No
soy abstencionista
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Cuando en una sociedad, el
sistema político impide la competencia institucionalizada que les permita a los
ciudadanos votar por la opción que más les guste o más les convenga, resulta
inapropiado hablar de abstencionismo. El abstencionismo puro aparece cuando, a
pesar que el sistema promueve y defiende condiciones electorales justas y
equitativas, el ciudadano decide no votar por diversas razones; bien porque
está conforme con la situación imperante y le brinda un apoyo pasivo a la élite
gobernante; porque está fastidiado de votar para que no ocurra ningún cambio
que le favorezca; o, sencillamente, porque la política le importa un bledo. En
cualquier de estos casos, el ciudadano esgrime sus particulares razones para
justificar su abstención al voto.
En mi opinión, el
abstencionismo no es la característica predominante de Venezuela a escasos días
de la celebración de la elección presidencial, tal como lo perciben algunos
analistas y opinadores de oficio. Desconocer la vocación democrática de los
venezolanos y su apego al voto, como mecanismo para impulsar cambios políticos,
es una actitud temeraria que manifiesta el profundo desconocimiento sobre la
cultura democrática del pueblo venezolano.
El hecho que la mayoría de
los venezolanos manifieste su decisión de no votar el 20 de mayo, no puede interpretarse
como un acto suicida y cobarde que facilita la entronización del madurismo en
el poder. Es más bien, un comportamiento de ciudadanía rebelde y de protesta
que se niega a otorgarle al dictador la legitimidad de la que carece.
Debemos tener plena
conciencia que, a partir del 30 de julio de 2017 con la elección de la Asamblea
Nacional Constituyente, el régimen instauró un modelo electoral que le
garantiza la victoria, no importa si tiene los votos suficientes para ganar. El
fraude se institucionalizó a partir de esa fecha y cualquier opción diferente
al régimen que decida participar en la contienda, tiene asegurada la derrota.
El régimen se quitó la máscara y necesita desesperadamente de competidores que
abalen su farsa electoral para garantizar un mandato de seis años más, producto
de “elecciones democráticas”.
Aquí no se trata de decir
que debemos votar porque de lo contrario estamos dejando solo a Maduro en el
escenario electoral, o la frase bastante trillada que “un demócrata vota
siempre, no importa las condiciones electorales”. La situación es mucho más
compleja que resolver el dilema de votar o no votar. El asunto de fondo es
construir una base fuerte que nos permita salir bien librados de la tragedia
que estamos viviendo y ello exige, entre otras cosas, organizar una oposición
más inteligente, más estratégica, con capacidad de conectar con la gente e
imprimir la fuerza y la emoción que hemos perdido; lamentablemente Henry Falcón
no es capaz de alcanzar esos objetivos. Los esfuerzos para salir de esta
tragedia inédita e inhumana deben fundamentarse en una verdadera unidad
nacional, dirigida por un líder que abra caminos para guiar la
transición y con ella la construcción de una nación libre, democrática y con
oportunidades de progreso para todos.
Esa oposición activa,
responsable y comprometida con los venezolanos, más allá de un slogan de
campaña, está llamada a la convocatoria de todos los venezolanos que aspiramos
un cambio, tanto los opositores natos como aquellos oficialistas que con
legítima razón aborrecen el desgobierno de Maduro. Y, de esa manera, con el
apoyo internacional firme y contundente, exijamos condiciones equitativas y de
real competencia electoral para que sea el voto la vía para iniciar el cambio
de rumbo político de la nación.
La última encuesta nacional
de Consultores 21, proyecta que un 30% de los venezolanos estaría muy seguro de
ir a votar el 20 de mayo, un porcentaje bastante reducido en comparación con
otros procesos electorales presidenciales. De ese porcentaje, los oficialistas
estarían votando dos a uno respecto a los opositores. Por otra parte, como ya
lo apunté, Falcón no termina de generar confianza en los electores, ni tampoco
está inyectando la emoción necesaria para salir votar masivamente y vencer a
Maduro. En un escenario como éste, con el riesgo que me llamen profeta del
desastre, no veo otra opción que Maduro ganando la elección, a no ser que las
cosas cambien sustancialmente en los próximos 30 días de campaña. Pero, además,
tendríamos que evaluar el tema del día D, ¿quién va a cuidar los votos de
Falcón?, ¿cuál es su estrategia para vencer los abusos, trampas y ventajismo
avalado por el CNE y el Plan República, a favor de Maduro?, ¿cuenta con
recursos económicos y organizativos para que los votos sean el reflejo
auténtico de la opinión de los votantes?
No soy abstencionista, nunca
lo he sido. El comportamiento ciudadano asumido a lo largo de mi vida,
testimonian el valor que le he dado al voto, abalado por mis escritos y
opiniones públicas. No deseo que me confundan como un bolsa que prefirió
cruzarse de brazos antes que acudir a votar a ciegas. Soy un ciudadano que,
además de exigir condiciones electorales que respeten la libre competencia, he
luchado por muchos años en contra de la podredumbre y la miseria en la que nos
han sumido esta revolución putrefacta.
Tampoco estoy de acuerdo con
la pasividad y el conformismo que aniquilan el espíritu libertario de los
venezolanos. Insisto, no podemos cruzarnos de brazos en espera de otro salvador
con tentación populista y mesiánica. Es urgente que el Frente por Venezuela
salga del mutismo y cumpla con su responsabilidad de unir a este pueblo para
luchar por la libertad y el progreso; es vital la conexión emocional que nos deslastre
de la desesperanza y el fatalismo. Es prioritario que con organización y mucha
firmeza exijamos elecciones verdaderas en las que el líder de la oposición reúna
el mayor consenso posible, credibilidad y confianza para iniciar la tarea de la
transición política del país. Vamos a aprovechar la indignación de este pueblo
contra el peor gobierno de nuestra historia. Existen muchas razones para salir de
Maduro pero hagámoslo con inteligencia, con unidad nacional y con una oposición a la altura de su
compromiso histórico. Sólo así destruiremos de raíz el cáncer de una revolución
cuyo objetivo es eliminar a Venezuela y a su gente.
Profesor Titular Emeritus de LUZ