¿Diálogo
o cambio de Gobierno?
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
La gravedad de la crisis
nacional demanda respuestas efectivas y urgentes. No hay tiempo que perder
porque estamos muy cerca de una crisis
humanitaria de incalculables consecuencias. La paciencia está llegando a los
límites y el pueblo ya no acepta más pretextos ideológicos que pretendan
esconder la terrible responsabilidad del régimen. Es hora de actuar sin más dilaciones.
En una sociedad civilizada y
democrática, el diálogo y la concertación son elementos esenciales del juego
político. Pero ese diálogo debe ser responsable, transparente y bajo el más
absoluto respeto y reconocimiento del adversario. Exigir un diálogo para seguir
haciendo lo mismo, sin voluntad alguna de rectificación, no tiene sentido. En
ese escenario, el diálogo sólo es un mecanismo para ganar tiempo y retardar
hasta donde más se pueda la salida del régimen; en esas circunstancias quien
sale perdiendo es el país que sigue hundiéndose bajo la tozudez de un gobierno
cuyo único interés es mantenerse en el poder sin importarle las calamidades del
pueblo.
Convocar un diálogo para
profundizar los errores que nos han llevado a la ruina, no cuenta con el
respaldo de los venezolanos. Dialogar para esconder la nueva realidad política de
Venezuela es un contrasentido. Dialogar para evitar lo inevitable, es una
maniobra que sólo le interesa a una cúpula que tiene muchísimo que perder en
los nuevos tiempos por venir.
Sinceramente, estoy
convencido que el régimen ni quiere ni cree en el diálogo, porque ellos
perdieron la vocación democrática y la capacidad de unir a la nación en la construcción
de un nuevo modelo que permita levantar a Venezuela de las ruinas provocadas
por la revolución. Quienes se ufanan en desconocer la voluntad popular,
haciendo uso de triquiñuelas legalistas para menoscabar la autonomía soberana
de la Asamblea Nacional, no pueden generarnos confianza alguna. Quienes insisten
en aplicar el Plan de la Patria y culpar a terceros de los errores que nos han
hecho más pobres y miserables, no piensan rectificar ni comprometerse a cambiar
lo que no sirve. Siguen aferrados al recuerdo de un legado que destruyó las
enormes posibilidades de progreso de los venezolanos. Siguen pensando en el
pasado, defendiendo sus intereses y parcelas de poder para continuar con el festín
de Baltazar, con el más grotesco saqueo de nuestra historia. Siguen aferrados a
un modelo incapaz, inmoral, corrupto y sectario. Piden diálogo para esconder la
gigantesca podredumbre de un régimen que amenaza con destruir absolutamente
todo de lo poco que aún queda en pie.
Frente a tanta
incompetencia, los venezolanos nos negamos a ser engañados de nuevo; nos
negamos a convalidar una mentira que traerá más sufrimientos y hará más difícil
la recuperación de la institucionalidad democrática, la economía y los valores
de una sociedad libre, con justicia social y progreso para todos. Queremos
soluciones urgentes y de fondo que permitan aliviar la pesada carga que
llevamos sobre nuestros hombros.
Las experiencias recientes
nos han enseñado que para este régimen el diálogo es una trampa caza bobos; es
un mea culpa hipócrita y oportunista. Quienes se han burlado del pueblo
haciendo uso blasfemo del Cristo Crucificado, no tienen derecho a nuevas
oportunidades. Su tiempo se les agoto y deben echarse a un lado para permitir
que otros venezolanos conduzcan al país y lo lleven a puerto seguro.
No van a cambiar, no va a
rectificar, no van a mejorar, por eso millones de venezolanos de buena voluntad
exigen un cambio de gobierno. Nicolás Maduro no tiene nada nuevo que decir y
hacer por los venezolanos. Está comprobada su incapacidad e inmadurez para
gobernar la nación. Ahora el camino que le corresponde transitar a los factores
democráticos es evaluar cuál de los mecanismos constitucionales es el más idóneo
para sortear exitosamente esta difícil y compleja coyuntura, e iniciar una
estrategia de opinión pública que prepare a los venezolanos a una transición lo
menos traumática posible, fortalecida por la legitimidad popular y por la total
disposición de contribuir con la elección de un nuevo gobierno cuyo único compromiso
sea la paz, la felicidad, la unión y el progreso de todos los venezolanos, sin
las oprobiosas exclusiones a la que hemos sido sometidos por espacio de 17 años.
La democracia, entre sus
virtudes, nos provee de mecanismos para cambiar gobiernos que no sirven,
gobiernos que estafaron la buena fe de los ciudadanos colocándolos en
condiciones de absoluta precariedad. Por eso, este nefasto régimen que llegó al
poder gracias a la democracia, se debe ir democrática y constitucionalmente
para evitar a toda costa perder a nuestra querida y amada Venezuela. ¡Cómo no
quieres cambiar, los venezolanos te vamos a cambiar!
Profesor Titular de LUZ