martes, 16 de junio de 2015


Revolución, Corrupción y Pobreza

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

 

La justicia y la igualdad social, banderas por las que supuestamente luchó Hugo Chávez, hoy están hechas añicos. Bastó su desaparición física y la disminución del precio del barril de petróleo, para que la verdadera esencia de esta revolución quedara al descubierto. Lo que se ha dicho desde hace mucho tiempo, la fuerza de los hechos lo corrobora hoy día; esta revolución es la más grande estafa que hemos sufrido los venezolanos desde que se inició la era democrática en 1958.

La brecha entre pobres y ricos crece vertiginosamente; los discursos huecos e hipócritas del régimen no detienen el crecimiento de la pobreza en Venezuela. A pesar de que esta revolución  administró la más grande riqueza de nuestra historia contemporánea, hoy el número de pobres crece alarmantemente y los ricos cada vez son menos, ensanchándose peligrosamente la brecha social. Pero lo que es peor, la inmensa mayoría de los ricos son parte de una nueva clase social –los boliburgueses o los enchufados-, cuya riqueza proviene de la corrupción y de los guisos enquistados en todas las áreas de la administración pública, incluyendo al estamento militar.

Esa es una riqueza que empobreció y destruyó al país, pues, no ha generado empleos productivos y de calidad, ni inversiones que alimentan el progreso, ni mucho menos bienestar social. Es una riqueza que sólo sirve para que unos pocos la acumulen en bancos y paraísos fiscales, permitiéndoles adquirir todo tipo de bienes –mansiones, carros de lujo, yates, etc.-, por costosos que sean,  acrecentando su impunidad e influencia política para atornillarse en el poder a fin de no perder los negocios y prebendas que sólo una alianza servil con el régimen puede garantizar.  

Esas incalculables fortunas que disfruta una minoría enchufada, producto del mayor saqueo al que ha sido sometida Venezuela en estos 16 años de revolución, es la principal causa de la pobreza y la ruina de Venezuela. Es el culpable de porque no hay insumos ni equipos en los hospitales y ambulatorios, colocando a la salud pública en situación tan deprimente y vergonzosa que le pedimos a Dios no enfermarnos nunca para no morir de mengua en cualquier hospital. Por la corrupción revolucionaria, nuestra principal empresa –PDVSA-, después de ser una de las más grandes y calificadas empresas del mundo, hoy es una empresa arruinada que a duras penas produce petróleo a gotas, pues, se ha convertido en uno de los centros más apetecidos y atractivos para los guisos de la revolución; allí se importan alimentos, se construyen viviendas y se negocian equipos que los compramos como de última tecnología y son verdaderas chatarras.

La corrupción revolucionaria saqueó los recursos destinados a mantener nuestras universidades como centros del conocimiento y del desarrollo nacional; hoy no hay dinero para pagar salarios justos a los universitarios, ni mucho menos para fomentar la investigación y la tecnología, y ofrecer espacios e infraestructuras dignas de universidades que se merecen el mayor respeto del gobierno.

Por culpa de la corrupción en tiempos de revolución, nuestro pueblo está pasando hambre gracias a una escasez que sobrepasa el 70%, con alimentos a precios exorbitantes producto de una economía absolutamente desarticulada. Una economía paralizada que nos mantiene en estado de sobrevivencia. Somos la nación más depauperada de la región; con los peores indicadores sociales y económicos, sin considerar las permanentes violaciones a los derechos humanos. Cuidado si no estamos en una situación similar a la de Haití, que ya es bastante decir.

Gracias al defalco revolucionario, carecemos de eficientes servicios públicos. Venezuela es un país a oscuras, cuando tuvimos la más grande hidroeléctrica del mundo. Nuestros pueblos y ciudades carecen de un servicio ininterrumpido de agua potable; el racionamiento de la electricidad y el agua es algo normal y cotidiano para nosotros. No hay carreteras en buen estado, ni instalaciones aeroportuarias apropiadas; ni gasolina, ni comida, ni medicinas. Eso sí, tenemos colas, escasez, alto costo de la vida, desempleo, inseguridad y represión; todo es un caos y una pesadilla, gracias a forajidos y ladrones que nos robaron el porvenir y el futuro y, con el mayor caradurismo, nos amenazan ahora diciéndonos que si la revolución pierde habrá sangre y masacre, como si les pareciera poco todo el sufrimiento y desolación que estamos padeciendo gracias a su incompetencia y a su insaciable voracidad para robar las arcas nacionales.

No tengo dudas que esta revolución fracasó estrepitosamente. Fue incapaz de proporcionarnos bienestar, progreso, seguridad y modernidad para construir el país puntero de América Latina. Representan el fraude, el engaño y la peor estafa que hemos padecido los venezolanos. Por eso, con mucha firmeza, sabiduría y amplitud, debemos decirles a los pocos que todavía confían en esta revolución de pacotilla que, gracias a esos corruptos, perdimos una patria que hoy nos exige unidad, lucha, esfuerzos y buena voluntad para vencer esta podredumbre y transitar por el camino del cambio que nos devuelva la felicidad y la tranquilidad que perdimos.
 
Profesor Titular de LUZ

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