Un llamado desesperado
Efraín Rincón
Marroquín (@EfrainRincon17)
La
Iglesia Católica, en nombre de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y de
esclarecidos prelados, entre los que destacan el cardenal Baltazar Porras, el
padre Luís Ugalde S.J. y el padre Francisco Virtuoso S.J., han planteado una
visión muy clara acerca de la crisis inédita que experimenta el país. Los
planteamientos de la Iglesia no se han quedado en el diagnóstico, ya conocido
por todos, sino que han propuesto ideas que contribuyan con la búsqueda de
opciones para resolver este conflicto que ya se torna inhumano, inaguantable e
injustificable desde todo punto de vista. Seguramente nadie como la Iglesia y
sus pastores, le han hablado al país con tanta coherencia y sabiduría, privilegiando
el bien común, la vocación incluyente y fraterna y la búsqueda incesante del
bienestar de todos los venezolanos. La actitud democrática y valiente de la
Iglesia Católica, debería ser ejemplo a seguir por las diferentes
organizaciones y personalidades que conforman la oposición democrática
venezolana, especialmente los dirigentes y partidos políticos.
Desde
todas partes del mundo oímos opiniones que desnudan el conflicto venezolano;
voces que se levantan para denunciar las atrocidades del régimen de Nicolás Maduro
y su pretensión de instaurar una dictadura comunista en Venezuela. El Ministro
de Estado para las Américas de la cancillería británica, Sir Alan Duncan,
pronunció recientemente un discurso en la Conferencia de Chatham House sobre
América Latina 2018, donde expresó “…hoy
quiero enfocar mis comentarios sobre un país que ofrece un fuerte contraste:
Venezuela. Haré esto porque es un Estado fallido que presenta la crisis
económica y humanitaria más profunda que haya sido creada por el hombre en la
historia moderna de América Latina. Su impacto negativo, vívidamente ilustrado
por el éxodo de más de dos millones de personas que han huido a otros países,
representa un desafío sin precedentes para la región”.
Las
palabras de Duncan podríamos resumirlas en tres puntos generales. El primero,
Venezuela es hoy un Estado fallido, incapaz de garantizar la gobernanza (buen
gobierno) del país; en segundo lugar, el régimen ha producido la peor crisis
económica y humanitaria que se haya registrado en la historia moderna de la
región; y, por último, el conflicto venezolano se constituye en un desafío
peligroso para América Latina. La crisis venezolana desbordó las fronteras
patrias para convertirse en un problema que efectivamente afecta la estabilidad
política, económica y social de la región latinoamericana. Esa dantesca
realidad es conocida suficientemente por los gobiernos democráticos del mundo,
muchos de ellos ocupados en plantear propuestas que resuelvan el conflicto que
nos agobia. Y, ni que decir de los que vivimos en el país, no sólo conocemos la
cruda realidad, sino que somos víctimas de la barbarie de un régimen que
trabaja cada día para eliminar de raíz cualquier vestigio de tranquilidad y
bienestar de los venezolanos.
Hemos
llegado demasiado lejos, mucho más de lo que jamás imaginamos. Lo que parecía
imposible, esta mafia gobernante lo ha logrado para desgracia de Venezuela. Han
sido exitosos en la instauración de un régimen político que devastó la institucionalidad
democrática, destruyó los cimientos de una economía libre y productiva,
pulverizó los valores ciudadanos para la defensa de la libertad y la
democracia, resquebrajó la unidad de las familias venezolana al propiciar el
más grande éxodo que tengamos memoria los latinoamericanos; es un régimen que
ha llenado de pobreza y miseria a un país que posee todos los recursos,
incluyendo el talento humano, para alcanzar el desarrollo integral; en fin, se
propusieron y lograron instaurar una dictadura comunista en pleno siglo XXI y en
el país menos pensado del planeta. En veinte años arrasaron con Venezuela y
todavía pretenden seguir gobernando haciendo uso del poder que les proveen las
armas de la República, la corrupción en todos los niveles del gobierno y el
narcotráfico como negocio muy lucrativo para los potentados del régimen.
¿Qué
más tiene que pasar para que los venezolanos actuemos en unidad para combatir
esta plaga que pretende exterminarnos como sociedad? Nada justifica que en la
hora más oscura de nuestra historia contemporánea, existan sectores de la
oposición cuidando sus intereses particulares en vez de sumar voluntades para
rescatar al país. Pero lo más lamentable de semejante mezquindad es que,
mientras que este régimen permanezca en el poder, continuarán peleando cual borrachos
por una botella vacía, porque actualmente no existe posibilidad alguna de
llegar al poder si la oposición está dividida, desarticulada y, lo que es más imperdonable,
enemistada. Mientras los dirigentes y partidos de oposición actúen por su
cuenta realizando asambleas en plazas públicas, caminando por calles desoladas,
o plasmando su irracionalidad y visceralidad a través de las redes sociales, se
hará mucho más difícil la salida del régimen y la construcción de la transición
a la democracia. Es el momento de decidir qué deseamos para Venezuela, una
dictadura comunista o un sistema que permita el rescate de las libertades
democráticas y de una economía vigorosa, productiva y al servicio del bienestar
de los venezolanos.
En
la peor tragedia que hemos vivido los venezolanos durante la era republicana,
recordemos las palabras de Martin Luther King: “Nadie se nos montará encima si
no doblamos la espalda”. Hagamos un alto a la irracionalidad, a la falta de
sentido común, a la mezquindad que impide abrazar lo mejor que tenemos como
venezolanos para que, unidos y comprometidos con Venezuela, redoblemos los
esfuerzos como uno solo para aligerar esta pesada carga que amenaza con
eliminarnos.
En
nombre de millones de venezolanos de buena voluntad, hago un llamado
desesperado a la oposición venezolana para que depongan las actitudes mezquinas
que impiden construir el túnel que nos permita ver la luz al final del mismo.
Es imperativo, es urgente, es un compromiso con Venezuela que los líderes
democráticos se reúnan para dialogar con franqueza y fortalezcan los aspectos
que los unen, deslastrándose de aquellos que los separan. Este pueblo sabrá
agradecer ese noble gesto, en la convicción que los venezolanos le
recompensaremos el sacrificio y la entrega por la nación. Si ustedes acuerdan
la unidad política que estamos necesitando, podremos decir con seguridad que
falta poco para iniciar el camino de la libertad y la democracia. No defrauden
a su país, a sus hijos, a sus familias, porque probablemente después no tendrán
el coraje de mirarlos a los ojos sabiendo que no hicieron lo suficiente para
liberar a Venezuela de esta mafia que nos desgobierna.
Profesor Titular Eméritus de LUZ