Una
nueva oportunidad
Efraín Rincón Marroquín
(@EfrainRincon17)
La política venezolana no
termina de sorprendernos. Si no fuese por la dolorosa tragedia que estamos
viviendo los venezolanos, podríamos admitir que nuestra realidad política es
una caricatura. Nuestra nación se ha convertido en terreno fértil para que lo
insólito germine frondosamente. El régimen con el cinismo que lo caracteriza
hace cualquier cosa, por burda que parezca, para mantenerse en el poder;
mientras que la oposición se debate entre la ingenuidad de los demócratas y la
traición de los cobardes que vendieron su dignidad al régimen a cambio de
verdes muy apetecidos.
Tal como lo habíamos
imaginado, el pasado 5 de enero no fue un día más en Venezuela. Fueron muchos
los acontecimientos en un solo día. En las primeras horas de la mañana, se
proyectó la percepción que la dictadura había logrado su propósito con un golpe
de estado a la Asamblea Nacional, eligiendo fraudulentamente una directiva sin
quorum ni votos e impidiendo el ingreso al presidente Juan Guaidó al recinto
legislativo. En esas horas, mientras el canal de televisión oficial transmitía
la juramentación de la directiva “CLAP”, a las afueras del palacio federal se
escenificaba una guerra campal entre los cuerpos de seguridad del régimen y la
mayoría de los diputados de oposición que forcejeaban para entrar a la Asamblea
Nacional.
En horas de la tarde, el
panorama cambió al ver que Guaidó acompañado de 100 diputados logró instalar la
sesión en el auditorio del diario El Nacional, para proceder a elección
constitucional de la nueva directiva del parlamento, reeligiéndolo como
presidente de la AN, siendo ratificado además como Presidente (E) de Venezuela.
Sin duda, el 5 de enero nos
deja varias lecturas y análisis. En primer lugar, seguimos subestimando al
régimen. A partir del 30 de julio de 2017, con la elección de la írrita
Asamblea Nacional Constituyente, nos advirtieron que son capaces de hacer todo
y más para mantener el poder; ya no les importan siquiera cuidar las formalidades.
El régimen demostró que a pesar de las sanciones internacionales y su ilegitimidad
de origen y de desempeño, logró mantener el control político, territorial y
político del país. No darán tregua hasta alcanzar la destrucción del país y de
la oposición democrática para instaurar una dictadura de largo aliento. Eso no
lo podemos olvidar nunca.
En segundo lugar, quedó en
evidencia la ingenuidad de la oposición al no prever un plan B para contraatacar
las arbitrariedades del régimen y, al propio tiempo, no descubrir oportunamente
la traición de diputados que horas antes se habían reunido con el presidente
Guaidó.
No obstante, en tercer
lugar, creo que el balance resultó positivo para la oposición. Sin duda, el
régimen fracasó al intentar socavar la institucionalidad de la Asamblea
Nacional y usurpar la legitimidad de la que carece. Por otra parte, la
oposición se deslastró de un grupo de parlamentarios aliados con el régimen
para obstaculizar la liberación del país. Con seguridad son menos diputados
opositores, pero los 100 que quedaron han dado pruebas de lealtad y compromiso
con la causa de la libertad de la nación. Asimismo, la unidad útil y necesaria
se fortaleció al incorporar a grupos minoritarios, como el 16J, que se sentían
excluidos por el G4. Es un buen momento para demostrar que la inteligencia y la
racionalidad de la oposición se imponen sobre los caprichos e intereses
particulares que impiden el advenimiento del cambio.
En definitiva, el 5 de enero
abrió una nueva oportunidad para que la oposición reinicie el camino de la
libertad de Venezuela; se reivindique con los venezolanos, al admitir los
errores cometidos y plantear con absoluta seriedad y viabilidad una estrategia
que nos permita realizar elecciones libres para acabar con esta tragedia que ya
lleva muchos años de martirio para los venezolanos.
En esta nueva oportunidad,
Juan Guaidó, como la principal referencia política de la oposición, debe evitar
la impulsividad y el cortoplacismo que producen episodios épicos como los
vividos días atrás. No hay tiempo para generar falsas expectativas que no puedan
materializarse; no hay cabida para más desesperanza y frustración colectivas.
La emoción que ha despertado la actitud valiente y patriótica de Guaidó, Juan
Pablo Guanipa y los 98 diputados restantes, debe administrarse con sensatez y
humildad para no botar un juego que por ahora lo estamos ganando.
La comunidad internacional,
que ha reaccionado contundentemente contra la dictadura de Maduro, exige unidad
y coherencia a la oposición venezolana. No podemos pedirles a los aliados internacionales
lo que domésticamente no estamos en capacidad de dar. En la medida que los más
de 56 gobiernos que reconocen la presidencia interina de Juan Guaidó, aprecien
inteligencia, madurez política y desprendimiento por parte de la oposición, mayor
será la justificación de sus decisiones y acciones para contribuir con la
reinstitucionalización y el progreso de Venezuela.
Desde estas líneas, con
profunda humildad, les pido por favor que no perdamos de nuevo esta gran
oportunidad para alcanzar los objetivos que no pudimos lograr en el 2019.
Veamos el 5 de enero como el inicio de una etapa para continuar con la lucha
para librar a Venezuela de la oscuridad, acompañada con estrategia, unidad y presencia mayoritaria
del pueblo venezolano. La opción es lograr la libertad de nuestra amada nación,
no tenemos otra opción.
Profesor Titular Emérito
de la Universidad del Zulia (Venezuela)
No hay comentarios:
Publicar un comentario