miércoles, 27 de septiembre de 2017

Degradación revolucionaria

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Se entiende por degradación, entre otras definiciones, “la disminución de la dignidad del ser humano o de la categoría moral de una cosa”. En tal sentido, la degradación se asocia con pérdida, envilecimiento, ignominia y con falta de honor, elementos presentes en una sociedad con altos niveles de pobreza moral y material. Una sociedad degradada es presa fácil de la dominación de una élite política cuyo único propósito es perpetuarse en el poder, a costa de las desgracias y humillaciones de los ciudadanos.

La precariedad y la más espantosa pobreza que la revolución chavista-madurista ha provocado en Venezuela, es un caldo de cultivo para que la corrupción y otros ilícitos pasen a formar parte de la cotidianidad de los venezolanos, convirtiéndose muchas veces en el único mecanismo para mitigar la miseria que deambula en todos los rincones de la nación.

La corrupción es un legado criminal de esta revolución. Destruyeron el país, convirtiéndonos en una de las naciones más pobres del mundo, comparada con Haití o con cualquier pobre país africano. Una minoría de forajidos orquestó el mayor saqueo propinado al fisco nacional; se llenaron sus bolsillos a costa del hambre de millones de venezolanos; y, peor aún, crearon un sistema de impunidad y complicidad que permeó todos los estratos sociales, promoviendo el afloramiento de las maneras más impensables de corrupción que podamos tener idea.

Sin duda, el combate de la corrupción y el restablecimiento de la moral y de los valores ciudadanos, se constituyen en uno de los retos más complejos de la Venezuela que está por venir. Hoy día, la corrupción sirve tanto para que los dirigentes de la revolución amasen gigantescas fortunas, como para que un funcionario medio se redondee su mísero salario y pueda llevar la comida a su casa, o para quienes sumidos en la pobreza desean escapar de tanta miseria aún ofendiendo su propia dignidad.

Esta revolución es una fábrica de pobreza, hambre y corrupción. Han distorsionado todo lo que nos rodea, inclusive aquellas cosas que eran normales en nuestras vidas. Sin ánimo a equivocarme, en la Venezuela de hoy todo es un negocio, un chanchullo. Pocas cosas son las que hacen por la vía legal o formal. El cuanto hay pa eso se ha transformado en la frase vital de los venezolanos.

La degradación de la sociedad genera más pobreza, más corrupción, más criminalidad, menos valores y más dificultades para cambiar lo que nos impide acceder al progreso con oportunidades para todos. Son muchos los ejemplos que nos llenan de profunda tristeza o de inmensa indignación. Los más altos jerarcas políticos y militares del Zulia, han hecho un extraordinario negocio con el contrabando de la gasolina, comportamiento que ha sido imitado por habitantes que viven en los municipios fronterizos, incluyendo a Maracaibo. En los municipios del Sur del Lago, por ejemplo, gran parte de la población está dedicada a la venta ilegal de combustible; cobran por una pimpina de 20 litros la bicoca de Bs. 100.000; es decir, compran el litro a Bs. 1 y lo venden a Bs. 5.000 cada uno, bajo la mirada cómplice de las autoridades. Con este jugoso negocio, los productores, empresarios y comerciantes de la zona no encuentran mano de obra disponible, pues, los salarios que pagan no pueden competir con semejantes ingresos producto de la venta del combustible.

El cultivo y el procesamiento de la cocaína en territorio colombiano, es otra fuente de empleo para los venezolanos que, corriendo toda suerte de riesgos, atraviesan la frontera para trabajar en esas labores, generándoles suficiente dinero como para sufragar sus gastos básicos y hasta sus gustos y caprichos; y, algunos más osados, inician una vida criminal alistándose en el negocio del narcotráfico, con la posibilidad de caer abatidos por el sicariato que opera en este tipo de “negocios”.

Otro aspecto que degrada la dignidad humana es la prostitución juvenil. Jovencitas, casi niñas, viajan a Cúcuta y a otras ciudades colombianas para vender su cuerpo, a cambio de algunos pesos que les permita sobrevivir en su país. Jóvenes que dejan sus estudios y oficios para dedicarse a la prostitución, con el temor de contraer enfermedades o perder su vida, a cambio de mitigar la miseria en la que esta revolución las confinó.

La degradación a la que este régimen nos somete cada día, podemos verla en los hermanos que se alimentan de lo que encuentran en la basura; en los niños que mueren por desnutrición severa, acompañados del dolor de sus madres al no poder alimentarlos y evitar su muerte. La pobreza es amarga y tiene cara de humillación e injusticias. La encuesta ENCOVI, correspondiente a diciembre de 2016, reporta el brutal crecimiento de la pobreza en Venezuela; en tan sólo tres años, la pobreza pasó de 48% a 82%, mientras que la pobreza extrema se ubica en 52%; tan sólo el 18% de los hogares venezolanos no son pobres. Pero hay datos más dramáticos. Para finales del 2016, el 46% de los venezolanos reportó que hacen dos o menos comidas al día, lo cual representa que 13.800.000 venezolanos se están alimentando mal; como consecuencia de ello, el 75% de la población general perdió, en promedio, entre 8,5 y 9 kilógramos durante el 2016.

La encuesta nacional de Consultores 21, correspondiente al pasado mes de junio, proyecta que el 88% de los entrevistados manifestó que conoce a alguien –familiar, vecino o amigo- que está pasando hambre. El problema de la pobreza y el hambre tienden a agravarse peligrosamente, frente a una inflación desbocada en la que el régimen perdió totalmente la batalla. Según, el Cendas el costo de la Canasta Básica Familiar para el mes de agosto fue de Bs. 2.938.277,19, arrojando un incremento de Bs. 895.185,20 (43,8%) en comparación con el mes de julio. Ello significa que una familia de cinco personas necesita Bs. 97.942,57 diarios para cubrir el costo de la Canasta Básica Familiar.

La revolución chavista-madurista nos ha degradado a niveles inimaginables. El hambre y  la pobreza son sus más importantes logros, acompañados del flagelo de la corrupción que amenaza con destruir completamente las reservas morales de la nación, convirtiéndonos en personas sin fuerzas ni voluntad para luchar contra quienes se empeñan en empobrecernos física y moralmente.

Este régimen hambreador y corrupto que tiene más de 18 años en el poder, no saldrá nunca si tomamos la decisión de cruzarnos de brazos y no votar el 15 de octubre y las veces que haga falta. Es probable que con las elecciones regionales el régimen se mantenga por un tiempo más pero, con seguridad, mi conciencia estará en paz porque con mi voto estoy contribuyendo con la lucha por un cambio que nos permita vencer los males que degradan la dignidad de los venezolanos. ¡Contra el hambre y la pobreza que provoca el régimen y su cómplice del Zulia, yo sí voto!

Profesor Titular de LUZ

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