miércoles, 20 de diciembre de 2017

¡No nos dejen solos, por favor!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Venezuela está en los ojos de la comunidad internacional. Son muchas las naciones que  realizan esfuerzos para contribuir con la solución de la crisis del país; de verdad, muchas gracias por sus gestiones y diligencias pero, créanme, no son suficientes. La crisis de Venezuela es peor, mucho peor, de lo que transmiten las noticias internacionales y los voceros de la oposición nacional. Hay que vivir puertas adentro la tragedia venezolana para tener una visión exacta de esta crisis de dimensiones colosales.

Este es un problema que debemos resolver los venezolanos, pero con el avasallante agravamiento de la crisis y el cierre de salidas pacíficas y electorales por parte del régimen, la intermediación internacional es imprescindible. Solos no podremos salir de este caos que amenaza con destruir los cimientos de la sociedad venezolana, porque sus instituciones democráticas y la economía ya están en ruinas. El farol de la libertad y la democracia que fue Venezuela para América Latina, lo arrasó una izquierda trasnochada, resentida, corrupta e incapaz que sembró en nuestro suelo el peor experimento ideológico que el continente americano conoció jamás. Esa es también una peligrosa amenaza para la región, por tal razón el caso venezolano debe interesarles a los gobiernos democráticos del mundo sin distracciones de ningún tipo, so pena de sufrir las graves calamidades derivadas de las perversiones de la dictadura chavista-madurista del siglo XXI.

Observamos con interés y beneplácito todo cuanto están realizando naciones, organizaciones y foros internacionales por Venezuela, pero el tiempo de la diplomacia no entiende nuestra premura, ni tampoco las angustias que nos amilanan cada día. A nuestro pueblo se le agotan las fuerzas, la voluntad y la paciencia para seguir esperando por reuniones tardías que no llegan a nada, o por decisiones que no afectan el control político que el régimen mantiene sobre la nación. A pesar del cerco internacional que se cierne sobre la dictadura, proyecta a lo interno mayor control y dominio político, social y económico. Están más envalentonados que nunca y se sienten dueños absolutos de la voluntad de los venezolanos. Definitivamente, estamos frente a un régimen cuya base del poder descansa en el hambre de los venezolanos; la pobreza y la miseria de nuestra gente se constituye en el nutriente de esta revolución, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder para ejecutar su obra maestra, la ruina de una nación que, según todas las estimaciones y pronósticos, era inarruinable.

Naciones demócratas del mundo, ayúdennos a rescatar la libertad y la democracia de nuestro país. No hacerlo sería un fuerte golpe contra la libertad, valor supremo de las sociedades contemporáneas. No esperen mucho tiempo porque podría ser tarde. El régimen violó flagrantemente la Constitución y eliminó la autonomía de las instituciones republicanas para instaurar un modelo absolutamente servil a sus apetencias y caprichos, respaldado por elecciones fraudulentas que han socavado el valor ciudadano del voto como mecanismo de lucha y cambio político. Lograron que una minoría, aborrecida por la inmensa mayoría nacional, detente todo el poder del país, sin restricciones de ninguna índole. Todas sus tropelías son justificadas con leyes, sentencias y decretos fabricados por obscuros personeros que vendieron su dignidad al diablo.

La República hecha añicos, la economía en estado terminal y los venezolanos embargados por la tristeza y la desesperanza, es el cuadro desolador que tiene nuestra patria. Gobiernos libres del mundo, actualmente, el salario mínimo del 80% de los venezolanos –al cambio de hoy 19-12-2017- es de apenas 3,80$ mensuales. Un kilo de carne cuesta 1,25$; un kilo de queso está en 1,66$, y un cartón de huevos -30 unidades- tiene un valor aproximado de 1,25$. Sólo esos tres rubros suman 4,16$, es decir 0,36$ más que el salario mínimo. Como pueden darse cuenta, ni la cantidad ni la variedad de alimentos son suficientes para alimentar a una familia por pequeña que sea a lo largo de un mes. Además de los alimentos, la familia requiere cancelar gastos de transporte público, vivienda, vestidos, educación, medicinas, entre los más apremiantes. Pero el dinero no alcanza por más esfuerzos que hagamos para estirarlo. Sencillamente nuestro pueblo está pasando hambre; estamos frente a la hambruna más dramática experimentada por alguna nación suramericana en los últimos tiempos. Nuestra gente come de la basura; los niveles de desnutrición son alarmantes. Los bebés están muriendo por hambre y por falta de medicinas; los enfermos crónicos dan gracias a Dios por un nuevo día de vida, cuando saben que sus días están contados porque la dictadura impide que se abra un canal humanitario que les provea los medicamentos para aliviar sus dolencias. Esta dictadura no tiene humanidad ni compasión con sus semejantes, la vida de los venezolanos no tiene ningún valor para el régimen.  

Por si fuera poco, entramos por vez primera en la historia, en el ciclo de la hiperinflación que impide que vivamos con una mínima calidad de vida, no importa si ganamos mucho más que el salario mínimo, porque ese cáncer lo devora todo. El bolívar es una quimera, un mal recuerdo de la Venezuela petrolera que llegó a tener la moneda más fuerte del mundo. En un país petrolero no hay gasolina, el caos reina por doquier y cada día es más difícil realizar las labores del poco trabajo que aún queda. La verdad es que en Venezuela no vivimos, a duras penas sobrevivimos, frente al derroche grotesco e inmoral de una minoría de enchufados que se robó miles de millones de dólares, provocando una miseria pavorosa que empieza a quebrar la dignidad de la gente. El voto en Venezuela vale una bolsa de comida que a duras penas alcanza para un día o, los que tienen más suerte, reciben un bono que probablemente no podrá ser canjeado por alimentos. Mientras más miseria, más poder tiene la revolución. La ciudadanía, aspecto vital para alcanzar el desarrollo de las sociedades democráticas, es algo que carece de valor alguno para los rufianes que nos mal gobiernan.

La patria de Bolívar que se ufanó de libertar a cinco naciones latinoamericanas, hoy es víctima de un régimen oprobioso que secuestró la libertad y el progreso, dilapidando el valor de la democracia como instrumento que diferencia a la civilidad de la barbarie, al progreso de la miseria. Gobiernos libres del mundo, le pedimos que volteen su mirada a nuestra amada patria, que tengan el coraje y la determinación de retribuirle a Venezuela todo lo que hizo para combatir las tiranías y enarbolar la bandera de la libertad. No se olviden que este padecimiento es un virus que puede inocularse en el alma de sus pueblos. ¡Por favor, no nos dejen solos!

Profesor Titular Emeritus de LUZ

miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿Así o más patria?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Ni siquiera en los momentos de gloria de Chávez, el mapa de Venezuela había estado tan rojo como en estos momentos. Nunca antes en toda su historia, la nación había padecido su peor y más oscura tragedia; nunca antes ningún gobierno, como el de Maduro, había desarrollado con tanta perfección su capacidad destructiva contra el país; y, sin embargo, esa minoría gobernante tiene el control absoluto de Venezuela. ¿Por qué hemos llegado a tan deplorable situación? Esa pregunta, al igual que yo, se la hacen millones de venezolanos angustiados y desesperanzados porque vivimos en un país cada día más invivible.

Lo que sí tengo claro es que la tragedia nacional no empezó después del 10 de diciembre; son 19 años consecutivos haciendo el trabajo de destruir al país y a sus instituciones democráticas. Durante ese largo tiempo, son muchos los factores que debemos analizar para tener una visión más objetiva del fenómeno venezolano. Si nos empecinamos en ver sólo algunos aspectos del problema y en tratar de buscar culpables, para esconder los propios errores, entonces, terminaré creyendo que definitivamente nos merecemos a esta mafia que nos mal gobierna.

Es tiempo que la oposición venezolana en general reflexione, rectifique, practique el sentido común y apele al sentimiento de grandeza por el bien de Venezuela. Ya basta de tantas equivocaciones; ya basta que sea el cálculo político y las mezquindades personales y grupales las que orienten la lucha contra la dictadura. Los resultados están a la vista; contra todo pronóstico, hoy el régimen está fortalecido y envalentonado, celebrando una de sus principales victorias como es la división de la oposición, porque su principal logro es la destrucción de Venezuela.

Una oposición racional, inteligente y comprometida con los venezolanos, tiene el deber moral de frenar su irresponsabilidad, inmadurez y el conflicto estéril para demostrar quién dice y tiene la verdad en sus manos. Es momento de hacer un mea culpa, pedirle perdón a este pueblo por sus errores y omisiones, y dejar de endosarle toda la responsabilidad a la sociedad venezolana. La oposición en aras de recuperar la confianza y credibilidad que perdió, e iniciar la construcción de un liderazgo serio, coherente y con capacidad para interpretar con fidelidad los sufrimientos y esperanzas de los venezolanos, es fundamental que se pongan de acuerdo, que drenen sus odios y mezquindades, y que se preparen para enfrentar con verdadera unidad el gigantesco reto que representa la elección presidencial del 2018.

En tal sentido, la oposición debe tener claro varias cosas: a) la elección de la asamblea nacional constituyente marcó el inicio de un nuevo modus operandi electoral en Venezuela; las cosas cambiaron para favorecer siempre a esa parcialidad política, no importa los esfuerzos acometidos por la oposición. Toda elección que se haga con las autoridades, normas y procedimientos vigentes está destinada a otorgarle el triunfo al oficialismo, a pesar que no tengan los votos suficientes para coronar con éxito; en consecuencia, la fuente de la desmotivación y la pérdida del valor del voto son propiciadas por el oficialismo y no por los ciudadanos;  
b) el drama de los venezolanos es tan brutal e inhumano que cualquier otra cosa a la que la oposición le preste atención,  es traición al país. Las cifras económicas y sociales son escalofriantes. En el Zulia, por ejemplo, más de tres millones comen dos o menos veces al día, sin considerar qué tipos de alimentos están consumiendo; a nivel nacional esa cifra sobrepasa los trece millones de habitantes. La mortalidad infantil por desnutrición ha crecido peligrosamente; hoy hay más gente comiendo de la basura y la hiperinflación hace estragos en el presupuesto familiar, convirtiéndonos a todos en más pobres cada día. Mientras tanto la dictadura continúa con un discurso de espaldas a la realidad de los venezolanos. Si la oposición no logra ponerse en los zapatos de los venezolanos y logra la conexión emocional necesaria para rescatar la esperanza y el cambio, entonces, tendremos por mucho más tiempo a un régimen que mal gobierna pero tiene todo el poder en sus manos;
c) los venezolanos están apostando a liderazgos renovados, alejados de la diatriba política que premia el continuismo y el egocentrismo. En circunstancias tan complejas para el país, lo sensato es darles paso a líderes con una mentalidad más amplia y con vocación de sumar voluntades, incluyendo al chavismo disidente que es una realidad como un templo. Aquí nadie tiene ganado un puesto para presidente; ni la cárcel, ni el exilio, ni la experiencia, ni la lucha política, son el pasaporte para la candidatura presidencial. El dilema presidencial se resuelve a través de elecciones primarias, previas a la materialización de acuerdos que garanticen un ambiente de absoluta unidad que promueva el respeto y la altura política entre aliados; un programa mínimo de gobierno con los ajustes necesarios para combatir la pobreza e iniciar las bases de una economía de mercado que amplíe las posibilidades de progreso para todos los sectores de la nación.

Me pregunto, ¿existe otra cosa más importante que rescatar la libertad, las instituciones democráticas y el bienestar de los venezolanos? Con seguridad creo que la prioridad es ésta, y quien se declare opositor pero está pensando en otras cosas diferentes a la prioridad nacional, entonces, sin duda alguna es un aliado, colaboracionista o enchufado de un régimen que no tiene capacidad ni moral para seguir gobernando al país.

Líderes de la oposición, de la MUD o fuera de la MUD, si están verdaderamente comprometidos con el país, hagan lo que tengan que hacer para ganarse la confianza de los venezolanos y reconstruir la unidad vital, en estas circunstancias tan aciagas. Si su interés es seguir descalificándose y destruyéndose entre ustedes, o desviando la atención sobre asuntos de su estricto interés, por favor échense a un lado y dejen que nuevos liderazgos hagan lo que ustedes no quieren hacer por el bien de Venezuela. De lo contrario, nos restregaran en la cara, con el dolor que ello significa, ¿así, o más patria?


Profesor Titular de LUZ