miércoles, 20 de diciembre de 2017

¡No nos dejen solos, por favor!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Venezuela está en los ojos de la comunidad internacional. Son muchas las naciones que  realizan esfuerzos para contribuir con la solución de la crisis del país; de verdad, muchas gracias por sus gestiones y diligencias pero, créanme, no son suficientes. La crisis de Venezuela es peor, mucho peor, de lo que transmiten las noticias internacionales y los voceros de la oposición nacional. Hay que vivir puertas adentro la tragedia venezolana para tener una visión exacta de esta crisis de dimensiones colosales.

Este es un problema que debemos resolver los venezolanos, pero con el avasallante agravamiento de la crisis y el cierre de salidas pacíficas y electorales por parte del régimen, la intermediación internacional es imprescindible. Solos no podremos salir de este caos que amenaza con destruir los cimientos de la sociedad venezolana, porque sus instituciones democráticas y la economía ya están en ruinas. El farol de la libertad y la democracia que fue Venezuela para América Latina, lo arrasó una izquierda trasnochada, resentida, corrupta e incapaz que sembró en nuestro suelo el peor experimento ideológico que el continente americano conoció jamás. Esa es también una peligrosa amenaza para la región, por tal razón el caso venezolano debe interesarles a los gobiernos democráticos del mundo sin distracciones de ningún tipo, so pena de sufrir las graves calamidades derivadas de las perversiones de la dictadura chavista-madurista del siglo XXI.

Observamos con interés y beneplácito todo cuanto están realizando naciones, organizaciones y foros internacionales por Venezuela, pero el tiempo de la diplomacia no entiende nuestra premura, ni tampoco las angustias que nos amilanan cada día. A nuestro pueblo se le agotan las fuerzas, la voluntad y la paciencia para seguir esperando por reuniones tardías que no llegan a nada, o por decisiones que no afectan el control político que el régimen mantiene sobre la nación. A pesar del cerco internacional que se cierne sobre la dictadura, proyecta a lo interno mayor control y dominio político, social y económico. Están más envalentonados que nunca y se sienten dueños absolutos de la voluntad de los venezolanos. Definitivamente, estamos frente a un régimen cuya base del poder descansa en el hambre de los venezolanos; la pobreza y la miseria de nuestra gente se constituye en el nutriente de esta revolución, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder para ejecutar su obra maestra, la ruina de una nación que, según todas las estimaciones y pronósticos, era inarruinable.

Naciones demócratas del mundo, ayúdennos a rescatar la libertad y la democracia de nuestro país. No hacerlo sería un fuerte golpe contra la libertad, valor supremo de las sociedades contemporáneas. No esperen mucho tiempo porque podría ser tarde. El régimen violó flagrantemente la Constitución y eliminó la autonomía de las instituciones republicanas para instaurar un modelo absolutamente servil a sus apetencias y caprichos, respaldado por elecciones fraudulentas que han socavado el valor ciudadano del voto como mecanismo de lucha y cambio político. Lograron que una minoría, aborrecida por la inmensa mayoría nacional, detente todo el poder del país, sin restricciones de ninguna índole. Todas sus tropelías son justificadas con leyes, sentencias y decretos fabricados por obscuros personeros que vendieron su dignidad al diablo.

La República hecha añicos, la economía en estado terminal y los venezolanos embargados por la tristeza y la desesperanza, es el cuadro desolador que tiene nuestra patria. Gobiernos libres del mundo, actualmente, el salario mínimo del 80% de los venezolanos –al cambio de hoy 19-12-2017- es de apenas 3,80$ mensuales. Un kilo de carne cuesta 1,25$; un kilo de queso está en 1,66$, y un cartón de huevos -30 unidades- tiene un valor aproximado de 1,25$. Sólo esos tres rubros suman 4,16$, es decir 0,36$ más que el salario mínimo. Como pueden darse cuenta, ni la cantidad ni la variedad de alimentos son suficientes para alimentar a una familia por pequeña que sea a lo largo de un mes. Además de los alimentos, la familia requiere cancelar gastos de transporte público, vivienda, vestidos, educación, medicinas, entre los más apremiantes. Pero el dinero no alcanza por más esfuerzos que hagamos para estirarlo. Sencillamente nuestro pueblo está pasando hambre; estamos frente a la hambruna más dramática experimentada por alguna nación suramericana en los últimos tiempos. Nuestra gente come de la basura; los niveles de desnutrición son alarmantes. Los bebés están muriendo por hambre y por falta de medicinas; los enfermos crónicos dan gracias a Dios por un nuevo día de vida, cuando saben que sus días están contados porque la dictadura impide que se abra un canal humanitario que les provea los medicamentos para aliviar sus dolencias. Esta dictadura no tiene humanidad ni compasión con sus semejantes, la vida de los venezolanos no tiene ningún valor para el régimen.  

Por si fuera poco, entramos por vez primera en la historia, en el ciclo de la hiperinflación que impide que vivamos con una mínima calidad de vida, no importa si ganamos mucho más que el salario mínimo, porque ese cáncer lo devora todo. El bolívar es una quimera, un mal recuerdo de la Venezuela petrolera que llegó a tener la moneda más fuerte del mundo. En un país petrolero no hay gasolina, el caos reina por doquier y cada día es más difícil realizar las labores del poco trabajo que aún queda. La verdad es que en Venezuela no vivimos, a duras penas sobrevivimos, frente al derroche grotesco e inmoral de una minoría de enchufados que se robó miles de millones de dólares, provocando una miseria pavorosa que empieza a quebrar la dignidad de la gente. El voto en Venezuela vale una bolsa de comida que a duras penas alcanza para un día o, los que tienen más suerte, reciben un bono que probablemente no podrá ser canjeado por alimentos. Mientras más miseria, más poder tiene la revolución. La ciudadanía, aspecto vital para alcanzar el desarrollo de las sociedades democráticas, es algo que carece de valor alguno para los rufianes que nos mal gobiernan.

La patria de Bolívar que se ufanó de libertar a cinco naciones latinoamericanas, hoy es víctima de un régimen oprobioso que secuestró la libertad y el progreso, dilapidando el valor de la democracia como instrumento que diferencia a la civilidad de la barbarie, al progreso de la miseria. Gobiernos libres del mundo, le pedimos que volteen su mirada a nuestra amada patria, que tengan el coraje y la determinación de retribuirle a Venezuela todo lo que hizo para combatir las tiranías y enarbolar la bandera de la libertad. No se olviden que este padecimiento es un virus que puede inocularse en el alma de sus pueblos. ¡Por favor, no nos dejen solos!

Profesor Titular Emeritus de LUZ

miércoles, 13 de diciembre de 2017

¿Así o más patria?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Ni siquiera en los momentos de gloria de Chávez, el mapa de Venezuela había estado tan rojo como en estos momentos. Nunca antes en toda su historia, la nación había padecido su peor y más oscura tragedia; nunca antes ningún gobierno, como el de Maduro, había desarrollado con tanta perfección su capacidad destructiva contra el país; y, sin embargo, esa minoría gobernante tiene el control absoluto de Venezuela. ¿Por qué hemos llegado a tan deplorable situación? Esa pregunta, al igual que yo, se la hacen millones de venezolanos angustiados y desesperanzados porque vivimos en un país cada día más invivible.

Lo que sí tengo claro es que la tragedia nacional no empezó después del 10 de diciembre; son 19 años consecutivos haciendo el trabajo de destruir al país y a sus instituciones democráticas. Durante ese largo tiempo, son muchos los factores que debemos analizar para tener una visión más objetiva del fenómeno venezolano. Si nos empecinamos en ver sólo algunos aspectos del problema y en tratar de buscar culpables, para esconder los propios errores, entonces, terminaré creyendo que definitivamente nos merecemos a esta mafia que nos mal gobierna.

Es tiempo que la oposición venezolana en general reflexione, rectifique, practique el sentido común y apele al sentimiento de grandeza por el bien de Venezuela. Ya basta de tantas equivocaciones; ya basta que sea el cálculo político y las mezquindades personales y grupales las que orienten la lucha contra la dictadura. Los resultados están a la vista; contra todo pronóstico, hoy el régimen está fortalecido y envalentonado, celebrando una de sus principales victorias como es la división de la oposición, porque su principal logro es la destrucción de Venezuela.

Una oposición racional, inteligente y comprometida con los venezolanos, tiene el deber moral de frenar su irresponsabilidad, inmadurez y el conflicto estéril para demostrar quién dice y tiene la verdad en sus manos. Es momento de hacer un mea culpa, pedirle perdón a este pueblo por sus errores y omisiones, y dejar de endosarle toda la responsabilidad a la sociedad venezolana. La oposición en aras de recuperar la confianza y credibilidad que perdió, e iniciar la construcción de un liderazgo serio, coherente y con capacidad para interpretar con fidelidad los sufrimientos y esperanzas de los venezolanos, es fundamental que se pongan de acuerdo, que drenen sus odios y mezquindades, y que se preparen para enfrentar con verdadera unidad el gigantesco reto que representa la elección presidencial del 2018.

En tal sentido, la oposición debe tener claro varias cosas: a) la elección de la asamblea nacional constituyente marcó el inicio de un nuevo modus operandi electoral en Venezuela; las cosas cambiaron para favorecer siempre a esa parcialidad política, no importa los esfuerzos acometidos por la oposición. Toda elección que se haga con las autoridades, normas y procedimientos vigentes está destinada a otorgarle el triunfo al oficialismo, a pesar que no tengan los votos suficientes para coronar con éxito; en consecuencia, la fuente de la desmotivación y la pérdida del valor del voto son propiciadas por el oficialismo y no por los ciudadanos;  
b) el drama de los venezolanos es tan brutal e inhumano que cualquier otra cosa a la que la oposición le preste atención,  es traición al país. Las cifras económicas y sociales son escalofriantes. En el Zulia, por ejemplo, más de tres millones comen dos o menos veces al día, sin considerar qué tipos de alimentos están consumiendo; a nivel nacional esa cifra sobrepasa los trece millones de habitantes. La mortalidad infantil por desnutrición ha crecido peligrosamente; hoy hay más gente comiendo de la basura y la hiperinflación hace estragos en el presupuesto familiar, convirtiéndonos a todos en más pobres cada día. Mientras tanto la dictadura continúa con un discurso de espaldas a la realidad de los venezolanos. Si la oposición no logra ponerse en los zapatos de los venezolanos y logra la conexión emocional necesaria para rescatar la esperanza y el cambio, entonces, tendremos por mucho más tiempo a un régimen que mal gobierna pero tiene todo el poder en sus manos;
c) los venezolanos están apostando a liderazgos renovados, alejados de la diatriba política que premia el continuismo y el egocentrismo. En circunstancias tan complejas para el país, lo sensato es darles paso a líderes con una mentalidad más amplia y con vocación de sumar voluntades, incluyendo al chavismo disidente que es una realidad como un templo. Aquí nadie tiene ganado un puesto para presidente; ni la cárcel, ni el exilio, ni la experiencia, ni la lucha política, son el pasaporte para la candidatura presidencial. El dilema presidencial se resuelve a través de elecciones primarias, previas a la materialización de acuerdos que garanticen un ambiente de absoluta unidad que promueva el respeto y la altura política entre aliados; un programa mínimo de gobierno con los ajustes necesarios para combatir la pobreza e iniciar las bases de una economía de mercado que amplíe las posibilidades de progreso para todos los sectores de la nación.

Me pregunto, ¿existe otra cosa más importante que rescatar la libertad, las instituciones democráticas y el bienestar de los venezolanos? Con seguridad creo que la prioridad es ésta, y quien se declare opositor pero está pensando en otras cosas diferentes a la prioridad nacional, entonces, sin duda alguna es un aliado, colaboracionista o enchufado de un régimen que no tiene capacidad ni moral para seguir gobernando al país.

Líderes de la oposición, de la MUD o fuera de la MUD, si están verdaderamente comprometidos con el país, hagan lo que tengan que hacer para ganarse la confianza de los venezolanos y reconstruir la unidad vital, en estas circunstancias tan aciagas. Si su interés es seguir descalificándose y destruyéndose entre ustedes, o desviando la atención sobre asuntos de su estricto interés, por favor échense a un lado y dejen que nuevos liderazgos hagan lo que ustedes no quieren hacer por el bien de Venezuela. De lo contrario, nos restregaran en la cara, con el dolor que ello significa, ¿así, o más patria?


Profesor Titular de LUZ

jueves, 30 de noviembre de 2017

La procesión va por dentro

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Las rivalidades en el bloque opositor, específicamente dentro la MUD, son un libro abierto; todos las conocen y hablan de ellas; los dirigentes más conspicuos de la oposición se ofenden y se desacreditan entre sí, sin ningún tipo de tapujos. Pareciera que lo normal es la conflictividad y desacuerdos en la MUD, porque las lunas de miel resultan muy cortas, aunque hayan generado resultados auspiciosos.

Lo que pareciera un secreto bien guardado, hasta hace un tiempo atrás, son los conflictos que se suscitan dentro del chavismo. Lo que proyectan como la unidad monolítica del PSUV, sustentada en el legado del comandante, es más cuento que realidad; porque la verdad, las diferentes facciones del oficialismo desenfundaron los machetes para defender sus parcelas de poder, frente a la hecatombe que vive el país producto de su incapacidad y corrupción.

Los hijos de Chávez, aquellos a los que el comandante controlaba sus locuras, dicho por el propio Diosdado, están en serios problemas por el tema de la elección presidencial. Esta situación empieza a acarrearles conflictos que amenazan la unidad de la que tanto alardean. Maduro, a pesar de su incapacidad descomunal para gobernar, le ha tomado gusto al poder y piensa hacer lo que sea para seguir liderando el partido y reelegirse como presidente. Por lo pronto, está quitando del camino a quienes dentro de la casa lo subestiman y pretenden boicotear sus planes. Ya no es un figurón de segunda categoría que obedece ciegamente las instrucciones de los más radicales del proceso. Poco a poco ha ido construyendo su propio espacio de la mano de sus militares aliados.

Los recientes cambios gubernamentales responden a esa estrategia. Se apropió definitivamente de lo que queda de PDVSA, porque la gallina de los huevos de oro está totalmente destruida,  destituyendo y encarcelando al ministro de energía y al presidente de PDVSA; sacó del juego a Rafael Ramírez, otrora zar de PDVSA. De igual manera, tomo como suya la iniciativa de la asamblea constituyente y puso a jugar duro a Delsy Eloína, una de sus más leales funcionarias. Para las elecciones del 15 de octubre, escogió como candidatos a sus amigos incondicionales, entre los que destacan Héctor Rodríguez y Víctor Clark; por otra parte, colocó en el ministerio de información al inefable Jorge Rodríguez, estratega estrella del oficialismo en los últimos tiempos.

Nicolás Maduro está confeccionando su tablero de ajedrez, que empieza a proyectar las verdaderas intenciones con el anuncio de Tarek El Aissami sobre su reelección para el 2018.  En su mente calculadora y cínica, el juego está cuadrado para ganar y seguir gobernando al país, sin pensar que el destino puede darle un duro revés a las aspiraciones de poder que caminan de espaldas de la dura realidad del pueblo venezolano.
Maduro está aceitando su maquinaria y estrategia para extender por más tiempo este proceso político que destruyó nuestra patria; para ello cuenta con una cúpula militar que se ha enriquecido grotescamente durante su mandato; con instituciones serviles que violan flagrantemente la constitución y la leyes de la República; con gobernadores que buscan sus beneficios personales a costa del sufrimiento de la gente; con dirigentes que tiemblan de miedo sólo de pensar en lo que les espera ante la justicia cuando rescatemos la libertad e institucionalidad. Con todo eso cuenta Maduro, pero se le olvidan cosas como el rechazo inmenso y categórico de millones de venezolanos sumergidos en el hambre y la miseria por su culpa; se le olvida el colapso de la economía que nos ha convertido en uno de los países más pobres de la tierra; se le olvida que, a pesar de sus recientes victorias electorales, más del 70% quiere que se vaya del poder para reconstruir un país en ruinas con fe y esperanza en un futuro mejor; por último, se olvida a Maduro que dentro de su propia casa ronda el fantasma de la traición y la avaricia que no se quedará de brazos cruzados viendo como ejecuta su perverso plan.

Ojalá los dirigentes de todos los sectores de la nación y la sociedad civil, podamos ver en su justa dimensión las extraordinarias oportunidades de iniciar el camino del cambio que tanto necesitamos; eso sólo podrá lograrse con unidad e inclusión nacional, inteligencia para actuar correctamente, emoción para contagiar a los venezolanos en momentos de desesperanza, patriotismo para luchar por la grandeza de la patria y lucha sin descanso para no rendirnos nunca.  

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El pueblo caminante

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En las sociedades postmodernistas, el hábito de caminar se ha convertido en una cultura muy arraigada en la población, con resultados positivos tanto para la salud integral como para la belleza humana. Dicen los expertos que caminar frecuentemente y con cierta disciplina, aumenta la esperanza de vida, permitiendo llegar a la vejez en excelentes condiciones físicas y mentales.

En nuestro país, caminar con propósitos de salud es un deporte practicado por una minoría, porque la mayoría no camina sino que deambula por las calles de nuestras ciudades para tratar de sobrevivir al drama de cada día.

La gente camina porque no existe un eficiente servicio de transporte público. Hemos retrocedido enormemente; cualquier cosa que ande es usada como transporte, mientras tanto la gente languidece por caminar largos trechos para llegar a su trabajo o para realizar cualquier trámite normal.

La gente camina para buscar alimentos cada vez más caros y más escasos. Camina porque debe recorrer varios abastos y supermercados en búsqueda de lo poco que su miserable salario le permite comprar. Los ancianos caminan adoloridos y cansados para cobrar las pensiones en bancos que no tienen efectivo; eso los obliga a caminar al otro día porque lo que les pagó el banco ni siquiera les alcanza para pagar los pasajes; otros tantos caminan para pernoctar en las afueras de las entidades bancarias a riesgo de que cualquier cosa les suceda durante las noches dominadas por el hampa.

La gente camina para encontrar los pocos medicamentos que venden las farmacias, aunque más de las veces deben volver caminando a sus casas porque los precios son tan exorbitantes que pueden morir no por su dolencia, sino por la indignación que produce que para el régimen la vida humana no tiene valor alguno. La gente se muere porque no tiene medicamentos o por falta de atención médica.

La gente en nuestro país deambula por las calles para tratar de mitigar sus angustias y dolores; deambula para tratar de buscar una respuesta que pueda explicar la locura que estamos viviendo como país; deambula para buscar en la basura las sobras que otros botaron; deambula para morder su rabia contra quienes nos quitaron las esperanzas y los sueños a los que tenemos derecho como seres humanos dignos.

Este pueblo caminante está viviendo la peor crisis que nunca antes habíamos vivido; una crisis demoledora, profunda e inédita, cuya solución requiere del esfuerzo colectivo porque el modelo rentístico que nos “salvó” en otras oportunidades está en etapa agónica, para no decir que murió desde hace rato.

Hace falta reciedumbre, inteligencia, dignidad y unidad para que este pueblo deje de deambular y transite por el camino que nos lleve a un porvenir mejor; eso sí, diferente al que tuvimos y al que tenemos, porque la Venezuela que perdimos no volverá más nunca. Ojalá esta crisis nos enseñe a ser mejores venezolanos y ciudadanos.


Profesor Titular de LUZ

miércoles, 1 de noviembre de 2017

El verdadero rostro de la dictadura

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

A trocha y mocha, la dictadura madurista se empodera con el arrebato de la gobernación del Zulia, ganada holgadamente por Juan Pablo Guanipa. Atrás quedó el desconocimiento de la Asamblea Nacional y la elección inconstitucional de la constituyente. La dictadura toma fuerza y se hace presente en el Zulia, usando al Consejo Legislativo para usurpar la voluntad soberana de la mayoría de los zulianos. Definitivamente, a la dictadura ya no le importa cuidar las formas, no tiene escrúpulos porque decidió que, frente al profundo rechazo popular, la única forma de mantenerse en el poder es torciendo la expresión y voluntad libérrima de los venezolanos.

Ese es el duro rostro de la dictadura madurista. A finales del 2015, el régimen se apoyó en un TSJ ilegal con poderes absolutos para sacar del camino a quienes se interpusieran en sus planes; impidió que la oposición controlara a la Asamblea Nacional a través de la mayoría absoluta, sacando del juego a tres de sus diputados; posteriormente, desconoció su constitucionalidad, despojándola de sus atribuciones para asumirlas a plenitud. De esta manera, la oposición no pudo ejercer el mandato popular del 6 de diciembre de 2015.

Posteriormente, en el 2016, cerrada la opción electoral a través del referéndum revocatorio con la anuencia del CNE y el TSJ, el régimen se apoyó básicamente en las fuerzas armadas para reprimir las fuertes protestas escenificadas en el país por espacio de cuatro meses. En esta oportunidad, la dictadura le mostró a propios y extraños sus feroces dientes; nunca antes los venezolanos habíamos sido víctimas de una represión tan brutal que dejó un saldo lamentable de 120 muertes inocentes.

Con el control absoluto de las instituciones y la cúpula militar, hacía falta consolidar el tema electoral para legitimar lo que no podía ser legitimado popularmente. Es así como se convoca en el primer trimestre 2017, una asamblea nacional constituyente a imagen y semejanza del régimen, obteniendo una votación histórica de más de 8 millones de votos, que ni el propio Chávez pudo alcanzar en sus momentos de gloria. El 30 de julio fue la oportunidad de oro para ensayar un mecanismo más sofisticado que permitiese abultar los votos oficialistas, independientemente de la voluntad soberana de los electores.

La sofisticación electoral se comprobó el pasado 15 de octubre cuando, contra todo pronóstico, la dictadura se alzó con el 80% de las gobernaciones del país. Lo que vimos en esos comicios fue la consolidación de un fraude sistémico antes, durante las elecciones y después del proceso, con la complicidad absoluta del CNE y del Plan República. De ahora en adelante, la dictadura demostró que, a diferencia de los más concienzudos análisis, puede ganar elecciones sin necesidad de obtener la mayoría de los votos para cantar la victoria.

A esos factores se les suman otros que el régimen ha tejido con habilidad y persistencia a lo largo de más de 18 años; nos referimos al control del hambre y la pobreza que crecen vertiginosamente. Para nadie es un secreto que los regímenes dictatoriales tienen una especial capacidad para dominar, en tiempos de crisis, a sus conciudadanos más vulnerables, pues, el control del poder político y las estructuras gubernamentales les permite jugar con los sufrimientos de la gente. En los tiempos de bonanza económica, disfrutados a plenitud por Hugo Chávez, el mecanismo de control político fueron las misiones, especialmente, orientadas al segmento más leal a la revolución, como son los pobres. Sin embargo, había tanto dinero en la calle que, además de las misiones, existían otros medios –lícitos e ilícitos- para tratar de sobrevivir sin las penurias que engendra la miseria.

En la medida que la crisis económica se hizo insoportable, el régimen hace más efectivo su poder controlando el hambre y la pobreza de millones de venezolanos. A tal efecto, la dictadura implantó dos programas sociales como instancia para preservar el poder a costa de la tragedia humana de los venezolanos. Nos referimos al carnet de la patria y a las cajas CLAP, mecanismos insustituibles para acceder a los beneficios, cada vez más menguados pero imprescindibles, otorgados por el régimen. En pocas palabras, la degradación a la que nos somete la dictadura es tan perversa que ya el voto no cuesta una beca, un contrato o el empleo en una oficina pública; hoy, el voto en Venezuela vale una caja de comida, que a duras penas alcanza una semana para una familia de cuatro miembros, o lo que es peor, vale la esperanza ingenua o el engaño deliberado de acceder a beneficios sociales que no llegan, a través del carnet de la patria.

La dictadura madurista está proyectando su rostro más perverso, inmoral e inhumano; pretende mantenerse en el poder, no sólo a través de un fraude sistémico continuado, sino a través del control del hambre y la pobreza de los ciudadanos. Frente a este desolador escenario, sino actuamos con inteligencia, unidad y compromiso con el país, tendremos por mucho tiempo una dictadura cuya maldad y falta de escrúpulos se acrecientan con el pasar de los días.

Si gran parte del país, y especialmente la clase dirigente de oposición, está consciente de la maldad que engendra la dictadura, ¿qué estamos esperando para actuar en consecuencia? ¿Qué más tendría que pasar en Venezuela para que la oposición deje de equivocarse y, de una buena vez, asuma con responsabilidad sus errores, invitándonos a todos a hacer causa común por el presente y el futuro del país?

No me cansaré de afirmar que nuestra dirigencia política no termina de inscribirse en el plano de la unidad que construye y sea referencia para luchar por la grandeza de Venezuela, dejando a un lado los intereses particulares de las diferentes facciones partidistas. Tampoco me cansaré de afirmar que nuestros políticos carecen de la pedagogía suficiente para convertirse en voceros responsables y creíbles, en los que confiamos convencidos que juntos podemos hacer grandes cosas, apartando el engaño y el inmediatismo que tanto daño nos ha traído. Es tiempo de replantearnos la lucha por el rescate de Venezuela, conscientes que el juego de la dictadura todavía no termina, pues, cuenta con un escenario político que le es favorable en estos momentos, sin considerar las sorpresas que deben estarse fraguando en las catacumbas de la asamblea constituyente acerca de la legalización del modelo político instaurado hace más de 18 años. Ciertamente, la crisis económica y el escenario internacional son elementos desfavorables para la perpetuidad del régimen, pero éstos no tienen un efecto automático en la solución de la encrucijada venezolana. Hace falta que todos rememos hacia una misma dirección -sin chantajes, malcriadeces y estupideces- que no es otra que el rescate de la libertad, la democracia y el progreso de todos los venezolanos. El dilema al que nos enfrentamos es democracia o dictadura, dominación o libertad, progreso o pobreza. Decidamos cuanto antes cuál es el camino por el queremos transitar de ahora en adelante.


Profesor Titular de LUZ

miércoles, 25 de octubre de 2017

¡Insólito!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Me había prometido no echarle más leña al fuego con el tema de la unidad de la oposición, dejándoles ese trabajo a los guerreros del Twitter, pero el insólito curso de los últimos acontecimientos me obligan a expresar algunas ideas sobre tan polémico y complejo asunto. La oposición venezolano bregó durante mucho tiempo hasta lograr dinamitar su bien más preciado, como es la unidad. Aunque valdría la pena preguntarse, ¿acaso hubo alguna vez unidad política, estratégica y de largo alcance entre la dirigencia opositora, o lo que prevaleció más bien fue una unidad coyuntural y electoral, impregnada del cálculo político?

Resulta difícil comprender las divisiones y contradicciones que gravitan alrededor de la oposición venezolana, precisamente, en circunstancias tan desfavorables para el gobierno. Por un lado, Maduro proyecta su mayor incapacidad para resolver los problemas del país y, por otro lado, la profunda crisis nos sumerge en una miseria espantosa. Y todavía con tan nefastas consecuencias, el régimen logró uno de sus principales objetivos, pulverizar a la oposición a través de un enfrentamiento irracional entre las diferentes facciones que integran la Mesa de la Unidad.

El 23 de octubre de 2017 debemos recordarlo como la fecha en la que la unidad de la oposición, tal como había funcionado hasta ahora, desapareció para dar paso a nuevos episodios cuyo desenlace aún desconocemos. Lo cierto es que, de ahora en adelante, se instaura una fase más dura y larga en la lucha por el rescate de la libertad y la reinstitucionalización democrática de Venezuela. La dictadura, en cambio, muestra orgullosa sus logros políticos, mientras que la inmensa mayoría de los venezolanos entran en una nueva fase de confusión y frustración, acompañada por un sentimiento de desconfianza e incredulidad en el estamento político de la nación. Por esta vía nos acercamos aceleradamente a la antipolítica, actitud que facilitó el ascenso de Chávez al poder en 1998.

La juramentación de los cuatro gobernadores de Acción Democrática, ante la ANC, puede considerarse como el punto de quiebre de la oposición democrática. Existen razones de sobras para justificar la presencia o no ante la constituyente ilegítima y espuria; que cada quien asuma su responsabilidad ante la historia, pero lo que me parece aborrecible y totalmente absurdo es la división frontal y definitiva de la oposición en un asunto que pudo tener un mejor final. La actitud correcta era que los gobernadores actuasen en bloque, tal como lo señaló reiteradamente Juan Pablo Guanipa, para proyectar una visión de unidad y fortaleza moral frente al jolgorio del régimen por una victoria electoral amañada que no refleja la voluntad libre y soberana de la mayoría de los venezolanos. Lo correcto era mantenerse en unidad frente a las arbitrariedades, abusos y vejámenes de un régimen dictatorial que logró que algunos sectores de la oposición legitimaran lo que el pueblo había repudiado desde hace tiempo.

Como defensor ferviente de la unidad, hago votos para que la oposición venezolana vuelva al cauce y se coloque a la altura de su responsabilidad y compromiso con la patria; convencido estoy que sin la unidad, la inteligencia, el desprendimiento y el patriotismo de los partidos democráticos, nos costará mucho más armar una estrategia que haga posible el cambio del rumbo político de la nación, con el apoyo y la comprensión de las mayorías nacionales. Para ello, hace falta asumir con gallardía los errores cometidos e iniciar un proceso de pedagogía y madurez políticas que responsablemente tracen el camino para la solución de la crisis, dando a conocer las dificultades y obstáculos para alcanzar el objetivo; sólo así los venezolanos sentiremos que los políticos nos están hablando con la verdad y podremos sumarnos con mayor compromiso para liberar a Venezuela de esta dictadura incapaz, corrupta e inmoral.

La oposición debe acometer un proceso de autocrítica sincera y racional para renovar la confianza de sus conciudadanos y reconstruir, de esa manera, una conexión emocional fuerte y duradera con todos los sectores de la vida nacional. Asimismo, la oposición debe mantener una comunicación transparente y permanente con el pueblo venezolano, sin esconder nada por miedo de ser atacada u odiada. Lo que se hace a escondidas, siempre sale a la luz pública con las terribles consecuencias que generan la burla y el engaño al pueblo. En esta nueva etapa de la oposición, en la que debería privar la sensatez y el bienestar colectivo, es necesario sepultar las descalificaciones internas que provienen de lenguas envenenadas por la impulsividad y la falta de sindéresis de algunos dirigentes. Es momento oportuno para colocar un freno a tantos disparates e inconsecuencias que aumentan el desánimo y frustración de la gente; es hora que nuestros políticos actúen conforme a lo que pregonan en sus discursos y empiecen a ser más serios y coherentes. 

Es la hora de defender los supremos intereses de los venezolanos y dejar a un lado los cálculos políticos  y las carantoñas con el  régimen con la idea de garantizarse ciertos beneficios y prebendas. Es hora, carajo, que los políticos se pongan los pantalones largos y reconozcan al verdadero enemigo de los venezolanos, porque estoy seguro que, en estos momentos, el culpable de nuestras desgracias está bailando una salsa caraqueña, al ver el triste espectáculo que ofrece una oposición dividida y sin rumbo.

Es insólito, inaudito e increíble que la oposición esté cavando su propia tumba, en vez de aprovechar con inteligencia las oportunidades generadas por la incapacidad de un régimen reconocido como dictadura por gran parte de las naciones civilizadas; en vez de hacerle frente a los abusos y trampas orquestadas el 15-O, como continuidad del 30-J, están insultándose tan soezmente que con dificultad podrán recoger esas palabras en un futuro inmediato.

Este triste espectáculo de la oposición nos desmotiva a quienes confiamos en la madurez y desprendimiento de los políticos, convencido que son ellos parte fundamental de esta lucha. Pero ahora, ¿qué va a pasar? Con tristeza percibo, muy a pesar de mis deseos, el empoderamiento ilegítimo, abusivo y autoritario de Maduro, acompañado del peligroso y explosivo empeoramiento de la crisis nacional. Frente a esta tragedia, observáremos ciudadanos desencantados que no encuentran razones válidas para votar, que no confían más en los políticos, que decidirán marcharse del país o que se cruzarán de brazos movidos por una anomia que puede terminar de enterrar los valores democráticos que todavía tenemos.

Ojalá políticos, ciudadanos y organizaciones sociales podamos entender la inmensidad de esta tragedia que destruye el presente y secuestra el futuro de la nación, para que asumamos con valentía y firmeza el compromiso de liberar a nuestra patria de esta plaga que en mala hora llegó al poder. Si no entendemos la gravedad del asunto, entonces, diremos con llanto desgarrador, ¡Grande Maduro, contra todo pronóstico lograste el propósito de destruir a Venezuela y a los venezolanos!

Profesor Titular de LUZ  

jueves, 19 de octubre de 2017

Adiós Chávez, ¡bienvenido Maduro!

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Por arte de magia y contra todo pronóstico, Nicolás Maduro se convirtió en el porta-aviones político más importante del país. Ni siquiera Chávez, en sus momentos de gloria, fue capaz de realizar semejantes prodigios. Nicolás es un caso digno de ser analizado porque, a pesar de ser el culpable de la más espantosa crisis que los venezolanos hayamos vivido, obtuvo el 30 de julio la más alta votación del Psuv desde su creación. Dos meses y medio después, con una merma de 3 millones de votos, su partido gana 18 de las 23 gobernaciones del país. La palabra para calificar esa proeza es la huracán electoral; sin duda, el fenómeno político más impactante de los últimos sesenta años de la política venezolana.

Con los resultados de las últimas elecciones, Maduro hace su entrada triunfal a la política venezolana, dejando atrás el legado e influencia del otrora líder de la revolución bolivariana. Chávez jamás pudo obtener los 10 millones que tanto deseó en cada una de las elecciones en las que participó; Maduro estuvo cerquita de esa aspiración revolucionaria. Cuando el país estaba en mejores condiciones económicas, el oficialismo obtuvo 15 gobernaciones; con esta crisis espantosa, Maduro se alza con 18 gobernaciones. ¿Cuáles son las razones para alcanzar tan épicas victorias electorales?

Tratemos de encontrar una explicación lógica a este realismo mágico en el que nos sucumbió Nicolás Maduro. El comportamiento electoral plantea que la situación económica de los electores influye en su decisión de voto, máxime si el desempeño de la economía es imputable al gobierno. En términos más simples, si los electores perciben que la situación económica del país es buena y personalmente les está yendo bien, con bastante probabilidad la mayoría vota a favor del gobierno y de sus candidatos; si, por el contrario, la economía registra, como es el caso de Venezuela, la inflación más alta del planeta, escasez de comida y medicinas, hambre y pobreza, empleos miserables, entonces, la lógica electoral apunta que la mayoría de los electores vota para castigar al gobierno, como culpable de sus desgracias. Esta razón pareciera no ser la causa del caudal de votos que recibió el Psuv en las dos últimas elecciones, habida cuenta que Venezuela se perfila como la economía con el peor desempeño en el mundo.

Otra variable a considerar es la esperanza. Los electores votan por candidatos que garanticen mejores expectativas de vida sustentadas en un cambio para mejorar. A tal efecto, las encuestas de Consultores 21 revelan que siete de cada diez venezolanos consideran que el gobierno de Maduro no es capaz de producir los cambios que quieren para Venezuela; asimismo, sólo el 18% de los venezolanos califica positivamente su gestión. Es decir que el 80% de los venezolanos piensa que el gobierno de Maduro es tan malo que no es posible alcanzar un cambio para mejorar la crisis de la nación. Con estas cifras, resulta ingenuo creer que los venezolanos votan masivamente a favor de su verdugo.

¿Cuál es la razón del milagro electoral madurista? Tendremos que analizar los factores que gravitan alrededor del proceso estrictamente electoral, ya que las razones ya evaluadas le son francamente desfavorables al régimen. Por todos es conocida la afinidad y parcialidad del CNE con el oficialismo; otros más osados afirman que esa relación es absoluta subordinación a Miraflores. Desde hace bastante tiempo el CNE viene preparando el terreno electoral, consciente que cualquier elección, en condiciones normales y equitativas, son desfavorable al oficialismo. La tarea para evitar el descalabro electoral empezó cuando el CNE impidió el año pasado la activación y realización del RR, cerrando la salida electoral a la crisis nacional. Después, vino la etapa de protestas, con el trágico desenlace de más de 120 asesinados por las fuerzas represivas del régimen, que culminó con la elección de la constituyente. Estos eventos generaron un sentimiento de frustración y desánimo en los opositores al no producirse la salida de Maduro. En este escenario de desolación colectiva y conflictividad interna entre la MUD, el CNE convoca elecciones regionales con un atraso de diez meses.

Sorprendidos de la participación de la oposición en esas elecciones, el CNE inicia una nueva etapa en la delincuencia electoral venezolana: a) no se permitió la sustitución de los candidatos que habían perdido en las elecciones primarias de la MUD, anulándose los votos obtenidos por esos candidatos; b) se reubicaron centros electorales de manera inconsulta e inoportuna, violando el derecho de los electores a ejercer el voto. Sólo en el estado Miranda, las reubicaciones afectaron a más de 200 mil electores, un millón en el territorio nacional. De manera escandalosa, el CNE reubicó centros hasta la noche del viernes 13 de octubre, a escasas 48 horas del proceso comicial; c) otro exabrupto –o delito electoral- fue el saboteo grosero en la acreditación de los testigos de la oposición. En muchos centros electorales, militantes del Psuv fungieron como testigos de los partidos de la oposición, con la anuencia del CNE. El día de las elecciones, el Psuv en combinación con el Plan República, impidió en muchos centros la presencia de los testigos durante horas o a lo largo del proceso, con lo cual resultó imposible defender los votos e impedir que “electores ausentes” votasen por los candidatos oficialistas. El día D fue exitoso para Maduro y sus candidatos con la anuencia del árbitro y los militares.

A partir del 30 de julio, el régimen implementó una estrategia quirúrgica para rebanar la mayor cantidad de votos a la oposición, con resultados extraordinarios, y sin ningún tipo de escrúpulos. La estrategia es el fraude sistémico que no puede probarse al cotejar las actas con el voto electrónico, pues, la trampa se dio desde el mismo momento de la convocatoria a las elecciones. A esto se le agrega la disminución significativa de la participación electoral favorable al oficialismo. En el caso del Zulia, el 15-O participó el 55% del padrón electoral en contra del 72% que votó en el 2015, con una diferencia de 17% menos. Los resultados de ambas elecciones están a la vista.

Con este escenario, ¿qué deberíamos hacer? Sin pretender establecer el ABC estratégico para la oposición, me atrevo a dar algunas sugerencias: 1) rescatar el valor del voto como mecanismo de lucha política para alcanzar la libertad y la reinstitucionalización democrática de la República; los demócratas no tenemos una mejor opción; b) superar las culpas y complejos de la derrota, a fin que la dirigencia democrática se esfuerce en el ejercicio de la unidad plena, deslastrada de intereses y visiones particulares; de lo contrario, se profundizará la radicalización de la oposición entre abstencionistas y participacionistas. El voto es un derecho ciudadano y no una gracia del régimen; 3) mayor involucramiento ciudadano en la organización electoral, pues, los partidos no son los únicos responsables de esta tarea; 4) cuidar y consolidar el interés internacional sobre la crisis venezolana; 5) implementar una visión proactiva y de defensa permanente frente a los abusos y atropellos del régimen; y, 6) sacudirnos el polvo de las sandalias y continuar con esta lucha compleja porque lo contrario significa entregarle el país a una minoría de delincuentes e inmorales.

Profesor Titular de LUZ

miércoles, 11 de octubre de 2017

A pesar de las dificultades, votar es la opción

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La situación del país es dura e inaguantable; millones de venezolanos están viviendo en pobreza crítica o están pasando mucho trabajo para lograr sobrevivir. La crisis venezolana es un hecho que no tiene justificación alguna, sólo es culpa de una minoría gobernante que se dio a la tarea de arruinar a un país inarruinable. El régimen tiene la extraordinaria capacidad de destruir todo lo que toca, sin posibilidad de enmendar los errores cometidos.
El país entero conoce y padece las dramáticas consecuencias de esta crisis que se metió en todos los rincones de la sociedad venezolana; sabemos además quién es el culpable de la debacle del país. Atrás quedaron las opiniones que eximían a Chávez de toda responsabilidad porque sus ministros no le hacían caso. Tampoco ha servido de mucho el gasto dispendioso en propaganda y publicidad del régimen para culpar a la guerra económica de las locuras y disparates de Nicolás Maduro. Aquí casi todo el mundo está clarito de lo que está sucediendo en Venezuela y, entonces, ¿por qué seguimos abrigando dudas sobre lo que somos capaces de hacer cuando decidimos actuar unidos y con inteligencia?,  ¿por qué seguimos endosándole al gobierno y a sus cómplices regionales una fuerza que ya perdieron?, ¿cuál es la razón para seguir negándonos las posibilidades ciertas de transitar por el cambio que aspiramos? Esas interrogantes aún están presentes en muchos venezolanos, a pesar de saber quién es el adversario y cómo podemos debilitarlo.

Uno de los mecanismos que permiten fortalecernos y consolidar la lucha para la construcción de un destino favorable para todos, es el voto; un instrumento democrático del que todavía algunos tienen dudas y hasta recelos. Resulta difícil entender que, después de más de 18 años de la tragedia revolucionaria, ciertos sectores opositores estén debatiéndose entre la idea de votar o no, expresando opiniones baladíes para justificar la abstención. No encuentro pretexto alguno para estimular la abstención, a excepción de lo ocurrido con el bodrio inconstitucional de la constituyente madurista. Lo demás es buscarle las cinco patas al gato, aduciendo razones que terminan por beneficiar precisamente al culpable del desmadre del país.

A pesar de lo mucho que se ha hablado en los últimos días, imaginemos por un momento que el régimen gane la mayoría de las gobernaciones porque los electores de la oposición no salieron a votar. ¿Qué pasaría a partir del 16 de octubre? Pues bien, el régimen tendría razones para afirmar que la cacareada mayoría de la oposición es una mentira más, con lo cual se fortalecería convencido que cuenta con apoyo suficiente para profundizar este modelo político hambreador y corrupto. En tal sentido, por la inconsecuencia de los opositores abstencionistas se agravarían los problemas del país, hundiéndonos cada día en la miseria revolucionaria. Con semejante escenario, Maduro tomaría oxígeno y alargaría su desastrosa estadía en Miraflores. Por otra parte, la comunidad internacional tendría razones para dudar sobre la legitimidad de la lucha democrática, debilitándose la percepción de que Maduro es el verdadero culpable de los sufrimientos de los venezolanos. En definitiva, todo lo que hemos ganado en estos últimos años, lo perderíamos en un solo día gracias a la incomprensible actitud de unos venezolanos que deseando un cambio, siguen amarrados a la sombra de un presente que asesina nuestro futuro.

Ahora imaginemos que sea la oposición la que obtenga la mayoría de las gobernaciones, escenario absolutamente posible si la participación electoral es superior al 60%. En ese caso, confirmaríamos que somos la nueva mayoría nacional obtenida desde las parlamentarias del 2015. Se debilitaría el régimen, no importa si deciden instaurar el guión de siempre: saboteo, persecución y criminalización de los nuevos gobernadores. Si el régimen asume ese comportamiento, les irá peor porque ya no habría duda alguna de su vocación autoritaria y del modelo dictatorial que están implantando en Venezuela. La debilidad pretenderían esconderla con represión, típico de los gobiernos que están de despedida. Asimismo, se crearían condiciones más favorables y equitativas para la oposición en un proceso de negociación con el régimen, en la búsqueda de una salida política y pacífica que nos encamine a una transición y a un nuevo gobierno en un tiempo más perentorio. Por si fuera poco, los ojos de la comunidad internacional se volcarían con más fuerza y determinación sobre el caso venezolano, a fin de continuar colaborando con la solución de esta pavorosa crisis. Pero, además, tendríamos la inmensa dicha de disfrutar la victoria de la democracia sobre la tiranía y eso, apreciados lectores, no tiene valor acompañada con un rico dulce de lechosa.

Esos son los dos escenarios posibles después del 15 de octubre. Si decidimos que, a pesar de las dificultades, votar es la opción, entonces, estaremos frente a un escenario auspicioso que nos llenará de fuerzas y tendremos muchas más razones para seguir luchando por el país que queremos, convencidos que la razón nos asiste y estamos haciendo lo correcto para alcanzar la meta que anhela el 80% del país; si, por el contrario, decidimos quedarnos de brazos cruzados, esperando que otros decidan por nosotros, en la búsqueda incesante de encontrar pretextos para no votar, entonces, el adversario que deseamos combatir se fortalecerá y, en ese escenario favorable para el régimen, la lucha por el cambio será mucho más traumática y la llegada de un mejor porvenir para los venezolanos sería a largo plazo.

Tenemos la decisión en nuestras manos; sólo de nosotros depende lo que queremos para Venezuela en los próximos tiempos. De mi parte, estoy convencido que la mejor opción es ir a votar por los candidatos de la Unidad Democrática porque de esa manera estaremos contribuyendo significativamente con el supremo interés de rescatar la libertad, la democracia, el progreso y la decencia de los venezolanos. Por eso, ¡yo si voy a votar!

Profesor Titular de LUZ  

jueves, 5 de octubre de 2017

Destruyeron al Zulia

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La fachada de la sede del PSUV en Maracaibo, está adornada con un pensamiento de Hugo Chávez que reza: “que el Zulia sea lo que siempre ha debido ser”. Ese lema fue difundido en el 2012 con motivo de las elecciones regionales en las que salió electo Arias Cárdenas como gobernador del Zulia. Después de cinco años de esa elección, sigo sin entender la verdadera intención de esa frase, porque el Zulia está en ruinas; o, podemos pensar más bien que el Zulia que ellos quieren es precisamente este caos en el que lo ha convertido la revolución.

Cuando observamos con tristeza e indignación el estado de postración y calamidad en el que estamos viviendo los zulianos, llegamos a la conclusión que definitivamente la prioridad de Maduro y de Arias ha sido la destrucción del Zulia. Las estadísticas oficiales y los resultados de encuestas nos ofrecen suficiente información como para admitir que esa apreciación es rigurosamente cierta.

El último estudio de opinión pública de Efraín Rincón y Asociados, con una muestra de 950 casos, distribuidos proporcionalmente en el Corredor Electoral del Estado Zulia –Maracaibo, San Francisco, Cabimas, Lagunillas y Mara, respectivamente- cuyo trabajo de campo se culminó el 27 de septiembre de 2017, proyecta el sentimiento de la mayoría de los zulianos en torno al Zulia que aspiramos tener; a tal efecto, el 68.1% de los entrevistados reportó que el “Zulia que quiere tener Arias Cárdenas no se parece al Zulia que ellos quieren tener”, lo cual denota la mayoritaria aspiración de cambio de los zulianos.

De igual manera, el referido estudio de campo arroja cifras que ponen al descubierto el drama del hambre y la pobreza en el Estado; el 60% de los zulianos come dos o menos veces al día, esto es, más de 2.500.000 zulianos están pasando hambre, bajo la mira insensible del gobierno nacional y la complicidad del gobernador zuliano. El drama del hambre está presente a lo largo y ancho de la geografía zuliana; es padecida por chavistas, opositores e independiente y está haciendo estragos en los estratos más vulnerables de la sociedad, especialmente, en los niños y ancianos. Los pobres, que en otrora apostaron por la redención prometida por la revolución, se sienten defraudados por quienes se burlaron de sus necesidades y aspiraciones y pretenden, con el mayor descaro, pedir de nuevo su voto para profundizar la ruina del Zulia.

No faltará quien diga que esos datos son manipulados por encuestadores de oficio, pero es que la destrucción del Zulia es tan abrumadora que ni siquiera las estadísticas oficiales pueden maquillarla. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), recogidas por el Boletín Estadístico del Zulia 2017 del Instituto Gerencia y Estrategia del Zulia (IGEZ), desde el 2002 hasta el 2015, el número de patrones y empleadores zulianos descendió de 62.815 a 32.322 empresas, lo cual implica una disminución del 48,54%, en contraposición al descenso del 20,12% a nivel nacional. El Zulia es campeón nacional en la destrucción de empresas productivas, gracias a un perverso proceso de expropiaciones y asaltos a la empresa privada por parte de la revolución chavista-madurista.

En materia de pobreza el Zulia, gracias a los buenos auspicios de la revolución, también proyecta un promedio superior al nacional; los zulianos somos más pobres que muchos estados de la República, a pesar de las extraordinarias potencialidades que tenemos en todas las áreas de la economía. De igual manera, el Zulia exhibe una tasa de desocupación oficial de 9,5%, en contra del 6,7% del promedio nacional. La tasa de empleo informal que en el país, según el boletín ya citado, es de 41,2%, en el Zulia ésta en el orden del 53%. En otras palabras, más de la mitad de los zulianos labora en actividades informales, sin el disfrute de la seguridad social y de salarios dignos que garanticen una vida digna, tal como lo consagra la Constitución Nacional. La informalidad es una tentación poderosísima para cometer ilícitos que se transforman en corrupción, bachaqueo y más desigualdad social.

Todos estos logros son obra de la revolución y de un gobierno regional que se jacta en decir que “gracias a Maduro el Zulia es la potencia de Venezuela”. Frente a tanta mentira y manipulación, a veces es mejor reír para no llorar, porque con estos gobiernos lo único que tenemos seguro es más pobreza, más hambre y la completa destrucción de nuestro Estado Zulia.

Otro dato que evidencia la pérdida brutal de la conexión emocional de la revolución con los pobres, es el cambio de la intención de voto en los sectores populares. En la encuesta de Efraín Rincón y Asociados, al cruzar el número de comidas diarias que hacen los zulianos con la intención de voto para la gobernación, descubrimos que la intención de voto por Guanipa se mantiene prácticamente estable entre los electores que comen tres (63%), dos (61,4%) y una o menos veces al día (65,9%); por el contrario, la intención de voto por Arias desciende en la medida que se reducen las comidas diarias de los entrevistados, de tal manera que la menor intención de voto (11,4%) se ubica precisamente entre quienes están pasando más hambre. Ello nos permite inferir que los zulianos que están sufriendo las nefastas consecuencias del hambre, saben exactamente de quién es la culpa de sus desgracias y, por tal razón, prefieren votar por el cambio que representa Guanipa.

Los zulianos tenemos derecho a soñar con el Zulia grande que queremos. Pero necesitamos que esos sueños se transformen en fuerza y voluntad para desterrar los problemas que nos aquejan y castigar a los culpables de nuestras desgracias como sociedad. Quedarnos impávidos esperando que quienes destruyen al Zulia vuelvan a ganar, es la peor traición que podemos hacernos a nosotros mismo. Votar por el cambio no va a significar la solución a los problemas que nos agobian pero, con seguridad, será un esfuerzo importante para fortalecer la lucha contra los enemigos del Zulia. Todo cuanto hagamos para debilitar a esta corrupción incapaz y corrupta, incluyendo nuestro voto por el cambio este 15 de octubre, es un acto heroico que nos los agradecerán quienes sufren los martirios heredados por este régimen.

Vamos a votar convencidos que estamos actuando correctamente porque la lucha por el cambio es garantía para derrotar a los que destruyen sin piedad al Zulia.

Profesor Titular de LUZ  

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Degradación revolucionaria

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Se entiende por degradación, entre otras definiciones, “la disminución de la dignidad del ser humano o de la categoría moral de una cosa”. En tal sentido, la degradación se asocia con pérdida, envilecimiento, ignominia y con falta de honor, elementos presentes en una sociedad con altos niveles de pobreza moral y material. Una sociedad degradada es presa fácil de la dominación de una élite política cuyo único propósito es perpetuarse en el poder, a costa de las desgracias y humillaciones de los ciudadanos.

La precariedad y la más espantosa pobreza que la revolución chavista-madurista ha provocado en Venezuela, es un caldo de cultivo para que la corrupción y otros ilícitos pasen a formar parte de la cotidianidad de los venezolanos, convirtiéndose muchas veces en el único mecanismo para mitigar la miseria que deambula en todos los rincones de la nación.

La corrupción es un legado criminal de esta revolución. Destruyeron el país, convirtiéndonos en una de las naciones más pobres del mundo, comparada con Haití o con cualquier pobre país africano. Una minoría de forajidos orquestó el mayor saqueo propinado al fisco nacional; se llenaron sus bolsillos a costa del hambre de millones de venezolanos; y, peor aún, crearon un sistema de impunidad y complicidad que permeó todos los estratos sociales, promoviendo el afloramiento de las maneras más impensables de corrupción que podamos tener idea.

Sin duda, el combate de la corrupción y el restablecimiento de la moral y de los valores ciudadanos, se constituyen en uno de los retos más complejos de la Venezuela que está por venir. Hoy día, la corrupción sirve tanto para que los dirigentes de la revolución amasen gigantescas fortunas, como para que un funcionario medio se redondee su mísero salario y pueda llevar la comida a su casa, o para quienes sumidos en la pobreza desean escapar de tanta miseria aún ofendiendo su propia dignidad.

Esta revolución es una fábrica de pobreza, hambre y corrupción. Han distorsionado todo lo que nos rodea, inclusive aquellas cosas que eran normales en nuestras vidas. Sin ánimo a equivocarme, en la Venezuela de hoy todo es un negocio, un chanchullo. Pocas cosas son las que hacen por la vía legal o formal. El cuanto hay pa eso se ha transformado en la frase vital de los venezolanos.

La degradación de la sociedad genera más pobreza, más corrupción, más criminalidad, menos valores y más dificultades para cambiar lo que nos impide acceder al progreso con oportunidades para todos. Son muchos los ejemplos que nos llenan de profunda tristeza o de inmensa indignación. Los más altos jerarcas políticos y militares del Zulia, han hecho un extraordinario negocio con el contrabando de la gasolina, comportamiento que ha sido imitado por habitantes que viven en los municipios fronterizos, incluyendo a Maracaibo. En los municipios del Sur del Lago, por ejemplo, gran parte de la población está dedicada a la venta ilegal de combustible; cobran por una pimpina de 20 litros la bicoca de Bs. 100.000; es decir, compran el litro a Bs. 1 y lo venden a Bs. 5.000 cada uno, bajo la mirada cómplice de las autoridades. Con este jugoso negocio, los productores, empresarios y comerciantes de la zona no encuentran mano de obra disponible, pues, los salarios que pagan no pueden competir con semejantes ingresos producto de la venta del combustible.

El cultivo y el procesamiento de la cocaína en territorio colombiano, es otra fuente de empleo para los venezolanos que, corriendo toda suerte de riesgos, atraviesan la frontera para trabajar en esas labores, generándoles suficiente dinero como para sufragar sus gastos básicos y hasta sus gustos y caprichos; y, algunos más osados, inician una vida criminal alistándose en el negocio del narcotráfico, con la posibilidad de caer abatidos por el sicariato que opera en este tipo de “negocios”.

Otro aspecto que degrada la dignidad humana es la prostitución juvenil. Jovencitas, casi niñas, viajan a Cúcuta y a otras ciudades colombianas para vender su cuerpo, a cambio de algunos pesos que les permita sobrevivir en su país. Jóvenes que dejan sus estudios y oficios para dedicarse a la prostitución, con el temor de contraer enfermedades o perder su vida, a cambio de mitigar la miseria en la que esta revolución las confinó.

La degradación a la que este régimen nos somete cada día, podemos verla en los hermanos que se alimentan de lo que encuentran en la basura; en los niños que mueren por desnutrición severa, acompañados del dolor de sus madres al no poder alimentarlos y evitar su muerte. La pobreza es amarga y tiene cara de humillación e injusticias. La encuesta ENCOVI, correspondiente a diciembre de 2016, reporta el brutal crecimiento de la pobreza en Venezuela; en tan sólo tres años, la pobreza pasó de 48% a 82%, mientras que la pobreza extrema se ubica en 52%; tan sólo el 18% de los hogares venezolanos no son pobres. Pero hay datos más dramáticos. Para finales del 2016, el 46% de los venezolanos reportó que hacen dos o menos comidas al día, lo cual representa que 13.800.000 venezolanos se están alimentando mal; como consecuencia de ello, el 75% de la población general perdió, en promedio, entre 8,5 y 9 kilógramos durante el 2016.

La encuesta nacional de Consultores 21, correspondiente al pasado mes de junio, proyecta que el 88% de los entrevistados manifestó que conoce a alguien –familiar, vecino o amigo- que está pasando hambre. El problema de la pobreza y el hambre tienden a agravarse peligrosamente, frente a una inflación desbocada en la que el régimen perdió totalmente la batalla. Según, el Cendas el costo de la Canasta Básica Familiar para el mes de agosto fue de Bs. 2.938.277,19, arrojando un incremento de Bs. 895.185,20 (43,8%) en comparación con el mes de julio. Ello significa que una familia de cinco personas necesita Bs. 97.942,57 diarios para cubrir el costo de la Canasta Básica Familiar.

La revolución chavista-madurista nos ha degradado a niveles inimaginables. El hambre y  la pobreza son sus más importantes logros, acompañados del flagelo de la corrupción que amenaza con destruir completamente las reservas morales de la nación, convirtiéndonos en personas sin fuerzas ni voluntad para luchar contra quienes se empeñan en empobrecernos física y moralmente.

Este régimen hambreador y corrupto que tiene más de 18 años en el poder, no saldrá nunca si tomamos la decisión de cruzarnos de brazos y no votar el 15 de octubre y las veces que haga falta. Es probable que con las elecciones regionales el régimen se mantenga por un tiempo más pero, con seguridad, mi conciencia estará en paz porque con mi voto estoy contribuyendo con la lucha por un cambio que nos permita vencer los males que degradan la dignidad de los venezolanos. ¡Contra el hambre y la pobreza que provoca el régimen y su cómplice del Zulia, yo sí voto!

Profesor Titular de LUZ