Tengo un sueño
Efraín Rincón Marroquín
El mundo está celebrando el quincuagésimo aniversario
del extraordinario discurso de Martin Luther King, “Y have a dream”, en ocasión
de la multitudinaria Marcha de Washington del 28 de agosto de 1.963. El
discurso del reverendo y líder negro se convirtió en el impulso definitivo del
movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos. Luther King fue el
inspirador de la lucha de las minorías que desembocó en la ley de los derechos
civiles (1964) y en la ley del derecho al voto (1965), instrumentos legales que
hicieron posible una sociedad más justa e igualitaria, derrotando al racismo que contradecía los postulados de
libertad e igualdad que proclamaron los fundadores de la nación norteamericana.
Así, como Luther King soñó con ver a niños blancos y
negros jugando como amigos, habemos millones de venezolanos soñando cada día
con un mejor país. Un país donde todos nos abracemos a pesar de las legítimas
diferencias de opinión y de preferencias; un país donde el trabajo y la
igualdad de oportunidades sean las únicas condiciones para progresar y
dignificar nuestras vidas; un país donde la vida sea respetada y tenga el
verdadero sentido que le da Dios al regalárnosla cada día; sueño con un país
donde la justicia sea administrada conforme al imperio de las leyes y no a
circunstancias e intereses políticos; una justicia al servicio del pueblo y no
de una élite corrompida que la usa para criminalizar y perseguir la disidencia
democrática, un país sin presos políticos; sueño con una nación donde jamás
ningún venezolano tenga que emigrar a otras naciones en búsqueda de la justicia
que aquí se le niega, o de un empleo digno que le permita desarrollar sus
capacidades, sin sentirse menospreciados y desplazados por técnicos y
profesionales extranjeros; sueño con un país sin gobernantes ni políticos
corruptos, ni con funcionarios cómplices de sus tropelías, que roban no sólo
las riquezas de la nación sino los sueños y el futuro de sus conciudadanos.
Sueño con una Venezuela auténticamente libre; donde el
respeto y el diálogo franco sean la clave del entendimiento y de los acuerdos
necesarios para superar las dificultades que nos agobian y han impedido el
progreso en los últimos quince años; sueño con un gobierno respetuoso de las
leyes, promotor del desarrollo en todas sus áreas; un gobierno que apueste por
la iniciativa y el emprendimiento privado, en vez de implementar controles que
castran la productividad y alejan las posibilidades de anotarnos en el ranking
de las naciones emergentes en el mundo.
Tenemos derecho de soñar con un país de ciudadanos con
criterio propio, capaces de defender sus derechos y cumplir con sus deberes;
ciudadanos al servicio de su país y de sus familias, nunca borregos de
seudolíderes que pisotean su dignidad humana; sueño con un país donde nuestros
niños y jóvenes tengan la certeza de vivir dentro de una sociedad con orden y
orgullosa de los valores que nos guíen por el camino del bien y que impidan la
llegada de otros falsos profetas que se burlan de la buena fe de los
venezolanos. Sueño con un país alegre, entusiasta y optimista en su porvenir;
un país que aprenda de nuevo a sonreír y jamás tenga que maldecir la suerte que
le ha tocado vivir. Sueño con una Venezuela donde todos hagamos falta y nadie
se sienta marginado y excluido. Mientras viva seguiré soñando con una Venezuela
grande y libre, a pesar que muchos me digan que soñar no cuesta nada.
@EfrainRincon17