viernes, 2 de agosto de 2013

El Papa de los pobres y los jóvenes


El Papa de los pobres y los jóvenes

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Los que tuvimos el privilegio de formarnos con los Padres Jesuitas no debería sorprendernos la sencillez del papa Francisco, porque esa es una característica innata de la Compañía de Jesús. Una de sus primeras frases, al finalizar el cónclave que lo eligió como Vicario de Cristo, fue “¡Cómo me gustaría una iglesia pobre y para los pobres!” Ese ha sido su lema de vida, practicado a lo largo de su vida sacerdotal y corroborada con testimonios de humildad y caridad en su visita a Brasil, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ); allí dijo “no tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso: Jesucristo”. Ha querido Francisco seguir los pasos de pobreza y entrega a los más necesitados de San Francisco de Asís; ha vivido, como San Ignacio de Loyola, lejos del poder y los lujos para adentrarse a la vida de millones de seres humanos que son víctimas de injusticias de todo tipo. El desprendimiento y el servicio a Cristo viendo a los ojos del prójimo serán el rasgo distintivo de este papado y la base fundamental para el fortalecimiento de la Iglesia Universal.

Junto a la opción por los más pobres, el papa Francisco ha invitado a los jóvenes que lo acompañen a luchar por la justicia, por cuando son seres con suficiente sensibilidad para combatir ese flagelo que tan daño sigue haciendo a la humanidad. Les dijo a los jóvenes en Río de Janeiro: “…a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen sus propios intereses… nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”. A su llegada a Brasil, les dijo también “ustedes son el ventanal por donde entra el futuro en el mundo”. Pues bien, en sus breves días de pontificado, Francisco le ha dicho al mundo que sus más importantes aliados son los pobres y los jóvenes, en la búsqueda incesante de una iglesia renovada, una iglesia que salga a la calle para evitar transformarse en otra ONG. Una iglesia que pregone con fuerza y convicción la obra de amor y caridad que nos heredó Cristo por siempre.

No tengo dudas que el papa Francisco llegó en el momento más oportuno para la iglesia, ni antes ni después. Su actuación controversial y auténtica moverá algunos cimientos que necesitan cambios, para impregnar a la Iglesia de nuevos aires que le devuelvan la fe y la confianza a millones de católicos que hoy día lucen desorientados. Los que creemos en una Iglesia al servicio de la humanidad, debemos alegrarnos y bendecir al Espíritu Santo porque nos dio un pontífice acorde con los tiempos convulsos que vive el mundo; un papa que tendrá la voluntad suficiente para que la Iglesia de Cristo triunfe sobre “la comodidad y el aburguesamiento que paraliza el corazón de los hombres”.

Hagamos propias sus palabras y actuaciones, y oremos al Espíritu Santo para que lo colme de sabiduría y grandeza para que pueda materializar sus nobles propósitos por el bien de la Iglesia  y de todos los que creemos que Cristo es el camino, la verdad y la vida.

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