Asesinos del futuro
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
“La más importante batalla por la libertad de nuestros días se da en
las calles de Venezuela y tiene rostro juvenil. Tarde o temprano, triunfarán”
Mario Vargas Llosa
La vida es un don maravilloso que proviene de la
gracia de Dios y un derecho fundamental consagrado por las Constituciones de
las naciones civilizadas y democráticas del mundo. Nadie por poderoso que sea,
tiene la facultad de violar ese sagrado derecho. Lo contrario es sembrar la
cultura de la muerte como expresión evidente de la degradación ética,
espiritual y moral de la sociedad.
En Venezuela desde hace bastante tiempo los valores se
invirtieron, dando paso al odio, la división y el resentimiento social que han
desembocado en una espiral de violencia que está llegando a situaciones
inimaginables. La vida en nuestro país poco vale, no sólo para el hampa que asesina
a mansalva a cientos de venezolanos cada fin de semana, sino para el régimen
que desprecia la vida de quienes nos oponemos a esta revolución farsante y
corrupta autorizando, a través de la resolución 8.610, el uso de las armas de
fuego para reprimir manifestaciones pacíficas, trayendo como resultado el
asesinato de jóvenes inocentes como es el caso de Kluiberth Roa, estudiante
tachirense de apenas 14 años, que recibió un disparo en la cabeza por parte de
un efectivo de la Policía Nacional Bolivariana, aunado a otras muertes
acaecidas recientemente en Caracas y Mérida bajo circunstancias muy
sospechosas.
Cuando un régimen basa su permanencia en el poder, ufanándose
en la represión, la persecución, la criminalización de la disidencia, la cárcel
arbitraria de líderes democráticos, como Leopoldo López, Antonio Ledezma,
Daniel Ceballos y otros tantos, y en el asesinato de jóvenes cuyo delito es
protestar por razones legítimas, estamos presenciado el fin del ropaje
democrático con el que en algún momento se vistió el régimen, para dar paso a
un sistema dictatorial que no tiene respeto alguno por la vida ni por los
derechos constitucionales de sus compatriotas. Cuando el régimen hace uso
ilegal de la violencia y la coerción, las cosas empiezan a podrirse en su
interior y, en esa etapa, cualquier cosa puede suceder porque no existe ni el
espíritu democrático ni la reserva moral que provee de legitimidad y respeto
hacia un gobierno.
Los pueblos pueden soportar muchas traiciones y
errores de sus gobernantes, pero la violación del derecho supremo de la vida
mediante asesinatos atroces, es algo que difícilmente se borra de la mente de
los pueblos, clamando tarde o temprano por la justicia que permita cerrar tan
profundas heridas. Pero, además, los derechos humanos es un tema que cobra
mayor fuerza y vigencia en el mundo contemporáneo; existen múltiples instancias
que abogan por su respeto y por el castigo de aquellos que usando el poder
perpetraron diversos delitos que jamás prescriben.
De manera, pues, que el vil asesinato de Kluiberth, que
en paz descanse, no sólo nos horroriza en nuestra condición de padres que
anhelamos para nuestros hijos una larga vida, acompañada de condiciones materiales
y espirituales propicias para su desarrollo y formación como seres humanos
íntegros, sino que enciende las alarmas de los ciudadanos de un país asediado por un
régimen que además de su probada incapacidad para gobernar, utiliza la justicia
para defender sus intereses y abusos, aunque ello signifique asesinar el futuro
del país, reflejado en el rostro de esperanza y perseverancia de jóvenes que
luchan incansablemente por un país verdaderamente libre, con justicia y
oportunidades de progreso para todos. Un país donde todos nos sintamos respetados
y representados; un país donde su gobierno y la sociedad caminen unidos para
defender por encima de cualquier circunstancia la cultura de la vida en contra
de la muerte y la violencia.
Decía el ex presidente Herrera Campíns, famoso por sus
refranes populares, que la política es como una ruleta de circo, unas veces
estamos arriba y otras veces estamos abajo; por eso, los conspicuos dirigentes
del régimen deben estar conscientes que ellos también son padres y que, dentro
de un escenario de violencia y odio como la que ellos pregonan, sus hijos
también pueden ser víctimas de una muerte absolutamente injustificable.
Presidente Maduro, haga realidad sus deseos de paz, democracia
y respeto para todos los venezolanos, porque existen muchos testimonios donde
la historia jamás ha perdonado a los gobernantes que, por sus apetencias
personales y su deseos de poder, se convirtieron en dictadores y verdugos de sus
pueblos. Recuerde, además, que “obras son amores y no buenas razones”.
Profesor Titular de LUZ