miércoles, 5 de noviembre de 2014


Lo que fuimos y ya no somos

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

         En días pasados escuché una amena entrevista que César Miguel Rondón le hiciera a Isabel Allende, laureada escritora chilena. En la conservación, la escritora recordó su permanencia en Venezuela, en ocasión del golpe de Estado al presidente Allende, donde le tocó vivir como asilada política. Manifestó Isabel Allende que lo que más le cautivó de Venezuela fue su gente y la alegría desbordante con la que celebrábamos cualquier acontecimiento; la luz y los colores vivos que predominaban en cada ciudad, pueblo o barriada, a diferencia de la tristeza y la oscuridad que caracterizaba al pueblo chileno durante la dictadura de Pinochet. Resaltaba, además, la solidaridad y el corazón abierto de los venezolanos, la unión y la hermandad entre nosotros y el don único de cultivar amistades para toda la vida. Refería también que gracias a Venezuela se hizo escritora, gesto que agradecerá por siempre.

       Lo que más me llamó la atención de las gentiles palabras de Isabel Allende, es que siempre habló en tiempo pasado, por cuanto aseveró que tiene conocimiento que ya las cosas no son iguales en la Venezuela de la que se enamoró con pasión. Sin duda, la alegría la cambiamos por tristeza, angustia y frustración, a pesar de la creación del Vice-Ministerio de la Suprema Felicidad; la luz y los colores que nos embriagaban, ahora es oscuridad y pesadumbre; la amistad, la unión y la hermandad de la que nos sentíamos orgullosos, se transformó en división, odio y rencor entre nosotros. De un país que le abría sus brazos a quienes venían a buscar un futuro más promisorio, acompañados de la paz que no tenían en sus países, ahora somos un país de inmigrantes que abandonan Venezuela porque, a nuestro pesar, no existen las condiciones mínimas para construir una vida mejor y más digna. Un país donde los jóvenes alcanzaban sus metas y objetivos, y hoy no tienen ni tendrán futuro con este régimen populista y obsoleto porque, como oí decir por allí, el populismo revolucionario ama tanto a los pobres que los multiplica. Son artífices extraordinarios de la destrucción y los sufrimientos que estamos padeciendo los venezolanos.

      Si el sistema inmunológico de los venezolanos está débil con la andanada de enfermedades, fiebres y virus desconocidos, el del país está mucho peor. Pareciera que hemos perdido las fuerzas y la voluntad para encarar con responsabilidad esta tragedia que nos carcome. La desesperación, la angustia, la incertidumbre, la desesperanza, y a veces el conformismo crónico, se ha apoderado del alma de esta nación, y observamos impávidos cómo una minoría inepta y corrupta destruye sin misericordia un país que bien pudo ser la nación más democrática, moderna y progresista de toda América Latina. A veces pienso que estas enfermedades que diezman la salud de los venezolanos, se debe, en gran parte, a la incertidumbre y la paranoia que vivimos por culpa de unos irresponsables que han usado el poder para su beneficio personal y partidista. Jamás habíamos experimentado una crisis de tales dimensiones, con un pronóstico que empeorará en los próximos meses.
 
       Ojalá los aires decembrinos, la unión familiar en esta época tan especial, la cercanía de la Natividad del Señor y las reflexiones de fin de año, iluminen a cada uno de los venezolanos impregnándonos de la sabiduría necesaria para entender y actuar correctamente en tan difíciles circunstancias.
 
                            Profesor Titular de LUZ

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