El Papa de los pobres y los
jóvenes
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Los que tuvimos el privilegio de formarnos con los
Padres Jesuitas no debería sorprendernos la sencillez del papa Francisco,
porque esa es una característica innata de la Compañía de Jesús. Una de sus
primeras frases, al finalizar el cónclave que lo eligió como Vicario de Cristo,
fue “¡Cómo me gustaría una iglesia pobre y para los pobres!” Ese ha sido su
lema de vida, practicado a lo largo de su vida sacerdotal y corroborada con testimonios
de humildad y caridad en su visita a Brasil, en ocasión de la Jornada Mundial
de la Juventud (JMJ); allí dijo “no tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo
más valioso: Jesucristo”. Ha querido Francisco seguir los pasos de pobreza y
entrega a los más necesitados de San Francisco de Asís; ha vivido, como San
Ignacio de Loyola, lejos del poder y los lujos para adentrarse a la vida de
millones de seres humanos que son víctimas de injusticias de todo tipo. El
desprendimiento y el servicio a Cristo viendo a los ojos del prójimo serán el
rasgo distintivo de este papado y la base fundamental para el fortalecimiento
de la Iglesia Universal.
Junto a la opción por los más pobres, el papa Francisco
ha invitado a los jóvenes que lo acompañen a luchar por la justicia, por cuando
son seres con suficiente sensibilidad para combatir ese flagelo que tan daño
sigue haciendo a la humanidad. Les dijo a los jóvenes en Río de Janeiro: “…a
menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas
que, en lugar de buscar el bien común, persiguen sus propios intereses… nunca
se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”. A
su llegada a Brasil, les dijo también “ustedes son el ventanal por donde entra
el futuro en el mundo”. Pues bien, en sus breves días de pontificado, Francisco
le ha dicho al mundo que sus más importantes aliados son los pobres y los
jóvenes, en la búsqueda incesante de una iglesia renovada, una iglesia que
salga a la calle para evitar transformarse en otra ONG. Una iglesia que pregone
con fuerza y convicción la obra de amor y caridad que nos heredó Cristo por
siempre.
No tengo dudas que el papa Francisco llegó en el
momento más oportuno para la iglesia, ni antes ni después. Su actuación
controversial y auténtica moverá algunos cimientos que necesitan cambios, para
impregnar a la Iglesia de nuevos aires que le devuelvan la fe y la confianza a
millones de católicos que hoy día lucen desorientados. Los que creemos en una
Iglesia al servicio de la humanidad, debemos alegrarnos y bendecir al Espíritu
Santo porque nos dio un pontífice acorde con los tiempos convulsos que vive el
mundo; un papa que tendrá la voluntad suficiente para que la Iglesia de Cristo
triunfe sobre “la comodidad y el aburguesamiento que paraliza el corazón de los
hombres”.
Hagamos propias sus palabras y actuaciones, y oremos
al Espíritu Santo para que lo colme de sabiduría y grandeza para que pueda
materializar sus nobles propósitos por el bien de la Iglesia y de todos los que creemos que Cristo es el
camino, la verdad y la vida.
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