La
administración Biden y Venezuela
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Como nunca antes había
sucedido, las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas despertaron un
inusitado interés entre los venezolanos. Muchos pensaron que el destino de
Venezuela se estaba jugando el 3 de noviembre. Con razón o sin razón, las expectativas
que generó Donald Trump acerca de la liberación de Venezuela de las garras de
la dictadura, generaron actitudes radicales entre los venezolanos que
desembocaron en una polarización similar a la que, por más de 20 años, hemos
vivido en el país. La emocionalidad le ganó la partida a la racionalidad, en un
proceso en el que éramos simples espectadores, con la respectiva frustración
para quienes no vieron alcanzados los objetivos.
Se abre un nuevo episodio
bajo el liderazgo del presidente Biden, quien ha reafirmado el reconocimiento
al presidente interino Juan Guaidó y a la Asamblea Nacional elegida en 2015.
¿Qué podemos esperar los venezolanos de la administración del presidente Biden?
Ante todo, debemos aprender de las experiencias anteriores y mantener un
optimismo prudente y racional frente a la nueva administración, pues, ha
quedado suficientemente claro que los norteamericanos no nos liberarán de la
peor tragedia humana vivida por país alguno en América Latina, Ciertamente,
Estados Unidos ha sido un aliado muy importante que debemos mantener y cuya
influencia en una futura negociación es clave, pero la primerísima
responsabilidad nos corresponde a los venezolanos unidos alrededor de un
propósito común.
Seguramente, el presidente
Biden acometerá cambios en su política hacia Venezuela, pero no será de
inmediato. Primero debe ordenar su casa; hacerle frente a un país polarizado,
dividido y fuertemente impactado por la pandemia y la consecuente crisis económica.
Le corresponde crear las condiciones necesarias para garantizar el éxito de su
gobierno y consolidar la legitimidad que el pueblo norteamericano le otorgó el
3 de noviembre.
Estimo que, por lo menos
durante los primeros 100 días de su gobierno, el presidente Biden no tendrá a
Venezuela dentro de sus prioridades; ese tiempo lo dedicará a aplacar el vendaval
político que afecta a su país. Después podría orientar su política hacia
Venezuela a través de un proceso de
negociación multilateral en búsqueda de elecciones libres que den como
resultado un nuevo gobierno en Venezuela. Dentro del proceso de negociación, la
Unión Europea tendría una participación más activa que hasta el momento y, muy
probablemente, se incorporaría Cuba, junto al Grupo de Lima y, por supuesto,
Estados Unidos, quien tratará de distribuir el protagonismo internacional que en
otrora pretendió concentrar Trump. La cercanía del partido demócrata con la
Unión Europea y la relación directa que mantuvo Biden con Cuba, como
Vice-Presidente de Obama, son aspectos con suficiente peso para pensar en su
incorporación en la futura estrategia liderada por Estados Unidos.
En tal sentido, parece lógico
que Biden apostará por la negociación directa entre el régimen de Maduro y los
factores de oposición, bajo la coordinación de un equipo de facilitadores
internacionales confiables, en vez de la política dura de sanciones implementadas
por Trump. Cabría preguntarnos, entonces, ¿acaso las sanciones fueron inútiles?
Si consideramos exclusivamente el propósito por el que fueron implantadas,
debemos admitir que no cumplieron el objetivo, pues, el régimen de Maduro se
mantiene en el poder y el gobierno de transición tan sólo fue un deseo bien
intencionado. Sin embargo, las sanciones dejaron al descubierto ante el mundo
la naturaleza mafiosa y criminal de la dictadura, acrecentando su
deslegitimidad nacional e internacional.
Es prematuro plantear cuál
es el tratamiento que la administración Biden le dará a las sanciones contra el
régimen madurista; lo que parece ser lógico, es que la negociación traería
consigo la eliminación o flexibilización de las mismas, abriendo espacios para
una futura negociación que resulte atractiva para el régimen y logre el
consenso suficiente entre los negociadores de la oposición. Este proceso
supondría, aunque no les guste a los radicales, ofrecer garantías aceptables a
los principales líderes de la dictadura y preservar la vida política del
chavismo en la competencia electoral.
Lo que pretendo destacar es
que, en esta nueva etapa, los responsables de la destrucción de la República se
sentarán en la mesa de negociaciones junto con la oposición, tratando de
alcanzar un acuerdo que desemboque en elecciones libres, competitivas y un
árbitro electoral absolutamente institucional. Ello implicaría el nombramiento
de un nuevo CNE, revisión y actualización del Registro Electoral, calendario
electoral, legalización de los partidos a quienes les han usurpado su
identidad, liberación de presos políticos y normas que efectivamente garanticen
que las elecciones sean fiel reflejo de la opinión mayoritaria de los
venezolanos.
El proceso de negociación debe
establecer firmemente que la opción electoral no es sólo votar, tal como hasta
ahora lo ha practicado el régimen, sino elegir. Con condiciones
institucionales, estoy convencido que los venezolanos volveremos a confiar en
el poder del voto para lograr los cambios. Sólo espero sabiduría, prudencia y
grandeza por parte de los factores de oposición para ir unidos en este nuevo
escenario, pues, la intervención militar y las salidas mágicas sólo existen en
algunas mentes desubicadas.
Profesor Titular Emérito de la Universidad
del Zulia (Venezuela)