El
dolor de la diáspora
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Durante estos largos días de
cuarentena leí la última novela de Isabel Allende “Largo pétalo de mar”, en la que narra los sufrimientos de una
familia española que, debido a sus creencias republicanas, debió emigrar a Chile en plena guerra civil de
España, gracias a gestiones realizadas por Pablo Neruda, diplomático del
gobierno chileno de la época. Esa familia, al igual que millones de españoles,
sufrió hambre, enfermedades, abusos y mal tratos en su tortuoso peregrinaje hasta
llegar a su nueva patria, un país que para 1936 era desconocido para la mayoría
de los europeos.
Leyendo la novela de la
escritora chilena, llegaron a mi mente imágenes desgarradoras del dolor que
está sufriendo la diáspora venezolana, especialmente, los que han emigrado a
los países más cercanos como Colombia, Ecuador y Perú. Nada justifica los
sufrimientos de nuestros hermanos en tierras extranjeras. Por solidaridad y
respeto a la dignidad humana, los migrantes venezolanas merecen ser atendidos
con la urgencia que el caso amerita.
Cuando el mundo clama por
solidaridad y justicia en búsqueda de esfuerzos y voluntades para mitigar la
crisis generada por la pandemia del
Covid-19, observamos con estupor cómo los venezolanos son víctimas de una
xenofobia brutal en países hermanos, como es el caso especialísimo de Perú;
siendo estas acciones promovidas en muchos casos por las propias autoridades de
esos países. Los venezolanos están siendo echados a la calle al no poder pagar
la renta de sus viviendas porque han perdido sus empleos; no tienen qué comer y
deambulan por calles y refugios en búsqueda de alimentos para no morirse de
hambre; están desprovistos de servicios médicos básicos; reciben ataques y
ofensas que denigran su dignidad como seres humanos; están expuestos más que
otros grupos de la población a contagiarse con el virus chino, poniendo en
riesgo su salud, la de su familia y la de las personas de su entorno. Y cuando
deciden regresar al país, la dictadura de Maduro se burla y los engaña en su
buena fe, haciéndonos creer que les preocupa su situación, cuando la verdad es
que sólo les importa el poder, no importa lo que tenga que hacer para
mantenerlo.
La tragedia de los migrantes
venezolanos no tiene parangón en la historia latinoamericana. Nunca antes
habíamos presenciado tanto ensañamiento contra algún grupo de migrantes. Duele decirlo,
porque históricamente Venezuela fue un país que recibió con los brazos abiertos
a extranjeros que venían de todas partes del mundo. Aquí encontraron trabajo,
educación, salud y las manos generosas de un país amigo, que hizo que se
sintieran más venezolanos que los propios
que nacimos en esta tierra de gracia.
Isabel Allende plantea de una
manera magistral la solidaridad de Venezuela con los migrantes, al describir el
segundo exilio que debieron sufrir Víctor Dalmau y Roser Bruguera, personajes
centrales de su novela, debido al golpe de Estado de Pinochet en 1973. “Venezuela recibió a Víctor con la misma
despreocupada generosidad con que acogía a millares de inmigrantes de varios
lugares del mundo y más recientemente a los refugiados de la dictadura de Chile
y de la guerra sucia de Argentina y Uruguay, además de los colombianos que
cruzaban las fronteras sin permiso escapando de la pobreza…Se vivía
alegremente, de parranda en parranda, con gran libertad y un profundo sentido
igualitario”.
Después de haber leído tan
hermosas palabras sobre nuestro país, nos cuesta comprender más la xenofobia en
contra de los venezolanos. Ahora que la pobreza y el hambre se apoderan del
país, los venezolanos son despreciados por países que en otrora le tendimos las
manos cuando buscaban ayuda para aliviar su miseria, o la libertad que en sus
países les era negada. Debemos levantar nuestras voces para denunciar con
firmeza los atropellos de los que son víctimas los venezolanos en países
vecinos. Sin duda, es una situación injusta que desdice de la humanidad de
algunos de nuestros hermanos latinoamericanos.
Este es un tema tan doloroso
que exige la actuación urgente del gobierno interino del presidente Guaidó. Es momento
de tomar acciones concretas en alianza con los gobiernos democráticos de la
región, como aumentar y distribuir con eficiencia y probidad la ayuda
humanitaria para apoyar a los migrantes; establecer normas explícitas que
castiguen las conductas xenofóbicas; implementar políticas preferenciales para
proteger a niños y ancianos; activar la atención permanente de embajadas y consulados
del gobierno interino de Venezuela en Colombia, Ecuador, Perú y en el resto de
los países de la región; sin olvidar que
estas acciones sólo sirven para paliar la trágica situación de los migrantes venezolanos,
porque la acción principal, la más importante, es lograr la salida del régimen
para implantar un gobierno de emergencia y unidad nacional, y ese supremo
objetivo sólo podremos lograrlo con la ayuda decidida y contundente de nuestros
aliados de América Latina, Europa y Estados Unidos.
Los países democráticos de
la región saben que la única manera de poner fin a los problemas económicos, de
seguridad y de salud pública generados por los migrantes venezolanos en sus
países, es sacar al narco dictador y liberar a Venezuela de la tragedia más
espantosa que país alguno de la región ha vivido en toda su historia
republicana.
Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)