miércoles, 28 de octubre de 2020

 

Los desafíos de la democracia en América Latina

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

De acuerdo al Informe del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), correspondiente al año 2019, la democracia latinoamericana presenta avances cuantitativos importantes, reflejado en el hecho que 9 de cada 10 latinoamericanos viven en democracia. Sin embargo, a nivel cualitativo, el informe acusa un profundo deterioro de la calidad de la democracia latinoamericana y el ascenso al poder de gobiernos populistas a través del voto.

El deterioro de la democracia latinoamericana ha generado la reducción de los espacios para la acción cívica, el debilitamiento de los frenos y contrapesos institucionales, altos niveles de desigualdad, corrupción e impunidad  y violación de los derechos humanos, especialmente, en el triángulo antidemocrático de la región integrado por Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Otros datos del último informe de IDEA, resaltan las amenazas que se ciernen sobre la democracia latinoamericana. La fatiga con el sistema democrático es una realidad inocultable. El apoyo ciudadano a la democracia se ubicó en 48%; en otras palabras, el 52% de los latinoamericanos rechaza o les resulta indiferente la democracia, erosionándose peligrosamente su legitimidad. De igual manera, la confianza de los ciudadanos en los parlamentos se ubicó en 21%, en los partidos políticos 13%, en los tribunales electorales 28% y 45.5% en las elecciones. Estas cifras tan desalentadoras profundizan la crisis de las instituciones de la democracia representativa en América Latina y la pérdida del valor del voto como mecanismo de cambio social.

En el 2018, la aprobación promedio de los gobiernos de la región se ubicó en 32%, 28% por debajo de la aprobación correspondiente al 2008 (60%). Son muchas las razones que explican la desaprobación mayoritaria sobre los gobiernos latinoamericanos. La frustración de ciudadanos cuyas demandas y expectativas no son satisfechas por los gobiernos; el miedo de las clases medias de perder lo que han ganado económica y socialmente a lo largo del tiempo; y, la cultura del privilegio cada vez más enquistada que profundiza las desigualdades sociales, fortaleciendo la indignación de los ciudadanos contra la política y las élites, el voto anti-establishment, la conflictividad social y la aparición de gobiernos populistas tanto de izquierda como de derecha.

A ello se suma la profunda crisis sanitaria y económica heredada de la pandemia del covid-19. La CEPAL proyecta una caída de -5.3% de la economía latinoamericana en el 2020; 12 millones de nuevos desempleados para sumar 37.7 millones; 28.7 millones más de pobres para sumar 215 millones; 15.9 millones de pobreza extrema para sumar 87 millones. Este dramático panorama amenaza la gobernabilidad de los países latinoamericanos, por la carencia de recursos públicos para hacerle frente a una crisis generalizada, aumentando la pretensión autoritaria de los gobiernos para mantener el control social y las posibilidades para que modelos populistas accedan al poder a través de voto, impulsados por el hartazgo de los ciudadanos frente a gobiernos ineptos y cada vez más corruptos.

Frente a tan sombrío escenario, ¿qué está haciendo la dirigencia política para defender la democracia y preservar las libertades ciudadanas? El balance no es positivo. Los errores se repiten una y otra vez, sin aprender las lecciones de experiencias pasadas. Cuando creemos que la democracia está preparada para impulsar los cambios que permitan vencer desigualdades históricas, sin amenazar las libertades ciudadanas y la economía de mercado, aparece en el horizonte el populismo con sus promesas de redención social y otra vez elegimos aventuras que ponen en riesgo la institucionalidad democrática y producen el colapso económico que trae más pobreza y profundiza las desigualdades que prometen combatir.

El ejemplo más reciente lo constituye Bolivia, con el triunfo contundente de Luís Arce, candidato del partido MAS liderado por Evo Morales. Cuando muchos pensaron que el socialismo estaba de salida en Bolivia, los ciudadanos renovaron la confianza a ese proyecto político a través del voto. ¿Por qué regresa el socialismo a Bolivia cuando hace unos meses atrás se suponía liquidado?

La respuesta más sencilla es responsabilizar a los bolivianos por su reiterada equivocación. Pero existen razones profundas que explican la victoria de Arce. No debemos simplificar las cosas y excluir del problema a la dirigencia democrática boliviana, responsable directa del retorno del socialismo a Bolivia. El primer error fue desestimar al adversario y evitar la unidad de la oposición. Se privilegió la inmadurez política, las agendas particulares y la absoluta carencia de realpolitik, aunado al pésimo desempeño del gobierno interino, agravado por la pandemia del covid-19. La oposición no supo comunicar una propuesta diferente con real opción de poder y la conexión emocional con el pueblo tampoco funcionó. Frente a este desorden, Arce cabalgó triunfante con el discurso de la liberación de Bolivia en manos de oligarcas que quieren el poder para oprimir al pueblo.

Eso mismo está ocurriendo en Venezuela, y me temo pueda ocurrir en Chile, Ecuador, o Colombia. Una dirigencia demócrata desconectada con la realidad social e intoxicada con egos personales que impiden el triunfo de la libertad sobre modelos populistas cuyos remedios resultan peor que la enfermedad.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela.