miércoles, 8 de octubre de 2014


La violencia política: una opción peligrosa

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Cuando un gobierno decide tomar el camino de la violencia política para tratar de esconder sus propios errores, está eligiendo la opción más peligrosa porque nadie sabe cómo y cuándo puede terminar la violencia. El gobierno es el principal garante del orden y la estabilidad de la nación; su deber constitucional es preservar la paz, alejado de cualquier incitación a la violencia entre sus seguidores. No existe ningún hecho, por repudiable que éste sea, que justifique la confrontación contra quienes manifiestan su oposición al gobierno.

La verdad es que los venezolanos estamos hastiados del discurso irrespetuoso, ofensivo y amenazante del gobierno en circunstancias cuando ha sufrido la desaparición de algunos de sus dirigentes. La historia se repite cual guión de una telenovela. La respuesta inmediata es la de culpar a la oposición de la muerte de alguno de los suyos, tal como ocurrió con el vil asesinato del diputado Robert Serra y del fiscal Danilo Anderson. Antes de iniciar las investigaciones pertinentes, los radicales del régimen empezaron a vociferar epítetos contra la oposición democrática, acusándola de estar aliada con personas e instancias internacionales que asesinaron a Serra, con la intención de sembrar la violencia y desestabilizar al país.

Días después del asesinato de Serra, el peso de los hechos revela la realidad de tan horrendo crimen. Aunque no conozcamos los resultados de las investigaciones, todo indica que el asunto se deriva de enfrentamientos internos protagonizados por los denominados colectivos, aliados indiscutibles del régimen en la tarea de “limpiar” al país de la basura apátrida y oligarca. Hoy, en las palabras de las autoridades policiales, algunos de los líderes de estos colectivos no son más que jefes de mafias que operan en la ciudad capital. En todo caso, con el transcurrir de los días, podríamos tener información más objetiva en torno a la verdad que esconde el asesinato de Robert Serra.

Lo importante de destacar acá es que a ningún venezolano le conviene una escalada de violencia que, a la larga, empeoraría la grave situación que atravesamos; un llamado a la violencia por parte del gobierno no va a esconder su incapacidad para resolver los problemas del país; cuidado si no se aligera la pérdida vertiginosa del apoyo popular. La oposición ha demostrado reiteradamente su apego a la institucionalidad democrática y el respeto a la Constitución. La inmensa mayoría de sus líderes han apostado, a pesar de las injustas y desiguales condiciones, participar en los diversos procesos electorales convocados por el CNE, con excepción de las parlamentarias del 2005. Precisamente, el llamado a la paz y a la concordia, por parte de Henrique Capriles en abril del 2013, cuando existían dudas razonables del triunfo de Nicolás Maduro (ganó con menos de 2%), le valió las críticas de muchos opositores que pensaban que el triunfo debía pelearse a como fuera lugar. Sin embargo, Capriles manifestó su posición firme de impedir una guerra entre venezolanos, a pesar de las acusaciones inventadas por los más relevantes líderes de la revolución.

Decía Mandela que el amor y el perdón, y no el odio y la violencia, son virtudes naturales en el corazón de los seres humanos. Vivió 27 años de su vida injustamente encarcelado, por culpa de un régimen racista que hizo de la violencia su principal atributo y, cuando recobró la libertad, fue capaz de inspirar a su país por los caminos de la unión, la inclusión y la grandeza. Dejó a un lado el odio y el rencor para construir una sociedad más justa de la que le tocó vivir a lo largo de su existencia.

Estoy convencido que un régimen como el que nos gobierna, hace oídos sordos a la prudencia y al sentido común; muchos de sus dirigentes creen que la incitación a la violencia es la opción para preservar el poder cuya ilegitimidad se agranda con el pasar de los días. Cuidado y no les salga el tiro por la culata.

Con el riesgo de ser señalado por algunos lectores, estoy convencido que las armas para liberarnos de esta pesadilla es el compromiso con la paz, el trabajo permanente y la inclusión, convenciendo con argumentos sólidos y atractivos a los incrédulos y desesperanzados que sí es posible construir un mejor país con el concurso de todos. Recordemos siempre que la violencia es el arma de los que no tienen la razón y el odio es la prédica de aquellos que desprecian la libertad y la dignidad del ser humano.

Profesor Titular de LUZ

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