Una
coalición nacional
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
La complejidad de la crisis
venezolana rebasa el análisis politológico, al tratar de encontrar alternativas
que permitan resolver la tragedia que por más de dos décadas ha vivido el país.
Cuando estamos cerca de alcanzar los objetivos, algo se interpone y se retrasa
una vez más el rescate de la libertad de Venezuela. La lucha contra el régimen
chavista ha estado llena de muchos sinsabores y pocos éxitos que no se han aprovechado
correctamente, en aras de la liberación de nuestra nación.
Los momentos de alegría que,
durante este largo tiempo, hemos sentido los demócratas venezolanos han sido
efímeros, precisamente, porque hemos estado casi siempre a la caza de un evento
fortuito que cambie el panorama, y al no llegar nos invade la frustración y el
desánimo. Sin embargo, con el inicio del 2019 hubo un cambio substancial en la
estrategia para ponerle fin a la usurpación de Maduro. La presidencia interina
de Juan Guaidó, acompañada del
reconocimiento de 60 país, abrió la oportunidad que estábamos esperando. El
escenario internacional se alineó perfectamente a favor de la libertad del país,
bajo el influyente liderazgo de la administración Trump. La presión de países
democráticos y de foros internacionales, las sanciones norteamericanas al
régimen y la multitudinaria participación de la gente que de nuevo salió a la
calle, proyectaban un escenario óptimo para fracturar al régimen y proceder a
un proceso de negociación que abriría las puertas a un gobierno de transición.
Inesperadamente, el 30 de abril de ese mismo año, gracias a la ambición
personal de un dirigente opositor que siempre ha creído representar la mejor
opción para gobernar al país, se perdieron los esfuerzos realizados por Guaidó
y sus aliados. De nuevo la desesperanza y la pérdida de una oportunidad de oro
permitió al régimen mantener el poder a pesar de su debilidad.
El 5 de enero de 2020,
cuando se esperaba que la reelección de Guaidó transcurriera sin mayores
problemas, la oposición hace otra implosión ejecutada, esta vez, por un grupo
de parlamentarios “opositores” financiados por el régimen para dividir a la
Asamblea Nacional y defenestrar a Juan Guaidó. Afortunadamente, este episodio
que deja en evidencia la podredumbre de algunos sectores de la oposición
venezolana, fue superado temporalmente por la gira exitosa que emprendió el
presidente Guaidó por Colombia, Europa y
Estados Unidos. Una gira que propició que el tema venezolano estuviese
nuevamente en la palestra internacional, después de haber permanecido en el
refrigerador durante varios meses.
Frente a este nuevo
escenario, Guaidó ha planteado la propuesta del gobierno nacional de emergencia
para enfrentar la catastrófica situación del país, agravada por el covid-19,
sin que hasta el momento haya despertado interés en la colectividad nacional.
Esta propuesta, como otras tantas, es un conjunto de buenas intenciones que no lograrán
cambiar la dramática situación de Venezuela, sino está acompañada de
decisiones y acciones más contundentes y conectadas con la verdadera realidad política
que nos circunda.
Para agravar el dantesco
panorama nacional, llenando de más confusión e incertidumbre a los venezolanos,
la narcotiranía ha convocado a unas elecciones parlamentarias, violando todas
las normas constitucionales, con el único objetivo de perpetuarse en el poder e
invocar una legitimidad de la que carece, gracias a la participación complaciente de un sector de
la oposición que se dejó seducir por los encantos del alacrán (entiéndase
dinero del régimen), pretendiéndonos convencer que la vía electoral, tal como
le gusta a Maduro, es la única opción para salir de la crisis.
Esta situación nos coloca en
el borde del barranco. Por ahora, parece que no hay salida para solucionar
nuestras desgracias. Lo que sí tenemos claro es que la narcotiranía está haciendo todo cuanto
puede para mantener viva a la revolución, asumiendo los riesgos que ello
pudiera significar y profundizando todavía más la inédita crisis que estamos
padeciendo. Las últimas declaraciones del general Padrino López, en las que
afirma que la oposición jamás llegará al poder mientras existan las fuerzas
armadas que él comanda, ponen en evidencia que las elecciones en Venezuela
sirven exclusivamente para votar con reglas que permitan la perpetuidad del
régimen, jamás para elegir entre diferentes opciones en un ambiente de
reconocimiento y respeto de los competidores, imparcialidad y equipad por parte
del ente electoral y garantías de resultados transparentes que representen la
voluntad soberana de los electores.
Los venezolanos no queremos
votar, deseamos elegir, a través de elecciones libres y justas, una opción de
poder capaz de construir el cambio que anhelamos, que con seguridad no lo
garantiza la narcotiranía de Maduro. Ahora, ¿qué debe hacer la oposición democrática
decente para lograr elecciones libres? Por ahora, creo que se está haciendo
poco, y sí están haciendo más de lo que yo pueda pensar, no vemos la firmeza y
contundencia de esas acciones. El ingrediente esencial de la épica que andamos
buscando los venezolanos es la unidad estratégica, política, de propósitos,
unidad para evaluar las alternativas que permitan el rescate de la libertad y asumir
los riesgos que sean necesarios.
Una coalición que exija condiciones
electorales justas para garantizar la participación democráticas de todos los
actores políticos. Sin esa coalición nacional sólida, responsable y
verdaderamente comprometida con los intereses del país, cualquier propuesta caería
en el vacío porque no está respaldada por el genuino espíritu de lucha de los
venezolanos. Sin unidad, lamentablemente todo cuanto hagamos se perderá;
mientras tanto, la narcotiranía seguirá usurpando el poder hasta que por fin
logremos unirnos como uno solo para vencer la oscuridad en la que está sumida
nuestra amada Venezuela.