miércoles, 22 de octubre de 2014


Las siete plagas de Egipto

 

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 
A los venezolanos nos tienen azotados las siete plagas de Egipto. Con el amanecer de un nuevo día se multiplican los problemas y se agiganta la incapacidad del régimen para solucionarlos. A veces cuesta creer lo que nos sucede; pareciera que estamos viviendo una novela del realismo mágico propia de García Márquez. Con todo lo que vivimos a diario, todavía no termina nuestra capacidad de asombro con este gobierno.

Además de una situación económica que devora nuestros exiguos bolsillos, con expectativas muy negativas a corto plazo,  estamos frente a un gobierno mentiroso y truculento que pretende darle un cariz diferente a delitos que todos sabemos cómo sucedieron. Cualquier invento es válido, aunque resulte inmoral y repugnante, para justificar posiciones e ideas insostenibles, por parte de una revolución que desde hace mucho tiempo perdió el respeto por la vida humana.

El funcionamiento de los servicios públicos no puede estar peor. A pesar del exorbitante aumento de las tarifas de electricidad, los apagones y racionamiento del servicio son el pan de cada día, con pronósticos dramáticos para el año próximo. Venezuela es un país a oscuras. Asimismo, ciudades, pueblos y comunidades enteras sufren la falta de agua potable, atentando contra la maltratada salud de los venezolanos. La deficiencia de ese vital servicio se debe, más que a la sequía, a fallas estructurales en la distribución del agua. Las inversiones que debieron hacer oportunamente, fueron a parar en los bolsillos de políticos y boliburgueses, sin importarles las calamidades del pueblo venezolano. La basura, por otra parte, se ha convertido en un problema nacional. El gobierno central y las gobernaciones se niegan asumir su competencia en la solución de un problema que escapó del control de las alcaldías. Mientras tanto el país luce su rostro más sucio y abandonado. Jamás habíamos sido testigos de un deterioro tan abrumador como injustificable de Venezuela. Ya estamos cansados de liderar las estadísticas mundiales en problemas como la inflación, la inseguridad, la pobreza, el estancamiento de la economía, la violación de los derechos humanos, la persecución política, las enfermedades y la mediocridad de una élite gobernante que le quedó grande la nación.

Para empeorar la situación, enfermedades que ya habían sido erradicadas, irrumpen de nuevo como epidemias que diezman la salud de los venezolanos, sin distinciones de ninguna índole. El dengue y la chikunguña suman miles de casos, frente a un gobierno que hace propaganda internacional de lucha contra el ébola, cuando se muestra incapaz de frenar la epidemia y mantiene sin los medicamentos esenciales a los centros de salud y farmacias. El sencillo y simple acetaminofen, gracias al desabastecimiento de medicinas, ahora requiere el récipe de un médico para poder comprarlo. Un gobierno que se jacta en decir que el país dispone de 29 millones de pastillas de acetaminofen, cuando la verdad es que esa cantidad corresponde a menos de una pastilla por venezolano.

Pero todos estos males se reducen a uno solo, el peor de todos, el principal culpable de nuestra desgracia nacional: la corrupción. Este es un régimen forajido que dilapidó una fortuna tan monumental como pocos países han disfrutado en la historia. Acabaron con montañas de dólares que fueron a parar en cuentas gigantescas de una minoría que hizo del poder el mecanismo más expedito para enriquecerse. Esa corrupción que contagió el alma de los venezolanos, colocándonos como seres que en buena parte desprecia el trabajo productivo para recibir las limosnas de un régimen que se autoproclamó como el redentor de los pobres. Esa corrupción alejó las extraordinarias oportunidades de convertirnos en una nación emergente. Hoy somos un país que camina cansado detrás, pero muy lejos, del progreso y la modernidad, gracias a unos seudolíderes que nunca debieron gobernar nuestra querida Venezuela. Si no despertamos de esta pesadilla, este régimen apátrida y corrupto, en compañía de las siete plagas egipcias, acabará con nosotros sin derecho al pataleo.

Profesor Titular de LUZ

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