miércoles, 15 de enero de 2020


Solos no podemos

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En las últimas alocuciones del presidente (e) Juan Guaidó, le escuché decir “solos no podemos”, haciendo referencia que, los 100 diputados que conforman la Asamblea Nacional legítima y constitucional, no pueden lograr solos el cambio político y económico que anhelamos los venezolanos. Una frase que ilustra perfectamente el drama venezolano.
Ciertamente, solos no pueden lograr la hazaña de la libertad de Venezuela. Desde estas líneas, reconozco el trabajo, la entrega y la dignidad de la legítima Asamblea Nacional y de numerosas voluntades de la sociedad civil que día a día sin desfallecer día acontinúan la lucha para hacer posible el fin de la usurpación del régimen de Nicolás Maduro. Vaya para ustedes mi respeto y admiración; sin duda, la historia valorará su infatigable labor por el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela. Han escrito ustedes páginas gloriosas de nuestra historia.

Lamentablemente el arrojo de dignidad y valentía que han demostrado no son suficientes para vencer a la dictadura. Esa es una tarea de todos los venezolanos y, aun así, todavía resulta cuesta arriba iniciar el tránsito definitivo hacia la transición política. El régimen incapaz e ilegítimo, tiene suficientes recursos para continuar la pelea. Durante casi dos décadas, el chavismo se preparó para perpetuarse en el poder. Logró tejer un tinglado de corrupción institucional, militar y política, apoyado en la incalculable riqueza petrolera del país, que le permitió quebrar la dignidad de actores nacionales que son importantes para librar con éxito la pesadilla que nos atrapa dolorosamente, como es el caso de la fuerza armada y el poder judicial, entre otros.

Amparado en la corrupción y en la más perversa inmoralidad, el jefe supremo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías, planificó milimétricamente la entrega del país a factores internacionales que representan la peor desgracia de la humanidad. Se doblegó ante el comunismo castrista permitiéndole el control directo sobre áreas reservadas a la seguridad nacional; plagió el modelo cubano hasta convertir a Venezuela en la nación más miserable del continente americano; el comunismo de Chávez y Maduro, bajo la tutela de Fidel y Raúl Castro, se encargó de destruir una economía que lucía indestructible a los ojos del mundo.

Insatisfecho con semejante proeza, exigió la beligerancia de la guerrilla colombiana, financiando su proyecto de muerte a través del narcotráfico y convirtiéndola en uno de sus más importantes socios políticos y económicos, al entregarle el control y la explotación de recursos naturales del país, como el oro, el coltán y otros minerales estratégicos. La sociedad con la guerrilla es tan poderosa que el “glorioso ejército de la patria” se repliega frente a su presencia avasallante.

En la búsqueda insaciable de mantener el control absoluto del poder, el régimen encontró en el narcotráfico internacional la vía expedita para enriquecer a conspicuos personeros de la revolución, incluyendo al alto mando militar, ministros, empresarios y a los boliburgueses, convertida en la nueva oligarquía revolucionaria criolla. En Venezuela, a diferencia de otras naciones latinoamericanas, el Estado no es aliado del narcotráfico porque es en sí mismo un narco-estado. Los capos en Venezuela son los que gobiernan y poseen las armas, ellos son los que dan las órdenes a los carteles.

Por si fuera poco, el régimen criminal venezolano alcanzó su clímax al estrechar lazos de lealtad y profunda hermandad con el terrorismo internacional; los grupos terroristas islámicos tienen puerta franca en Venezuela; están haciendo vida activa en regiones del país, ayudando al régimen económica e ideológicamente. Esos grupos terroristas que han puesto a temblar la seguridad de USA y del mundo occidental, son parte esencial de la dictadura chavista-madurista. Están entre nosotros y todavía el mundo no termina de creer esta realidad.

No les bastó con corromper y destruir a la fuerza armada, sino que también crearon grupos civiles armados financiados por la revolución, denominados colectivos, encargados de asesinar, amedrentar y amenazar a la oposición y a los ciudadanos que osan hacer valer sus derechos constitucionales en las calles del país.

Lo aceptemos o no, debemos admitir que el régimen tiene las armas de la República, cuenta con el auxilio de potencias interesadas en arrebatarnos las riquezas que aún poseemos; además, tienen mucho dinero producto de veinte años del saqueo más descomunal que ha sufrido Venezuela a lo largo de su historia. A pesar de las sanciones internacionales, el régimen tiene dinero para sobrevivir, enlodar dignidades y doblegar voluntades. Han logrado mantener el poder, aunque ello se traduzca en la destrucción del país y en la más denigrante pobreza de los venezolanos.

Entonces, apreciados lectores, ¿los 100 diputados patriotas junto al pueblo venezolano pueden aniquilar la peor plaga política que se ha enquistado en suelo latinoamericano? Yo pienso que solos no podemos. Y, en consecuencia, planteó mi utopía para aniquilar al régimen y el daño colateral que ha generado en Venezuela y en Latan. Es necesario, obligante, vital y fundamental que el mundo democrático y civilizado vuelque de una vez por todas sus ojos sobre Venezuela, no sólo para “salvar” a los venezolanos, sino para impedir que esta plaga comunista-terrorista-narcotraficante y criminal se propague peligrosamente sobre el continente. Tomen decisiones inteligentes y acciones contundentes para defender la libertad y la democracia del continente, después podría ser tarde. ¡Solos no podemos!

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)

jueves, 9 de enero de 2020


Una nueva oportunidad
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

La política venezolana no termina de sorprendernos. Si no fuese por la dolorosa tragedia que estamos viviendo los venezolanos, podríamos admitir que nuestra realidad política es una caricatura. Nuestra nación se ha convertido en terreno fértil para que lo insólito germine frondosamente. El régimen con el cinismo que lo caracteriza hace cualquier cosa, por burda que parezca, para mantenerse en el poder; mientras que la oposición se debate entre la ingenuidad de los demócratas y la traición de los cobardes que vendieron su dignidad al régimen a cambio de verdes muy apetecidos.

Tal como lo habíamos imaginado, el pasado 5 de enero no fue un día más en Venezuela. Fueron muchos los acontecimientos en un solo día. En las primeras horas de la mañana, se proyectó la percepción que la dictadura había logrado su propósito con un golpe de estado a la Asamblea Nacional, eligiendo fraudulentamente una directiva sin quorum ni votos e impidiendo el ingreso al presidente Juan Guaidó al recinto legislativo. En esas horas, mientras el canal de televisión oficial transmitía la juramentación de la directiva “CLAP”, a las afueras del palacio federal se escenificaba una guerra campal entre los cuerpos de seguridad del régimen y la mayoría de los diputados de oposición que forcejeaban para entrar a la Asamblea Nacional.

En horas de la tarde, el panorama cambió al ver que Guaidó acompañado de 100 diputados logró instalar la sesión en el auditorio del diario El Nacional, para proceder a elección constitucional de la nueva directiva del parlamento, reeligiéndolo como presidente de la AN, siendo ratificado además como Presidente (E) de Venezuela.

Sin duda, el 5 de enero nos deja varias lecturas y análisis. En primer lugar, seguimos subestimando al régimen. A partir del 30 de julio de 2017, con la elección de la írrita Asamblea Nacional Constituyente, nos advirtieron que son capaces de hacer todo y más para mantener el poder; ya no les importan siquiera cuidar las formalidades. El régimen demostró que a pesar de las sanciones internacionales y su ilegitimidad de origen y de desempeño, logró mantener el control político, territorial y político del país. No darán tregua hasta alcanzar la destrucción del país y de la oposición democrática para instaurar una dictadura de largo aliento. Eso no lo podemos olvidar nunca.

En segundo lugar, quedó en evidencia la ingenuidad de la oposición al no prever un plan B para contraatacar las arbitrariedades del régimen y, al propio tiempo, no descubrir oportunamente la traición de diputados que horas antes se habían reunido con el presidente Guaidó.   

No obstante, en tercer lugar, creo que el balance resultó positivo para la oposición. Sin duda, el régimen fracasó al intentar socavar la institucionalidad de la Asamblea Nacional y usurpar la legitimidad de la que carece. Por otra parte, la oposición se deslastró de un grupo de parlamentarios aliados con el régimen para obstaculizar la liberación del país. Con seguridad son menos diputados opositores, pero los 100 que quedaron han dado pruebas de lealtad y compromiso con la causa de la libertad de la nación. Asimismo, la unidad útil y necesaria se fortaleció al incorporar a grupos minoritarios, como el 16J, que se sentían excluidos por el G4. Es un buen momento para demostrar que la inteligencia y la racionalidad de la oposición se imponen sobre los caprichos e intereses particulares que impiden el advenimiento del cambio.

En definitiva, el 5 de enero abrió una nueva oportunidad para que la oposición reinicie el camino de la libertad de Venezuela; se reivindique con los venezolanos, al admitir los errores cometidos y plantear con absoluta seriedad y viabilidad una estrategia que nos permita realizar elecciones libres para acabar con esta tragedia que ya lleva muchos años de martirio para los venezolanos.

En esta nueva oportunidad, Juan Guaidó, como la principal referencia política de la oposición, debe evitar la impulsividad y el cortoplacismo que producen episodios épicos como los vividos días atrás. No hay tiempo para generar falsas expectativas que no puedan materializarse; no hay cabida para más desesperanza y frustración colectivas. La emoción que ha despertado la actitud valiente y patriótica de Guaidó, Juan Pablo Guanipa y los 98 diputados restantes, debe administrarse con sensatez y humildad para no botar un juego que por ahora lo estamos ganando.

La comunidad internacional, que ha reaccionado contundentemente contra la dictadura de Maduro, exige unidad y coherencia a la oposición venezolana. No podemos pedirles a los aliados internacionales lo que domésticamente no estamos en capacidad de dar. En la medida que los más de 56 gobiernos que reconocen la presidencia interina de Juan Guaidó, aprecien inteligencia, madurez política y desprendimiento por parte de la oposición, mayor será la justificación de sus decisiones y acciones para contribuir con la reinstitucionalización y el progreso de Venezuela.

Desde estas líneas, con profunda humildad, les pido por favor que no perdamos de nuevo esta gran oportunidad para alcanzar los objetivos que no pudimos lograr en el 2019. Veamos el 5 de enero como el inicio de una etapa para continuar con la lucha para librar a Venezuela de la oscuridad, acompañada  con estrategia, unidad y presencia mayoritaria del pueblo venezolano. La opción es lograr la libertad de nuestra amada nación, no tenemos otra opción.

Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)