martes, 25 de septiembre de 2018


Sueño con un país…

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Donde los venezolanos tengamos el derecho a soñar con un mejor futuro, no importa los esfuerzos que debamos hacer para alcanzarlo. Sueño con una libertad plena que nadie la mendigue, secuestrada por la mafia gobernante. Sueño con un país donde la democracia nos enseñe el valor de nuestros derechos, pero también el de los deberes que tenemos como ciudadanos. Sueño con una Venezuela donde sus hijos tengan acceso a una educación de calidad que fortalezca tanto su intelecto como su espíritu, clave para transitar por los caminos de la civilidad.

Sueño con un país donde el trabajo productivo nos libere de la miseria y nos convierta en ciudadanos capaces de labrarnos por nuestra cuenta un destino promisorio. Sueño con una nación donde los talentos e iniciativas de los venezolanos vuelen libremente, sin las ataduras impuestas por un régimen totalitario; anhelo una sociedad donde se respete al ser humano por lo que es, no por lo que tiene. Sueño con una juventud alegre, bulliciosa, que “haga lío y persevere en la búsqueda de sus ideales” (papa Francisco). Una juventud responsable y entusiasta que nos haga renacer la esperanza, confiados que en sus manos nunca más perderemos a Venezuela.

Sueño con niños que crezcan en una sociedad que valore el inmenso significado de su ingenuidad, ternura y amor. Que siempre nos recuerden que son la expresión más genuina del amor de Dios. Sueño con unos ancianos de los que nos sintamos plenamente orgullosos por su pasado, por su trabajo, por su existencia; sueño con honrarlos cada día de nuestras vidas.

Quiero un país donde cada amanecer sea una invitación para construir y engrandecer el inmenso orgullo de ser venezolanos. Una patria que promueva el reencuentro de sus hijos, convencidos que la unión de todos es el mejor antídoto contra la tiranía practicada por unos pocos. Sueño con un país lleno de luz y de colores que nos hagan olvidar las desgracias y tragedias de los últimos tiempos; y, siembren alegría donde antes había tristeza, vida donde había muerte.

Sueño con una Venezuela gobernada por verdaderos servidores públicos, cuya prioridad sea el bienestar y el progreso de los venezolanos; un gobierno probo, transparente, capaz y sensible a los problemas de la gente. Un gobierno integrado por ciudadanos para gobernar a ciudadanos. Un gobierno que incluya, que diga siempre la verdad, que promueva la vida, la justicia y el honor.

Sueño con un país donde podamos caminar en paz y tranquilidad, sin el sobresalto de ser asaltados, secuestrados o asesinados; un país con calles limpias, con parques verdes donde jueguen nuestros niños y los adultos podamos conversar amenamente. Quiero un país que respire normalidad, que lo anormal no sea lo cotidiano y lo permitido. Un país donde la vida sea respetada y bendecida; una sociedad en la que expresar mis ideas no sea pecado ni delito.
Añoro un país en el que las familias vuelvan a reencontrarse para no separarse nunca más; abuelos que puedan ver crecer a sus nietos; familias que puedan moldear en unión sus sueños y esperanzas. Familias que hagan posible una sociedad mejor, más justa y solidaria.

Sueño con un país para nacer, crecer, vivir y morir en él. Un país donde nunca más el destierro sea una opción para vivir mejor. Sueño con un país de oportunidades para todos.

Profesor Titula Eméritus de LUZ

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Doble moral

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La moral es un conjunto de costumbres, valores y normas que nos orientan acerca de lo que está bien y de lo que está mal. Es una referencia fundamental tanto del comportamiento social como individual. En tal sentido, la moral no acepta el relativismo; indistintamente de las circunstancias, lo que está mal no puede juzgarse como bueno, aunque ello atente contra nuestros propios intereses y cosmovisión del mundo.

El relativismo conlleva a la doble moral, tan o más perniciosa que la inmoralidad. Los gobiernos o individuos que practican la doble moral carecen de valores y principios que les permita respetar los derechos de los otros, pues, en definitiva son sus decisiones y acciones las que están revestidas de una moral que sólo existe en sus mentes retorcidas. Aunque sus corazones están corroídos por la maldad, se visten con el ropaje de la bondad para engañar y manipular a los ingenuos y pendejos.

Los gobiernos totalitarios, tanto de derecha como de izquierda, son  practicantes perfectos de la doble moral. En nombre del “pueblo” son capaces de cometer los más horrendos crímenes. En sus maléficas conciencias está permitida la corrupción más voraz, el genocidio, la hambruna, la depauperación del ser humano, el comportamiento cínico y todas aquellas acciones que envilecen la dignidad humana. Para ellos, todo es válido y justificado porque para mantenerse en el poder bien vale la pena cometer las más viles atrocidades.

“Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera parecen hermosos a los hombres, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo género de podredumbre” (San Mateo, 23:27). Así es la dictadura que asesina a los venezolanos, hipócrita y de doble moral. Hablan de amor y defensa del pueblo, pero sus acciones nos denigran, humillan y empobrecen hasta límites inimaginables. Y lo que es peor, se muestran orgullosos de su dantesca obra: la destrucción de un país y la miseria sembrada en cada rincón de la geografía nacional.

El amor a los mayores es una burla infame. Con tristeza e impotencia vemos largas colas de pensionados frente a los bancos para cobrar una pírrica porción en efectivo que nos les alcanza para cubrir sus necesidades básicas. Hablan de la generación de oro, del hombre nuevo, frente a alarmantes cifras de desnutrición infantil, con catastróficas consecuencias en el desarrollo físico y mental de niños y adolescentes de esta generación.

Más de la mitad de los venezolanos está comiendo dos o menos veces al día, con una alimentación basada prácticamente en carbohidratos (arroz, harina, yuca, pastas), mientras que los conspicuos líderes de la revolución muestran una fisonomía obesa y se dan el lujo de comer exquisiteces en restaurantes costosísimos, tanto del país como del extranjero. ¡Cómo se ve que el hambre no está rondando los predios de Miraflores!, allí hay abundancia y gula.

La dictadura de doble moral transmite en cadena nacional los actos de grado de médicos integrales, graduados en universidades bolivarianas, alardeando los avances del sistema de salud revolucionario. ¡Cuánta falsedad!  Los hospitales se están cayendo a pedazos; no hay insumos, medicinas, ni muchos menos equipos para tratar cualquier enfermedad por sencilla que ésta sea. Los pacientes de enfermedades crónicas se están muriendo, mientras que los líderes de la revolución se tratan sus dolencias y quebrantos de salud en los mejores centros médicos de los países donde aún pueden ingresar. La salud pública para los pobres, la atención médica privada y de calidad para los revolucionarios. Si esto no es doble moral, ¿cómo podemos llamarla mis apreciados lectores?

“Ser rico es malo”. Cuántas veces oímos esa frase en boca del difunto comandante, aplaudida con frenesí por sus acólitos. Pero el difunto, sus hijos y los que ahora nos desgobiernan poseen fortunas que harían palidecer a cualquier multimillonario decente del planeta. Mansiones en el país y en el extranjero, joyas y relojes que cuestan miles de dólares, corbatas de seda, trajes de marcas exclusivas, automóviles y camionetotas importadas del último año, bodas y fiestas fastuosas donde corre a raudales el escoses de 18 años en adelante, acompañado de exquisitos platillos, frente a un país donde cada día son más los que comen de la basura o se van a dormir sin haber probado bocado en todo el día. Y ese es un crimen abominable ante los ojos del Señor, “porque tuve hambre y no me diste de comer; sed, y no me diste de beber” (San Mateo XXV: 42).

Hablan de amor y unión del pueblo de los labios para afuera, pero sembraron el odio, el rencor y el resentimiento entre los venezolanos, con la pretensión de poner a luchar a pueblo contra pueblo. Dividieron un país hermanado, atendiendo a la conseja “divide y vencerás”. Practican sin contemplación la persecución y criminalización de la disidencia opositora, porque la libertad y la justicia son derechos que sólo están reservados para los personeros del régimen; los ciudadanos de a pie estamos a merced de la avaricia e inmoralidad de jueces al servicio del poder corrompido.

La conspiración y traición contra la patria es una prédica constante, amenazando a quienes cometan ese delito contrarrevolucionario, pero el régimen de doble moral conspira cada segundo contra los venezolanos al secuestrarles su presente y futuro; violando el derecho legítimo a vivir en paz, armonía y progreso. Conspira contra millones de venezolanos que huyen del país para no dejarse morir, buscando en otros países mínimas condiciones de sobrevivencia.

Este es un régimen de doble moral, falso e hipócrita que no tendrá perdón de Dios porque “donde hay soberbia, allí habrá ignominia; más donde hay humildad, habrá sabiduría… De nada servirán las riquezas en el día de la venganza, más  la justicia nos librará de la muerte” (Proverbios XI: 2, 4).

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 11 de septiembre de 2018

Vuelta a la patria

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

¡Cuán predecible es el régimen! Al saberse amenazados, reaccionan como fiera herida. Y cuando reaccionan es porque las cosas no están saliendo como desean. Hasta hace pocos días, la dictadura no le había prestado interés alguno al tema de la diáspora; creyeron que era un burdo show tipo Hollywood orquestado por la derecha para conspirar contra la revolución. La verdad es que la emigración venezolana es un tema doloroso y complejo que está cobrando dimensiones universales, que el régimen no podrá esconder con el bodrio propagandístico denominado “Vuelta a la patria”, al que desde el principio se le vieron las costuras. Definitivamente, estos forajidos en el poder son cínicos, desalmados y enfermizamente mentirosos, cuya principal referencia es el flamante ministro de Comunicación.

Sólo un régimen de esta calaña juega con la desgracia de un pueblo que, más que huir, es expulsado de su tierra, por culpa de una dictadura que le niega la mínima posibilidad de tener una  vida digna; que destruye todas las oportunidades para trabajar, estudiar y vivir en condiciones aceptables para un ser humano. Esa es la verdadera realidad que explica el éxodo venezolano, considerado como el mayor flujo migratorio de América Latina de todos los tiempos.

La tragedia que viven los migrantes venezolanos es inhumana. Tanto los que caminan cientos de kilómetros por páramos en los que algunos han fallecido, como los refugiados en campamentos fronterizos en espera de hospedaje y alimentos, u otros miles de miles que dejan a sus familiares y amigos más cercanos en búsqueda de un mejor futuro, porque quedarse en Venezuela significa dejarse morir.

En anteriores artículos he referido las cifras dantescas de la diáspora venezolana. Se calcula que para finales de junio del 2018, habían salido del país más de cinco millones y medio de compatriotas, lo que equivale al 17% de la población de la nación. Lo más grave, es que el éxodo va a aumentar en los próximos meses, como consecuencia del paquetazo de Maduro. Con el incremento de la pobreza y el hambre, sobran las razones para huir del país buscando mejores condiciones de vida.

La diáspora venezolana se ha transformado en un problema de Estado para muchas naciones latinoamericanas. Con frecuencia, las relaciones internacionales proyectan una doble moral sustentada en la defensa de los intereses nacionales; por un lado, critican al régimen por considerarlo una dictadura deleznable, pero por otro lado algunas transnacionales firman contratos de negocios con la misma dictadura, inyectándole dólares que la oxigenan. En fin, ese es el comportamiento internacional de las naciones pero, en el caso concreto del éxodo venezolano, se trata de un tema altamente sensible para la opinión pública mundial, como son los Derechos Humanos. Pocos gobiernos democráticos se atreven a permanecer incólumes, frente a las atrocidades cometidas contra un pueblo que injustamente está atravesando por gravísimos problemas, incluyendo el hambre y la muerte. La opinión pública internacional ejerce una poderosa presión sobre sus gobiernos, obligándolos a endurecer sus políticas y opiniones contra un gobierno que viola flagrantemente los más elementales derechos humanos.

La comunidad internacional está enfocando nuevamente su atención sobre Venezuela; ya no se trata de razones políticas acerca de la ilegitimidad del gobierno de Maduro y la instauración definitiva de una dictadura castro-comunista; ni siquiera se trata del desconocimiento arbitrario e ilegal de la Asamblea Nacional por parte del régimen; ni tampoco de la criminalización y persecución de la oposición venezolana. El tema que tiene hoy encendidas las alarmas del mundo es la diáspora venezolana, y la consiguiente violación de derechos humanos fundamentales, como la alimentación, la salud, el trabajo y todas aquellas acciones que mancillan la dignidad humana de los venezolanos. El problema mayúsculo es de carácter humanitario, cuya responsabilidad recae en un modelo neo-totalitario que atenta contra la vida misma de toda una sociedad.

Este tema es tratado más cómodamente por las naciones del mundo, impregnando sus acciones de legitimidad y reconocimiento internacionales; es mucho más redituable políticamente hablar de derechos humanos que de narcotráfico o corrupción. La diáspora es un tema muy sensible que está a flor de piel; es un tema capaz de generar sentimientos de solidaridad y filantropía, con la fuerza suficiente para tocar las puertas de gobiernos y organismos internacionales en búsqueda de una solución definitiva al problema.    

La otra cara de la diáspora, seguramente la razón de mayor peso, son las consecuencias que está generando a los países de la región y del mundo. Los testimonios de los emigrantes venezolanos en Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile, Argentina, Estados Unidos, España, entre otras naciones, son elocuentes; sin duda, ha trastocado su cotidianidad social y económica obligándolos a adoptar medidas que permitan regularizar ese flujo migratorio. En pocas palabras, la diáspora está afectando los intereses nacionales de esos países y urge que sus gobiernos tomen medidas frontales para minimizar su impacto. Es allí donde radica el temor del régimen y la pretensión de manipular a la opinión pública con el plan “Vuelta a la patria”, haciendo ver el éxodo como un fenómeno exógeno desligado de la desastrosa, incapaz y corrupta dictadura de Nicolás Maduro.

Al Grupo de Lima se han sumado la ONU, la OEA y la Unión Europea para adoptar políticas de puertas abiertas a los emigrantes venezolanos; flexibilizando controles migratorios y laborales, con el propósito de brindarles ayuda humanitaria en circunstancias tan dramáticas. Esa es una actitud loable que como venezolanos debemos agradecer; es la respuesta humana con un país que generosamente le tendió la mano a muchos de sus nacionales que huían de las dictaduras, la guerrilla y la pobreza. Esa posición merece nuestra gratitud permanente. Pero déjenme decirles algo, la diáspora venezolana sólo cesará el día que finalice la dictadura de Nicolás Maduro. Atiendan con humanidad a nuestros emigrantes, pero no se olviden de los que aún estamos en este país padeciendo la desgracia más grande de nuestra historia.

La libertad como derecho fundamental del hombre, la instauración de la República y de sus instituciones democráticas y la construcción de una economía vigorosa, aliada del progreso y de las oportunidades para todos, en manos de un nuevo gobierno, es la única condición para que los venezolanos no sean expulsados de su tierra; para que muchos de los que se han ido regresen con alegría; y, para que jamás tengamos el destierro como opción para vivir dignamente. Allí está la verdadera solución para Venezuela: gobiernos amigos, organismos internacionales y opinión pública mundial actúen en esa dirección, es la correcta y la que estamos necesitando en este momento. Los venezolanos les estaremos eternamente agradecidos por su invalorable contribución.

Profesor Titular Eméritus de LUZ

martes, 4 de septiembre de 2018

El reflejo de la desgracia revolucionaria

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Maracaibo es hoy fiel reflejo de las desgracias de la revolución madurista. Si alguien tiene dudas de la vocación destructiva del régimen, sólo tiene que darse una vuelta por Maracaibo para que experimente el colosal caos en el que estos forajidos han sucumbido a la segunda ciudad del país. Desde antaño, el centralismo ha acariciado la idea de castigar al Zulia por lo que ha representado en la historia de Venezuela; la revolución madurista y sus gobernantes cómplices en el Estado, lograron su mayor hazaña: destruir al Zulia y convertir a Maracaibo en una ciudad arruinada y empobrecida.

Todos los males con los que, por espacio de veinte años, esta revolución nos ha castigado, se encuentran en Maracaibo, seguramente multiplicados a la enésima potencia. Atrás quedó el brillo que engalanaba a nuestras casas, calles y avenidas; el bullicio contagiante de la gente, es apenas un murmullo ahogado de rabia y de impotencia; la laboriosidad como símbolo portentoso de la idiosincrasia zuliana, fue secuestrada por esta mafia en el poder para transformarnos en mendigos a los que se les quiere castrar el ingenio para hacer las grandes cosas que nos han llenado de orgullo.

Por doquier nos persigue la pobreza, el abandono, la suciedad, la anarquía y ese doloroso silencio que contradice la irreverencia con la que nacimos como pueblo aguerrido e independiente. Pareciera que las fuerzas y la determinación para liberarnos de esta tragedia, también fueron aniquiladas por el régimen. Sin duda, ésta es la mayor pérdida que hemos tenido los zulianos en manos de los gobernantes más incapaces, corruptos e indolentes que nunca antes el Zulia ha tenido a lo largo de su historia.

Este régimen es enemigo de la riqueza generada por el trabajo productivo de la gente; a ellos les gusta la riqueza que produce la corrupción y el hamponato. Fieles a su mentalidad, acabaron con el trabajo productivo y de calidad en Maracaibo y en el Zulia. Destruyeron la industria, el comercio y la actividad agropecuaria para darle paso al bachaquerismo y a otras actividades ilícitas, en las que unos pocos sacan provecho de las carencias y las desgracias de la mayoría; estamos frente a un canibalismo social de peligrosas dimensiones. Acabaron con los empleos bien remunerados y estables, que sólo es capaz de brindar la empresa privada, a cambio de empleos míseros y serviles al régimen. El progreso que fuimos capaces de construir los zulianos, el régimen se encargó de pulverizarlo. Mientras ellos estén el poder, nunca más podremos decir con orgullo “la mayor riqueza del Zulia son los zulianos”.

Al régimen le produce escozor la calidad de vida de los zulianos, porque la de ellos está plenamente garantizada. Les genera una enfermiza satisfacción el caos de los servicios públicos de la ciudad. Para el régimen y los gobernantes del Zulia y de Maracaibo, es motivo de orgullo la ausencia absoluta de un transporte público eficiente y humano, pues, para ellos los “camiones de la muerte” son suficientes para trasladar como animales a nuestros semejantes. Como mal viven en la oscuridad, característico de los seres del mal, no les importa mantener un servicio eléctrico eficiente y moderno. Se gozan con los sufrimientos y calamidades de los maracaiberos producto del sofocante calor, y con las cuantiosas pérdidas económicas que produce la paralización de ese vital servicio.

A este régimen le gusta la suciedad y la inmundicia, tal cual son sus conciencias y acciones; por tal razón, no funciona el servicio de aseo urbano de Maracaibo y de otros municipios zulianos. Observamos con estupor la basura en calles, avenidas, barrios y urbanizaciones, sin importarles las nefastas consecuencias para la salud humana y el medio ambiente.

Para el régimen, el tiempo no tiene sentido alguno, pues, en definitiva sólo lo valoran para planificar sus maldades y perversidades; nos mantienen en permanentes colas para realizar cualquier diligencia por normal que sea. Colas inmensas para abastecer los vehículos de combustible; colas para cobrar los 100 bolívares en efectivo a la semana permitido por el corralito revolucionario; colas para comprar pan y otros alimentos; colas infernales para cobrar la pensión; colas para realizar cualquier trámite ante las instancias oficiales; colas para esperar por los “camiones de la muerte”. Esta revolución ha transformado a Maracaibo en una cola, desperdiciando un valioso tiempo para hacer lo que nos da la gana o aquello que consideremos más importante, como es organizarnos para alcanzar el cambio y combatir esta pesadilla.

El régimen no cree en la educación como un mecanismo de movilidad social, de satisfacción personal y familiar, y de desarrollo integral de la sociedad. Ellos creen en la dependencia estatal y en el asistencialismo crónico, como mecanismos de control social para eternizarse en el poder. Por tal razón, han destruido poco a poco a LUZ, nuestra Alma Mater, y a otras instituciones privadas de educación superior. Han logrado el mayor porcentaje de deserción escolar del que tengamos memoria en los últimos sesenta años. Le han dado la espalda a iniciativas educacionales de la Iglesia Católica zuliana. En definitiva, luchan arduamente para incrementar el nivel de ignorancia de los zulianos, a fin de evitar la disidencia que facilite la fractura del proceso.

Después de cincuenta años, “Maracaibo Marginada” de Ricardo Aguirre, está más vigente que nunca. “Maracaibo marginada y sin un real, ¿qué más te puede pasar que ya no te haya pasado?”. Si, ahora es cuando vamos a pasar por más desgracias, producto del odio que la revolución siente por el Zulia y los zulianos. Nos convirtieron en zombis que deambulan por las calles, con la mirada perdida y con la angustia reflejada en el rostro. Nos transformaron en un basurero putrefacto después de ser la joya de la corona en Venezuela.

La rebeldía innata de los zulianos está dormida después de un mortal somnífero revolucionario, pero confío que pronto despertará para rescatar nuestro orgullo regional y hacer posible el cambio que nos traiga libertad, justicia y progreso; y, cuando eso suceda, los responsables y cómplices de esta tragedia, no les alcanzará la vida para pagar sus culpas por el mayor daño que nadie antes le propinó a Maracaibo la tierra del sol amada, al Zulia amado y bendecido por Nuestra Chinita. Más temprano que tarde nos levantaremos para seguir siendo el principal Estado de Venezuela.

Profesor Titular Eméritus de LUZ