miércoles, 22 de noviembre de 2017

El pueblo caminante

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

En las sociedades postmodernistas, el hábito de caminar se ha convertido en una cultura muy arraigada en la población, con resultados positivos tanto para la salud integral como para la belleza humana. Dicen los expertos que caminar frecuentemente y con cierta disciplina, aumenta la esperanza de vida, permitiendo llegar a la vejez en excelentes condiciones físicas y mentales.

En nuestro país, caminar con propósitos de salud es un deporte practicado por una minoría, porque la mayoría no camina sino que deambula por las calles de nuestras ciudades para tratar de sobrevivir al drama de cada día.

La gente camina porque no existe un eficiente servicio de transporte público. Hemos retrocedido enormemente; cualquier cosa que ande es usada como transporte, mientras tanto la gente languidece por caminar largos trechos para llegar a su trabajo o para realizar cualquier trámite normal.

La gente camina para buscar alimentos cada vez más caros y más escasos. Camina porque debe recorrer varios abastos y supermercados en búsqueda de lo poco que su miserable salario le permite comprar. Los ancianos caminan adoloridos y cansados para cobrar las pensiones en bancos que no tienen efectivo; eso los obliga a caminar al otro día porque lo que les pagó el banco ni siquiera les alcanza para pagar los pasajes; otros tantos caminan para pernoctar en las afueras de las entidades bancarias a riesgo de que cualquier cosa les suceda durante las noches dominadas por el hampa.

La gente camina para encontrar los pocos medicamentos que venden las farmacias, aunque más de las veces deben volver caminando a sus casas porque los precios son tan exorbitantes que pueden morir no por su dolencia, sino por la indignación que produce que para el régimen la vida humana no tiene valor alguno. La gente se muere porque no tiene medicamentos o por falta de atención médica.

La gente en nuestro país deambula por las calles para tratar de mitigar sus angustias y dolores; deambula para tratar de buscar una respuesta que pueda explicar la locura que estamos viviendo como país; deambula para buscar en la basura las sobras que otros botaron; deambula para morder su rabia contra quienes nos quitaron las esperanzas y los sueños a los que tenemos derecho como seres humanos dignos.

Este pueblo caminante está viviendo la peor crisis que nunca antes habíamos vivido; una crisis demoledora, profunda e inédita, cuya solución requiere del esfuerzo colectivo porque el modelo rentístico que nos “salvó” en otras oportunidades está en etapa agónica, para no decir que murió desde hace rato.

Hace falta reciedumbre, inteligencia, dignidad y unidad para que este pueblo deje de deambular y transite por el camino que nos lleve a un porvenir mejor; eso sí, diferente al que tuvimos y al que tenemos, porque la Venezuela que perdimos no volverá más nunca. Ojalá esta crisis nos enseñe a ser mejores venezolanos y ciudadanos.


Profesor Titular de LUZ

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