Corrupción
Asesina
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
Cualquiera sea su
naturaleza, la corrupción es un acto inmoral y perverso que merece el repudio
absoluto de la sociedad. Tan culpable es el corrupto como sus cómplices, o
aquellos que lo adulan en la espera de recibir algún beneficio. La corrupción genera
consecuencias negativas en todos los órdenes de la vida del ser humano. A nivel
personal, el corrupto se convierte en un vulgar delincuente de cuello blanco –o
rojo en tiempos de revolución- que debería cargar con el peso de una conciencia
que no lo deja dormir tranquilo, aunque sus acciones manifiesten lo contrario.
En el entorno familiar, la corrupción hace estragos en valores y principios; formando
hombres y mujeres al servicio del crimen y la maldad, que hacen gala de una
riqueza mal habida en la que el corrupto, como diría el Papa Francisco, lleva
pan sucio a la mesa de su familia.
Pero a nivel social, las
consecuencias de la corrupción son mucho más nefastas, porque el daño recae no
en individuos sino en comunidades enteras. Son miles o millones de inocentes
los que deben pagar con sangre, sudor y lágrimas las atrocidades de unos
delincuentes que nos les importa la vida y el bienestar de sus compatriotas.
La corrupción ha sido un mal
endémico de la política venezolana. Con más frecuencia de la que desearíamos,
vemos a políticos que llegan al poder limpios como talón de lavandera y, al poco
tiempo, acumulan fortunas que dejan sin respiración a los ricos que han trabajado
honestamente durante toda su vida para alcanzar esa alta posición social.
En los últimos diecisiete años,
la corrupción ha llegado a límites inimaginables. Todo lo anterior a la V República
es una nimiedad; los corruptos de otrora resultaron niños de pecho al lado de
estos revolucionarios malandros y forajidos. Nunca antes habíamos visto nada
igual. Este clan, que se llama socialista y liberador del pueblo oprimido, se robó
hasta el pedacito de queso que quedó en la mesa; no dejaron nada. Han
administrado la mayor riqueza que ha tenido el país durante toda su existencia
republicana; se calcula que durante la revolución han ingresado a Venezuela un billón
quinientos mil millones de dólares –les confieso que no se escribir tan
gigantesca cantidad- y hoy no tenemos dólares para cubrir las necesidades básicas
de los venezolanos.
Por culpa de la corrupción que
tiene nombre y apellido, revolución chavista-madurista del siglo XXI, nuestro
pueblo atraviesa la peor crisis humanitaria de su historia. Gracias a los
corruptos que desconocen e irrespetan la voluntad soberana de los venezolanos,
se están muriendo niños en nuestros hospitales por falta de medicinas e insumos
que pueda salvarlos del cáncer y de otras enfermedades, destruyendo el futuro
que estos niños representan para la nación.
Por culpa de los corruptos
revolucionarios, los venezolanos estamos pasando hambre, alcanzando niveles de
pobreza muy superiores a los que encontró Chávez en 1999. Muchos venezolanos están
haciendo una comida al día. La gente hace colas interminables, en búsqueda de
alimentos o medicinas que no hay en los anaqueles, o los pocos que se
encuentran tienen precios astronómicos. Nos estamos peleando por un paquete de
harina, por pañales o por cualquier otra cosa que sirva para saciar el hambre o
satisfacer en algo las grandes carencias. Estamos llegando a la canibalización característica
de los más pobres países africanos.
Por culpa de los corruptos
que pretenden atornillarse en el poder, impidiendo la determinación de cambio
de las mayorías, se destruyó la producción nacional; no hay empresas ni empleos
productivos y dignos. La inflación nos devora con una fuerza telúrica. Tenemos el peor desempeño económico de la región.
Hemos retrocedido en más de 70 años cuando la Venezuela rural era diezmada por
la pobreza, las enfermedades y el analfabetismo. Por la corrupción de una elite
perversa perdimos las oportunidades de convertirnos en un país modelo para las
sociedades democráticas.
Gracias a los corruptos
rojos no tenemos educación de calidad. Nuestros niños y jóvenes asisten a
escuelas y liceos que no cuentan con las condiciones mínimas exigidas por el
proceso educativo, con maestros que reciben salarios de miseria, sometidos a la
peor indignidad que puede soportar un profesional de la valía de un educador.
Asimismo, por la saciedad devoradora de los corruptos, nuestras universidades están
a punto de cerrar sus puertas porque el gobierno les niega los recursos para
que los profesores, empleados y obreros devenguemos salarios que se correspondan
con el vital rol que cumplimos en la sociedad. Acabaron con la academia, la investigación
y la extensión de nuestras superiores casas de estudio. Lo que lucía como una
promesa alentadora en la construcción de la sociedad del conocimiento, hoy es
un lamento que trastoca el progreso al que todos tenemos derecho.
Los corruptos del régimen se
robaron los recursos destinados al mejoramiento y optimización de los servicios
públicos. No hay electricidad en un país con una gigantesca riqueza hidroeléctrica;
no tenemos agua, ni buenas carreteras, ni la seguridad que impida que cualquier
malandro nos asalte y, lo que es peor, nos asesine por un celular o por
cualquier otra cosa cuyo precio no se compara con el de nuestra propia
existencia.
Por eso, la corrupción revolucionaria
no sólo es inmoral sino, lo que es peor, es la asesina de Venezuela y de los
venezolanos. A esos corruptos le debemos los infortunios, las desgracias y los
sufrimientos que nos están consumiendo como sociedad.
La explicación es muy
sencilla, no requiere de mayores análisis; a los corruptos que nos roban la
vida, el bienestar y el futuro, los vamos a revocar con la fuerza, la fe y la determinación
de un pueblo que se cansó que unos delincuentes sigan gobernándonos, impidiendo
que seamos por siempre una nación libre, soberana, democrática y con progreso
para todos.
Profesor Titular de LUZ