Los militares o la piedra en el
camino
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
En sociedades con una frágil institucionalidad
democrática, como ha sido Latinoamérica, los militares históricamente se han
involucrado en temas referidos al poder político, bien para influir en la
resolución de conflictos generados por la elite que detenta la hegemonía, o
para ejercer directamente el poder. El establecimiento de dictaduras militares
ha pretendido resolver frecuentemente las crisis políticas latinoamericanas,
con resultados nefastos para esas sociedades. No obstante, el estamento militar
pareciera destinado a ser actor protagónico en el destino de nuestros pueblos.
En el caso venezolano, los militares han estado
invariablemente presentes en los conflictos políticos desde la instauración de
la República, contribuyendo con la ruptura de un ciclo histórico y el
advenimiento de una nueva era. Así fue durante el tránsito del gomecismo a la
revolución de 1945; de 1948 a la dictadura perezjimenista; de 1958 al
establecimiento de la experiencia democrática por cuarenta años consecutivos; y,
todo parece indicar que, en esta crisis inédita del país, también tendrán los
militares una participación fundamental, ya sea para ayudar a resolver esta
tragedia o para empeorarla a niveles inimaginables.
Los acontecimientos de los últimos meses apuntan que,
de no lograrse una fractura significativa dentro las fuerzas armadas, el lapso
del cese de la usurpación podría alargarse más allá de lo que esperamos los
venezolanos, inclusive podrían debilitarse los esfuerzos de los factores
democráticos para alcanzar el cambio político en el país. Cuando el pasado 23
de enero, Guaidó asumió la encargaduría de la Presidencia de la República
pensamos que, por vez primera, el inicio de un nuevo ciclo histórico estaría protagonizado
por la sociedad venezolana, con una participación marginal de los militares.
Esta percepción se desvanece con el transcurrir de los días.
El problema de fondo es que las actuales fuerzas
armadas son absolutamente diferentes a las que existían en 1958. La
desinstitucionalización del estamento militar, se ha convertido en una piedra
en el camino que impide el cese del régimen usurpador de Nicolás Maduro. En tal
sentido, Hugo Chávez, con su innegable ascendencia sobre la fuerza armada,
logró convertirla en una institución a su servicio personal y al del socialismo
del siglo XXI. En tales circunstancias, los militares -o por lo menos, la
máxima jerarquía- no defienden a la constitución, como es su obligación, sino
sus intereses personales y los de la parcialidad política dominante. Ello ha
impedido la fractura que permita el inicio del cambio político por el que tanto
hemos luchado.
De manera deliberada, Chávez pervirtió a las fuerzas
armadas, al despojarlas de la constitucionalidad que las obligaba velar por el
mantenimiento del orden democrático, privilegiando los intereses supremos de la
República. Desde 1999, las fuerzas armadas son chavistas, revolucionarias y
antiimperialistas, dejaron de ser venezolanas y democráticas.
Este proceso de descomposición de las fuerzas armadas
se inició cuando el ascenso y la profesionalización de los oficiales pasó a ser
una competencia exclusiva del presidente; ascendían sólo los afectos al
proceso, aquellos que declaraban lealtad absoluta al “comandante supremo”. Así
fue abolida la meritocracia militar y se tejió una relación perversa con el
líder del proceso. Después, para garantizar el favor electoral de los
militares, se les permitió votar y tener una participación política intensa a
favor de la revolución. Sacaron a los militares de sus cuarteles para
garantizar y defender la permanencia del proceso indefinidamente. Por si fuera
poco, fueron incorporados al gobierno, cuantificando más ministerios que los
propios civiles, siendo beneficiarios directos de los negocios, corruptelas e
ilícitos del régimen; de esa manera, las fuerzas armadas se corrompieron, transformando
la lealtad y la gratitud a la revolución en el let motiv de muchos militares, especialmente, los de más alto rango
o los enchufados.
Para evitar que los militares repitiesen lo que él
hizo el 4 de febrero de 1992, Chávez logró además la desarticulación de los
componentes de la fuerza, a fin de abortar cualquier escenario conspirativo que
pusiese fin a la revolución. Esta estrategia fue perfectamente ensamblada, con
la presencia de los cuerpos de contra inteligencia cubana (G2), sellándose la
sumisión de las fuerzas armadas venezolanas a un gobierno extranjero y
comunista, jamás visto en nuestra historia.
Estas son las fuerzas armadas que los venezolanos
estamos esperando que se fracturen para salir de la tiranía genocida. Como
pueden ver, apreciados lectores, la solución a esta crisis no es sencilla.
Dentro de esta perspectiva, partiendo de la premisa que la intervención militar
internacional no será posible, ¿se tendrá que negociar con los militares para
que le retiren su apoyo a Maduro, su rehén más preciado, y faciliten el camino
hacia la transición? Las opciones se reducen cada día, pero seguramente las
condiciones de esa probable negociación deben resultar mayor que el costo que
los militares deben pagar por su salida del poder. Esa negociación debe tener
el respaldo firme y categórico de nuestros aliados internacionales, Estados
Unidos, Grupo de Lima y la Unión Europea, a fin de garantizar un desenlace
positivo.
La fractura automática de las fuerzas armadas es un
tema que no visualizo a corto plazo; lo que está en juego no es la restitución
del orden constitucional, ni tampoco el bienestar y la libertad de los
venezolanos; la prioridad de los militares es la defensa de sus intereses y el
establecimiento de condiciones que minimicen el peso de la justicia por delitos
de lesa humanidad. Veremos cómo termina nuestra tragedia; mientras tanto los
venezolanos siguen muriendo por falta de alimentos y de asistencia médica;
otros miles huyen del país para sobrevivir. Este es un drama inhumano e injusto
que no les duele en absoluto a los usurpadores ni a los militares tampoco. Que
Dios tenga misericordia de los venezolanos.
Profesor Titular Eméritus de LUZ