Revolución, Corrupción y Pobreza
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
La justicia y la igualdad social, banderas por las que
supuestamente luchó Hugo Chávez, hoy están hechas añicos. Bastó su desaparición
física y la disminución del precio del barril de petróleo, para que la verdadera esencia de esta revolución quedara al descubierto. Lo que se ha
dicho desde hace mucho tiempo, la fuerza de los hechos lo corrobora hoy día;
esta revolución es la más grande estafa que hemos sufrido los venezolanos desde
que se inició la era democrática en 1958.
La brecha entre pobres y ricos crece vertiginosamente;
los discursos huecos e hipócritas del régimen no detienen el crecimiento de la
pobreza en Venezuela. A pesar de que esta revolución administró la más grande riqueza de nuestra
historia contemporánea, hoy el número de pobres crece alarmantemente y los
ricos cada vez son menos, ensanchándose peligrosamente la brecha social. Pero
lo que es peor, la inmensa mayoría de los ricos son parte de una nueva clase
social –los boliburgueses o los enchufados-, cuya riqueza proviene de la
corrupción y de los guisos enquistados en todas las áreas de la administración
pública, incluyendo al estamento militar.
Esa es una riqueza que empobreció y destruyó al país, pues, no ha generado empleos productivos y de calidad, ni inversiones que alimentan el progreso, ni mucho menos bienestar social. Es una riqueza que sólo sirve para que unos pocos la acumulen en bancos y paraísos fiscales, permitiéndoles adquirir todo tipo de bienes –mansiones, carros de lujo, yates, etc.-, por costosos que sean, acrecentando su impunidad e influencia política para atornillarse en el poder a fin de no perder los negocios y prebendas que sólo una alianza servil con el régimen puede garantizar.
Esa es una riqueza que empobreció y destruyó al país, pues, no ha generado empleos productivos y de calidad, ni inversiones que alimentan el progreso, ni mucho menos bienestar social. Es una riqueza que sólo sirve para que unos pocos la acumulen en bancos y paraísos fiscales, permitiéndoles adquirir todo tipo de bienes –mansiones, carros de lujo, yates, etc.-, por costosos que sean, acrecentando su impunidad e influencia política para atornillarse en el poder a fin de no perder los negocios y prebendas que sólo una alianza servil con el régimen puede garantizar.
Esas incalculables fortunas que disfruta una minoría
enchufada, producto del mayor saqueo al que ha sido sometida Venezuela en estos
16 años de revolución, es la principal causa de la pobreza y la ruina de
Venezuela. Es el culpable de porque no hay insumos ni equipos en los hospitales
y ambulatorios, colocando a la salud pública en situación tan deprimente y
vergonzosa que le pedimos a Dios no enfermarnos nunca para no morir de mengua
en cualquier hospital. Por la corrupción revolucionaria, nuestra principal
empresa –PDVSA-, después de ser una de las más grandes y calificadas empresas
del mundo, hoy es una empresa arruinada que a duras penas produce petróleo a
gotas, pues, se ha convertido en uno de los centros más apetecidos y atractivos
para los guisos de la revolución; allí se importan alimentos, se construyen viviendas
y se negocian equipos que los compramos como de última tecnología y son
verdaderas chatarras.
La corrupción revolucionaria saqueó los recursos
destinados a mantener nuestras universidades como centros del conocimiento y
del desarrollo nacional; hoy no hay dinero para pagar salarios justos a los
universitarios, ni mucho menos para fomentar la investigación y la tecnología,
y ofrecer espacios e infraestructuras dignas de universidades que se merecen el
mayor respeto del gobierno.
Por culpa de la corrupción en tiempos de revolución,
nuestro pueblo está pasando hambre gracias a una escasez que sobrepasa el 70%,
con alimentos a precios exorbitantes producto de una economía absolutamente
desarticulada. Una economía paralizada que nos mantiene en estado de
sobrevivencia. Somos la nación más depauperada de la región; con los peores
indicadores sociales y económicos, sin considerar las permanentes violaciones a
los derechos humanos. Cuidado si no estamos en una situación similar a la de
Haití, que ya es bastante decir.
Gracias al defalco revolucionario, carecemos de
eficientes servicios públicos. Venezuela es un país a oscuras, cuando tuvimos
la más grande hidroeléctrica del mundo. Nuestros pueblos y ciudades carecen de
un servicio ininterrumpido de agua potable; el racionamiento de la electricidad
y el agua es algo normal y cotidiano para nosotros. No hay carreteras en buen
estado, ni instalaciones aeroportuarias apropiadas; ni gasolina, ni comida, ni
medicinas. Eso sí, tenemos colas, escasez, alto costo de la vida, desempleo,
inseguridad y represión; todo es un caos y una pesadilla, gracias a forajidos y
ladrones que nos robaron el porvenir y el futuro y, con el mayor caradurismo,
nos amenazan ahora diciéndonos que si la revolución pierde habrá sangre y
masacre, como si les pareciera poco todo el sufrimiento y desolación que
estamos padeciendo gracias a su incompetencia y a su insaciable voracidad para
robar las arcas nacionales.
No tengo dudas que esta revolución fracasó
estrepitosamente. Fue incapaz de proporcionarnos bienestar, progreso, seguridad
y modernidad para construir el país puntero de América Latina. Representan el
fraude, el engaño y la peor estafa que hemos padecido los venezolanos. Por eso,
con mucha firmeza, sabiduría y amplitud, debemos decirles a los pocos que
todavía confían en esta revolución de pacotilla que, gracias a esos corruptos,
perdimos una patria que hoy nos exige unidad, lucha, esfuerzos y buena voluntad
para vencer esta podredumbre y transitar por el camino del cambio que nos
devuelva la felicidad y la tranquilidad que perdimos.
Profesor Titular de LUZ
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