martes, 25 de agosto de 2015


Desprecio por la Universidad

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Los déspotas desprecian la educación porque la ven como el adversario poderoso que lucha contra la implementación de sus modelos totalitarios. Son muchos los pensadores que han escrito acerca del peligro que corren los pueblos cuyos gobernantes se burlan de las ideas y del conocimiento, porque su prioridad son las armas, la mediocridad y la ignorancia. Decía Martin Luther King que “una nación que gasta más dinero en armamento militar que en programas sociales y educación, se acerca a la muerte espiritual”. Con este régimen, en Venezuela estamos cerca de tan terrible final.

Un gobierno que coloca la educación en segundo plano, o la utiliza con fines eminentemente ideológicos, condena a la sociedad al fracaso y a su total destrucción, porque como diría Nelson Mandela “la educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación que la hija de un campesino puede llegar a ser médico, que el hijo de un minero puede llegar a ser cabeza de la mina, que el descendiente de unos labriegos puede llegar a ser presidente de una gran nación. No es lo que nos viene dado, sino la capacidad de valorar lo mejor que tenemos lo que distingue a una persona de otra”. La sumatoria del desarrollo personal, adquirido a través de una educación de calidad, se traduce en progreso y bienestar para la sociedad, en oportunidades para todos. La educación es el mejor antídoto para la pobreza y la marginalidad de cualquier naturaleza; tiene el don de potenciar el talento y la iniciativa privada; es capaz de cultivar los valores y las prácticas que identifican a una sociedad libre integrada por ciudadanos íntegros.

Una de las principales tareas de un gobierno responsable es promover, preservar y defender el derecho de la educación para todos sus conciudadanos, garantizando la formación de hombres y mujeres útiles, exitosos y comprometidos con el país, la sociedad y su familia. Pero la formación de los ciudadanos les corresponde a maestros y profesores, quienes deben trabajar afanosamente y calificarse para cumplir a cabalidad tan delicada misión; desde esta perspectiva, los profesores deben ser considerados como pilares fundamentales de cualquier sociedad moderna.

¿Cuál es la situación actual de los profesores universitarios en Venezuela? Ante todo es necesario aclarar que para este régimen los profesores universitarios somos ciudadanos de segunda o de tercera categoría. En su escala de prioridades primero están los militares, funcionarios o clientes que siguen apoyando este modelo fracasado y destructivo. Ellos son dignos de la mayor consideración del régimen, incluyendo incrementos salariales apenas se oyen voces de descontento dentro de los cuarteles, especialmente, en las altas esferas militares. No es necesario crear mesas de trabajo ni largas e infructuosas negociaciones para discutir esos asuntos; sólo basta un decreto presidencial para hacer efectivo de inmediato el incremento salarial y otros tantos beneficios laborales.

En el caso de los profesores universitarios, desde hace cinco meses el gobierno mantiene reuniones con los gremios para firmar el segundo contrato colectivo, después de dos años de retraso. La semana pasada, el gobierno presentó una contrapropuesta salarial absolutamente injusta y fuera de cualquier lógica; la hemos considerado como la peor burla y desprecio a la universidad venezolana. Es la evidencia más contundente de lo qué significamos para este régimen; en palabras sencillas, somos considerados sus adversarios porque jamás avalaremos con nuestro silencio y complicidad sus tropelías y corruptelas.

Estamos pagando caro nuestra “rebeldía”, porque no hemos aceptado la censura y el silenciamiento académico y moral, la uniformización del pensamiento, ni las sanciones y caprichos que el régimen quiere imponernos; nos castigan porque somos  una universidad al servicio de la libertad y la democracia; una universidad que ha jugado papel protagónico en el desarrollo y progreso de Venezuela y los venezolanos. Esta universidad jamás se ha arrodillado ante dictadores y autócratas de  los siglos XIX, XX y XXI. No han podido callarnos a pesar del cerco financiero con el que quieren asfixiar la academia, la investigación y la extensión; han violado frecuentemente la autonomía universitaria para atemorizarnos y acobardarnos frente a un régimen que tiene cada menos razón y menos autoridad moral; nos niegan salarios y beneficios laborales dignos, absolutamente necesarios para sobrevivir en esta locura económica con sueldos de poco más de 20 dólares mensuales a profesores titulares. Han impedido desde hace más de tres años, la celebración de elecciones libres y democráticas para renovar las autoridades del gobierno universitario, algo inconcebible dentro del Estado de Derecho que proclama la Constitución. Ya no nos llaman profesores, como legalmente se denomina nuestro oficio, sino trabajadores universitarios. Pero nada de eso no nos amilana ni desmerita nuestra capacidad, talentos y dedicación. Somos la luz en tiempos de oscuridad.

Cada día intentan nuevas afrentas y triquiñuelas para desmoralizarnos porque saben que nos asiste la verdad y la razón. Frente a la burla y el desprecio del régimen, frente a las injusticias y arbitrariedades, es necesario mantenernos unidos y más firmes que nunca. Es vital inmiscuir en nuestra lucha a la sociedad civil, a los estudiantes, padres y representantes, a los egresados y gremios profesionales, a los partidos políticos democráticos, a los empresarios y comerciantes, a las iglesias; a todos y cada uno de los venezolanos. Esta es una lucha que no sólo le pertenece a los universitarios de buena voluntad; es la lucha por la defensa de las ideas y del conocimiento frente a la ignominia y la ignorancia; es la lucha de la dignidad y el progreso frente a las pretensiones de convertirnos en esclavos de una ideología que degrada al ser humano a niveles intolerables de pobreza y de miseria.

Es la hora de la Universidad grande, responsable, valiente, libre, democrática, al servicio de la sociedad del conocimiento y la tecnología. Es nuestro compromiso luchar juntos para defenderla por siempre de quienes han sido sus enemigos a través de la historia, porque los tiranos pasan pero la Universidad vivirá siempre.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 19 de agosto de 2015


Un gobierno incapaz e indolente

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

El país se cae a pedazos frente a los ojos insensibles de un gobierno que no hace absolutamente nada para detener la peor crisis que hemos vivido los venezolanos, gracias al fracaso e incapacidad de su modelo revolucionario.  A este régimen sólo le interesa atornillarse en el poder, aunque ello signifique terminar de destruir lo que aún queda en pie en nuestra maltratada Venezuela. El régimen piensa que no asumir su responsabilidad en tan difícil coyuntura, lo librará del castigo de un pueblo que ya no aguanta más y está decidido hacer realidad sus demandas de cambio.

El país está totalmente paralizado y al borde de un colapso descomunal. Los venezolanos nos hemos empobrecido como nunca en los últimos seis meses; no hay salario que soporte una inflación de tres dígitos; la capacidad de compra está hecha añicos. Cada día los precios de los alimentos, medicinas e insumos aumentan desorbitadamente, aunado a la escasez que amenaza con la llegada de una crisis humanitaria que se traduciría en más hambre, pobreza y delincuencia.

Los empresarios y productores del campo están de manos atadas. No hay ningún tipo de respuesta oficial frente a la angustiante necesidad de dólares para la reactivación del aparato productivo. No hay señales de confianza para estimular la economía y fortalecer el Estado de Derecho. Es un círculo vicioso que impide una salida efectiva a tan espantosa crisis. Mientras tanto, los pocos alimentos que se producen acá o que se importan, son sustraídos por los bachaqueros para revenderlos a precios estratosféricos o sencillamente sacarlos de contrabando a Colombia, bajo la anuencia y complicidad de los cuerpos de seguridad que están encargados de resguardar nuestras fronteras.

Frente a tan desolador y preocupante escenario, el régimen inventa cada día trapos rojos para eludir su exclusiva responsabilidad en este desmadre. Su preocupación es correr la arruga para tratar de llegar vivo al 6 de diciembre. Un gobierno que sólo piensa en sus intereses, beneficios y prebendas en desmedro del bienestar de sus gobernados, no merece la confianza de los ciudadanos. Este es un régimen que abusa de una nación que hace dieciséis años atrás pensó que Chávez era la solución a sus problemas; hoy estamos absolutamente convencidos que salió más cara la medicina que la enfermedad.

Un gobierno que se niega tomar decisiones para tratar de enderezar los entuertos del país, es un régimen condenado al fracaso porque no cuenta con la madurez y la sabiduría para asumir su responsabilidad histórica. Es un régimen secuestrado en sus propias contradicciones, miserias y culpas que nos lleva al precipicio a todos por igual.

No es tiempo de estar hablando tonterías todos los días por cadena nacional de radio y televisión; proyectando la visión de un país que sólo es posible vivirlo en las comodidades de Miraflores o de cualquier mansión de los enchufados que se hicieron ricos, gracias al cáncer de la corrupción que caracteriza a esta revolución. Es hora de rectificar, de actuar, de reivindicarse con el pueblo que han sumido en la más vergonzosa pobreza. Es momento de tomar decisiones transcendentes; aunque pensándolo bien, este régimen no tiene ni capacidad ni voluntad para que los venezolanos vivamos mejor. Ellos desprecian el progreso, la justicia, la libertad y la paz que nos permita construir el país grande que nos merecemos.

Frente a un gobierno incapaz, corrupto, insensato e indolente, el cambio y la unidad del país deben ser nuestras banderas para salir esta pesadilla que lleva más tiempo del que hubiésemos querido. Sólo así podremos darles una lección contundente a quienes continúan destruyendo nuestro presente y futuro.

     Profesor Titular de LUZ

miércoles, 12 de agosto de 2015


Esperanza

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

“La esperanza es el sueño de los que están despiertos”
                             (Carlo Magno)

 

La esperanza es el alimento que nos mantiene vivos, es la fuerza que nos permite luchar contra la incertidumbre y el miedo. “… es como el sol, arroja todas las sombras detrás de nosotros”. En momentos de tantas dificultades y sufrimientos para nuestra Venezuela, la esperanza es el motor que incita la rebelión del cambio y el progreso. Con esperanza será posible construir el mejor país con el que soñamos la inmensa mayoría de los venezolanos.

 La historia está repleta de testimonios donde la esperanza se convierte en un volcán capaz de destruir la oscuridad, la impunidad, las injusticias y el totalitarismo que una minoría corrupta pretende ejercer, con el único propósito de enquistarse en el poder para disfrutar de las ventajas y riquezas que de él se derivan. La esperanza acompañada de la fe y la perseverancia en la lucha, es garantía de un futuro promisorio por más difícil que sea la situación actual. Por el contrario, la desesperanza nos ata a la anomia y nos convierte en víctimas y cómplices de nuestros propios verdugos.

Aquí y en cualquier parte del mundo, la esperanza se constituye en variable fundamental en los procesos electorales. Aquel candidato o agrupación política, capaz de ofrecer esperanza a sus electores, tendrá mayores posibilidades de posicionarse en sus mentes y podrá obtener la victoria sobre sus contendores, porque los seres humanos tendemos a confiar más en quienes cultivan la esperanza que en aquellos que nos privan de las oportunidades para vivir mejor.

En 2008, salvando las profundas distancias con nuestro país, Estados Unidos vivía una difícil situación producto de la crisis mundial que afectó sensiblemente el status social de los norteamericanos; la pobreza creció y más personas perdieron sus casas, empleos y propiedades; una guerra con Irak que desaprobaba la mayoría del país; una visión guerrerista de la política del presidente Bush en contra de la política de bienestar que siempre ha aspirado la sociedad norteamericana. Frente a tan desolador panorama, Barak Obama con su lema “Yes We Can” (Si se puede), inspirado en una canción del grupo de hip hop Black Eyed Peas, logró revertir ese estado de desesperanza y frustración de los electores, logrando una rutilante victoria contra todos los pronósticos. En un mes, después de su publicación en You Tube, la canción fue vista por más de 22 millones de personas, especialmente por los jóvenes, segmento con menor disposición histórica de participar en eventos comiciales. De esta manera, Obama fue capaz de contagiar de esperanza a los defraudados y desilusionados, a los que veían a la política como la culpable de sus males. La esperanza logró mover las fibras de un pueblo que por vez primera eligió a un afroamericano como su presidente, reeligiéndolo cuatro años más tarde.

La Polonia comunista y la Sudáfrica del apartheid, fueron liberadas gracias a la sabiduría, perseverancia de lucha y mensajes de esperanza que Lech Walesa y Nelson Mandela, respectivamente, supieron encarnar para darle confianza y fe a sus pueblos que era posible un nuevo amanecer. 

En el caso venezolano, han sido muchas las campañas electorales sustentadas en la esperanza como oferta básica del candidato. Chávez en 1998, proyectó un discurso de  justicia e inclusión social como respuesta a las exigencias de cambio de un país desesperanzado desde antes del famoso Caracazo de 1989. Rafael Caldera (1969), después de 10 años consecutivos de gobiernos adecos, alcanzó la victoria con un sencillo pero contundente mensaje, “Caldera es el Cambio”. Carlos Andrés Pérez ganó en dos oportunidades, evocando mensajes de esperanza y alegría. “Ese hombre sí camina”, o “con los adecos se vive mejor”, transmitía la capacidad de un líder y su partido para mejorar la situación imperante. O el lema “Luís Herrera arregla esto”, hacía alusión al desastre dejado por el primer gobierno de CAP, a pesar de la cuantiosa riqueza que administró su primera gestión, abriendo la posibilidad que las cosas mejorarían con su llegada al poder.

¿Es posible aplicar campañas similares en la situación actual del país? Venezuela dejó de ser desde hace un largo tiempo la referencia democrática de Latinoamérica. El déficit democrático acompañado por una brutal pérdida de la institucionalidad y el irrespeto agravado de los DDHH, es un síntoma inequívoco que las cosas están muy mal en el país, a lo que se le suma la ausencia de procesos eleccionarios imparciales, transparentes y equitativos, en el que uno de los sectores en pugna goza de todas las ventajas y beneficios que le brinda el poder electoral. Todo eso es verdad y conscientes de ello se libra una dura batalla. Pero lo que sigue intacto es la esperanza de un pueblo que es posible vivir mejor que ahora; que es posible un cambio de rumbo del país que nos permita construir lo que hemos perdido en casi dos décadas, gracias a un modelo fracasado, corrupto y destructivo que pretende arruinarnos material y espiritualmente.

Esa esperanza está allí. Los venezolanos estamos ansiosos de escuchar un mensaje que nos llene de fuerzas y nos motive luchar por lo que queremos y merecemos. Me pregunto, ¿el régimen cuenta con la capacidad y la autoridad moral para renovar la esperanza que volvieron añicos?; ¿es posible confiar nuevamente en aquellos que siguen destruyendo el país, sin importarles el destino de millones de compatriotas?, ¿cuál es la oferta básica de esperanza que nos ofrecen los que nos llevan al barranco del fracaso y la pobreza?

Las banderas de la esperanza y del cambio están izadas en un terreno fértil; en las manos de quienes nos garantizan libertad, democracia, justicia y progreso. Los sectores democráticos del país tienen como reto y compromiso histórico, desplegar una intensa campaña que deje al desnudo la responsabilidad e incapacidad del régimen en el desmadre que estamos viviendo pero, más que eso, están en la obligación de levantarnos el ánimo y abrir el camino del cambio, basado en la posibilidad cierta de la esperanza que nos permita despertar de esta horrenda pesadilla y enrumbarnos en la búsqueda de un futuro promisorio para todos.

La continuidad, el pasado, el fracaso y la desesperanza son las únicas armas de este régimen que se burló de la buena fe de los venezolanos. Por eso, el 6-D debemos votar con alegría y firmeza por el cambio, el futuro, el éxito y la esperanza que acompañan a los que queremos realmente una Venezuela mejor para todos los venezolanos.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 5 de agosto de 2015


Ciudadanía rota

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

Abrumados por la gravedad de la crisis, a los venezolanos nos toca vivir en una especie de ley de la selva, donde cada quien hace lo que le da la gana. La viveza criolla, la violencia y la anarquía son mecanismos de sobrevivencia en este caos descomunal. Atrás quedó el respeto, la solidaridad y el don de gente que por muchos años identificó a la sociedad venezolana. El refrán popular “primero yo, que mi padre en las puertas del cielo”, está más vigente que nunca en la realidad que nos circunda. El individualismo se ha convertido en la referencia fundamental de un modelo político fracasado que se dice “socialista, popular y revolucionario”, exactamente igual a la historia de otros pueblos que han sido dominados por el comunismo.

En la medida que avanza la crisis y se intensifica la pobreza, mayor será la violencia e intolerancia de la población para acceder a los alimentos, medicinas e insumos cada vez más escasos y con precios tan altos que convierten en sal y agua el maltrecho presupuesto familiar. Los brotes de violencia, que rayan en psicosis colectiva, son la respuesta a la angustia, frustración e impotencia de una sociedad cuyo futuro fue asesinado por una elite irresponsable y corrupta que se ha propuesto no dejar piedra sobre piedra en nuestra sufrida nación.

La instauración del orden y la convivencia social, principales ingredientes de la ciudadanía, son una quimera en Venezuela. Aquí no existe ni gobierno, ni autoridad, ni leyes, ni buenos ejemplos por parte de aquellos que dirigen al país. La anarquía reina por doquier, mientras que el régimen se hace de la vista gorda frente al caos que su verbo insolente, incapacidad, corrupción e impunidad han creado para desgracia de todos nosotros. A los únicos que persigue, encarcela y criminaliza son a los hombres y mujeres que se oponen legítima y constitucionalmente a este desgobierno,  y a los venezolanos que producen y trabajan honradamente para contribuir con el progreso de la nación. Pero a los delincuentes y asesinos, a los corruptos y matraqueros, a los contrabandistas y bachaqueros, a los que infrigen las leyes en desmedro de los ciudadanos, a esos no los toca ni con el pétalo de una rosa, porque en definitiva son sus principales aliados y cómplices.

Con el transcurrir del tiempo, se agiganta el trato hostil y soez de las personas; el irrespeto a cualquier norma que preserve el orden y la convivencia social; la actitud violenta y agresiva frente a cualquier acción del prójimo; y, por si fuera poco, la búsqueda incesante de ganar partido a partir de las carencias y necesidades de los otros, a través del cáncer de la corrupción que está haciendo metástasis en el alma y en la mente de los venezolanos, indistintamente de su condición social.

Este régimen no sólo arruinó la economía y la institucionalidad democrática, sino que contribuyó como ningún otro con el incremento del déficit de ciudadanía que padecemos los venezolanos. La ciudadanía, aspecto vital para alcanzar una sociedad democrática, organizada y responsable, está seriamente amenazada en nuestra nación; por tal razón, su rescate es prioridad para el nuevo  gobierno que estamos demandando la mayoría nacional.

Porque, en honor a la verdad, sin ciudadanos íntegros resultará cuesta arriba construir un mejor país para todos. Necesitamos con urgencia ciudadanos a los que les duela y se comprometan con el país; hombres y mujeres respetuosos y tolerantes con los demás; ciudadanos con profundos valores democráticos, morales y espirituales que valoren la libertad, la familia,  la educación de calidad, el trabajo productivo, el compromiso con la verdad, la justicia, la solidaridad y la honestidad. Ciudadanos  que no se dejen tentar por el germen de la corrupción y la holgazanería, y que el precio de su dignidad sea la grandeza de Venezuela y la tranquilidad de sus conciencias.

El ser ciudadano es el mayor y más importante título que recibimos en nombre de la libertad y la justicia, porque como dice Simón Bolívar: “Prefiero el título de Ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquel emana de las leyes”.

 
Profesor Titular de LUZ