martes, 27 de noviembre de 2018

Una tormenta silenciosa

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Muchas veces lo que vemos es diferente a la realidad. Suele suceder que nuestros sentidos perciben cosas que difieren de la realidad circundante, ya sea porque nos negamos a verla, o porque no disponemos  de suficiente información para interpretarla correctamente. En estos días, la percepción mayoritaria es que los venezolanos estamos aletargados, víctimas de un silencio sepulcral frente a la tragedia que vivimos como país; una parálisis que impide que reaccionemos antes de ser devorados por la vorágine revolucionaria. Otros hablan de un conformismo crónico que nos atrapa en la sobrevivencia para no dejarnos morir. Pareciera que ya no tenemos fuerzas para seguir intentando un cambio de rumbo que nos devuelva la esperanza y la fe perdidas.

Sin embargo, ese silencio convive con una estruendosa tormenta. La quietud del país es aparente aunque parezca real. Estamos viviendo un momento de definiciones para bien o para mal de la República. El régimen no tiene capacidad para sortear la catástrofe producida por ellos mismos; cada vez es más reducido el apoyo de sus correligionarios; al igual que los opositores, la mayoría de los chavistas está apostando por un cambio de gobierno porque la miseria y el hambre desde hace rato se instaló en sus hogares. No hay plan económico del régimen que funcione, todo cuanto hacen va directo al fracaso, porque no tienen la voluntad de atacar las raíces de la crisis. El gobierno de Maduro ya no da para más, aunque todavía mantenga el control del país.

Por otro lado, ya no es posible seguir escondiendo la podredumbre de la revolución. Si alguna referencia histórica tendrá este régimen es la corrupción, considerada como el peor crimen de lesa humanidad que haya cometido gobierno alguno. Por culpa de la corrupción, los venezolanos mueren por falta de alimentos o por falta de asistencia hospitalaria y medicinas; los niños dejaron de ir a la escuela; los jóvenes perdieron el futuro. Gracias a la corrupción, millones de compatriotas engrosan la diáspora más grande en la historia latinoamericana. Mientras a Venezuela la persiguen por doquier la destrucción, la miseria y el caos, una minoría de bandidos saquearon al país de la manera más brutal y grotesca que ninguna nación del planeta pueda imaginar. El ventilador de la corrupción se encendió con tal fuerza que ningún ladrón saldrá ileso, por lo menos, del juicio de la historia.

La comunidad internacional sigue activa frente a la crisis venezolana. Las voces de apoyo para restituir la libertad y la democracia se mantienen firmes. En el ajedrez internacional el destino de Venezuela y sus implicaciones en la seguridad y estabilidad continental, es un tema que gana más adeptos. No sabemos exactamente cuáles son los planes internacionales para Venezuela, pero si sabemos que la diplomacia no se detiene, seguramente estará pensando en métodos que a muchos nos tomará por sorpresa.

Y dentro del país, estamos observando movimientos interesantes por parte de sectores de la sociedad civil y de partidos políticos, tratando de amalgamar posiciones que desemboquen en una unidad útil y conveniente para el país. El estamento político opositor venezolano no está tranquilo, sigue moviéndose en búsqueda de opciones que permitan construir un proceso de transición que nos lleve a puerto seguro, a pesar de la división y rivalidad que persiste entre algunas facciones.

Este panorama reafirma la necesidad de un proceso de negociación orquestado por los venezolanos con acompañamiento internacional. Frente a la brutal crisis de la nación y a la urgente necesidad que las cosas cambien para beneficio de los venezolanos, la negociación con el régimen es una opción que debe tomarse en cuenta, a pesar que esa palabra haya sido satanizada y maldecida por una porción importante de los venezolanos, incluyendo al ala más radical de la oposición democrática.

La negociación es inherente a la política y al poder. Frente a cruentos conflictos políticos que amenazan con desestabilizar a las naciones, o graves problemas que destruyen a las sociedades, la negociación es una opción que ha dado resultados. No podemos cerrarnos a esa posibilidad, especialmente, en circunstancias donde la permanencia del régimen en el poder se ha transformado en una tragedia muy dolorosa para los venezolanos.

La negociación exige racionalidad, inteligencia y una visión de mediano y largo plazo. La negociación no puede desarrollarse en escenarios donde la impulsividad, la radicalización y las falsas expectativas estén sentadas en la mesa de discusión. Asimismo, los negociadores deben gozar del mayor consenso posible para que sus actos estén acompañados de la transparencia y la honestidad para legitimar sus decisiones. Por ello es tan importante que la oposición democrática venezolana dirima con sabiduría sus diferencias para que, al momento de negociar con el régimen, nuestros negociadores sepan qué hacer para alcanzar las mejores condiciones para la transición política de la nación.

Insisto en la opción de la negociación con el régimen, aunque ello genere la crítica destructiva de algunos lectores, porque creo que aquí no habrá intervención militar internacional, ni insurrección militar, ni un levantamiento popular para destronar al régimen, a pesar de la calamidad que éste representa para los venezolanos y para la comunidad internacional.

El régimen está consciente de lo que podría venir a partir del próximo 10 de enero, cuando no sea reconocido por una gran cantidad de países, incluyendo a nuestros vecinos, Estados Unidos y la Unión Europea. Aun así, el régimen seguirá guapeando para quedarse en el poder, porque fuera de éste tiene mucho más que perder. Entonces, resulta útil y conveniente para el país que la oposición empiece a abonar el terreno de una negociación beneficiosa para los venezolanos que cuente con el aval de la comunidad internacional, a fin de orientar el rumbo futuro de Venezuela y el rescate de la democracia y la libertad.

Pero nada de esto será factible y bueno para Venezuela, si la dirigencia democrática continúa anclada en los egos estériles, en los odios que retardan el advenimiento del cambio y en los radicalismos que impiden evaluar la opción de una negociación con el régimen.

Ojalá el ruido de esta tormenta sea el inicio del tránsito por un camino que acabe con el silencio que nos mantiene atados a la oscuridad, a la esclavitud y a la miseria.  

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 20 de noviembre de 2018

¡O nos unimos, o nos hundimos!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Dice el refrán popular que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Desde hace bastante tiempo voces con suficiente solvencia moral están señalando con preocupación que, frente a la descomunal crisis nacional, urge un cambio de actitud por parte de la dirigencia democrática, orientada a la construcción de una unidad política que contribuya con el rescate de la libertad y la institucionalidad democrática, so pena de perder la República que tantos esfuerzos nos costó instaurarla. Nadie puede decir que no nos advirtieron acerca de la profundización de la tragedia, en caso de continuar en el poder este régimen castro-comunista. En términos simples pero contundentes, tal como lo planteó el Dr. Jorge Sánchez Meleán, o la oposición se une o los venezolanos nos hundimos. No tenemos otra opción.

Los disensos son inherentes al pensamiento democrático; la diversidad es precisamente lo que fortalece la legitimidad que sólo la democracia provee. Pero, en circunstancias tan graves para Venezuela, las diferencias deben canalizarse con racionalidad e inteligencia para evitar que el objetivo supremo, como es liberar la patria, sea torpedeado por intereses particulares. Nada justifica que la oposición venezolana se mantenga actualmente desarticulada, dividida e infantilmente enemistada. Los egos y la vanidad personal deben echarse a un lado para dar paso, de una vez por todas, a la madurez política y al compromiso auténtico con la Venezuela libre, democrática y decente. 

Los venezolanos no estamos exigiendo amor eterno entre los dirigentes opositores; ni amapuches, ni abrazos en público. No les estamos pidiendo una unidad perfecta; les estamos exigiendo una unidad útil al servicio de la patria; unidad impregnada de madurez política, responsabilidad y amor genuino por el país. ¿Acaso la libertad de Venezuela y un mejor futuro para los venezolanos no son suficientes razones para construir esa unidad necesaria? Sólo así podrán proyectar, ante el país y el mundo, que son una dirigencia capaz de asumir con inteligencia los retos que significa un proceso de negociación que confluya en un gobierno de transición resteado con la institucionalidad democrática. Nos corresponde a nosotros resolver nuestros problemas, desde luego, con con el acompañamiento internacional; pero los gobiernos amigos que están ocupándose del caso venezolano lo han expresado con claridad, ellos no van a hacer lo que nosotros debemos hacer.

Por tal razón, celebro la presentación del documento “La hora de la democracia”, a cargo de honorables zulianos como lo son Ángel Lombardi, Jorge Sánchez Meleán, León Sarcos y Edward Rodríguez, avalado con mi firma y la de los representantes de diversas organizaciones del Estado Zulia, incluyendo a los partidos políticos de la región. En ese documento se plasma el interés de la sociedad civil para contribuir con la solución de la crisis, frente al silencio de la oposición democrática. El documento es una reflexión oportuna y necesaria para construir la unidad política, como única opción para salir de la tragedia que nos heredó el socialismo del siglo XXI. 

No pretende este grupo de notables zulianos competir con ninguna instancia política, ni mucho menos organizar la lucha que debemos librar los venezolanos para instaurar un modelo verdaderamente democrático. Es un documento que sirve de inspiración para servirle a la unidad nacional y a la grandeza del país, en el que no tienen cabida la mezquindad y el cálculo político. Es un documento que advierte, una vez más, acerca del peligro que se cierne sobre Venezuela si el régimen logra atornillarse en el poder. En definitiva, es un llamado desesperado para mover las reservas morales que todavía existen, a fin de salvar a Venezuela de la barbarie que nos está destruyendo como sociedad. Es un grito desde el Zulia para que todos los venezolanos nos unamos como uno y rescatar cuanto antes la libertad y la democracia, secuestrada por una mafia que pretende entronizarse en el poder.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 13 de noviembre de 2018


Las elecciones “midterms” de USA

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

El pasado 6 de noviembre, los norteamericanos acudieron a las urnas por primera vez después de la elección del presidente Trump hace dos años. Comicios que generaron mucho interés, ya que son percibidos como una especie de referéndum del mandato de Trump. En todo caso, para los partidos Demócrata y Republicano, las elecciones intermedias resultaban cruciales para sus objetivos a mediano y largo plazo. La verdad es que ambos ganaron y perdieron al propio tiempo. Nadie puede celebrar una victoria completa.

En esas elecciones, se renovó en su totalidad la Cámara de Representantes integrada por 435 diputados; se eligieron 35 de los 100 miembros que conforman el Senado; y, 36 gobernadores de los 50 que forman parte de la Unión Americana. Los resultados revelan mayoría demócrata en la Cámara de Representantes; mayoría republicana en el Senado; 25 gobernadores del partido Republicano, perdiendo 6 gobernaciones, y 21 gobernadores para los demócratas, perdiendo también 6 estados. En líneas generales, ninguno de los partidos del stablisment alcanzó la totalidad de los objetivos trazados durante la campaña.
Los demócratas aspiraban obtener la mayoría de ambas cámaras, después de ocho años de control republicano, para frenar las políticas de la administración Trump, especialmente, en el área social, inmigración, política exterior y comercio internacional, amén de los riesgos percibidos en la estabilidad institucional con el actual mandatario.

Por su parte, los republicanos con Trump a la cabeza, tenían como objetivo mantener la hegemonía parlamentaria, a fin de consolidar el liderazgo del presidente con miras al 2020, aportando un contundente apoyo a sus controversiales políticas. Al final, el equilibrio y contra peso de las instituciones en democracia ganó la elección, como debe ser dentro de un sistema en el que el poder de las leyes y el de las instituciones están por encima de los liderazgos personales y de las apetencias de grupos y parcialidades.

La experiencia histórica enseña que a los gobernantes no se les puede entregar un cheque en blanco para administrar el destino de una nación, evitando con eso los exabruptos y “locuras” que con frecuencia rondan al poder cuando se torna absoluto. La esencia de la política es la negociación y a ella deben someterse los gobernantes, porque la prioridad en todo caso debe ser el bienestar de los ciudadanos, practicando el respeto, la pluralidad de ideas, la inclusión y, algo muy simple pero difícil de encontrar en estos tiempos, el sentido común. En el caso norteamericano, el presidente Trump tendrá que manejar con tacto y sabiduría la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, poniendo de manifiesto la capacidad de negociación, de la que pareciera no ser muy afecto, para salir airoso de posibles conflictos políticos y legales en el futuro.

A tal efecto, los demócratas tendrán que legislar a favor de los ciudadanos que los votaron, sin practicar una oposición obstruccionista en políticas que son favorables para la nación. Si el poder absoluto es sal que corroe la democracia, la oposición per se es un mecanismo que pone freno a iniciativas dirigidas a materializar el progreso de las sociedades; con ambas posiciones pierde la democracia y, por ende, los ciudadanos. En política, como lo dijo Aristóteles, hay que practicar el justo medio, que no es otra cosa que la prudencia como virtud esencial del poder dentro de la democracia.

Otro dato interesante que pudimos apreciar de las elecciones intermedias de USA, es la victoria de algunas minorías, revelándose de esta manera el multiculturalismo presente en sociedades postmodernistas. Jared Polis, miembro de la comunidad LGTB, gana la gobernación de Colorado; Rashida Tlaib y IIban Omar, ambas musulmanas, lograron curules en la Cámara de Representantes; Alexandria Ocasio-Cortez, trabajadora de un hotel, es elegida como la representante más joven de la cámara, oriunda del Estado de New York; y, dos nativas americanas, Sharice Davids y Debra Haaland, forman parte ahora de la Cámara de Representantes. La realidad multiétnica, la diversidad religiosa y sexual, son aspectos relevantes en la sociedad norteamericana que, con el transcurrir del tiempo, han ganado espacios, incrementando su influencia política en las decisiones de esa nación.

Por ahora, Donald Trump sin una victoria contundente, sigue vivo para el 2020. Tendrá que proyectar un liderazgo más incluyente, menos impulsivo y más conciliador en torno a los grandes temas que debe enfrentar Estados Unidos; y, los demócratas tendrán que trabajar arduamente si desean replicar el éxito del Bill Clinton, al ganarle al ex presidente Bush (1989-1993) impidiendo su reelección para un segundo mandato.

Como ferviente amante de la democracia, aspiro que ambos partidos, desde el lugar que el voto mayoritario los colocó (Presidencia, Senado y Cámara de Representantes), aboguen seriamente por el rescate de la libertad venezolana. Nada más contundente y categórico que la unidad de los demócratas y republicanos en torno a posiciones y decisiones que nos ayuden a buscar opciones de negociación para instaurar definitivamente un gobierno de transición en Venezuela. Siempre he manifestado que Venezuela no es cualquier país en el continente, aunque actualmente exhibamos índices de pobreza similares a los de Haití.

La otrora estabilidad y referencia democrática de Venezuela en la región, su ubicación geográfica, la riqueza de recursos naturales y el talento de sus nacionales, la influencia económica en la región y el cese de la diáspora como fenómeno inédito en América Latina, son asuntos demasiado importantes para no ser tomados en cuenta. La libertad y la institucionalidad democrática en Venezuela  nos debe importar tanto a los venezolanos como a los demócratas del mundo libre y civilizado. A la larga, si Venezuela consolida una dictadura comunista que apoya a la guerrilla y a grupos terroristas, con total complacencia con el narcotráfico, se podría convertir en un grave problema para la seguridad y estabilidad de la región, sumado a las dificultades que está originando la emigración venezolana en varios países del continente.

Ojalá la racionalidad y el sentido común de la dirigencia opositora venezolana, así como el compromiso y la voluntad política de los gobiernos democráticos del continente, entre los que destacan la administración Trump, puedan alcanzar puntos de convergencia en el corto plazo para actuar a favor de la libertad de Venezuela y convertirnos nuevamente en un farol de la democracia en el continente americano.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 6 de noviembre de 2018

Puro circo, pan no hay

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La tentación populista ha penetrado históricamente a la política latinoamericana; los populistas de izquierda y de derecha han hecho del “pan y circo para el pueblo” un mecanismo relativamente exitoso para manipular a los estratos más vulnerables de la sociedad haciéndoles creer, por un lado, que el gobierno es el único que puede proveerles lo necesario para vivir con dignidad y, por otro lado, esconder su incapacidad para resolver los graves problemas que agobian a los ciudadanos, manteniéndolos en una situación de minusvalía y dependencia crónica frente al poder del Estado.

En tiempos de revolución, Venezuela ha sido víctima de la política del “pan y circo” hábilmente implementada por Hugo Chávez, quien manejó con absoluta irresponsabilidad la mayor riqueza petrolera jamás vista en nuestro país. Esa coyuntura le permitió proyectarse como el único proveedor de los venezolanos, el salvador que vino a redimir a los pobres execrados por todos los gobiernos anteriores.  ¡Cuanta falsedad, cuanto engaño! Sin duda, el chavismo es la peor estafa que hemos sufrido los venezolanos a lo largo de nuestra historia.

En tiempos más recientes, aún en revolución para desgracia nuestra, el grotesco e inmoral saqueo del país por parte del régimen, acabó con el pan para hacer de su política un permanente circo, protagonizada por la burda teatralidad de actores que nos llenan de vergüenza y de la más espantosa miseria. Esa manera de hacer política la practican todos los niveles del régimen, desde el nacional hasta la más pequeña alcaldía de la República.

En el caso concreto del Zulia, el circo después de unos meses de silencio afloró con motivo de la feria de La Chinita, a pesar de las desgracias que martirizan a nuestro estado y, principalmente, a la ciudad de Maracaibo. En el Zulia, no sólo no hay pan, aquí la vorágine revolucionaria acabó con todo, pero los ineptos que nos gobiernan quieren tapar su estruendoso fracaso con parrandas y shows televisivos para abultar los bolsillos de unos pocos enchufados, sin importarles que al otro día la resaca de la pobreza será peor que durante los días que dure el circo.

Ciertamente en momentos de tanta crispación, la gente necesita recrearse para continuar el duro tránsito por un camino lleno de obstáculos, pero lo que resulta inaceptable y hasta inmoral es que los gobernantes gasten una fortuna en jolgorios de cara a tantas necesidades, cuando el Zulia y su capital se caen literalmente a pedazos. Esa no es la manera para contribuir con la tranquilidad de los ciudadanos, tan necesaria en circunstancias cuando apenas sobrevivimos para no dejarnos morir.

Se gastan millones en circo y en la llamada “fiesta de la luz”, cuando los zulianos debemos soportar estoicamente los frecuentes cortes del servicio eléctrico, aún cuando el gobernador anunció con bombas y platillos la restitución completa de ese servicio; no hay agua potable y la que llega es de muy dudosa calidad; la basura y las moscas pululan a lo largo y ancho de la ciudad, produciendo enfermedades cuando enfermarse está prohibido en este país; la vialidad es un completo desastre, cráteres lunares en casi todas las vías; no hay semáforos, generando anarquía en nuestras calles y avenidas. El hampa ha resurgido con fuerza y no existe un organismo de seguridad que le pongan freno a semejante flagelo. Maracaibo es el reflejo del más grande fracaso de la revolución en la era madurista. Nunca antes habíamos sufrido tanta desolación y abandono. Con qué desfachatez quieren hacernos creer que aquí no pasa nada, porque la revolución como un solo gobierno nos trae la paz, el bienestar y el progreso que sólo existe en la mentalidad de sus incompetentes gobernantes.

En esta miseria y caos generalizado, los gobernantes revolucionarios deben entender que el circo ya no les da beneficios políticos, porque la inmensa mayoría de los zulianos y, particularmente, los maracaiberos estamos reclamando gobiernos eficientes, probos y valientes para enfrentar al centralismo que se ha empecinado en destruir al Zulia. Los zulianos cómplices nos han hecho igual o peor daño que los revolucionarios centralistas. Ya basta de un circo bufón que aumenta las desgracias del pueblo zuliano.

Es momento de pensar en grande a la ciudad y dejar a un lado la prédica del “pan y el circo”. Necesitamos una ciudad limpia, iluminada, ordenada, con calles pavimentadas y semáforos funcionando, parques seguros y bonitos donde podemos asistir con familias y amigos para el sano disfrute y esparcimiento. Una ciudad con seguridad día y noche; con un transporte público moderno y humano; una ciudad con una economía vigorosa y proveedora de empleos productivos y de calidad; una ciudad donde sus ciudadanos se sientan orgullosos de vivir en Maracaibo, que sean respetados y se les motive a cumplir con sus obligaciones con la municipalidad. Si los gobiernos no trabajan en búsqueda del bienestar colectivo, resulta cuesta arriba obligar a sus habitantes a que paguen impuestos y servicios que no funcionan. Esa es la otra realidad que debemos cambiar; mayor involucramiento en los asuntos públicos para vencer la anomia y el conformismo de la gente que termina aplaudiendo a la cultura cirquera en desmedro de los propios ciudadanos.

Apenas faltan once años para celebrar los cinco siglos de la fundación de Maracaibo (2029); el tiempo apremia y demanda de sus gobernantes y ciudadanos iniciativas, proyectos y la voluntad férrea de hacer de nuestra capital la joya del Caribe. Si desde una vez empezamos a soñar con esa realidad, lograremos alcanzar los objetivos. Frente al pan y circo practicado por los gobernantes revolucionarios, antepongamos un espíritu de grandeza, compromiso y de verdadero amor por una ciudad que siempre estuvo en un sitial preferente de la vida nacional. Con seguridad ese sería el mejor homenaje para ofrendar a nuestra Chinita que nos colma con sus bendiciones.

Profesor Titular Eméritus de LUZ