miércoles, 14 de febrero de 2018

¿Qué está pasando en la otra acera?

Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)

Aunque con frecuencia algunos le restan importancia, es necesario saber qué está ocurriendo en las filas rojas para tener insumos suficientes que contribuyan con el diseño de un plan estratégico de la oposición, inexistente en momentos en que el país reclama una actuación unitaria, seria, coherente y de largo alcance por parte de la dirigencia opositora.

La primera impresión es que el régimen está atornillado y tiene el control absoluto del país. Maneja con total dominio las instituciones del Estado y la cúpula militar aparentemente se mantiene leal, más que por convicción ideológica por las prebendas que recibe del régimen, pues, en buena parte esa minoría militar sostiene al gobierno de Maduro. Por otra parte, actúan como si el viento soplara a su favor basado en la unidad monolítica y la lealtad inquebrantable de los dirigentes y del pueblo revolucionario. La risa burlona del que se siente sobrado, las estrategias y manipulaciones del G-2 cubano y la teatralidad burda y cínica del psiquiatra, acompañado por su poderosa hermana, conforman la proyección perfecta del cuadro que plasma a un gobierno que goza de buena salud y que se mantendrá el poder por muchos años más.

No obstante, la realidad es otra muy diferente. En estos últimos días han sucedido acontecimientos que debemos analizar para entender la complejidad del país. Empecemos por las reuniones en República Dominicana. La oposición acudió al diálogo presionada por la comunidad internacional interesada en encontrar una salida pacífica al conflicto, manifestando así su voluntad de dialogar con un régimen que no cumple con los compromisos asumidos. En esta oportunidad, la oposición presentó una propuesta ajustada a las exigencias del país, totalmente inaceptable para los intereses del régimen, con lo cual éste le dio una patada a la mesa acusando a la oposición de recibir órdenes de Colombia y USA. Quien actuó de espaldas a los venezolanos fue el régimen y no la oposición, aumentando la desconfianza internacional acerca de su profunda vocación totalitaria para mantenerse en el poder a costa del hambre y los sufrimientos del pueblo venezolano. 

El round de Dominicana lo perdió el gobierno, no importa los argumentos canallescos esgrimidos por Jorge Rodríguez. El otro aspecto al que debemos referirnos es el aceleramiento de la política internacional sobre el caso Venezuela. La gira de Rex Tillerson a la región, buscando el apoyo de los gobiernos democráticos para encontrar una oportuna y definitiva solución a la crisis venezolana; la posición férrea del Grupo de Lima en contra de unas elecciones amañadas convocadas por el CNE; la actuación reciente del presidente Santos en contra del régimen y de la ola migratoria de venezolanos que amenaza la economía de Colombia; el asunto de las sanciones de USA, Canadá y la Unión Europea sobre connotados jerarcas del régimen, incluyendo a Nicolás Maduro; el probable boicot petrolero por parte de la administración Trump; la actuación de organismos internacionales de Derechos Humanos en contra de un gobierno que viola flagrantemente los derechos fundamentales de los venezolanos, especialmente, el derecho a la vida, a la salud, al trabajo digno y a la alimentación, son aspectos reveladores que debilitan la imagen del gobierno, minimizando su maniobrabilidad internacional. Es un régimen cuyo apoyo internacional ha mermado significativamente y muchos de los gobiernos civilizados del mundo lo tienen contra la pared.

Asimismo, a diferencia de lo que aconseja la estrategia política, Maduro se empeña en excluir a grupos políticos y personajes que tradicionalmente han acompañado al proceso revolucionario. Pretendiendo proyectar una falsa moralidad y honestidad revolucionarias, Maduro ha diezmado el capital político que heredó de Chávez. Quien crea que el régimen es una unidad monolítica está equivocado. Es un movimiento en el que gravitan agendas e intereses particulares, aunado a la pérdida bestial de apoyo popular. Las encuestas revelan hoy, específicamente las de Consultores 21, que existe un target nada desestimable -10% a nivel nacional- de chavistas que se autodefinen como no maduristas, con opiniones diametralmente opuestas al ideario madurista. Las diferencias entre Maduro y Cabello son cada vez más evidentes, colocando al primero como el líder indiscutible de este anacrónico y perverso modelo ideológico. La destrucción del Gran Polo Patriótico y la creación de Somos Venezuela, presidido por Delsy Eloína, es un claro ejemplo del deslinde del madurismo de todo aquello que huela a chavismo ortodoxo. La verdad es que la procesión va por dentro y la unidad revolucionaria es una entelequia sólo creíble para unos pocos ingenuos.

Por si fuera poco, la economía camina violentamente hacia un profundo y peligroso precipicio. La situación del país es dramática, con tendencia irreversible a empeorar mucho más en los próximos meses. Mientras tanto, el gobierno no tiene la capacidad para detener esta debacle, apostando por el contrario a una mayor dosis de populismo y asistencialismo crónico que le da nuevos bríos a la hiperinflación y a la pobreza generalizada de la nación, a cambio de mantener el apoyo de una minoría de cara a las elecciones del 22 de abril.

Nadie más interesado que la dictadura en encontrar un “competidor” electoral que le provea de la legitimidad de la cual carece. Tratarán por todos los medios de confundir y manipular a la opinión opositora –tarea relativamente sencilla-, con el propósito de encontrar los favores de un “opositor” dispuesto a enfrentarse a la dictadura con los gastos pagos, además, de convencerlo que ganará los comicios, a pesar de las condiciones establecidas por Lucena y el aparato electoral de la revolución.

Estas reflexiones las hago porque el escenario reinante luce muy complicado para el régimen, aunque pretendan demostrar la fortaleza que ya no tienen. Es necesario, entonces, desenmascarar las contradicciones y debilidades de la dictadura en beneficio de la ruta del cambio político a la que aspiramos la inmensa mayoría de los venezolanos. Esto sólo es posible si la oposición establece un plan estratégico factible, coherente y de largo alcance, apoyado en un acuerdo unánime de todos los factores que integran a la diversa oposición venezolana. Las debilidades del régimen son las fortalezas de la democracia. 

Analicemos la acera de enfrente antes de destruir nuestra propia acera. Por una buena vez actuemos en unidad para aprovechar las ventajas competitivas que la oposición tiene en este momento. Definitivamente, podemos vencer a la tiranía.

Profesor Titular Emeritus de LUZ

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