miércoles, 17 de diciembre de 2014


Gracias Señor…

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


Cuando se acerca el nacimiento del Niño Dios y nuestro corazón se alegra con tan maravillosa noticia, es bueno dar gracias al Señor por sus permanentes bendiciones y por los dones que nos regala con cada amanecer. Frecuentemente le pedimos a Dios que nos ayude a resolver nuestros problemas pero, a menudo, olvidamos darle gracias por todo lo que recibimos mediante su infinita misericordia. Es cierto que como dice Mateo (7:7), “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá…”, pero al Señor también le agrada oír nuestra voz serena y alegre agradeciéndole todo cuanto hace por nosotros; El se comporta como un padre amoroso y misericordioso con cada uno de sus hijos y, sin embargo, nosotros no nos percatamos de su presencia y bondad permanentes.

 La gratitud es uno de los dones más excelsos que nos regala el Señor, porque quien agradece puede practicar la caridad, siendo comprensivo y generoso con su prójimo. Quien agradece puede mostrarle al Señor un corazón humilde, convencido que su debilidad es tan grande que sólo con su ayuda es posible vencer las dificultades que lo agobian. Cuando practicamos la gratitud hacia Dios y al prójimo, podemos sentir la maravillosa compañía de Jesús, fortalecidos por la fe y la absoluta confianza que nunca nos abandona.

En este año que está a punto de terminar quiero expresarle al Padre, a Jesús de la Misericordia y al Espíritu Santo, gracias, infinitas gracias por todo cuanto han hecho por mí y por nuestra familia. Gracias por la vida, a pesar de vivir en una sociedad que privilegia la cultura de la muerte y la violencia; gracias por la salud, cuando a mi alrededor hay tantos que sufren por familiares y amigos enfermos; gracias por la familia que me regalaste, por mi esposa en nuestro trigésimo aniversario de bodas, por mis hijos, por mis hermanas, por mis sobrinos, ahijados, cuñados y amigos, cuando me entristece que tanta gente carece de una familia que los ame, los consuele y les el apoyo que tanta falta nos hace; gracias por los alimentos de cada día, cuando hay millones de hermanos que no tienen acceso al pan diario; gracias por la inteligencia y habilidades  que me permiten realizar el trabajo creador y productivo para llevar el sustento diario a mi familia. Gracias por el techo en el que vivo, cuando en pleno siglo XXI millones de seres humanos no tienen una casa donde vivir decente y dignamente. Gracias por los bienes materiales, por las maravillas que mi pobre espíritu es capaz de disfrutar con la aparición de los primeros rayos del sol. Gracias por amarme con el amor más infinito y sublime que nadie puede darme, a pesar que mi corazón muchas veces se resiste a tu maravillosa amistad. Gracias mi Señor por brindarme la oportunidad, sin mirar mis mezquindades, debilidades y deslealtades, de perdonarme cada día, renovando ese amor inagotable que tu santísimo corazón tiene guardado para todos sus hijos. Gracias mi Señor por tanto amor.

Por ello, recordemos cada momento estas sagradas palabras: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (Tesalonicenses 5:16-18)
 
           Profesor Titular de LUZ

martes, 9 de diciembre de 2014


No hay mal que dure cien años…

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)


Como dice el refrán popular “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. La situación del país es tan dramática que difícilmente uno pueda pensar que aquí no pasará absolutamente nada. Por algún lado drenará esta sensación de deterioro generalizado, tal como el pus que sale de una herida cuando está infectada. El país está enfermo y el mejor remedio para combatir esa enfermedad, es la firmeza y determinación de un pueblo que está harto de las mentiras e incapacidades de un régimen que secuestró nuestras esperanzas por un futuro mejor para todos.

Es increíble como en tan poco tiempo la situación de Venezuela haya empeorado vertiginosamente. Eso no significa que con Chávez los venezolanos vivíamos en un lecho de rosas, pero su liderazgo mantenía anestesiado a buena parte del país, porque no habían aflorado las nefastas consecuencias de un régimen que desde el primer momento equivocó el rumbo de Venezuela. Con un gobierno que dejó un camino amplio y lleno de luz, para transitar por vericuetos oscuros y sucios, no podíamos esperar que, en manos de un improvisado que llegó al poder por razones sobrevenidas, la situación iba a cambiar favorablemente. La enfermedad venía avanzando y con Maduro hizo crisis. Y mientras perdure esta concepción del gobierno, el poder y la política, los venezolanos seguiremos cayendo sin posibilidad alguna de recuperación. Urge la construcción de un cambio que nos devuelva la democracia, la libertad, la justicia y el progreso para todos, sin las odiosas exclusiones a las que nos acostumbró esta revolución de pacotilla.

De verdad, la situación de la nación amerita una profunda reflexión por parte de cada uno de los venezolanos. Convencernos que hay otras opciones mejor que esta pesadilla que nos aniquila como sociedad que aspira a la modernidad. Una vez convencidos de este desastre que será peor con cada amanecer, actuar unidos, sin mezquindades ni intereses personalistas, hacia objetivos supremos sustentados en nuestra Carta Magna. No se trata de ser conspiradores como seguramente nos acusará el régimen; se trata de defender nuestros derechos y la legítima aspiración de progresar en paz y libertad, frente a un gobierno que defraudó la confianza de la pírrica mayoría que lo llevó al poder. Con este gobierno no existe posibilidad alguna de avanzar, salvo para los enchufados corruptos que siguen raspando la olla, en medio de las peores calamidades que hemos vivido desde que se inauguró el sistema democrático en 1958.

Por eso es necesario e impostergable que el bloque democrático piense y actúe conforme a una estrategia común y viable, una estrategia que permita esbozar un discurso y una oferta de gobierno apoyada mayoritariamente por la nación. Es fundamental enamorar y conquistar a los que hoy están defraudados o, como diría Maduro, “confundidos”, porque sólo así lograremos sumar más voluntades que, con absoluta legitimidad, aspiramos vivir en un país seguro y confortable; donde funcionen los servicios públicos; con un sistema educativo que privilegie la calidad, la meritocracia y el valor del trabajo; con una efectiva y equitativa administración de justicia; con una economía fuerte asistida por una empresa privada eficiente y socialmente responsable; con trabajos y emprendimientos dignos y productivos; un país donde cada venezolano valga por los derechos y deberes consagrados en la Constitución y no por lo que decide el “caudillo”. Una sociedad donde nadie nos obligue a vivir y actuar dentro de un modelo que secuestra nuestro libre albedrío. Un país por el que nos sintamos orgullosos y comprometidos en la permanente construcción por hacerlo el mejor país del mundo.
 
Esas son las motivaciones que nos deben impulsar a luchar con denuedo y pasión, sin importar que nos acusen de traidores y conspiradores. En definitiva, nadie que luche por la verdad, la libertad, la justicia y el progreso, podrá ser acusado de desestabilizador y conspirador, por quienes realmente traicionaron la fe, el futuro, la esperanza de treinta millones de venezolanos. Si es así entonces para este régimen todos seremos conspiradores. Estamos a tiempo, a pesar de las dificultades.

                                Profesor Titular de LUZ

miércoles, 12 de noviembre de 2014


Enseñanzas para la vida

Efraín Rincón Marroquín (@efrainRincon17)

Si algo me preocupa de la Venezuela actual, es la profunda carencia de valores en la que estamos inmersos. Con vertiginosa velocidad, observamos la destrucción del cuerpo de valores que nos convirtieron en una sociedad sana, pacifica, respetuosa y amante de la cultura de la vida. Lo normal era vivir en armonía con la familia y los vecinos. Con razón, muchos admiraban nuestro don de gente y la disposición permanente para ayudar al otro, sin importar su condición social o sus creencias políticas. Sin ánimo de exagerar, Venezuela era un país conformado por una familia grande, donde los desencuentros naturales jamás ponían en riesgo los afectos y la sana convivencia.

Desde luego, teníamos defectos y debilidades como cualquier sociedad, pero éstas estaban en minusvalía en comparación con las cosas buenas que practicábamos. Este acelerado proceso de descomposición ética y moral viene fraguándose desde hace algún tiempo atrás pero, sin duda, empieza a cobrar mayor efervescencia durante la revolución chavista.

Hoy no tenemos respeto por nuestros padres, ni por los maestros o profesores; despreciamos a los ancianos y nos comportamos groseros con nuestros vecinos. La costumbre del saludo cordial y respetuoso ha sido cambiada por el comportamiento hostil y soez. La cordialidad y gentileza la cambiamos por la agresividad, la violencia brota de nuestros poros con suma facilidad; nos corroe la anarquía y la carencia absoluta de ciudadanía que exigen las sociedades modernas y democráticas.

No nos duela nada ni nadie. Los problemas de los demás no me interesan, vivimos sólo por nuestros intereses y todo aquello que está fuera de nuestra área de confort, lo desechamos sin arrepentimiento alguno. Sentimos un profundo desprecio por los asuntos públicos.

Los valores del esfuerzo, la tenacidad y la perseverancia, perdieron la batalla frente al facilismo y la holgazanería. El conformismo le ganó al afán de superación que necesitamos para vivir mejor. Ni hablemos de la dignidad humana. Este régimen se ha encargado de ponerle precio a nuestras ideas, pensamientos y sueños. Con asombro observamos cómo, por un contrato o por una prebenda, algunos cambian las ideas por las que han luchado siempre o, lo que es peor, guardan un silencio cómplice frente a las tropelías de un régimen que es capaz de hacer cualquier cosa para preservar el poder, que garantiza el acceso a las riquezas y las comodidades que se derivan del ejercicio gubernamental.    

Definitivamente el alma de los venezolanos está gravemente enferma. Es urgente que iniciemos cuanto antes una cruzada para defender y preservar los valores que nos acerquen a una sociedad donde la cultura de la vida, el respeto y el trabajo que nos lleva al progreso, se convierta en realidad. Por tal razón, debemos aunar esfuerzos a nivel familiar para iniciar la siembra de verdaderos ciudadanos, al servicio de Dios, el país y la familia. Si bien es cierto que la enfermedad se encuentra en estado avanzado, no es menos cierto que aun podemos vencerla si realmente nos lo proponemos. Es tiempo de enseñarles a nuestros hijos los valores para la vida. Valores que nos devuelvan la autenticidad, la reciedumbre y la dignidad que sirva de antídoto frente a esta barbarie que una minoría de desubicados pretende arrastrarnos. En circunstancias tan difíciles como la que vivimos, la unidad y los valores familiares se constituyen en una poderosa arma para librar la batalla de la oscuridad, la ignominia y la corrupción de un régimen que con el amanecer de cada día pierde más apoyo popular. Debemos prepararnos para que cuando el cambio llegue, tengamos suficientes reservas morales y éticas para construir y ganar el tiempo que desgraciadamente perdimos a lo largo de estos quince años. Ocupémonos de una buena vez, para luego es tarde.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 5 de noviembre de 2014


Lo que fuimos y ya no somos

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

         En días pasados escuché una amena entrevista que César Miguel Rondón le hiciera a Isabel Allende, laureada escritora chilena. En la conservación, la escritora recordó su permanencia en Venezuela, en ocasión del golpe de Estado al presidente Allende, donde le tocó vivir como asilada política. Manifestó Isabel Allende que lo que más le cautivó de Venezuela fue su gente y la alegría desbordante con la que celebrábamos cualquier acontecimiento; la luz y los colores vivos que predominaban en cada ciudad, pueblo o barriada, a diferencia de la tristeza y la oscuridad que caracterizaba al pueblo chileno durante la dictadura de Pinochet. Resaltaba, además, la solidaridad y el corazón abierto de los venezolanos, la unión y la hermandad entre nosotros y el don único de cultivar amistades para toda la vida. Refería también que gracias a Venezuela se hizo escritora, gesto que agradecerá por siempre.

       Lo que más me llamó la atención de las gentiles palabras de Isabel Allende, es que siempre habló en tiempo pasado, por cuanto aseveró que tiene conocimiento que ya las cosas no son iguales en la Venezuela de la que se enamoró con pasión. Sin duda, la alegría la cambiamos por tristeza, angustia y frustración, a pesar de la creación del Vice-Ministerio de la Suprema Felicidad; la luz y los colores que nos embriagaban, ahora es oscuridad y pesadumbre; la amistad, la unión y la hermandad de la que nos sentíamos orgullosos, se transformó en división, odio y rencor entre nosotros. De un país que le abría sus brazos a quienes venían a buscar un futuro más promisorio, acompañados de la paz que no tenían en sus países, ahora somos un país de inmigrantes que abandonan Venezuela porque, a nuestro pesar, no existen las condiciones mínimas para construir una vida mejor y más digna. Un país donde los jóvenes alcanzaban sus metas y objetivos, y hoy no tienen ni tendrán futuro con este régimen populista y obsoleto porque, como oí decir por allí, el populismo revolucionario ama tanto a los pobres que los multiplica. Son artífices extraordinarios de la destrucción y los sufrimientos que estamos padeciendo los venezolanos.

      Si el sistema inmunológico de los venezolanos está débil con la andanada de enfermedades, fiebres y virus desconocidos, el del país está mucho peor. Pareciera que hemos perdido las fuerzas y la voluntad para encarar con responsabilidad esta tragedia que nos carcome. La desesperación, la angustia, la incertidumbre, la desesperanza, y a veces el conformismo crónico, se ha apoderado del alma de esta nación, y observamos impávidos cómo una minoría inepta y corrupta destruye sin misericordia un país que bien pudo ser la nación más democrática, moderna y progresista de toda América Latina. A veces pienso que estas enfermedades que diezman la salud de los venezolanos, se debe, en gran parte, a la incertidumbre y la paranoia que vivimos por culpa de unos irresponsables que han usado el poder para su beneficio personal y partidista. Jamás habíamos experimentado una crisis de tales dimensiones, con un pronóstico que empeorará en los próximos meses.
 
       Ojalá los aires decembrinos, la unión familiar en esta época tan especial, la cercanía de la Natividad del Señor y las reflexiones de fin de año, iluminen a cada uno de los venezolanos impregnándonos de la sabiduría necesaria para entender y actuar correctamente en tan difíciles circunstancias.
 
                            Profesor Titular de LUZ

miércoles, 29 de octubre de 2014


Armas contra Ideas

Efraín Rincón Marroquín

 
Cuando un gobierno privilegia al sector castrense en mayor grado que al sector educativo, deja claro su apego al autoritarismo y su profundo desprecio por la civilidad, esencia de las democracias modernas. Pero también puede interpretarse como un acto de adulación a los militares cuando está consciente del frágil apoyo popular que disfruta. En estos últimos quince años, los venezolanos hemos sido testigos de un régimen conformado en su mayoría por militares; con un discurso militarista y guerrerista; con estrategias, tácticas y programas propios de un cuartel y absolutamente contrarios a principios ciudadanos, tan altamente valorados por el Libertador Simón Bolívar. Dentro de este régimen, el estamento civil apenas sirve para guardar la farsa de una democracia cada vez más deficitaria.

Son abundantes los ejemplos que corroboran nuestra afirmación. El toque de diana se ha convertido en el “grito de guerra” de las campañas oficialistas, especialmente, en el día de las elecciones. Los nombres de los comandos de campaña del PSUV, son referidos a batallas libradas por venezolanos de otros tiempos; los servicios estratégicos están en manos de militares; la pretendida solución de los problemas más álgidos de la nación (economía, desabastecimiento, bachaqueo, energía eléctrica, entre otros), se les encomienda a militares que rotan de un cargo a otro con la misma frecuencia que son transferidos de una a otra plaza militar. Los incrementos salariales son religiosamente respetados, sin necesidad de levantarse en huelga o protestar, por lo menos no públicamente. Los beneficios sociales que disfrutan son espléndidos y muy frecuentes. El estamento militar no sólo tiene garantizado un salario indexado, en momentos donde la inmensa mayoría de los venezolanos apenas nos alcanza el salario para medio comer y pagar servicios públicos cada vez más caros y deficientes, sino que disfrutan de programas sociales a través de los cuales les regalan desde carros, viviendas, artefactos eléctricos hasta teléfonos celulares. Muchos recursos para garantizar su “lealtad” a la revolución y al gobierno cívico-militar.

Mientras tanto, los otros sectores de la sociedad no forman parte del banquete revolucionario. En el caso de la educación, un profesor universitario venezolano devenga un salario mensual que oscila entre 65 y 150 dólares, cuando en Chile y Ecuador el salario mínimo de un profesor universitario es superior a los 1.000 dólares. La educación de calidad es la más importante prioridad de las naciones con una visión moderna y progresista. En nuestro país, por el contrario, la renuncia de profesores se ha incrementado vertiginosamente en los últimos años, pues, los irrisorios salarios y beneficios los empujan a labrarse un mejor futuro en otros países del mundo, con lo cual se agrava la crisis universitaria. Definitivamente, las universidades son la cenicienta de este gobierno. En vez de fortalecer y apoyar las universidades autónomas, el régimen ha creado universidades de todo tipo que, a la larga, también las abandonan, constituyéndose en una pesada carga para las finanzas públicas. En definitiva, ni a las universidades autónomas ni a las oficialistas, se les presta la debida atención para que puedan cumplir con el propósito de educar con eficiencia y calidad a las nuevas generaciones de venezolanos. La mediocridad, la ignorancia y la defensa de intereses subalternos, le impide al régimen ver la importancia de la educación en la construcción del progreso para todos los venezolanos.

En el caso de la Universidad del Zulia, el gobierno aprobó sólo el 30% del presupuesto requerido para garantizar su funcionamiento en el próximo año. Este gobierno ha convertido a las universidades en meras instituciones que sólo disponen recursos para pagar salarios de hambre a los que allí laboramos. El fomento y apoyo a la ciencia y tecnología, esencia de la sociedad del conocimiento, no es preocupación de este gobierno, brilla por su ausencia. Convertir nuestras universidades en verdaderos centros del conocimiento, es un espejismo que este régimen se ha encargado de profundizar. Cuando las ideas y el conocimiento de los ciudadanos, son menos importantes que las armas que agreden al pueblo, es un síntoma inequívoco de la podredumbre de un gobierno que desprecia a los ciudadanos para favorecer a quienes creen ser sus “salvadores” en momentos en que el barco empieza a hundirse.

                             
                                                                      Profesor Titular de LUZ

miércoles, 22 de octubre de 2014


Las siete plagas de Egipto

 

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
A los venezolanos nos tienen azotados las siete plagas de Egipto. Con el amanecer de un nuevo día se multiplican los problemas y se agiganta la incapacidad del régimen para solucionarlos. A veces cuesta creer lo que nos sucede; pareciera que estamos viviendo una novela del realismo mágico propia de García Márquez. Con todo lo que vivimos a diario, todavía no termina nuestra capacidad de asombro con este gobierno.

Además de una situación económica que devora nuestros exiguos bolsillos, con expectativas muy negativas a corto plazo,  estamos frente a un gobierno mentiroso y truculento que pretende darle un cariz diferente a delitos que todos sabemos cómo sucedieron. Cualquier invento es válido, aunque resulte inmoral y repugnante, para justificar posiciones e ideas insostenibles, por parte de una revolución que desde hace mucho tiempo perdió el respeto por la vida humana.

El funcionamiento de los servicios públicos no puede estar peor. A pesar del exorbitante aumento de las tarifas de electricidad, los apagones y racionamiento del servicio son el pan de cada día, con pronósticos dramáticos para el año próximo. Venezuela es un país a oscuras. Asimismo, ciudades, pueblos y comunidades enteras sufren la falta de agua potable, atentando contra la maltratada salud de los venezolanos. La deficiencia de ese vital servicio se debe, más que a la sequía, a fallas estructurales en la distribución del agua. Las inversiones que debieron hacer oportunamente, fueron a parar en los bolsillos de políticos y boliburgueses, sin importarles las calamidades del pueblo venezolano. La basura, por otra parte, se ha convertido en un problema nacional. El gobierno central y las gobernaciones se niegan asumir su competencia en la solución de un problema que escapó del control de las alcaldías. Mientras tanto el país luce su rostro más sucio y abandonado. Jamás habíamos sido testigos de un deterioro tan abrumador como injustificable de Venezuela. Ya estamos cansados de liderar las estadísticas mundiales en problemas como la inflación, la inseguridad, la pobreza, el estancamiento de la economía, la violación de los derechos humanos, la persecución política, las enfermedades y la mediocridad de una élite gobernante que le quedó grande la nación.

Para empeorar la situación, enfermedades que ya habían sido erradicadas, irrumpen de nuevo como epidemias que diezman la salud de los venezolanos, sin distinciones de ninguna índole. El dengue y la chikunguña suman miles de casos, frente a un gobierno que hace propaganda internacional de lucha contra el ébola, cuando se muestra incapaz de frenar la epidemia y mantiene sin los medicamentos esenciales a los centros de salud y farmacias. El sencillo y simple acetaminofen, gracias al desabastecimiento de medicinas, ahora requiere el récipe de un médico para poder comprarlo. Un gobierno que se jacta en decir que el país dispone de 29 millones de pastillas de acetaminofen, cuando la verdad es que esa cantidad corresponde a menos de una pastilla por venezolano.

Pero todos estos males se reducen a uno solo, el peor de todos, el principal culpable de nuestra desgracia nacional: la corrupción. Este es un régimen forajido que dilapidó una fortuna tan monumental como pocos países han disfrutado en la historia. Acabaron con montañas de dólares que fueron a parar en cuentas gigantescas de una minoría que hizo del poder el mecanismo más expedito para enriquecerse. Esa corrupción que contagió el alma de los venezolanos, colocándonos como seres que en buena parte desprecia el trabajo productivo para recibir las limosnas de un régimen que se autoproclamó como el redentor de los pobres. Esa corrupción alejó las extraordinarias oportunidades de convertirnos en una nación emergente. Hoy somos un país que camina cansado detrás, pero muy lejos, del progreso y la modernidad, gracias a unos seudolíderes que nunca debieron gobernar nuestra querida Venezuela. Si no despertamos de esta pesadilla, este régimen apátrida y corrupto, en compañía de las siete plagas egipcias, acabará con nosotros sin derecho al pataleo.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 8 de octubre de 2014


La violencia política: una opción peligrosa

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Cuando un gobierno decide tomar el camino de la violencia política para tratar de esconder sus propios errores, está eligiendo la opción más peligrosa porque nadie sabe cómo y cuándo puede terminar la violencia. El gobierno es el principal garante del orden y la estabilidad de la nación; su deber constitucional es preservar la paz, alejado de cualquier incitación a la violencia entre sus seguidores. No existe ningún hecho, por repudiable que éste sea, que justifique la confrontación contra quienes manifiestan su oposición al gobierno.

La verdad es que los venezolanos estamos hastiados del discurso irrespetuoso, ofensivo y amenazante del gobierno en circunstancias cuando ha sufrido la desaparición de algunos de sus dirigentes. La historia se repite cual guión de una telenovela. La respuesta inmediata es la de culpar a la oposición de la muerte de alguno de los suyos, tal como ocurrió con el vil asesinato del diputado Robert Serra y del fiscal Danilo Anderson. Antes de iniciar las investigaciones pertinentes, los radicales del régimen empezaron a vociferar epítetos contra la oposición democrática, acusándola de estar aliada con personas e instancias internacionales que asesinaron a Serra, con la intención de sembrar la violencia y desestabilizar al país.

Días después del asesinato de Serra, el peso de los hechos revela la realidad de tan horrendo crimen. Aunque no conozcamos los resultados de las investigaciones, todo indica que el asunto se deriva de enfrentamientos internos protagonizados por los denominados colectivos, aliados indiscutibles del régimen en la tarea de “limpiar” al país de la basura apátrida y oligarca. Hoy, en las palabras de las autoridades policiales, algunos de los líderes de estos colectivos no son más que jefes de mafias que operan en la ciudad capital. En todo caso, con el transcurrir de los días, podríamos tener información más objetiva en torno a la verdad que esconde el asesinato de Robert Serra.

Lo importante de destacar acá es que a ningún venezolano le conviene una escalada de violencia que, a la larga, empeoraría la grave situación que atravesamos; un llamado a la violencia por parte del gobierno no va a esconder su incapacidad para resolver los problemas del país; cuidado si no se aligera la pérdida vertiginosa del apoyo popular. La oposición ha demostrado reiteradamente su apego a la institucionalidad democrática y el respeto a la Constitución. La inmensa mayoría de sus líderes han apostado, a pesar de las injustas y desiguales condiciones, participar en los diversos procesos electorales convocados por el CNE, con excepción de las parlamentarias del 2005. Precisamente, el llamado a la paz y a la concordia, por parte de Henrique Capriles en abril del 2013, cuando existían dudas razonables del triunfo de Nicolás Maduro (ganó con menos de 2%), le valió las críticas de muchos opositores que pensaban que el triunfo debía pelearse a como fuera lugar. Sin embargo, Capriles manifestó su posición firme de impedir una guerra entre venezolanos, a pesar de las acusaciones inventadas por los más relevantes líderes de la revolución.

Decía Mandela que el amor y el perdón, y no el odio y la violencia, son virtudes naturales en el corazón de los seres humanos. Vivió 27 años de su vida injustamente encarcelado, por culpa de un régimen racista que hizo de la violencia su principal atributo y, cuando recobró la libertad, fue capaz de inspirar a su país por los caminos de la unión, la inclusión y la grandeza. Dejó a un lado el odio y el rencor para construir una sociedad más justa de la que le tocó vivir a lo largo de su existencia.

Estoy convencido que un régimen como el que nos gobierna, hace oídos sordos a la prudencia y al sentido común; muchos de sus dirigentes creen que la incitación a la violencia es la opción para preservar el poder cuya ilegitimidad se agranda con el pasar de los días. Cuidado y no les salga el tiro por la culata.

Con el riesgo de ser señalado por algunos lectores, estoy convencido que las armas para liberarnos de esta pesadilla es el compromiso con la paz, el trabajo permanente y la inclusión, convenciendo con argumentos sólidos y atractivos a los incrédulos y desesperanzados que sí es posible construir un mejor país con el concurso de todos. Recordemos siempre que la violencia es el arma de los que no tienen la razón y el odio es la prédica de aquellos que desprecian la libertad y la dignidad del ser humano.

Profesor Titular de LUZ

martes, 30 de septiembre de 2014


Cambio con sabor a pueblo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Confieso que soy enemigo de los personalismos con pretensiones mesiánicas que se creen salvadores del país. En los últimos quince años, los venezolanos hemos pagado muy caro la implantación de un modelo obsoleto y atrasado, por parte de un líder “supremo” que se creyó nada menos que el corazón de la patria. Ese culto a la personalidad, alimentada por la egolatría y el autoritarismo, debemos desterrarla para enrumbarnos definitivamente por el camino de la democracia, aquella en la que los ciudadanos seamos los protagonistas en la construcción de una mejor sociedad.

No obstante, las naciones necesitan líderes responsables que a través de sus testimonios y experiencias nos señalen los valores que hacen posible la vida en libertad, justicia y progreso, dentro de un modelo político que promueva el respeto, la pluralidad, la inclusión y la participación efectiva en los asuntos de interés colectivo. En tal sentido, las cosas empiezan a cambiar en el bloque democrático venezolano con la designación por unanimidad de Jesús “Chuo” Torrealba, como Secretario Ejecutivo de la MUD. Las recientes tempestades que afectaron la propia vigencia de la MUD, se están apaciguando; soplan vientos de optimismo y las baterías empiezan a cargarse para continuar la lucha que permita conquistar el cambio de rumbo que estamos anhelando millones de compatriotas. En palabras del propio Torrealba, “la lucha está en la calle al lado de los sectores populares”, que conforman la mayoría nacional y son los más afectados por un régimen que desprecia su legítima aspiración a vivir mejor. De eso se trata, de incorporar de una vez a los verdaderos aliados del cambio, convenciéndolos que es posible una mejor Venezuela donde todos tengamos las mismas oportunidades para progresar.

La MUD dirigida por Chuo Torrealba forma parte de una nueva fase de la lucha democrática en Venezuela. Como lo dijimos en otra oportunidad, Aveledo cumplió responsablemente la tarea de reunificar a los partidos políticos de cara a varios procesos electorales, creando la Unidad como marca y principal atributo del bloque democrático. A él todo nuestro afecto y reconocimiento. Ahora, con Torrealba, corresponde conquistar los sectores populares y consolidar la participación de la clase media, dentro de una visión de unidad estratégica a nivel político y popular. Se hace inminente iniciar el despliegue por los cuatro costados del país, llevando un mensaje de cambio que denuncie la responsabilidad de Maduro en la destrucción del país y, al propio tiempo, presente una propuesta viable de cambio que fortalezca la confianza y credibilidad de la gente en un nuevo liderazgo comprometido con los supremos intereses de los venezolanos.

Esta nueva fase de lucha, titánica por demás, demanda el concurso y la participación de los más diversos sectores y personalidades de la nación, porque pensar que Torrealba solo puede lograr semejante tarea, sería regresarnos a los individualismos anacrónicos y nefastos de los que queremos liberarnos. Torrealba debe constituirse en una voz con capacidad para coordinar los esfuerzos y acciones, para convocar y sumar voluntades, para contribuir con la materialización del sueño de los demócratas venezolanos, convirtiéndonos en la nueva mayoría nacional, con opción efectiva de llegar al poder al servicio de todos; un modelo de país donde renazca la paz, la justicia, el entendimiento, el respeto, la inclusión y el progreso para todos, sin la odiosa discriminación que practica este régimen fracasado.

La tarea es difícil pero no imposible. La MUD está en un buen momento para la rectificación, el reencuentro sincero que respete las divergencias y la acción firme e inteligente que traiga consigo un cambio con sabor a pueblo. Nuestras palabras de apoyo y solidaridad para Chuo Torrealba.
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 24 de septiembre de 2014


Juventud sin futuro

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En Venezuela, aproximadamente, cuatro de cada diez habitantes tienen una edad comprendida entre 18 y 30 años, lo que nos convierte en un país integrado mayoritariamente por jóvenes. En tal sentido, las principales demandas del segmento juvenil deben ser, en primer lugar, una educación de calidad que proporcione una sólida formación profesional; y, la segunda, un mercado laboral que ofrezca empleos productivos en los que los jóvenes puedan aplicar sus conocimientos y habilidades y reciban, en contraprestación, salarios dignos y justos que eleven su calidad de vida.

En Venezuela la realidad es una muy diferente. La situación que deben enfrentar nuestros jóvenes es sencillamente dramática. A corto plazo, no tienen una alternativa que les permita construir un futuro promisorio. Todo pareciera estar en su contra. De acuerdo a estudios realizados por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, el 53.9% de los jóvenes venezolanos devengan un sueldo igual a un salario mínimo (Bs. 5.601,78 mensual incluyendo el bono alimenticio), en una economía con una inflación del 101%, registrada en los primeros 16 meses de la gestión de Nicolás Maduro, y una tasa de empleos informales del 47.1%. A ello hay que agregarle que, en el 2009, sólo el 44% de la población mayor de 15 años, culminó el bachillerato y otros estudios de mayor nivel. Ni educación de calidad, ni empleos productivos para jóvenes que sienten que, en su propio país, la situación imperante no les permite cumplir con sus metas profesionales, ni mucho menos vivir decentemente.

Nuestros jóvenes enfrentan dificultades tan serias que sólo podrán ser superadas con el esfuerzo de todos, dentro de un nuevo modelo de gobierno absolutamente democrático, que se plantee como prioridad una educación de calidad que promueva valores ciudadanos y nos acerque a la sociedad del conocimiento; un gobierno que se constituya en el principal promotor de una economía abierta donde se respete la iniciativa y la propiedad privada, comprometiéndose con la implementación de reglas claras del juego que fomenten el advenimiento de las inversiones nacionales y extranjeras. En definitiva, un gobierno en el que jóvenes responsables y talentosos sean sus mejores aliados para alcanzar el progreso que todos nos merecemos.

Mientras perdure esta perversa pesadilla, nuestros jóvenes continuarán deambulando en búsqueda de mejores condiciones que nunca llegarán y, muchos de ellos, cifran sus esperanzas en las oportunidades que les ofrezcan otros países donde se valore más sus experiencias y conocimientos. Esa pérdida progresiva de talentos venezolanos retrasa las posibilidades de convertirnos, en el mediano plazo, en un país emergente, como es el caso de Chile, Perú, Brasil y de nuestra hermana Colombia.

Resulta sencillo juzgar a los jóvenes que proclaman abiertamente su decisión de abandonar el país en búsqueda de un futuro más promisorio, aunque ello signifique separarse de sus familias y amigos, y guardar en sus mentes aquellos recuerdos que los acompañarán a lo largo de sus vidas. Creo que para ellos no resulta fácil tomar esa decisión porque quien, en su sano juicio, quiera desligarse de afectos tan profundo; sólo circunstancias difíciles los obligan a convertirse en emigrantes. Si, por el contrario, deciden quedarse en el país, tendrán que correr con el riesgo de perder sus vidas por un celular, por una prenda, o por cualquier cosa que se les antoje a los delincuentes que crecen como la hierba mala. Jamás podrán adquirir una vivienda para formalizar una relación de pareja y formar una familia como Dios manda, ¿con qué compran una casa o apartamento por sencillo que sea, si sus precios son astronómicos? Seguramente no les alcanzará el sueldo para comprar un vehículo aunque sea usado; no podrán ahorrar porque lo poco que ganan deben gastarlo en comida y en otros gastos personales. Pocos tienen el privilegio de tener un empleo de calidad, máxime cuando el gobierno se está convirtiendo en el principal oferente de empleos mediocres, mal pagados y donde se les secuestra su libertad para convertirlos en serviles de la ideología dominante.

Si de verdad nos preocupa el futuro de nuestros jóvenes, vamos a ocuparnos de luchar unidos para construir el cambio que nos ofrezca un mejor país, en el que los jóvenes se constituyan en los verdaderos protagonistas del presente y del futuro, porque su principal motivación será quedarse para trabajar por una Venezuela que garantiza los éxitos y triunfos que con justo derecho se merecen.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 17 de septiembre de 2014


Confesiones de una camarada

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Aunque a veces sintamos que con el pasar de los días el régimen se atornilla más, la verdad es que está perdiendo la batalla; el apoyo popular se debilita y, en el corazón de los chavistas, crece el desconcierto, la desesperanza y un sinsabor que difícilmente puede esconderse. Los amigos oficialistas empiezan a entender que con esta revolución no tienen presente y mucho menos futuro. El cansancio producto de la incapacidad, la corrupción, las mentiras y el engaño del régimen empiezan a generar un sentimiento de frustración y desencanto entre el pueblo chavista que, no tengo dudas, será una de las principales razones para el final de esta pesadilla, porque la fe y la esperanza en la que se apoyó la revolución, Maduro se ha encargado de hacerla añicos en apenas año y medio de gobierno.

Estas reflexiones las planteó porque he tenido la oportunidad de conversar con muchos oficialistas. El fanatismo de otrora se desgastó; la contundencia para defender la revolución es apenas un alarido lleno de dolor y amargura. A Maduro le está pasando lo que dice la canción popularizada por la española Rocío Jurado: “se les rompió el amor de tanto usarlo”. Ese amor convertido en huracán y frenesí, es apenas una ligera brisa que ni moja ni empapa.

La camarada con la que hablé unos días atrás, digna representante del pueblo chavista, no cree ya ni en el sabotaje de la oposición ni mucho menos en la guerra económica; responsabiliza directamente del caos y de este desmadre a Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y otros conspicuos dirigentes del régimen; me decía que su comandante jamás pudo imaginar lo que el sucesor sería capaz de hacerle a “los hijos de la revolución”. Está hastiada de tanta corrupción y del estado de destrucción en el que han convertido a Venezuela. Las misiones perdieron su esencia porque, en opinión de la camarada, han convertido a los pobres en mendigos que perdieron el interés por el trabajo productivo; prefieren quedarse en sus casas en espera de la miseria que les daba el gobierno, porque hasta eso se está escaso. Está convencida que la revolución madurista es una fábrica que sólo produce colas, escasez, más pobreza, atraso e inseguridad.

Me cuenta la camarada que entre su gente, la palabra de Maduro es tan falsa como una escalera de anime. Nada cuanto dice lo cumple. Sus salarios no alcanzan, apenas sobreviven en una economía enferma con una inflación como nunca antes la habíamos sentido; no hay comida, no hay medicinas, no hay trabajo, no hay seguridad; están padeciendo exactamente igual que los venezolanos que nos oponemos a este gobierno incapaz. En tono jocoso, como el que todavía nos caracteriza, me dijo: todo se acabó, “hasta el queso que había en la mesa, Maduro se lo comió”.

Frente a un panorama tan desolador, con la fe y la esperanza perdidas en una revolución que les prometió la construcción del “hombre nuevo” camino a la “felicidad suprema”, le pregunto a la camarada, ¿por qué no apoyas entonces a la oposición? La respuesta fue categórica: no puedo apoyar a alguien que no me ha convencido que con su gobierno vamos a vivir mejor. Me dice, que le cuesta creer a una oposición que está dividida, que pelean entre ellos y que pareciera que sólo les importa el poder y no los venezolanos, quieren hacer un gobierno igual o peor que el de Maduro.

He allí el más importante reto de la oposición democrática venezolana, conquistar los sectores populares convenciéndolos que su propuesta de cambio traerá libertad, progreso y justicia para todos; un modelo que destierre por siempre la exclusión y la política como mecanismo de intimidación, negación y secuestro del valor de la ciudadanía plena. Si la oposición no entiende que allí hay millones de venezolanos defraudados por este régimen de pacotilla, millones que están esperando ser escuchados, atendidos y convocados para luchar unidos por una Venezuela donde quepamos todos, entonces no están interpretando correctamente la realidad actual del país, y difícilmente podrán ser percibidos como una verdadera opción de poder. Esos venezolanos, que ayer defendían con pasión la revolución, están esperando una voz auténtica y sincera que no sólo les diga que las cosas están mal, sino que les diga cómo hacer para que la situación cambie y podamos superar el fracaso de un gobierno que nos lleva a todos al despeñadero. Eso es lo que está esperando la camarada Asmiria, junto a millones de chavistas defraudados y engañados, para dar el salto definitivo y celebrar con todos los venezolanos el amanecer de un nuevo día en esta patria tan maltratada y engañada por unos traidores corruptos.
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 10 de septiembre de 2014


Valores para la Libertad

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

“Las cadenas de la esclavitud sólo atan las manos:
es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”

 Franz Grillparzer

 

La libertad es el más grande de los derechos con el que todos los hombres nacemos; no obstante, es necesaria una lucha permanente para construirla, defenderla y disfrutarla a plenitud, pues, son muchos los enemigos que se interponen para impedir que seamos verdaderamente libres. En tal sentido,  el escritor mexicano, Carlos Fuentes, plantea que “no existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”.

 

La lucha por la libertad es, sin duda, uno de los mayores retos de los venezolanos de hoy. Para entender a cabalidad tan compleja afirmación, se hace imperioso que superemos todas aquellas actitudes que nos mantienen sumergidos en una sociedad donde la carencia de ciudadanía se está convirtiendo en pandemia; si los agentes socializantes (familia, escuela, iglesias, partidos políticos) no imprimen los cambios necesarios, podríamos caer en un cuadro de anomia absoluta, traducida en la incapacidad colectiva para enfrentar los desajustes y perversiones a través de los cuales el régimen pretende eliminar todo vestigio de democracia y de libertad.

 

Es absolutamente entendible que, hoy por hoy, lo que más afecta a los venezolanos sea la crisis económica, caracterizada por la más alta inflación del planeta, escasez generalizada, desempleo, desinversión, caída abrupta del aparato productivo, entre otros, pero esas son las consecuencias de un modelo político fracasado. La raíz de nuestra crisis es esencialmente política, y eso debemos tenerlo muy claro al momento de emprender la lucha para extirpar por siempre el cáncer que nos esclaviza, convirtiéndonos en una sociedad servil y de rodillas frente a una minoría corrupta y apátrida. Con este régimen no es posible construir una sociedad democrática, libre, moderna y con aptitudes suficientes para caminar por la ruta de un progreso para todos. No existe posibilidad alguna.

 

Si la actual crisis es política, entonces, es necesario cultivar aquellos valores que nos permitan destruir la esclavitud revolucionaria en todas sus manifestaciones; de lo contrario, seremos una sociedad con los antivalores que fortalecen un régimen que pretende enquistarse en el poder. Una sociedad libre fomenta el valor de la ciudadanía plena para la defensa de los derechos constitucionales y el cumplimiento de los deberes que nos comprometen con el país; la ciudadanía nos señala la importancia de la participación y organización social, profundizando nuestro interés por los asuntos públicos, tan despreciados en estos días. Una sociedad libre promueve el valor del trabajo productivo, como único antídoto de la pobreza y la mendicidad, esa a la que nos quiere acostumbrar el régimen para mantener la perversa dependencia con un asistencialismo crónico; una sociedad libre está consustanciada con el valor de la educación de calidad para combatir el flagelo de la ignorancia, transformándonos en ciudadanos activos con conocimientos y talento para contribuir con el progreso económico y social al que todos aspiramos, dentro de una sana pero necesaria competitividad.

 

Una sociedad libre es amante del valor del respeto y del reconocimiento del otro, de la tolerancia, de la justicia, de la honestidad y de la igualdad auténtica en todos los órdenes de la vida humana; una sociedad libre es contraria a la corrupción que no sólo roba los dineros públicos sino que envilece nuestro espíritu. Una sociedad libre defiende el valor de la vida en un país donde el culto a la muerte se constituye en la realidad del día a día. Una sociedad libre cree en el valor de la familia como centro de la sociedad y lugar donde se enseña el amor a Dios, la solidaridad, la compasión y la caridad que fortalece el alma; asimismo, nos inspira el valor de la perseverancia, el esfuerzo y la dedicación a tiempo completo para el cumplimiento de las metas y objetivos que más anhelamos.

 

Una libertad que no sea amada y defendida por hombre y mujeres con profundos valores humanos y ciudadanos, será débil y efímera,  y es allí cuando las terribles palabras de Otto van Bismarck cobran vigencia absoluta: “la libertad es un lujo que no todos pueden permitirse”. Ojalá los venezolanos podamos entender la encrucijada en la que la historia nos ha colocado.

 

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 3 de septiembre de 2014


El sacudón: otra mentira más

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En la cadena nacional del pasado martes 2 de septiembre, Nicolás Maduro manifestó, con gesto de preocupante duda, que la oposición ganaba encuestas pero el oficialismo ganaba elecciones y las batallas en las que le ha tocado luchar. Lo de la duda es un hecho notorio, debido a la pesada carga que descansa en los hombros de Maduro y de los más notables líderes de la revolución. Todo parece indicar que cada día resulta más difícil para el oficialismo ganar batallas; las cosas empiezan a cambiar en contra de un régimen que se creía invencible.

El miedo que por mucho tiempo acompañó a millones de venezolanos, debido al incremento de la criminalidad, el deterioro de la calidad de vida y la drástica pérdida de oportunidades para progresar, se está devolviendo al campo del gobierno; le tienen miedo al pueblo que ya olvidó la lealtad al proceso por los maltratos injustamente recibidos por el régimen. Esa revolución que se jactó del poder liberador que le transfirió al pueblo, hoy le tiene terror porque no está dispuesto a seguir soportando tanta ineficiencia por culpa de un modelo fracasado que promueve una escandalosa corrupción cuyas riquezas se las reparte una minoría a costa del hambre del pueblo.

La encuesta realizada por Consultores 21, al finalizar el segundo semestre del año, plantea que el 62.7% responsabiliza directamente a Nicolás Maduro de los graves problemas del país; el 63.5% lo culpa directamente del problema de la escasez; un 69.2% considera que la crisis que dio origen a las protestas del pasado mes de febrero, continúa con tendencia a agravarse; el 56.5% pensaba en aquel momento que las medidas económicas del gobierno –todavía no terminan de anunciar el sacudón económico- empeoraría la crisis del país; y, otro dato escalofriante para el régimen, apenas el 39.7% cree que Maduro normalmente dice la verdad, el resto cree que la mentira es su comportamiento cotidiano. El gobierno también hace sus encuestas y sabe, mejor que nadie, que está en caída libre acompañado de un abrumador rechazo popular, por eso el miedo de anunciar el verdadero sacudón de la economía. Como lo han hecho a lo largo de estos 15 años, prefieren conservar las cuotas de poder de una camarilla corrupta, tratando de aguantar lo más que puedan, aunque ello signifique la destrucción de la nación. Jamás les ha importado esta patria a pesar de los cánticos con la que pretenden ensalzarla.

Frente a tan desolador escenario, el sacudón ha quedado, por ahora, como un mero formalismo del relanzamiento de un gobierno cansado, incapaz y atrapado en un modelo ideológico fracasado que se ha convertido en su peor enemigo. El sacudón anunciado el martes pasado es más de lo mismo, un burocratismo incapaz de cumplir con las demandas que está exigiendo la nación. Mientras observamos la destrucción del país, ellos se contentan en “creer” que aquí todo está normal y una vez más aniquilarán a la guerra económica. Al mirar el rostro presidencial y de sus acompañantes, salta a la vista que ni ellos se creen lo que dicen, que todo está perdido y que bajo ese liderazgo la revolución está llegando a su final, dejando como legado un país destruido, dividido y con serios síntomas de una locura colectiva.

Estimados lectores, imagínense por un momento las consecuencias nefastas que generará el verdadero sacudón económico que requiere Venezuela y su impacto en el malogrado apoyo popular al régimen. Por eso impiden hablar del aumento de la gasolina, de la devaluación que está en puertas, entre otras medidas; pretenden engañarnos al hablar de eliminación del subsidio o del ajuste cambiario. Puras pamplinas; la verdad es que están como palito de gallinero; le tiemblan a un pueblo al que ellos supuestamente liberaron de las garras del capitalismo. Ese mismo pueblo que les firmó muchas chequeras en blanco, es el mismo que los castigará por su incapacidad, indolencia y traición a los supremos intereses de nuestra amada Venezuela.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 27 de agosto de 2014


Captahuellas de hambre

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Este gobierno perdió la vergüenza de equivocarse; sigue aferrado a un modelo fracasado que sólo rinde dividendos a los corruptos del régimen. Es un gobierno que perdió la brújula y miente deliberadamente al decir que sus esfuerzos están dirigidos al bienestar del pueblo. Jamás podrán resolver los problemas económicos del país, quienes se proclaman inocentes de esta debacle y acusan a terceros de la destrucción que han propiciado por espacio de quince largos años.

Esta revolución inservible cree que con la aplicación de la receta castro comunista, la economía del país va a mejorar; por eso, para ellos la palabra control tiene connotaciones mágicas. Todo, absolutamente todo, debe ser controlado para pulverizar a los agentes del imperialismo y de la oligarquía criolla.

¿Quién, en su sano juicio, puede creer el cuento que con las captahuellas se acabarán las colas en supermercados y abastos? Todos sabemos, incluido el régimen, cuál es la verdadera causa de las deprimentes y angustiosas colas que sufrimos a diario. Al destruir la producción nacional, vía expropiaciones, confiscaciones, controles y regulaciones abusivas, la oferta de bienes se reduce dramáticamente frente a una demanda creciente, con el agravante que la escasez de divisas complica el flujo normal de las importaciones a las que nos sometió esta nefasta revolución. Pueden colocar todas las máquinas captahuellas que quieran pero las colas y el desabastecimiento no cesarán hasta tanto mejore la oferta de bienes producidos nacionalmente.

Este régimen es incapaz de fomentar la productividad porque no cree en el trabajo y la iniciativa privada; piensan que el Estado, constituido por estructuras obsoletas y corruptas, puede producir lo que normalmente produce la empresa privada, razón por la cual no le queda otro remedio que administrar la escasez que ellos mismos han originado por su ineptitud, al igual que lo hacen todos los regímenes comunistas. Con un modelo arcaico y fracasado como éste, la única abundancia que tendremos los venezolanos es la miseria, el hambre, el atraso y la pérdida de oportunidades para conquistar un mejor futuro.

De manera, pues, que la aplicación de las captahuellas del hambre tienen propósitos diferentes a los anunciados por el régimen. El primero, el más importante, es someter a la población venezolana a controles que atentan contra el supremo derecho de elegir los bienes y alimentos que compramos, en la oportunidad y en las cantidades requeridas por nuestras necesidades personales y familiares. El régimen piensa que estos controles inconstitucionales someterán a un pueblo que ya está hastiado de tanta mentira y manipulación, exactamente igual que lo hizo Fidel Castro con la tarjeta de racionamiento cubana. El segundo propósito es el negoción que representa para una mafia corrupta la compra de 400 mil máquinas aproximadamente. Estimado lector, un negocio de esa magnitud, en tiempos de vacas flacas y dólares escasos, no tiene precio. Así, pues, las captahuellas no tienen el poder mágico de resolver una crisis generada por un modelo comprobadamente fracasado, pero con total seguridad si están en capacidad de enriquecer el bolsillo de unos pocos que se rasgan las vestiduras invocando la moral y la ética socialistas, pensando que los aquí vivimos somos pendejos.

La protesta contra un mecanismo que nos arrebata nuestra libertad, ya bastante abusada, es un derecho al que no podemos renunciar y que nos obliga a fortalecer la unidad y la lucha contra un gobierno que desde hace mucho tiempo perdió la confianza y el apoyo de mucho más de la mitad del pueblo venezolano.
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 20 de agosto de 2014


Turismo en revolución

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Conversando en días pasados con un compadre, me contó la odisea que vivió con su familia en un viaje de vacaciones para la isla de Margarita. Confiando en la palabra del ministro Izarra, pensó que hacer turismo nacional era una buena opción, ahora que viajar al extranjero es prohibitivo. Planificaron el viaje por ocho días, obtuvieron los boletos aéreos y la reservación en el resort de Porlamar. Todo listo para disfrutar de unas merecidas vacaciones familiares.

Poco tiempo duró la ilusión del viaje. Muy pronto empezaron los padecimientos del grupo de vacacionistas integrado por once personas, incluyendo niños. Debían salir del aeropuerto de Santo Domingo, en el Estado Táchira, pero el cierre de la vía por espacio de dos horas, por orden del gobernador Vielma Mora, impidió abordar el vuelo correspondiente. Después de algunas horas de espera pudieron comprar nuevos boletos para Maiquetía sin garantía de conexión con Porlamar. Al llegar a Maiquetía, con menos dinero en sus bolsillos, tuvieron que esperar hasta el otro día, ya que resultaron infructuosas las diligencias para tratar de abordar un vuelo hacia la isla. Frente al imprevisto, no tuvieron más remedio de pagar un hotel en el estado Vargas. Con los nuevos pasajes y una noche adicional de hospedaje, incluyendo la alimentación, el presupuesto familiar sufrió una merma considerable, a pesar que para la revolución unas vacaciones nacionales salen baraticas y con todas las comodidades que exigen los turistas venezolanos y extranjeros.

Después de 24 horas de haber salido de San Cristóbal, pudieron llegar a la perla del Caribe. Inmediatamente de llegar al aeropuerto isleño, se percataron que los habían sacado del sistema, con lo cual no tenían garantía de su regreso en la fecha prevista. Después de hablar con diferentes funcionarios de la línea, en tres horas resolvieron el involuntario error de la línea aérea. Ahora si estaba todo en orden para disfrutar de las paradisiacas playas del oriente venezolano. Cuanta ingenuidad y excesiva confianza.

Lo que mi compadre y su familia jamás imaginaron es que Margarita es un pedazo de Venezuela, con las mismas calamidades y tragedias que estamos viviendo en cualquier rincón de este golpeado y arruinado país. Al llegar al resort se encontraron que no había agua, debían someterse al penoso racionamiento que estamos sufriendo los venezolanos, sin contar con los continuos apagones que frustran la planificación que normalmente se hace en un viaje de vacaciones.

Pero lo peor es que allá también escasea la comida y, lo más insólito, no hay güisqui escoses, algo impensable pero cierto. Debían hacer colas para poder comprar dos unidades de pan por persona; el aceite para freír un pescadito o preparar otro tipo de comida jamás apareció. Al no poder preparar las comidas en el hospedaje, se vieron obligados comer afuera, en restaurantes nada lujosos. Un almuerzo para once personas cuesta entre 9.000 y 10.000 bolívares (10 millones de los viejos), y lo que consumían en las playas nunca bajó de 7.000 bolívares. Es decir, toda una fortuna en alimentación; afortunadamente, en los centros comerciales las tiendas están cerradas, o aquellas que aun están abiertas tienen muy poca mercancía, porque el dinero que llevaron para comprar tuvieron que gastarlo en contingencias y en manutención. Definitivamente, la referencia turística de nuestro país la destruyó la revolución, como han hecho con todo lo que sus manos tocan. Convierten en ruina maloliente todo aquello que puede brillar como oro, con razón la gente piensa que el régimen se ganó el premio nobel de Química por tan increíble transformación.

La isla está a oscuras y descuidada. Colas en todas partes, incluso en centros de salud privados para recibir servicios básicos y de emergencia. La gente perdió la cordialidad que le era innata a los isleños, pues, el drama de sobrevivir es mucho más fuerte que la sonrisa y el trato amable con los que recibían a los turistas. Cada día se hace más difícil conocer las bellezas que el Señor dispuso en cada rincón de nuestro hermoso país. Sin contar la delincuencia desbordada que mantiene en estado de paranoia a los turistas, ya que tememos no sólo de perder nuestras pertenencias sino la propia vida. En nuestras carreteras además de los huecos, desvíos y “policías acostados”, escasea la gasolina que con tanta facilidad la sacan de nuestro territorio –más de 100.000 barriles de gasolina sacan a diario por las fronteras-, frente a la “ceguera” millonaria de los uniformados de verde que tienen la responsabilidad de resguardar nuestras fronteras.

Izarra con condiciones tan deplorables resulta todo un riesgo hacer turismo nacional, a no ser que nos prestes tu avión y la flota de aviones de PDSA y ministerios para minimizar los padecimientos y, si no es pedir mucho, que recibamos igual trato y condiciones que los que reciben los dignatarios y funcionarios del ALBA que, cual chulos, vienen hacer negocios “patriotas y revolucionarios” con el régimen de Nicolás Maduro. Después de ocho días de inconvenientes y desastres, mi compadre por fin pudo llegar a su amada San Cristóbal. ¡Que viva el turismo que nos regala esta revolución bonita!
Profesor Titular de LUZ

miércoles, 13 de agosto de 2014


Economía palo abajo

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Aun retumban en mis oídos aquellas palabras del comandante supremo, cuando afirmó “que si el precio del barril de petróleo llega a un dólar, el crecimiento del país no se detendrá porque la economía está blindada”. Cuánta falsedad e irresponsabilidad en esas palabras; hoy el precio del petróleo se mantiene muy cerca de los 100 dólares por barril y la economía venezolana está palo abajo, como nunca habíamos experimentado tan profunda crisis.

Una política económica populista, irresponsable, controlada por ideas absurdas y trogloditas, implementadas por más de quince años, está llevando al país al colapso total y los venezolanos estamos pagando injustamente el precio de esta locura revolucionaria; el precio de un gobierno incapaz y sin voluntad para gobernar eficientemente nuestro país.

Por años, los precios de bienes y servicios han estado artificialmente controlados, alejados de la dinámica económica y contrarios a la productividad que sólo la empresa privada puede generar. Los resultados están a la vista: la inflación más alta del planeta; un sector industrial destruido sin capacidad de generar riqueza para el país ni empleos productivos y bien pagados para los venezolanos; escasez de alimentos, medicinas, víveres, autopartes, etc., sólo apreciable en sociedades que libran enfrentamientos bélicos de gran magnitud; corrupción galopante que ha enriquecido a connotados dirigentes de la revolución a costa de la miseria del pueblo; servicios públicos colapsados e inservibles. En fin, un país que se ubica en la lista de las naciones con las peores economías del mundo. Algo imposible de alcanzar pero perfectamente consumado por esta revolución de pacotilla.

Hoy el régimen se devana los sesos pensando cómo aplicar el paquetazo rojo que ya no pueden negar por más tiempo. Anunciaron la “sinceración” de las tarifas de un servicio eléctrico caracterizado por apagones e incapacidad;  ya en nuestro recibo de este mes el aumento es superior al 100%, sin que lo hayan anunciado oficialmente. El cacareado aumento de la gasolina es una realidad, sólo están esperando el mejor momento para aplicarlo por el terror que ello les produce. El servicio de agua potable que, aunque no llega a las tuberías, también se incrementó. Por no hablar del encarecimiento estratosférico de alimentos y víveres de primera necesidad. Cada vez que vamos al mercado, a pesar de la ley de precios justos, debemos pagar mucho más por los alimentos que a duras penas conseguimos. El salario de los venezolanos no vale nada; los irrisorios aumentos de sueldos, anunciados con bombos y platillos, se los come la inflación antes de que sean depositados en nuestras cuentas de nómina. Mientras tanto, los venezolanos debemos seguir sacrificándonos y empobreciéndonos frente a la mirada insensible, inútil e incapaz de un gobierno cuyo mayor mérito ha sido la destrucción de nuestro país.

Todavía falta definir la política cambiaria. Cambio único, dos tipos de cambios, dólar preferencial, lo importante es que debemos soportar otra megadevaluación del bolívar, por tercera vez consecutiva en lo que va del año. Y eso traerá más pobreza, más inflación, más desempleo, más corrupción, mayor desesperanza, porque este gobierno quiere seguir obteniendo montañas de bolívares para financiar un mayor gasto público sin disciplina fiscal ni contraloría parlamentaria; mayor dinero para seguir regalando petróleo y dólares a los chulos del ALBA, a cambio del apoyo internacional al régimen.

En otras palabras, ajustar la economía para profundizar los errores del pasado, porque hasta ahora nadie ha anunciado un plan serio de reactivación económica con apoyo del sector privado a través de inversiones nacionales y extranjeras, con normas claras del juego y respetuosas de la propiedad privada, dirigidas al rescate de la infraestructura del país, al turismo, al sector agropecuario, al sector industrial en todas sus áreas. Nadie nos ha dicho que es fundamental “limpiar” a PDVSA para convertirla de nuevo en una de las más grandes y eficientes petroleras del mundo. Porque pensar que sólo con inversión social, plagada de corrupción y caos, vamos a salir de esta abrumadora crisis, es la peor de las torpezas.

Mientras llega el sacudón revolucionario, nos quedan dos caminos: comprar alpargatas porque lo que viene es joropo y organizarnos como ciudadanos responsables que no estamos dispuestos a legitimar con nuestro silencio y comodidad el régimen más nefasto y oscuro de nuestra historia republicana.

Profesor Titular de LUZ