miércoles, 28 de agosto de 2013

Tengo un sueño


Tengo un sueño

Efraín Rincón Marroquín

El mundo está celebrando el quincuagésimo aniversario del extraordinario discurso de Martin Luther King, “Y have a dream”, en ocasión de la multitudinaria Marcha de Washington del 28 de agosto de 1.963. El discurso del reverendo y líder negro se convirtió en el impulso definitivo del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos. Luther King fue el inspirador de la lucha de las minorías que desembocó en la ley de los derechos civiles (1964) y en la ley del derecho al voto (1965), instrumentos legales que hicieron posible una sociedad más justa e igualitaria, derrotando al  racismo que contradecía los postulados de libertad e igualdad que proclamaron los fundadores de la nación norteamericana.

Así, como Luther King soñó con ver a niños blancos y negros jugando como amigos, habemos millones de venezolanos soñando cada día con un mejor país. Un país donde todos nos abracemos a pesar de las legítimas diferencias de opinión y de preferencias; un país donde el trabajo y la igualdad de oportunidades sean las únicas condiciones para progresar y dignificar nuestras vidas; un país donde la vida sea respetada y tenga el verdadero sentido que le da Dios al regalárnosla cada día; sueño con un país donde la justicia sea administrada conforme al imperio de las leyes y no a circunstancias e intereses políticos; una justicia al servicio del pueblo y no de una élite corrompida que la usa para criminalizar y perseguir la disidencia democrática, un país sin presos políticos; sueño con una nación donde jamás ningún venezolano tenga que emigrar a otras naciones en búsqueda de la justicia que aquí se le niega, o de un empleo digno que le permita desarrollar sus capacidades, sin sentirse menospreciados y desplazados por técnicos y profesionales extranjeros; sueño con un país sin gobernantes ni políticos corruptos, ni con funcionarios cómplices de sus tropelías, que roban no sólo las riquezas de la nación sino los sueños y el futuro de sus conciudadanos.

Sueño con una Venezuela auténticamente libre; donde el respeto y el diálogo franco sean la clave del entendimiento y de los acuerdos necesarios para superar las dificultades que nos agobian y han impedido el progreso en los últimos quince años; sueño con un gobierno respetuoso de las leyes, promotor del desarrollo en todas sus áreas; un gobierno que apueste por la iniciativa y el emprendimiento privado, en vez de implementar controles que castran la productividad y alejan las posibilidades de anotarnos en el ranking de las naciones emergentes en el mundo.

Tenemos derecho de soñar con un país de ciudadanos con criterio propio, capaces de defender sus derechos y cumplir con sus deberes; ciudadanos al servicio de su país y de sus familias, nunca borregos de seudolíderes que pisotean su dignidad humana; sueño con un país donde nuestros niños y jóvenes tengan la certeza de vivir dentro de una sociedad con orden y orgullosa de los valores que nos guíen por el camino del bien y que impidan la llegada de otros falsos profetas que se burlan de la buena fe de los venezolanos. Sueño con un país alegre, entusiasta y optimista en su porvenir; un país que aprenda de nuevo a sonreír y jamás tenga que maldecir la suerte que le ha tocado vivir. Sueño con una Venezuela donde todos hagamos falta y nadie se sienta marginado y excluido. Mientras viva seguiré soñando con una Venezuela grande y libre, a pesar que muchos me digan que soñar no cuesta nada.
                                                                             @EfrainRincon17

                                                             

jueves, 22 de agosto de 2013

No botemos el juego

No botemos el juego
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
El mejor juego de los venezolanos está por jugarse. Nunca antes existieron mejores condiciones que ahora para terminar con esta pesadilla que nos ha secuestrado la esperanza en un mejor futuro, en un país con posibilidades de progreso para todos. Sin embargo, escuchamos voces agoreras que pronostican toda clase de maleficios para los venezolanos; voces que nos dicen que todo está perdido y que no tenemos salida a esta profunda crisis que vivimos. Yo pienso que ahora es cuando el juego empieza a favorecer las aspiraciones del equipo de la democracia, a pesar del ventajismo y los abusos que practica descaradamente el equipo de la mentira y la corrupción, incluyendo las complacencias del árbitro.
Durante catorce años, la mayoría de los venezolanos asistimos a un juego donde el adversario anotaba tantas carreras que, a pesar de los esfuerzos realizados en el campo, salíamos derrotados y moralmente abatidos. Este año el panorama empezó a cambiar. El líder de nuestro equipo, Henrique Capriles, no sólo logró nivelar el juego sino que lo ganó, a pesar que el árbitro desconoció la victoria. La asistencia masiva y entusiasta en el juego del 14 de abril permitió resultados extraordinarios; si no hubiésemos participado con esa fuerza, jamás nos hubiéramos enterado de las irregularidades del juego y nunca hubiéramos denunciado la ilegitimidad del falso ganador. Entonces, me pregunto: ¿después que empezamos a ganar el juego porque el adversario perdió el apoyo de un pueblo que está cansado de tanto engaño, incapacidad y corrupción, vamos a botar el juego porque no queremos participar? Eso no lo perdonaría la nueva fanaticada que está esperando que demos un paso firme en la búsqueda de un futuro que le permita vivir en paz, armonía y progreso.
Si no asistimos masivamente al juego del 8-D, no tengo dudas que vamos a perder, y con esa derrota anularemos la extraordinaria oportunidad de demostrarnos y demostrarle al mundo que los demócratas somos la verdadera mayoría en Venezuela. Que nadie dude: si votamos con la misma pasión y convicción que lo hicimos el 14 de abril, vamos a obtener una contundente victoria y, a partir de ese momento, escribiremos una nueva página en la historia de este maltratado país. Después de tantos esfuerzos y sacrificios; después de convencernos que este gobierno corrupto puede salir con los votos de los venezolanos, no es justo que vacilemos y empecemos a buscar pretextos y excusas para no ir a votar. No es tiempo para pensar en las diferencias pequeñas ni en los errores cometidos; es tiempo más bien de pensar que, a pesar de los inconvenientes, la Mesa de la Unidad ha realizado una encomiable labor para unir a los venezolanos en medio de la diversidad. Es tiempo de construir y participar para ganar; ya el momento de competir quedó atrás, ahora nos corresponde con justa razón ganar el juego de Venezuela. El juego que abrirá el camino para un mejor porvenir; demostremos una vez más la inteligencia de un pueblo que está decidido a seguir jugando en la seguridad que ésta vez le vamos a ganar a la mentira, al abuso y al ventajismo. Tú decides: ganamos por el bien de todos, o perdemos para profundizar y llorar sobres nuestras desgracias y la de nuestros hijos.

Publicado en Versión Final el 23 de Agosto de 2013

viernes, 2 de agosto de 2013

El Papa de los pobres y los jóvenes


El Papa de los pobres y los jóvenes

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Los que tuvimos el privilegio de formarnos con los Padres Jesuitas no debería sorprendernos la sencillez del papa Francisco, porque esa es una característica innata de la Compañía de Jesús. Una de sus primeras frases, al finalizar el cónclave que lo eligió como Vicario de Cristo, fue “¡Cómo me gustaría una iglesia pobre y para los pobres!” Ese ha sido su lema de vida, practicado a lo largo de su vida sacerdotal y corroborada con testimonios de humildad y caridad en su visita a Brasil, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ); allí dijo “no tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso: Jesucristo”. Ha querido Francisco seguir los pasos de pobreza y entrega a los más necesitados de San Francisco de Asís; ha vivido, como San Ignacio de Loyola, lejos del poder y los lujos para adentrarse a la vida de millones de seres humanos que son víctimas de injusticias de todo tipo. El desprendimiento y el servicio a Cristo viendo a los ojos del prójimo serán el rasgo distintivo de este papado y la base fundamental para el fortalecimiento de la Iglesia Universal.

Junto a la opción por los más pobres, el papa Francisco ha invitado a los jóvenes que lo acompañen a luchar por la justicia, por cuando son seres con suficiente sensibilidad para combatir ese flagelo que tan daño sigue haciendo a la humanidad. Les dijo a los jóvenes en Río de Janeiro: “…a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen sus propios intereses… nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”. A su llegada a Brasil, les dijo también “ustedes son el ventanal por donde entra el futuro en el mundo”. Pues bien, en sus breves días de pontificado, Francisco le ha dicho al mundo que sus más importantes aliados son los pobres y los jóvenes, en la búsqueda incesante de una iglesia renovada, una iglesia que salga a la calle para evitar transformarse en otra ONG. Una iglesia que pregone con fuerza y convicción la obra de amor y caridad que nos heredó Cristo por siempre.

No tengo dudas que el papa Francisco llegó en el momento más oportuno para la iglesia, ni antes ni después. Su actuación controversial y auténtica moverá algunos cimientos que necesitan cambios, para impregnar a la Iglesia de nuevos aires que le devuelvan la fe y la confianza a millones de católicos que hoy día lucen desorientados. Los que creemos en una Iglesia al servicio de la humanidad, debemos alegrarnos y bendecir al Espíritu Santo porque nos dio un pontífice acorde con los tiempos convulsos que vive el mundo; un papa que tendrá la voluntad suficiente para que la Iglesia de Cristo triunfe sobre “la comodidad y el aburguesamiento que paraliza el corazón de los hombres”.

Hagamos propias sus palabras y actuaciones, y oremos al Espíritu Santo para que lo colme de sabiduría y grandeza para que pueda materializar sus nobles propósitos por el bien de la Iglesia  y de todos los que creemos que Cristo es el camino, la verdad y la vida.