista.

En materia de pobreza el Zulia, gracias a los buenos auspicios de la revolución, también proyecta un promedio superior al nacional; los zulianos somos más pobres que muchos estados de la República, a pesar de las extraordinarias potencialidades que tenemos en todas las áreas de la economía. De igual manera, el Zulia exhibe una tasa de desocupación oficial de 9,5%, en contra del 6,7% del promedio nacional. La tasa de empleo informal que en el país, según el boletín ya citado, es de 41,2%, en el Zulia ésta en el orden del 53%. En otras palabras, más de la mitad de los zulianos labora en actividades informales, sin el disfrute de la seguridad social y de salarios dignos que garanticen una vida digna, tal como lo consagra la Constitución Nacional. La informalidad es una tentación poderosísima para cometer ilícitos que se transforman en corrupción, bachaqueo y más desigualdad social.

Todos estos logros son obra de la revolución y de un gobierno regional que se jacta en decir que “gracias a Maduro el Zulia es la potencia de Venezuela”. Frente a tanta mentira y manipulación, a veces es mejor reír para no llorar, porque con estos gobiernos lo único que tenemos seguro es más pobreza, más hambre y la completa destrucción de nuestro Estado Zulia.

Otro dato que evidencia la pérdida brutal de la conexión emocional de la revolución con los pobres, es el cambio de la intención de voto en los sectores populares. En la encuesta de Efraín Rincón y Asociados, al cruzar el número de comidas diarias que hacen los zulianos con la intención de voto para la gobernación, descubrimos que la intención de voto por Guanipa se mantiene prácticamente estable entre los electores que comen tres (63%), dos (61,4%) y una o menos veces al día (65,9%); por el contrario, la intención de voto por Arias desciende en la medida que se reducen las comidas diarias de los entrevistados, de tal manera que la menor intención de voto (11,4%) se ubica precisamente entre quienes están pasando más hambre. Ello nos permite inferir que los zulianos que están sufriendo las nefastas consecuencias del hambre, saben exactamente de quién es la culpa de sus desgracias y, por tal razón, prefieren votar por el cambio que representa Guanipa.

Los zulianos tenemos derecho a soñar con el Zulia grande que queremos. Pero necesitamos que esos sueños se transformen en fuerza y voluntad para desterrar los problemas que nos aquejan y castigar a los culpables de nuestras desgracias como sociedad. Quedarnos impávidos esperando que quienes destruyen al Zulia vuelvan a ganar, es la peor traición que podemos hacernos a nosotros mismo. Votar por el cambio no va a significar la solución a los problemas que nos agobian pero, con seguridad, será un esfuerzo importante para fortalecer la lucha contra los enemigos del Zulia. Todo cuanto hagamos para debilitar a esta corrupción incapaz y corrupta, incluyendo nuestro voto por el cambio este 15 de octubre, es un acto heroico que nos los agradecerán quienes sufren los martirios heredados por este régimen.

Vamos a votar convencidos que estamos actuando correctamente porque la lucha por el cambio es garantía para derrotar a los que destruyen sin piedad al Zulia.

Profesor Titular de LUZ